Capítulo 1
A day like any other
Lunes, 3 de Agosto
—¡Parecéis tortugas! —gritó la
chica adelantándose e incluso alzándose un poco sobre
la bicicleta para tomar velocidad.
—¡No me va a ganar una chica! —gritó otro
de los chicos acelerando también.
Jan (que iba de último) continuó pedaleando sin inmutarse
apenas, murmurando:
—No era una carrera…
—¡Johan, tu gordo culo hace trampa en las cuestas!
—le gritó Owen, que no había visto motivo alguno
para acelerar hasta ese momento, y pasó de largo a Jan y
al otro para tratar de alcanzarla.
—¡A ver si te caes! —le gritó el quinto
de los chicos que bajaban por el monte hacia la vía del tren.
Jan exhaló aunque sonriendo un poco, acelerando finalmente.
Eran unos infantiles, pero no quería llegar de último
de todas maneras.
Angel giró un poco la cabeza al ver que el rubio se acercaba,
sonriendo y acelerando más, retándolo.
—¡No me vas a ganar!
—Ya verás —le advirtió, pedaleando con
más fuerza para tratar de adelantarla, aunque ya habían
dejado atrás a los demás. Le pasó por delante
y miró atrás para reafirmar su triunfo como una gran
sonrisa, pero el manillar comenzó a moverse para todas partes
y se giró de nuevo —¡Ah! —exclamó
antes de derrapar en la gravilla y acabar tirado en el campo de
medio lado.
—Eso significa que gané… —sonrió
la chica al pasarle por delante, aunque luego se detuvo de todos
modos, bajándose para ver si estaba bien.
—No, yo llegué antes, el aterrizaje no influye en
el resultado de la carrera.
Johan le dio en la cabeza con la mano al pasar y luego frenó
cerca de ellos.
—Claro que sí influye, todo lo que quedaste bien,
lo jodiste con lo mal que lo terminaste —se rio.
Owen le dio la mano a la chica para levantarse, y se sacudió
luego la ropa, mirándose el codo porque se había hecho
un rascadito en aquella zona.
—¡Jan, dame un besito que estoy herido!
—Sí, ya te lo doy —el chico le mostró
su dedo especial, sonriendo luego de bajarse de la bicicleta, mirando
atrás para ver a Dany que llegaba jadeando.
Angel se había sentado en la hierba ya, observando la vía
del tren y acostándose hacia atrás luego.
—Voy a ganar cuando vayamos de vuelta.
—Ya veremos —replicó Johan sentándose
al lado y mirándola.
Owen le lanzó una pipa a la cabeza y luego se sentó
al otro lado de Angel con Jan.
—Toma —le dijo, entregándole a la chica una
bolsa con chucherías que le había pedido que le guardase,
ya que su ropa no tenía bolsillos.
Dany se sentó al otro lado de Johan y cogió su propia
bolsa. Solían sentarse allí por las tardes para ver
pasar los trenes, aunque no es que pasasen muy a menudo precisamente.
—¡Una ardilla! —les anunció al verla
aproximarse despacio a la vía por el otro lado.
Owen le lanzó una pipa cerca para ver si se la comía,
y porque tenía la ilusión de verla más de cerca.
—La vas a golpear —le advirtió Jan, aunque
mirándola atentamente mientras se metía un caramelo
de cereza en la boca.
—Claro que no —se rio el rubio, lanzándole
otra pipa a él.
Angel se había colocado casi boca abajo, en el afán
de verla más de cerca.
—Yo quisiera tener una de mascota…
—Tienes que meterla en una jaula —le dijo Johan, ahora
pensando en tratar de cogerla.
—Pues a mí me da pena en una jaula, metete tú
en una, a lo mejor así consigues al fin seguir esa dieta.
—Calla, Owen, a ver si te doy.
—Qué miedo… se me caerán los pelos de
los huevos —se rio, desenroscando un regaliz de fresa y empezando
a metérselo en la boca.
—¿Tienes? —Dany se rio.
—Quisieras tú saberlo… —el rubio se rio
también.
—No, no queremos saberlo —se quejó Jan, tirándole
una gominola a cada uno.
Angel los miró llevándose un dedo a los labios.
—La vais a espantar y… —sonrió de manera
maldita —yo digo que sí tiene.
—Lo dice porque lo sabe de primera mano —Owen sonrió
con cara de triunfo, y se comió la gominola que Jan le había
tirado y había caído sobre la hierba.
—Que más quisieras tú —protestó
Johan.
—O ella… —se rio el chico, ofreciéndole
a Jan un regaliz negro —. No me gusta esto.
El chico lo tomó metiéndoselo en la boca.
—Dejad de hablar de eso, sois unos cerdos…
—Y se lo diré a mi padre —los amenazó
Angel riéndose luego.
—Él también tiene —Owen se rio como
si nada.
—Negros seguramente —lo complementó Dany.
—Agh… —Johan se tiró sobre la hierba
y la ardilla salió corriendo sorprendida.
—¡El terremoto asustó a la ardilla! Temblor
de tierra.
—¡Ah! —Dany se estaba riendo y de pronto pegó
un grito escandaloso que provocó que los demás gritasen
también sorprendidos.
Tanto Angel como Jan se habían quedado congelados mirando
a la anciana que tenía sujeta aquella bolsa sobre la cabeza
de Dany.
Johan parecía querer salir corriendo.
La mujer, sin embargo, se puso a hablar como si simplemente estuviera
meditando para sí.
—Ah, menos mal que le sirve. Había estado tejiendo
una bolsa para vuestras cabezas.
Dany se quitó aquello de la cabeza y la miró espantado.
—¡Lárgate, vieja loca! —le gritó
enseguida, mirando cómo le daba una bolsa a cada uno.
—¿Pero para qué son estas bolsas? —Owen
ahora la miraba riéndose.
—Si tienes mucho miedo en el tren, tienes que quedarte muy
quieto y meter la cabeza dentro de la bolsa, y así ella no
puede verte.
—Ah…, claro, claro…, pues muchas gracias, ¿eh?
Que Dios se lo pague —bromeó el chico.
Angel se quedó mirando al rubio luego de que la anciana
le entregase una bolsa. Ya todos en el pueblo sabían que
no estaba muy bien de la cabeza de todas maneras.
La chica se encogió de hombros, riéndose mientras
que Jan se guardaba la bolsa con cara de no estar muy tranquilo,
pero fingiendo tanto como podía, no le gustaban esas cosas
raras.
Owen miró aquella bolsa gris, y la dobló un poco
antes de usarla como pucho.
—¿No te da asco? —Johan lo miró arrugando
la nariz.
—También me das asco tú, y mira que te aguanto
—bromeó, girando por la hierba y aplastando un poco
a Jan para librarse de una colleja.
—Trae —Johan le sacó la bolsa a Dany y la puso
dentro de la suya, metiendo unas piedrecillas dentro y lanzándola
a la vía.
—¿Para qué haces eso? —le preguntó
Jan, seguro de que era una tontería.
—Para ver si revienta o algo —le explicó Johan
como si fuera muy obvio.
Angel se guardó la bolsa, pensando en contárselo
a su padre luego y sacando una bolsita de lo que había traído
consigo. El helado estaba medio derretido, pero para el caso, le
daba igual.
—Ah, viene el tren…
—Yo un día voy a coger ese tren y a largarme a la
ciudad —anunció Owen como si tuviese pruebas de ello,
girándose hacia un lado para ver el tren acercarse.
El suelo temblaba un poco bajo ellos y Dany se giró al
ver una especie de sombra oscura cerca. No habían escuchado
los jadeos de aquella persona al acercarse, gracias al sonido del
tren.
Se escuchó un ruido sordo y el tren continuó avanzando,
tratando de frenar de improvisto.
Dany gritó, y Owen los miró sin comprender ni percatarse
de que tenía sangre por la cara.
Jan lanzó un grito también, mirando fijamente hacia
donde había estado el tren, y señalando luego con
mano temblorosa.
Había visto a ese hombre caer hacia las vías y luego
ser atropellado, pero no podía ni mover la boca.
Johan estaba gritando sin parar, taladrándole los oídos.
Angel simplemente miraba el helado manchado de sangre, con cara
de shock. Giró los ojos hacia arriba, cayendo desmayada hacia
atrás, aunque no era dada a ese tipo de cosas.
Owen estaba temblando y empezó a sacudir a Angel para que
se despertase.
—¡Jan! Mira a Angel —le pidió, tirándole
del brazo como si su amigo estuviese en mejores condiciones.
—Te… tenemos que irnos, a lo mejor fue nuestra culpa
—Johan se arrastró a cuatro patas para levantarse,
y tiró de Dany, que se estaba limpiando con su propia camiseta
como un poseso, y ni se daba cuenta de que se lo estaba llevando
—. ¡Decid que no estábamos!
—¡No os vayáis! —Owen les gritó,
pero no había caso, ya se estaban largando a toda prisa en
las bicis.
—¡Eh! —Jan se puso de pie, pero estaban pedaleando
como si los persiguiera el diablo mismo. Se arrodilló junto
a Angel, tocándole la muñeca para sentir su pulso,
aunque era obvio que estaba viva —Sólo se ha desmayado…
Mejor llamamos a su padre, ¿no?
—¡Sí! —el rubio le dio su móvil,
como si el chico no tuviese uno, pero él estaba ocupado en
limpiarla un poco para que cuando se despertase no se viera manchada
de sangre.
El tren se había detenido más adelante y dos hombres
se acercaron corriendo hacia ellos mientras el moreno llamaba.
—¿Estáis bien, chicos?
—Sí, era un señor… —les dijo Owen,
observando a uno de los hombres acercarse a la chica, sólo
para comprobar que estaba bien. El cadáver había sido
arrastrado hacia delante por la vía, pero había trozos
por todos lados.
—Venid conmigo —quiso apartarlos de allí uno
de ellos.
—¿A dónde vamos? Tenemos que esperar a su
padre… —se quejó Jan, que para colmo estaba reacio
a moverse y ni siquiera sabía por qué. Estaba esperando
a que contestase el teléfono.
—Jefatura de policía. Habla el jefe Lowe —contestó
una voz seria al otro lado de la línea.
—Señor… ¿Jefe? —el chico contestó
ya que no sabía ni cómo llamarlo. Para él era
el padre de Angel —Es que estábamos aquí y a
un hombre lo atropelló el tren. Angel está…
—¡¿Qué le pasó a Angel?! ¿Jan?
Eres tú, ¿verdad? —le preguntó al reconocer
su voz, ya poniéndose de pie y tomando la chaqueta —¿En
dónde estáis?
—Está bien, sólo se desmayó y estamos
frente a las vías del tren…
—Voy, no os mováis de ahí. ¿Me escuchas?
—Sí… —Jan miró al rubio cerrando
el móvil y devolviéndoselo —Ya viene.
—Hay que llamar a la policía… —murmuraba
el otro hombre —Venga, chicos, vayamos hacia allá.
—Que ya hemos llamado a la policía. Su padre es policía
—Owen los miraba pensando que estaban más histéricos
que ellos, y le dio en la mano a uno, sujetando él a Angel
en brazos para apartarse, ya que no iban a dejar de insistir.
Una vez los hubieron dejado a un lado, el más joven les
pidió:
—No os movíais de aquí, ¿eh? Esperad
un momento.
—Que ya… —el rubio suspiró —¿No
tarda mucho Angel en abrir los ojos?
—No lo sé, nunca he visto a nadie desmayarse…
La chica, como si la hubieran llamado, arrugó el ceño,
abriendo los ojos luego y mirando a Owen.
—¿Qué pasó?
—Un señor se suicidó, creo… y tu padre
ya viene, y esos dos hombres son los del tren, pero… ¡No!
No mires —se puso delante de pronto, recordando lo que había
visto y pensando que le dolía la barriga.
—Había sangre… en el helado —murmuró
pensando que no tenía ningunas ganas de mirar de todas maneras,
lo que quería era que su padre llegase rápido.
—Eso da igual… Johan y Dany se han escapado, y dicen
que no digamos nada —le advirtió por si acaso.
—Cobardes… —se quejó, frunciendo el ceño
de nuevo.
—No diremos nada de todas maneras —les aseguró
Jan, ahora asustado por si acaso habían provocado aquel accidente.
—¿Y nosotros qué culpa tenemos de que se tirase
ese tío? No tiene que ver, sólo porque estuviésemos
allí —Owen los miró con seguridad, y luego se
quedó mirando a Jan a los ojos —. ¿Verdad?
—No es eso, es por lo de la bolsa… Yo no sé.
No, seguro que no tenemos la culpa —negó el chico mientras
Angel se sentaba, pasándose una mano por la cara.
—La bolsa no hace que la gente se tire al tren —Owen
seguía con la suya de sombrero, y ni siquiera se daba cuenta.
Escuchó el coche de policía acercarse y se levantó
para que viera donde estaban.
Aquellos dos hombres lo interrumpieron antes de que se acercase
y empezaron a explicarle lo sucedido.
El jefe de policía estaba asintiendo, prestando atención,
pero a la vez buscaba a su alrededor con la mirada.
—¡Papá! —lo llamó la chica, poniéndose
de pie y corriendo hacia él, abrazándose a su cintura.
Owen miró a Jan y suspiró.
—Yo no me quiero acercar, ¿y tú?
—Tampoco… —contestó el chico, aunque
para su suerte, el jefe de policía ya se acercaba a ellos,
sujetando a la rubia contra su cuerpo casi como si la estuviese
cubriendo.
—Chicos, ¿estáis bien? Angel me dice que estabais
sentados aquí cuando ocurrió —les preguntó
en un tono suave ya que suponía que ellos también
estaban igual de sacudidos que su hija.
—Yo me quiero ir a mi casa… —se quejó
Owen, que estaba manchado de sangre además —No vi nada,
estaba mirando al tren y de pronto había sangre.
—Ese hombre cayó en las vías y el tren le
pasó por encima, es todo lo que vimos —le aseguró
Jan completamente serio, intentando mostrarse maduro, aunque le
temblaba un poco la quijada.
—Bien, venid conmigo, os llevaré a casa —les
ofreció Arden seguro de que no sacaría nada más
de ellos. De todas maneras, no parecía haber mucho más
que pudiera decirse y no pensaba torturarlos haciéndoles
recordar eso una y otra vez —. Vuestros padres se preocuparán.
—Mi madre me va a reñir… —murmuró
el rubio, aunque no tenía motivos para pensar eso realmente
—¿Y mi bici?
—Jefe… —uno de los chicos que trabajaba con
él se aproximó —Acordonamos esto, ¿no?
Ya ha llegado la ambulancia.
—Por supuesto, y vuelvan a interrogar al conductor del tren
a fondo. Yo me encargo de los chicos —le pidió, mirando
al rubio luego —. Podéis traer las bicis con vosotros
y hablaré con vuestros padres, así que no os preocupéis
por eso.
—Papá… ¿te vas a quedar conmigo, verdad?
—le pidió la chica mirándolo ahora y notando
su cara de “tengo trabajo…”
Sin embargo, el hombre suspiró observando a sus subalternos.
De todos modos parecía un caso de suicidio, aunque no fuera
algo común en aquel pueblo.
—Sólo un rato, ¿está bien?
—Pero hable con mi madre igual… —le pidió
Owen, que siempre acababa siendo reñido por meterse en problemas.
Entraron en el coche patrulla tras meter las bicis en el maletero,
y se metió detrás con Jan, mirándolo y extendiendo
la mano hacia él, abriéndola y cerrándola para
que la cogiese si quería. Estaba más callado de lo
habitual todavía.
Jan lo miró, de pronto quitándole la bolsa de la
cabeza y guardándola antes de sujetar su mano. No tenía
que ver, pero sentía un miedo supersticioso con eso ahora.
—Iremos a dejarlos primero, ¿está bien, Angel?
—le preguntó su padre, ya que la chica aún se
veía como descolocada.
La rubia asintió alicaída, hundiéndose un
poco en el asiento.
Owen se hundió también, moviendo los pies contra
el respaldo de Angel y suspirando. Se metió una mano en el
bolsillo y sacó otra gominola, metiéndosela en la
boca y luego susurrando que le dolía el estómago.

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