Capítulo 3
Lazy Summer Day
– Y viene con todas las extras, mucho gusto... – se
rió el chico, pensando que lo presentaba como si fuera un
juguete o algo así.
– Mucho gusto... – respondió el moreno, estrechando
su mano aunque sintiéndolo un poco irreverente. Pero suponía
que estaba bien el que Goro tuviese un amigo de su edad. No parecía
llevarse demasiado bien con los de su escuela y todos se iban de
vacaciones en verano además. – ¿Han podido instalarse
bien?
– Pues sí... fue fácil – contestó
Seki, pensando que se había escabullido de limpiar y de pronto
apresurado por alejarse de la clínica.
– El padre de Seki no es viejo… – le informó
a su padre. – Pero bueno… nos vamos… voy a enseñarle
el lago… ¿vale?...
– Ten cuidado... Y Goro... – lo haló con suavidad
del brazo para susurrarle. –“Siento haberte gritado”.
Mucho gusto, Seki. Iré a visitar a tu padre luego para darle
la bienvenida.
– Vale, seguro se alegra... – se rió, pensando
que al menos no era un culo viejo.
Goro sonrió levemente por la disculpa de su padre. –
No… No importa…– le restó importancia pensando
que si sabía que había besado a Seki así sin
más, seguro le gritaba aún más. –Vengo
en un rato…– se llevó al chico de la mano y luego
se la soltó al darse cuenta. – ¿Y tu madre?
– En Tokio. Mis padres se acaban de divorciar, así
que me vine con mi padre porque... mi madre es un rollo. –
sonrió, dejándose llevar con confianza.
– Oh… qué mal, lo siento… supongo. –
remató después, la verdad es que no se veía
especialmente traumatizado. – Pues ya debía de ser
rollo tu madre para venir al culo del mundo…
Seki se rió. – Bueno, sí, mucho. Además
es un poco caprichosa... Y sé que mi papá me necesita
más que ella en estos momentos. Imagina tener que venir acá
solo.
– Hum… ya… por eso yo no me quiero ir a estudiar
afuera… a no ser que mi padre se venga conmigo…–
arrugó un poco las cejas, convencido de que no se iría
de otro modo. – Él quiere que me críe aquí…
le espanta cuando le cuento las cosas de los chicos que conozco
por Internet…– se rió y lo miró. –
Seguro que pensó que eras una mala influencia…
– Lo soy... pero a ti te va a gustar – bromeó,
guiñándole un ojo. – A mí me pareces
encantador. No te pareces en nada a mis amigos. No son malas personas
pero a veces son un poco... Creen que lo saben todo... – comentó,
como si él fuera muy humilde.
– Hum… ya… creo que sé de qué me
hablas… Bueno la mayor parte de las veces cuando hablo con
tíos… se creen que soy un paleto y un pringado…
igual soy un poco pringado… pero tampoco quiero hacer como
ellos. – se guardó las manos en los bolsillos, saliendo
del círculo de casas y subiendo una cuesta de tierra estrecha.
– Da igual, ya te dije que a mí me pareces encantador.
No vine hasta acá a conocer chicos de ciudad. Para eso me
quedaba en Tokio. Lo empujó con un golpecito suave, sonriendo.
– Además, eres muy guapo de una manera muy descuidada...
– Oye… yo creí que iba arreglado…–
se rió, enrojeciendo un poco y alzando un brazo para coger
una manzana de un árbol. – No desayuné…
me enfadé justo antes de que me hicieran la comida…–
se rió pensando que le hacían ruido las tripas. –
¿Tu padre sabe cocinar?
– Sí y también plancha... – se rió,
negando con la cabeza, tomando una manzana también sólo
porque podía. – Trajimos algunas cosas ya preparadas
pero no muchas... En la ciudad no puedes hacer esto.
– Oye… que mi padre sí que plancha y cocina…–
se rió pensando que de todos modos el doctor no tenía
cara de hacer ninguna de esas cosas, no. – Tu padre me abrió
la puerta sin camiseta…– le dio un mordisco a la manzana,
recordando y pensando en qué reacción habría
tenido su padre de haber visto eso, seguro que se ponía como
un tomate. – ¿Por qué no venís a cenar
con nosotros? Así tu viejo conoce al mío…
– ¿Por qué no? Si no, quien sabe qué
comemos de todas maneras... Pero ¿no tendrías que
preguntarle a tu padre primero? – lo miró, mordiendo
la manzana. – Mmmm... Lo que pasa es que mi padre no iba a
abrir hasta la tarde. Creo que lo conquistaste.
– ¡No es mi tipo!– se rió empujándolo
un poco. – Además me daría miedo…–
sujetó la manzana entre los dientes aún reído.
– Luego le pregunto… cuando estemos comiendo…
y al principio mi padre también cocinaba mal ¿sabes?...
al principio de irse mi madre…
– ¿Fue hace mucho tiempo...? – preguntó,
tentativamente. No quería entrometerse. – Yo no creo
que mi padre aprenda nunca...
– Sí… hum… igual hace diez años
o así… no tengo muy buena memoria… pero bueno…
A mí me agradaba mi madre claro… aunque ahora…
le tengo manía… Aunque mi padre dice que no se fue…
que algo debió ocurrir…
– Supongo que él la quería, ¿no? Tal
vez es su forma de protegerse... – sonrió con suavidad
pensando que se veía un tanto afectado de todas maneras.
– ¿La recuerdas bien?
– Sí, tengo fotos además, aunque no se si la
reconocería ahora… y sí que la quería
pero no es como tú te piensas… Fue un matrimonio de
estos… por conformidad… Mi padre…– se quedó
callado pensando que no era quien para decir algo tan personal de
su padre a nadie por más cómodo que se sintiese. –Mi
padre no la amaba, era cariño… ya sabes… Por
eso creo que se fue… porque tal vez se enamoró de verdad
de alguien y se fue de aquí…
– Pero no debió dejar a su hijo... Lo siento, no la
juzgaba... – suspiró, pensando que ahora sí
se había pasado. – Yo no podría estar con alguien
a quien no amara... Por eso me niego a salir con chicas por más
que mi padre me lance indirectas.
Goro se rió un poco y se comió el corazón de
la manzana escupiendo el tallo después. – Mi padre
no haría eso…
– ¿Qué cosa? ¿Echar indirectas o salir
con una chica? – se rió completamente al descuido mordiendo
la manzana de nuevo.
– Baka… salir con una chica– le aclaró,
poniéndose rojo después y pensando que tanto esfuerzo
para que al fin se lo soltase al descuido por culpa de un mareo.
– Mira… ven por aquí…– le cogió
la mano y pasó entre los helechos y las hierbas altas por
el medio del bosque, apartando unas zarzas con pinchos y dejándolo
pasar primero.
– Oh, es hermoso... Nunca he visto algo así... –
sonrió el chico a la vista del lago apresurándose
para llegar a él. Claro que no se le había pasado
por alto la revelación del chico.
– A mí me gusta venir por las noches… De todos
modos, aquí no me va a pasar nada… lástima en
realidad…– se rió pensando que era un aburrimiento
y corriendo hasta el lago, subiéndose por la tarima de madera
donde supuestamente se podía pescar aunque jamás lo
hacía nadie. – ¿Te quieres bañar?–
se rió al tiempo que preguntaba pero ya Seki se había
quitado la camiseta y empezaba a bajarse los pantalones doblándolos
cuidadosamente.
– Eres lento, Goro. Y eso que es tu pueblo... – bromeó,
corriendo hacia el agua y lanzándose.
– Porque pensé que a lo mejor eras muy fino para eso…–
se rió y se quitó la ropa, lanzándose al agua
y preguntándose si eso contaba como esforzar la rodilla.
De todos modos, ya no le dolía. Le apoyó la mano en
la cabeza y lo hundió en el agua.
Seki surgió de nuevo escupiendo agua y riendo. – ¡No
me quería mojar el cabello! – se sujetó de él
como si no supiera nadar. – No soy muy fino para nada... siempre
y cuando no se pierda el estilo...
– Pues ahora ya te lo has mojado… – se rió
nervioso por tenerlo tan cerca, sujetándole la cintura y
besándolo fugazmente antes de hundirse él por su propia
cuenta, nadando por debajo del agua hasta debajo de la tarima de
madera, mirando lo que había colgando por debajo, eran como
caracolas extrañas. Salió afuera respirando hondo
porque se le había acabado el aire y se apoyó en el
embalse. – ¿Querrás venir conmigo algún
día por la noche? ¿Te deja tu padre? Aquí no
pasa nada… – le aseguró de nuevo.
– Pues si salía a sitios más peligrosos en
Tokio. – se rió, pensando que era juego de niños
comparado. – Y si no me da permiso, vendré de todas
maneras. Duerme profundo...
Goro se rió, mirándolo y tirándose hacia atrás
en el agua, flotando y cerrando los ojos. – Desobedeces a
tu padre… qué malo… ¿no te riñe?
– Claro que sí, pero le dura poco. Además,
él sabe que lo quiero y que me sé cuidar... –
le guiñó un ojo, moviéndose en el agua, haciendo
onditas en su superficie.
–Ya… a mí sí me riñen y me castiga
con cosas que sólo lo benefician, es un aprovechado…–
abrió los ojos y apoyó los pies en el fondo del lago,
mirándolo y aproximándose un poco. – ¿Has
ido a algún sitio de ambiente? Seguro que sí ¿no?
– He ido a varios, pero me gusta más ir a discotecas
normales... – se encogió de hombros, acercándose
a él. – Si vienes a Tokio puedo llevarte a dar un tour.
– Qué más quisiera yo… pero nunca salí
de aquí salvo para ir al colegio en el pueblo de al lado…–
se alejó hacia el embalse y se sentó en el borde,
tocando con los pies en el agua. –Yo fui a una discoteca normal
en la ciudad cutre esa que te dije… pero no me gustó…
y además no bebo alcohol y no dejaban de atosigarme para
que me enrollase con alguien… En realidad fue un coñazo
y le dije a mi padre que viniera a buscarme.
– ¿Te riñó? ¿O ibas con su permiso?
– le preguntó, nadando y apoyándose con los
brazos en el embalse, para mirar al chico. – Lo que sucede
es que yo voy con mis amigos y ellos ya saben que soy gay.
– Con su permiso, sólo me dijo que ya me había
advertido que no me iba a gustar… Yo creo que se sentía
triunfal. – se rió el moreno. – A los míos
no se lo puedo decir… siempre están insultando a los
gays y además una vez que fueron a mi habitación ya
me estuvieron quemando con si era gay o qué… y luego
a hacer bromitas sin gracia…– le sacó una hojita
del cabello y la dejó caer al agua. –Pero no sentí
nada cuando me enrollé con esa tía… además
al final me fui…– se rió.
– ¿Sabes lo que yo pienso? – sonrió Seki
seductoramente, impulsándose para salir del agua y sentarse
a su lado. – Que tú eres encantador. Pero tus amigos...
son unos pueblerinos sin gracia. Si van a Tokio se reirán
de ellos...
Goro se rió y apoyó las manos en el borde del embalse.
– Seguro que también se reirían de mí…
aunque no me importa, tampoco quiero irme a vivir a otro lugar…
Sólo me gustaría ver con mis propios ojos algunas
cosas y hacer algunas cosas… no sé… No vas a
comprenderme porque tú vives allí, para ti es natural…
Bueno por lo menos ya besé a un tío igual ahora se
meten menos conmigo los tíos con los que hablo en Internet…–
se rió pensando que seguro que se reían igual. Pero
no lo hacían por mal, suponía.
– Yo no dejaría que se rieran de ti... – sonrió
observándolo. Lo cierto es que era muy extraño para
él encontrar a alguien que hablase de esa manera, con esa
inocencia, pero lo encontraba refrescante. No era ningún
idiota como esos chicos. – Si te digo la verdad, yo quería
salir huyendo de aquí en cuanto llegamos. Pero la visite
se ha puesto interesante.
– Es comprensible… pero yo no quiero que te vayas o
esto volverá a ser un aburrimiento deprimente como todos
los veranos. – se rió, enrojeciendo de nuevo por si
la consideraba interesante por él. Claro que mejor no decir
nada, no fuera a quedar como un idiota. – Mira allí
– le señaló con un dedo arriba del monte, se
veía como una pequeña torreta o algo así. –
Siempre me quedo mirando allí cuando vengo de día
¿crees que hay un pueblo o algo así? No hay camino
después del lago… De todos modos es igual, está
demasiado lejos… – se estiró hacia atrás
apoyando los codos en la madera y mirando a Seki. – ¿Tienes
más piercings? No veas lo que me costó a mí
convencer a mi padre con el tatuaje.
– Y yo creí que los chicos de pueblo no se hacían
esas cosas. – se rió, negando con la cabeza. –
Yo el piercing, me lo hice y ya. Luego se desató la guerra
pero lo hecho, hecho está. – alzó la mirada
de nuevo hacia la torreta o lo que fuera. – ¿No deberías
saberlo mejor tú? Yo acabo de llegar. Tal vez debamos ir
a explorar uno de estos días.
– Tal vez… le preguntaré a mi padre a ver si
él sabe… – se inclinó un poco, mirando
el agua distraídamente y tocando la superficie con las puntas
de los dedos, girándose y salpicándolo. – ¡No
me digas de pueblo! Tokioboy
Seki se rió por cómo lo había llamado, alzando
las manos para cubrirse el rostro. – Pero si eres de pueblo.
A mí me gusta...
– Baka… – lo empujó para que se cayese
al agua y se rió abiertamente, apartando las piernas para
que no fuese a tirarlo.
– ¡Ah! – el chico salpicó estruendosamente,
hundiéndose y resurgiendo enseguida, respirando agitado y
sonriendo. – Y eres salvaje además... A los chicos
como yo no se les trata así. – nadó hacia atrás,
alejándose como invitándolo a seguirlo.
– Ya sabes… es que soy de pueblo, soy así de
brutito…– corrió por el embalse y saltó,
sujetándose a una rama de los árboles que cubrían
parte del cielo sobre el lago, dejándose caer al agua y chapoteando
todo. Se rió y lo salpicó de nuevo. – Y para
que lo sepas… si yo me tatúo sin decirle a mi padre…
seguro que me pega…
– Qué mal... y con lo bien que te queda... –
nadó hacia él, tocándole el hombro, siguiendo
las líneas del tatuaje. – ¿Te dolió mucho?
– Por zonas… unas más que otras…–
lo miró serio como siempre que se ponía nervioso.
– Me dolió más en el pecho. –Bajó
la vista a su mano y la alzó a sus ojos de nuevo, sujetándole
la mano y riéndose. – Ya… que voy a trasformar
el lago en agua termal…
– Yo sólo quería sentir tu tatuaje... –
murmuró sonriendo luego y dándole un beso fugaz en
los labios. – ¿Dónde te lo hiciste? No pensé
que hubiera un salón de tatuajes aquí.
– No, me lo hice en cutretown… Hay varias tiendas…
teóricamente modernas… Pero no te creas, no es un salón
de tatuajes, es una peluquería…– se encogió
de hombros y se pasó las manos por el cabello porque lo tenía
empapado de nuevo, revolviendo la cabeza y despeinándose
otra vez, salpicándolo, sonriendo levemente. – Mejor
salimos… que si no a ver quien vuelve así de empapado.
Seki se le quedó mirando distraído por un momento.
Así con el cabello mojado se veía muy atractivo también
y tenía un cuerpo muy atlético, por no hablar de su
sonrisa... Le pasó al lado, nadando hacia la orilla. –
Vamos, a ver si nos secamos algún día.
Goro apoyó las manos en el embalse para subir y se acostó
sobre la madera, tirándose al sol y mirando las nubes, girándose
de soslayo para ver cómo el otro chico se recostaba también.
Se giró de lado para verlo mejor y se apoyó en un
codo. – ¿Te puedo preguntar algo?…un poco “así.”
– Es como estar en otro mundo... – murmuró el
chico mirando al cielo. Nunca había visto un cielo tan despejado
en Tokio. Giró el rostro para observar a Goro de nuevo. –
¿“Así” cómo? Dime...
El moreno sonrió un poco por la vergüenza, pero tenía
curiosidad no lo podía evitar. – ¿Tú
lo hacías con tu novio?
– Sí... pero no duramos mucho de todas maneras...
– le sonrió, desviando la mirada hacia el cielo de
nuevo. – Mi padre piensa que soy virgen.
– Ya… normal, yo tampoco se lo diría a alguien
como tu padre. La verdad es que a mí me acojona un poco…
aunque el mío es más alto… Pero… bueno,
mi padre también me acojona cuando se enfada. – se
rió con suavidad, apretándole una mejilla con el dedo
por si le había afectado el tema de su ex novio. –
¿Y hace mucho que rompisteis?
– Algunos meses ya – le atrapó el dedo con una
mano, sonriendo. – Qué curioso eres, Goro-chan –
lo llamó por molestarlo.
– ¿Qué quieres? Es que mi vida no es emocionante,
senpai…– le quitó el dedo y se acostó
boca abajo en la madera del embalse. – ¿Y tienes muchos
amigos gay?– preguntó riéndose luego y pensando
que no dejaba de preguntar aún así.
– Sí, casi todos en realidad... – Contestó,
observando su trasero sin poder evitarlo ahora que se acostaba así.
– Es lo normal, ¿no?
– Supongo… – arrancó unas hierbitas que
crecían entre las maderas y mirándolo de soslayo,
notando lo que hacía y mirando a las hierbas de nuevo sólo
que ahora rojo. – ¡No me mires el culo!– se rió
y le lanzó una hojita sin poder aguantarse.
– ¿Por qué no? Es agradable... – se rió,
enrojeciendo un poco también porque lo hubiera atrapado,
girándose a su vez para quedar boca abajo. – ¿Te
ha gustado algún chico antes?
– Mi mejor amigo… pero nada… además ahora
tiene novia… De todos modos yo ya sabía que no iba
a poder ser e igualmente me hacía ilusiones con cualquier
cosa…– recostó la cabeza en un brazo sin poder
evitar sentirse un poco afectado al pensar en ese tema.
– No lo sé... supongo que debe ser duro vivir en un
pueblo así. Yo no pienso ocultar lo que soy. – lo miró
de soslayo, un poco serio. – Si me llego a quedar aquí,
me pregunto si continuarías siendo mi amigo...
– Claro… ¿Por qué no?...– lo miró
sorprendido, apoyándose un poco en las manos y girándose
de lado de nuevo para verlo bien. –Ah… ya imagino por
qué lo dices, pero no es lo mismo… Si tú estás
conmigo no me importa… es muy duro estar solo, por eso…
– Eres muy dulce, Goro... – sonrió el chico
girando el rostro de lado para mirarlo y apoyando la cabeza en sus
brazos. – Da igual, sólo son unos ignorantes, no como
tú.
– Gracias…– enrojeció un poco de nuevo
y se dejó caer acostado boca arriba. –Ojalá
te quedes aquí… y no sea sólo el verano…–
se rió un poco con suavidad. –Soy malo… no debería
desearte este infierno…
– Además, quieres que abandone mi carrera... –
se rió, tocándolo con un dedo. Le estaba agradando
estar allí con él, en aquel lugar. Se sentía
como si se hubiera detenido el tiempo.
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