Epílogo 3
I love you, daddy
Shio alzó la cabeza de su portátil, lanzando una
mirada hacia el puesto de Yaku. Desde que estaba con Hai, pasaba
mucho menos tiempo en la oficina. Claro, aquellas tampoco eran horas
de estar trabajando. Sin embargo, había querido dejar algunas
cosas terminadas antes de nada.
Miró el reloj, pensando que Serkan estaría esperándolo
abajo. No, conociéndolo, ya estaba subiendo a buscarlo. Cerró
al portátil, sonriendo a su pesar y poniéndose la
cazadora negra para salir.
Serkan abrió la puerta, encontrándoselo en el umbral
de la misma. Por supuesto, no había olvidado lo que había
hecho, nunca lo olvidaría, a pesar de que jamás había
llegado a recordar todo aquello, sólo sabía que lo
había hecho. Los cuerpos jamás habían sido
encontrados, aunque siempre viviría con el miedo de que algún
día, alguien lo acusase de algo.
Lo sujetó por la muñeca para atraerlo hacia su cuerpo,
besándolo intensamente de pronto y frunciendo un poco el
ceño, aprovechando para apretarle las nalgas.
–¿A qué esperas? –le preguntó
sin soltarlo, con aquella acostumbrada sonrisa de chico malo en
los labios.
–¿A qué espero? Ya iba a salir, has sido tú
el que me ha detenido –sonrió, observando aquella sonrisa
que lo volvía loco y luego mirando sus ojos –. Eres
impaciente.
–Ya lo sabes –le rodeó los hombros, saliendo
con él hacia el ascensor –. Nos tomamos unas cervezas,
he quedado con mi hermano después. Va a llevar a Hai, eso
es seguro.
–Por supuesto, ¿acaso te molesta? –se rio, pensando
que siempre estaban lanzándose puñalitos esos dos
–No es mala persona y hace feliz a Yaku.
–No me molesta... me da igual, he aprendido a llevarme bien
con él, utilizando técnicas de guerra fría
–sonrió, alzando una ceja y caminando por la calle
con él –. Es extraño, ¿sabes? Me resulta
extraño saber que no voy a estar allí nunca más,
y no es algo que eche de menos..., pero...
–Estuviste un año entero allí, es natural,
pero la verdad, no quiero siquiera pensar en que podrías
volver –le contestó de manera mucho más seria,
mirándolo. Aún consideraba como un milagro tenerlo
a su lado, saber que estaba a salvo, a pesar de que a veces se quedaba
despierto observándolo dormir. Claro que eso no se lo diría
–. No has tenido más pesadillas, ¿verdad?
–Algunas, claro. No puedo simplemente olvidarme de todo eso,
pero por supuesto, son muy diferentes de aquellas vivencias, puedo
notar la diferencia entre un sueño y aquello –le aclaró,
tratando de no pensar realmente en ello –. Ese tío,
después de estar investigando acerca de él, uno puede
comprender cómo llegó a eso.
–Supongo que sí, vivir así encerrado de pequeño...
–comentó, rodeándole la cintura con un brazo
como si quisiera protegerlo de algo invisible –¿Has
averiguado algo más?
–No, nada más aparte de lo que ya sabíamos,
que vivía allí abajo confinado, mientras la gente
pensaba que había muerto en un accidente. Cuando encontraron
los cadáveres, pensaron que había sido el padre de
él, pero nunca lo encontraron, había abandonado a
su mujer hacía ya años, pero todos creían que
no. Toda una serie de mentiras... Me pregunto qué las llevó
a encerrarlo allí, a su madre y a su tía. Algo terrible
debió hacer, tal vez sabían de alguna manera en lo
que se convertiría –Serkan sacó un cigarro y
se lo colocó entre los labios, encendiéndolo con aire
pensativo.
–Tal vez mató a su padre –casi sentenció,
preguntándose luego si le afectaba y suspirando –.
Bueno, creo que estoy saltando a conclusiones, pero me parece lógico.
Tal vez por eso buscaba a personas con carácter... los asesinos
en serie suelen hacer eso, matar a la misma persona una y otra vez.
Ese niño necesitaba ayuda psicológica, lo que hicieron
fue acrecentar sus problemas. Me pregunto por qué tendría
esa obsesión por las manos.
–A lo mejor su padre abusaba de él ya que solía
atacar a homosexuales, pero no me pareció que fuese su preferencia.
Tal vez aquella chica le gustaba de verdad, y la mató sólo
porque no pudo evitarlo... –Serkan frunció un poco
el ceño, podía recordar perfectamente, como si fuese
un flash de sus propias vivencias, a aquel hombre mordiéndole
los dedos mientras... Negó con la cabeza, casi sacudiéndola
un poco, sonriendo –. No lo sé, dejémoslo.
–Sí, dejémoslo –asintió Shio,
aunque aún sentía curiosidad, pero no quería
que Serkan siguiese pensando en aquello –. ¿Hoy no
has traído la moto? –preguntó por distraerlo
del tema.
–No, porque ya sé que no te gusta que te lleve en
moto, ya eres un hombre adulto, no sería adecuado –se
burló, sonriendo un poco y pasándole la mano por la
cabeza como si fuera un crío, contrariamente a lo que había
dicho.
–Qué considerado... –movió la cabeza
como escapando un poco, en realidad no quería admitir que
comenzaba a gustarle esa forma de viajar.
Serkan se rio, sujetándole la nuca y aproximándolo
para que se dejara besar.
–No sé de qué te quejas, si luego me abrazas
y arrimas “la cebolleta” que no veas.
–Porque no quiero caerme, conduces de una manera... –refutó,
aunque besándolo de todas formas y riéndose un poco
incluso.
–No te lo crees ni tú...
–No, no me lo creo, pero los chiquillos no desmienten a sus
mayores –bromeó, deteniéndose y girándose
para besarlo profundamente esta vez.
–Papi... has vuelto –Serkan lo abrazó jugando,
pero devolviéndole el beso después, de forma que la
gente se alejaba un poco mientras pasaba por su lado.

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