Epílogo 2
Order of priority
Benkei se sentó en un banco, esperando a que Kawa saliera
de la universidad como siempre. Bueno, en realidad ahora estaba
mucho más con él que antes, y ya que Hai no tenía
tanto tiempo para dedicarle, finalmente sí que se había
buscado un trabajo, pero sólo porque quería mudarse
a un piso en el edificio de su amigo. Claro, era imposible con su
sueldo, pero tal vez cuando Kawa trabajase también...
Se llevó un caramelo a la boca, masticándolo y levantándose
al ver al rubio salir. Lo sujetó por la cintura y lo besó,
pasándole un trozo de caramelo y riéndose.
Kawa sonrió, moviendo la lengua para reacomodarse el caramelo
antes de hablar
–Benkei, te he dicho que me avises... –protestó,
aunque con la cara de felicidad que tenía, su regaño
no surtía mucho efecto.
–Pero si ya sabes que soy yo. Si se te acerca un tío
tanto... le pego una hostia que lo tumbo –lo levantó
por las nalgas, besándolo otra vez y dejándolo bajar
después, rodeándole la cintura y llevándolo
con él –. Me duele la espalda..., y mañana me
van a despedir creo... porque robé algunas cosas –se
rio.
–No debiste hacer eso... Ya te lo he dicho antes, Benkei
–nuevamente lo riñó como si fuera un protocolo
más que algo real. Lo cierto era que estaba contento sólo
con el hecho de que hiciera un esfuerzo, y no pretendía cambiarlo
de todas maneras. Estaba demasiado enamorado de su forma de ser,
despreocupada, y libre –. El próximo año ya
puedo empezar a ver algunos pacientes... Bueno, como prácticas
claro, pero...
–Bueno, pues practica, a lo mejor después le robas
los pacientes al tío que ayudes –se rio el moreno,
apretándole una nalga y sujetándole la cintura otra
vez –. Le voy a pedir a Hai que me haga ese tatuaje ya, me
dijo que hoy iba a hacérselo a Yaku, así que, yo quiero
ser el segundo. Me lo voy a hacer en el cuello.
–¿Aquí? –le pregunto, deslizando dos
dedos por su cuello, se sabía su cuerpo de memoria, casi
tan bien como el suyo propio –Podemos ir a visitarlo luego
de comer.
–Vale, podemos... –le gustaba su forma de tocarlo.
Inclinó la cabeza, acariciándose un poco con su mano
y riéndose después –. No me pongo a hacer mariconadas
en la calle.
–No lo haces, es cariño... –se rio Kawa, abrazándolo
y apoyándose contra él luego, extendiendo su bastón
nuevamente –. ¿Qué te harás esta vez?
–Aún no estoy seguro... ¿A ti qué te
gustaría? –le preguntó intrigado, ni siquiera
se daba cuenta de que era difícil para él.
–No lo sé, no podría... saber cómo se
verá –le recordó, ya que Benkei siempre parecía
olvidar esas cosas, pero era lo que más le gustaba de él.
Esa naturalidad en su manera de tratarlo –. Algo que muestre
quién eres realmente... esa parte que sólo yo conozco.
Seguro que no me harás caso –se rio.
–Claro que te haría caso... si supiera a qué
te refieres. Eso... suena como a mierda profunda –se rio,
estrujándolo contra él y mirando adelante –.
¿Te gustan los lobos?
–Sí, me encantan. ¿Te harás un lobo?
–le preguntó, más bien pensando en que seguro
eran muy suaves al tacto.
–Sí... me lo haré en el gemelo de la pierna
izquierda. Aullando o algo así... –le tocó las
nalgas otra vez, besándolo profundamente mientras caminaban
de igual manera –. A mí también me gustan, si
no comieran tendría un perro.
Kawa se rio, moviendo un poco la cabeza
–No te preocupes por eso, pienso conseguir un perro cuando
vivamos juntos. Será un perro guía, claro...
–Bueno, pero que no sea un perro marica, o yo no pienso
llevarlo nunca. Tiene que ser un perro guapo –La verdad es
que no sabía lo que era un perro guía.
–¿Un perro guapo? –se rio, sujetándose
un poco más a él –Puedes venir a verlos conmigo.
De todos modos, creo que tengo que tomar clases o algo así...
–Bueno, pero tú eres inteligente –le pasó
la mano por el cabello, acariciándole la nuca –. Mientras
no tenga que pasarlas yo –se rio –. Yo tenía
un perro, bueno, era un perro que había en mi casa, pero
nos llevábamos bien.
–¿En serio? –preguntó, sonriendo un poco
al imaginarlo –¿Era grande? De todas maneras, ya que
vamos a vivir todos juntos, no pienso llevarme uno al que no le
agrades.
–Sí, era grande, era un perro... feo –se rio,
la verdad es que no recordaba la raza –. Un no sé qué
argentino, muy feo..., mi hermano lo usaba para peleas, siempre
estaba herido.
–Eso es triste –contestó Kawa, apoyando la cabeza
contra su hombro, ya se había acostumbrado a caminar así
–. Yo no creo que ningún perro sea feo, pero no puedo
verlos, así que...
–Ya..., a mí tampoco me gustaba eso –le aclaró,
ya que le daba pena el perro –. Hay perros muy feos, los pequeños
que llevan las viejas... son como ratas. Las ratas son asquerosas
–se rio, pensando que cuando vivía con Hai había
matado a unas cuantas en aquel edificio –. Tengo hambre, ¿cenamos
y luego te follo?
Kawa se rio, enrojeciendo un poco. Se había preguntado por
un momento qué habría sucedido con el perro, pero
estaba seguro de que no era una conversación agradable.
–¿Y qué pasó con lo de visitar a Hai?
–Ah... Bueno..., luego de follar –sonrió, tocándole
la entrepierna y besándole la mejilla mientras caminaban
–. Todo va en orden de necesidad.
–No hagas eso en público, Benkei –le riñó
de nuevo por protocolo, aunque seguía estando rojo.
–Todos los grandes actos necesitan público –se
rio, dejando de molestarlo un poco, pero sólo porque ya estaban
llegando.
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