Capitulo 59
Let’s go to hell together
Miércoles 16 de Diciembre
Noche.
Serkan miró al techo, y luego a Hai, pensando en que afuera
debían tener los micrófonos conectados. Eso esperaba,
y también se preguntaba si todos estaban allí mirando.
La verdad, por una parte sentía la necesidad de repasar la
grabación después. Su hermano había estado
tomando notas de las del día anterior, y no las había
podido ver todavía.
–¿Qué? ¿Ya te sientes extraño?
–soltó el chico de manera un tanto brusca, más
que nada porque no quería demostrar que estaba asustado.
Yaku le había asegurado que las ataduras no se romperían,
pero de todas maneras se preocupaba.
–Deja de preguntarme eso, pareces uno de esos críos
que viajan en coche y no dejan de preguntar cuánto falta
para llegar. No tengo putas ganas de que venga... y quiero un cigarro.
Te jodes, más me jodo yo... –frunció el ceño,
alzando una ceja.
–Pues si hubieras preguntado de buenas maneras, te hubiera
dado uno... –contestó, frunciendo el ceño. Lo
cierto era que no tenía, siempre fumaba de los de Benkei.
–Estoy atado, ¿quieres que los fume con la punta
de la polla? –se rio, sin duda era un mendrugo, no sabía
qué hacía su hermano con él, la verdad.
–Te hubiera ayudado, pero ahora olvídalo –refunfuñó,
poniéndose de pie y empezando a caminar por la habitación.
Serkan giró la cabeza, excusando decirle que no estaba
por dejar que lo tratasen como un inútil tampoco, pero mejor
se ponía a dormir simplemente. De todos modos últimamente
no era capaz de hacerlo enseguida, no paraba de ver cosas extrañas,
era como si cada vez más, aquel hombre se estuviera apoderando
de todo su ser.
...
Habían pasado algunas horas ya y Hai comenzaba a cabecear,
a pesar de estar sentado. En realidad, casi se estaba cayendo de
la silla, con la camiseta medio levantada por el torso. Estaba pensando
que tal vez no era mala idea dormir, seguramente no pasaba nada
esa noche.
Sin embargo, en ese momento los ojos dorados del otro se entreabrían,
observándolo con curiosidad. Ese no era el que solía
estar allí, tampoco el de la otra vez. Se limitó a
observarlo por un rato, su mirada dirigiéndose a la forma
en la que su camiseta se levantaba.
Hai se giró en la silla, buscando acomodarse, y se encontró
con la mirada de Serkan, o por lo menos eso pensaba él.
–¿De nuevo? ¿Y ahora qué?
Serkan sonrió un poco, aunque no de la forma en la que
solía hacerlo.
–¿No estás incómodo ahí?
–Sí, pero en peores lugares he dormido –se encogió
de hombros, seguro de que era un fino además.
–Sí, yo también... ¿Por qué
no vienes aquí, eh? –se echó a un lado, dejándole
sitio.
–Porque tu hermano me mata y el psicópata me come...
–se rio, aunque sentándose mejor, prestando atención.
¿Por qué se ponía tan amable de pronto?
–¿Mi hermano? –el moreno recordó a ese
hombre que estaba sobre él, pensando que se parecía
bastante sí, pero no era algo en lo que se hubiera parado
a pensar –¿Tienes miedo de que te coma?
–¿Eres tú? ¿El psi...? ¿Te molesta
que te llame así? –se rio de pronto, con un tono un
tanto más agudo de lo habitual.
Serkan se rio, preguntándose cómo es que lo habían
dejado con semejante vigilante. Por otra parte, no se fiaba mucho,
aquel hombre que solía estar con él, no le parecía
tan estúpido como para hacer algo así. La puerta estaba
cerrada, seguía atado... como siempre.
–No me molesta... Tal vez tú, quieras contarme en
dónde estamos...
–Sólo si me dices tu nombre. La televisión
me dijo que no debía hablar con desconocidos –sonrió
sin acercarse, y más bien pensando que quería estar
cerca de la puerta.
–Jona... –seguía con la mirada, todos sus movimientos
–. ¿Para qué quieres saber eso? ¿Crees
que te servirá de algo?
Hai se encogió de hombros, sin contestarle y en vez de eso
respondiendo a lo que había preguntado con anterioridad.
–Estamos en un lugar seguro... para investigar lo que sucede.
–¿Y tú cómo te llamas?
–Hai –contestó sencillamente, preguntándose
luego si eso lo ponía en peligro.
–Hai... –susurró –. ¿Sabes que
desde ayer he estado rajando este cinturón que llevo puesto
en los brazos? Lo hago con su propia hebilla metálica –su
voz iba cambiando de pronto, aunque eso no había sucedido
nunca antes, se volvía más suave, pero también
más rasgada y oscura, como algo distorsionada –Primero
te follaré, y luego te abriré las entrañas
y te follaré de nuevo mientras te mueres...
Yaku se inclinó hacia delante para levantarse de su silla,
pero Senzo le sujetó el brazo, fuera de aquel cuarto.
–No, seguro que está mintiendo para que entremos...
–le sugirió, aunque él también estaba
asustado.
Benkei se había levantado sin que nadie lo detuviese, y
estaba rondando por entre la puerta y los monitores.
–Sería mejor entrar... ¡Dame las llaves! ¡Voy
a entrar! –le gritó a Shio.
–Dale un tiempo más, miente. ¿Crees que lo
ataría así sin revisar primero? –le contestó
el moreno, a pesar de que tampoco se sentía tranquilo –Kawa...
¿sientes algo?
El pelirrojo negó con la cabeza lentamente. Le estaba costando
controlar su miedo.
–Sólo su presencia...
Dentro de la habitación, sin embargo, Hai se había
pegado a la puerta, aterrorizado, a pesar de que no quería
demostrarlo demasiado.
–No es cierto... Intentas asustarme. Además, nos están
viendo, no puedes hacer nada de eso.
–¿Nos están viendo? ¿Nos estás
viendo, Shio? –se giró a donde el chico había
mirado, notando entonces la cámara en una esquina del techo.
Se giró en el colchón y se cayó al suelo de
lado. Su imagen desapareció un momento de la visión
de la cámara, y luego se levantó usando las piernas
simplemente. Apoyó la cabeza contra la pared, de lado, aún
mirando al objetivo –¿Me escuchas, Shio?
–Mierda... –maldijo el moreno, frunciendo el ceño
y mirando los monitores. ¿Qué iba a tener que hacer
al final?
Kawa se estaba poniendo nervioso a su lado, y Hai estaba golpeando
la puerta para que le abriesen. Si seguía así, la
iban a tumbar entre él y Benkei. Sólo le iba a dar
unos segundos más.
Aquel hombre, que ya no se parecía casi a Serkan, por la
expresión que había adoptado su rostro. Tenía
la mirada de un loco y de pronto se rio.
–Let’s go to hell together, babe! –miró
a Hai a los ojos, frunciendo el ceño de pronto. Se lo había
dicho como una orden, una especie de alarido mientras los otros
trataban de abrir la puerta. Se cayó desplomado al suelo
de pronto, sin más.
–¡Hai! –gritó Shio, aunque esta vez no
logró ni siquiera verlo. Salió corriendo hacia la
puerta abriéndola, y casi golpeándose con la misma,
gracias a las prisas de Yaku.
–Puedo escucharlos... Puedo escuchar los gritos... –Kawa
se estaba cubriendo los oídos, a pesar de que aquello era
inútil, estaba completamente pálido.
Hiroki le había sujetado el brazo a Senzo para que no se
acercase, aunque tampoco le veía intenciones de hacerlo.
El chico más bien estaba pegándose a él como
una lapa.
Yaku sujetó a Hai, Serkan sin embargo no parecía
despertarse esta vez.
–Ayuda a mi hermano, pero cuidado –le advirtió,
Benkei mirándolos sin saber qué hacer.
–¡¿Qué le pasa a Hai?! ¡¿Qué
le pasa?! –miró a Kawa, tirándole un poco del
brazo.
–No está aquí... Está con ellos...
–contestó el chico, girando su rostro hacia él
y deteniéndose antes de decirle que lo escuchaba gritar.
Shio estaba junto a Serkan ya, pero para el caso estaba completamente
inconsciente. Lo subió a la cama, hablándole de todas
maneras por si podía escucharlo
–No dejes que venza, Serkan, tú eres más fuerte,
lo eres.
En ese momento, Hai abrió los ojos, mirándolos confundido
por un momento, y luego empujando a Yaku.
–¡Suéltame! Estoy aquí... Estoy aquí
–sonrió como aliviado.
–Hai, tranquilo, soy yo –Yaku extendió una
mano hacia él, sin percatarse en un principio, de que ya
no era quién él pensaba.
...
En realidad, en ese momento, Hai se encontraba en la total oscuridad,
escuchando un sonido de metal rozándose entre sí.
De un metal fino, afilado.
–Ya estamos aquí –le dijo a lo lejos con aquella
voz oscura y gutural, deformada. Se movió de forma algo extraña,
demasiado rápida, como una película a la que le faltan
imágenes. Estaba ya frente a él, y cruzó los
cuchillos en su cuello, pasándolos de forma muy suave por
él. Ya no era Serkan. Era un joven rubio y mucho más
alto que él, con los ojos de un azul muy pálido –.
Por fin algo bueno... –su voz resonó, como si tuviera
eco en los oídos de Hai. Ya no estaba allí.
–¡No! ¡No! ¡Yakuuuuu! ¡Benkei! –los
llamó desesperado, luchando contra sus ataduras hasta que
se dio cuenta de que no estaba atado. Se giró rápidamente,
pero no conseguía ver nada. A pesar de eso, le parecía
escucharlo, respirando muy cerca de él. Hai manoteó
para asegurarse de que no estuviese enfrente de él antes
de echar a correr. No sabía a dónde iba, pero no iba
a quedarse allí a esperar que lo partiese en trocitos.
De pronto sintió un golpe en el abdomen, y se cayó
hacia delante, tosiendo y escupiendo saliva. La figura ante él
estaba moviendo un bate en la mano, girándolo.
–Tienes pinta de ser una zorra... Mírame... –lo
pisó con un pie, volteándolo antes de golpearle el
estómago de nuevo, dejando caer el bate a gran velocidad,
pero este no llegó a tocarle la cara, a pesar de que el chico
se la había cubierto.
En un instante, unas manos le estaban arrebatando la ropa violentamente,
arañándole la piel con aquellas uñas partidas
y largas. Una de ellas se desprendió cayendo sobre su pecho.
Más y más surgían del suelo.
–¡Ah! –Hai se la apartó rápidamente,
lanzándola bien lejos y girándose para ponerse de
pie, pero aquellas manos ahora lo estaban arañando, como
si quisiesen sacarle la misma piel de los huesos. Intentaba sacárselas
de encima como podía, gritando –¡Yo no quería
hacer esto! –se quejó, pateando y gateando desesperadamente.
–Eso mismo dijo él... –el rubio estaba ahora
tras él, mientras el chico pendía de una soga por
el cuello. Aquel psicópata lo estaba sosteniendo en el aire,
y era el único apoyo que tenía –¿Te gusta
mi infierno? –susurró en su oído desde atrás,
respirando de forma pesada y sujetándole el cartílago
con los dientes, comenzando a hacerlo crujir.
–¡Yo no tengo la culpa! –gritó sintiendo
aquel dolor, la sangre comenzaba a bajar por su cuello. Se arriesgó,
golpeándolo, pero para su desgracia, sólo consiguió
quedar colgado de aquella soga, sus manos arañaban su propio
cuello intentando quitársela.
El rubio se puso frente a él, de nuevo de aquella forma
confusa. Lo observaba con frialdad.
–Yo tampoco tengo la culpa... Tú te has soltado...
–sonrió, pasando la mano por su sexo mientras el otro
se ahogaba. Se aproximó más, alzándolo un poco
cuando veía que iba a desmayarse, inclinándose y mordiéndole
el costado. Se lo mordía tanto, que le estaba cortando la
piel, pero el otro no parecía poder moverse aún.
Se vio a sí mismo caminando por unas calles desconocidas,
llenas de extranjeros. No, aquello ni siquiera era Japón
para comenzar.
–Yaku... –dejó escapar en un quejido lastimero,
sin embargo no podía evitar el continuar viendo aquella escena.
Caminaba de manera poco habitual en él, como si estuviera
nervioso. Se sintió mareado de pronto y lo próximo
que supo fue que ya no estaba simplemente observando, estaba moviéndose
por esas calles, como buscando algo y por más que su mente
gritase que quería huir, su cuerpo no le respondía.
Benkei estaba desesperado afuera, además, se sentía
mareado. Seguía sujeto a Kawa, apretándole la mano
con fuerza, no quería decirle a nadie que se le estaba yendo
la cabeza. Pensaba que era por los nervios, pero aquello sólo
era cierto a medias.
Ahora se veía en medio de aquellas calles, mareado, observando
a la gente pasar, sin tocarlo al principio, empujándolo después
por no moverse. Se le desenfocaba la vista.
–¡Hai! – ¿Estaba dentro?
Afuera el moreno soltó la mano de Kawa de pronto, levantándose
y mirando a su alrededor confuso, como buscando a alguien.
–¡Benkei! ¡No! ¡Vuelve! –le gritó
el pelirrojo, sujetándole el brazo de nuevo, tan sólo
porque no se había alejado y remeciéndolo –¡Vuelve!
–Kawa, ¿qué sucede? –Shio fue a su lado
ya que estaba claro que Serkan se encontraba bien por el momento.
Al menos en cuanto a su cuerpo se refería.
–¡Se fue! ¡Se fue a ese lugar!
–¿Dónde estoy? –el chico lo miró
desconcertado, estaba sudando y tenía las pupilas agrandadas
–¿Y Shauna?
–¿Quién es Shauna? ¿Quién eres?
–¡Benkei! –gritó Kawa de nuevo, con los
ojos desorbitados. No sólo estaba asustado, ahora estaba
oliendo sangre.
Shio lo sujetó con cuidado, apartándolo por si acaso.
–Ve afuera por un momento... ¡Hiroki! ¡Senzo!
–Estamos aquí... –Senzo lo miró, pensando
que no debía perder los nervios así. Claro, si fuera
Hiroki el atado en una cama, eso sería poco.
–Shauna, es mi novia. ¿Quiénes sois vosotros?
Por qué... ¿pero qué coño hago en una
casa llena de chinos? –retrocedió, pensando que aquello
era muy raro, observando a aquel tío que parecía inconsciente,
y luego al otro en la cama –¡No! ¡Ya... ya lo
recuerdo! ¡Yo estaba...! –comenzaba a hiper ventilarse,
y siguió caminando hacia atrás, mareado.
Shio lo sujetó por el brazo para que no fuera a caerse.
No podía desperdiciar esa oportunidad. Parecía lo
suficientemente lúcido como para responder a sus preguntas.
Ahora lo recordaba, había leído ese nombre antes,
Shauna era su supuesta primera víctima.
–¿Qué? ¿Qué recuerdas? ¿Qué
sucedió? –le preguntó de manera insistente,
mientras el hombre en el cuerpo de Hai intentaba salir de la habitación
a su vez.
Yaku lo sujetó, sentándolo en una silla y resoplando.
–La puerta está cerrada –le advirtió
frunciendo el ceño.
–¡Estaba en ese puto infierno! ¡Ese cabrón...
ese...! –estaba temblando, a Senzo le parecía ido por
completo.
Shio se quedó mirándolo, entrando en su mente, y
viendo trozos de imágenes, sangre, aquella chica rubia de
la foto, cómo el escalpelo lo cortaba.
–Tranquilo... Dime tu nombre –le pidió, intentando
mantener la mente fría.
–No... ¿Dónde estoy? ¡¿Dónde
estoy?!
...
–¡Hai! –Benkei ya no se sentía tan mareado,
aunque por momentos su visión casi desaparecía, y
observaba el cuarto, incluso haciéndole preguntarse si aquello
era un sueño. Lo divisó a lo lejos y corrió
hacia él, tirando de su muñeca de pronto.
Se giró a su alrededor, escuchando un sonido rápido,
la gente a su alrededor comenzó a caer al suelo, cortados
en dos de manera increíble, como si fuera alguna clase médica
macabra. Parecía como si una hoja invisible los hubiera seccionado.
Sintió que le entraban nauseas, y miró a Hai de nuevo.
No, no era él, pero estaba seguro de haberlo visto.
–¡Haiiiiiii!
El chico se detuvo de pronto, seguro de que había escuchado
a Benkei llamarlo. Abrió la boca para responderle, pero no
conseguía emitir sonido alguno. Incluso intentaba girarse,
pero sus pies seguían caminando en dirección contraria.
Todo empezaba a oscurecerse de nuevo, las personas desapareciendo
poco a poco, incluso la calle se volvía angosta. Y al final
de la misma pudo ver un brillo metálico. Sabía lo
que era, y sabía que no quería dirigirse allí,
pero no se detenía.
–Finalmente has venido... –de nuevo aquella voz con
eco. El rubio apoyado en la pared con esa cara ególatra –.
¿Qué hay de tu mujer?
–¡Hai! ¡No! ¡Hai! –Benkei corrió
tras él, persiguiéndolo, pero no lograba alcanzarlo,
a pesar de que él corría y el otro andaba, parecía
que la calle se extendiese bajo sus pies.
Hai negó con la cabeza, intentando girarse aún. Obligó
a sus labios a pronunciar “Benkei”, sin embargo, luego
de eso contestó
–No es necesario que me preguntes por ella. Eso es algo aparte
–aquella no era su voz.
–Tienes razón, a mí lo único que me
importa, es echarte un polvo, y eso es justo lo que tú quieres
–se puso frente a él, encerrándolo contra la
pared –. Eres una zorra... –susurró mientras
movía algo en su mano discretamente.
Benkei sujetó el hombro de Hai de pronto, alzando la vista
de golpe y chocando con las pupilas azules del rubio, casi como
si acabasen de verse por primera vez. Incluso el otro se veía
sorprendido.
...
–¡Hai! –gritó ya en la habitación,
pegándole un manotazo a Shio en reflejo, sólo porque
era el que tenía cerca.
Hai se movió como si acabase de tener un espasmo, contestándole
–¡Benkei!
–¡Joder! –el moreno lo levantó de la
silla donde estaba sentado frente a Yaku, abrazándolo y pegándole
un ligero puñetazo en la espalda –. ¡¿Qué
coño es esa mierda?!
–Benkei... –Kawa se había vuelto a asomar a
la puerta, tenía el corazón acelerado como nunca.
–¡No lo sé! –gritó Hai, temblando
y apretando los párpados ya que no se sentía capaz
de controlar sus emociones –¡No quiero volver a hacer
esto!
–¡A la mierda! ¡No vas a volver a hacerlo! ¡Os
voy a matar! –les dijo a los otros –A ti no, Kawa...
–recordó aclararle –. Estoy bien..., ya voy –le
dijo casi con suavidad, aunque estaba temblando furioso.
Yaku los miró, sintiéndose extraño de pronto.
No sólo se sentía mal por no haber podido ayudarlo,
mientras que Benkei sí, si no que ahora... se sentía
lejano a él.
Hai bajó la cabeza, ocultando sus lágrimas y limpiándose
con la camiseta de Benkei, seguramente no le iba a importar.
–No tiene que volver a hacerlo. No previnimos esto –se
disculpó en cierta manera Shio, regresando junto a Serkan,
tocándole la cabeza –. ¿Todos estáis
aquí, verdad?
–Yo sí... –le aclaró su novio, que acababa
de despertar, con un dolor de cabeza increíble.
Shio le sonrió, acariciándole el cabello.
–Bienvenido.
Benkei estaba abrazando a Hai, y le besó la cabeza, mirando
a Yaku de soslayo por si se atrevía a decir algo, pero la
verdad es que eso no le parecía mal.
Además, no estaba de ánimos.
–Hai... –lo llamó –, lo siento –le
tocó el brazo, levantándose, deseando que lo mirase.
Se sentía culpable además.
Hai negó con la cabeza, soltándose poco a poco de
Benkei para ir con él.
–No es tu culpa. Odio ponerme así.
–Está bien... No debimos hacer eso, no estás
preparado para algo así –lo rodeó con los brazos,
sintiéndose aliviado de tenerlo con él –. No
llores... –le pidió, observando cómo Benkei
iba junto a Kawa y lo besaba sin más.
–Nos vamos a la cama, tú no haces nada.
Kawa asintió en silencio. Por ahora sólo quería
estar con él. Había sido horrible el sentir aquello,
el sentir cómo se alejaba y aun así no poder hacer
nada por evitarlo.
Benkei cerró de un portazo, sujetándolo contra él
de pronto, acariciándole la espalda y respirando pesadamente.
–Tranquilo... no me va a matar ningún yanki muerto...
–sonrió, tocándole el cabello.
Senzo suspiró afuera, mirando a Hiroki antes de levantarse.
–Vámonos a nuestro cuarto también, todos están
demasiado alterados.
Hiroki asintió, sujetándolo de la mano. No era su
campo, por supuesto, pero estaba pensando que aquellos experimentos
no eran la mejor manera de resolver aquello. Iban a acabar todos
muertos.
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