.Cerberus Proyect- Novela yaoi / homoerótica para mayores de edad.
 

Capitulo 47
Hand in hand, we fall apart

Martes 15 de Diciembre.
Madrugada.

–De haber sabido que convirtiéndome en psycho podría tenerte en mi casa, a lo mejor lo habría hecho antes –bromeó Serkan, a pesar de que no tenía mucha gracia pensándolo fríamente, pero él tenía un humor bastante negro ahora. Acababan de llegar, puesto que se habían quedado a trabajar hasta tarde, y luego lo había arrastrado a tomar unas cervezas.

–Me hubiera dado cuenta de que solo fingías, y a mí sólo me convence el producto original –le sonrió, siguiéndole el juego, ya que aquello parecía hacerlo sentir mejor. No había tenido problemas en todo el día, por lo menos.

–Vaya... –se quejó fingidamente –. Ahora vas a tener que ver los poster que tengo en mi cuarto, no me has dejado tiempo para sacarlos y parecer un poco más maduro –se colocó frente a él y le sacó la bolsa de ropa que había llevado, dejándola en el suelo –. Eso te pone, ¿no? Refuerza tus deseos de ser mi papi –dijo torciendo la sonrisa.

–Sí, eso es. Siempre quise cuidar de un crío –le tocó la quijada, haciéndole recordar el por qué de tantos rechazos anteriores –. Yo creo que a ti te pone que te cuide...

–No, lo que me pone es que me riñas... –le aclaró, sujetándole las caderas –. Y ya sabes, lo siento, no he tenido el tiempo ni las ganas de molestarme en cambiar mi cuarto para no recordarte címo era y estropear las cosas... –“lo apuñaló” tirando de las trabillas de su pantalón hacia sí, pegándolo a su cuerpo y rozándole los labios –. Si te molesta... ya sabes.

–¿Me voy? –sonrió, aunque no pensaba hacer eso, y precisamente para que no fuese a tomar aquella broma en serio, continuó –Yo recuerdo cómo eras. No necesito que me vendes los ojos... Nunca me desagradaste, es sólo que no te veía de esa manera, no podía hacerlo... Pero si vienes a mi piso, no te vas a desilusionar de mí porque todavía conserve el juego de astronomía que me dieron cuando era un niño, ¿verdad?

–Me parecerá una ricura... –le besó la quijada, metiéndose con él y mordiéndosela un poco después –. Y no, no era te vas, era... los sacas tú.

–Creo que no, soy sorprendentemente perezoso en privado... –se rio, empujándolo con suavidad para que no se metiera con él.

–No sé por qué no me sorprende... –lo empujó con algo más de fuerza, alzando una ceja –. ¿Quieres un trago? Aún tengo ese licor para viejos.

–Sí, si te refieres al único licor de calidad que tienes –le devolvió, pensando que aún era un chiquillo, pero de otra manera –. Aunque también voy a necesitar café porque esta vez no pienso dormirme...

–De todos modos... tengo unas esposas y quiero que me encadenes, y no me sueltes por más que te lo pida a no ser que estés absolutamente seguro de que soy yo... Pese a que no sé cuánto sabe él de mí.

–No te soltaré –sonrió como amenazándolo con dejarlo encadenado incluso si sabía que era él –Será mejor que hagas lo que tengas que hacer antes de que te ate... No quiero preocupaciones luego.

–Yo no soy como tú, que ya sufres de incontinencia... –se acuclilló para coger la botella, y le sirvió una copa, ofreciéndosela con una sonrisa en los labios –. Deja eso, no puedes conmigo en ningún sentido.

–¿No? –le preguntó, sujetando la copa y moviéndola un poco mientras miraba a Serkan de arriba abajo –Eso crees tú.

–Es lo que demuestras, cuando vea otra cosa, creeré en ella. Ya sabes, heredé el escepticismo científico de mi hermano –se sentó en uno de los sofás, cogiendo un cigarro y encendiéndolo –. No hay pruebas... no hay nada.

–¿No hay nada? Pero si mal no recuerdo, llevas años persiguiéndome, años... –sonrió, bebiendo un poco antes de continuar hablando –Eso significa que ya te tenía vencido desde un principio. Es prueba suficiente.

–Eso sólo tiene sentido en tu retorcido cerebro... –murmuró, alzando una ceja y mirándolo, de nuevo sonriendo –. El caso es que tú no querías y aquí estás, yo gano.

–Pero sigues persiguiéndome, ¿no es así? –se sentó, pensando que podría amenazarlo con irse, pero le parecía un golpe bajo, mucho más en ese momento –Dime la verdad... ¿te gusto por dócil? –se rio ya que estaba siendo irónico.

–Te digo la verdad, me gustas por... –bajó el brazo, rodeándole los hombros y pegándole una palmadita en el pecho con aquella misma mano.

Shio se la sujetó, acercándolo más a su cuerpo y besándolo, susurrando luego

–¿Realmente importa? ¿Quién puede con quién?

–Hum... depende del contexto, ¿no? –le mordió el labio inferior, besándolo superficialmente después. Empezó a lamerle los labios y entró en su boca, inclinando la cabeza luego y mordiéndole el cuello mientras se lo besaba. Sintió como corriente, y de pronto oscuridad y el brillo de algo metálico, que era lo único que se había visto.

Abrió los ojos, separándose un poco y llevándose el cigarro a los labios, bastante más serio.

–¿Serkan? ¿Serkan? –Shio lo sacudió, ligeramente preocupado por aquel cambio, no era usual que se detuviese en un momento así.

–¿Qué, hombre, qué? –sonrió aunque le había costado, y lo miró a los ojos, tratando de suavizar la forma de la cual lo había apartado por sacudirlo así.

–¿Cómo que qué? Me estabas besando y de pronto te pones a fumar –lo miró con más atención, frunciendo el ceño –. ¿Realmente eres Serkan?

–No, soy Jesucristo Superstar. Soy yo, se me fue la olla, eso es todo... –se llevó el cigarro a los labios de nuevo, pensando que aquello le cortaba el rollo por completo, y en todos los sentidos.

–Bien, pero algo sucedió –exhaló, pensando que con esas bromas, tenía que ser él –. Dímelo. ¿Qué viste?

–Un bisturí creo... Me parece que es lo que utiliza, pero esos dedos no estaban cortados con algo así. Yo... lo vi, ¿sabes? Sé quién es... de algún modo deformado, sé quién es. Yo lo vi ahí dentro.

–¿Viste al asesino? –le preguntó interesado, incluso dejando la copa sobre la mesita –¿Cómo era? Tal vez podamos averiguar algo de su pasado, algo que nos ayude...

–No, no podemos. Lo que yo vi no era humano, era algo posiblemente proyectado en parte por mis propios miedos o quién sabe. No era humano... –repitió, recordando aquellas imágenes –. A veces llevaba máscaras, o cosas que le tapaban el rostro, nunca le vi la cara completamente descubierta. Sólo sé que... –trató de recordar de nuevo cómo había buscado a aquella mujer, la forma en la que miraba sus manos –. Le gustan las manos. Si guarda sus dedos, tal vez... haya alguna otra persona que lo hiciese.

–Sí, tal vez... Seguramente haya noticias de eso, aunque sean viejas... –le sujetó las manos a Serkan, como protegiéndolas por instinto –Si sabemos quién es y por qué lo hace... podemos detenerlo.

–No, no podemos... –esbozó una sonrisa, soltándose las manos, porque además era molesto hablar con el cigarro en los labios. Le sujetó una a él después, observándola. Tenía la piel muy blanca, pero era muy masculina, y le agradaba el modo en el que sus venas se marcaban surcando sobre los tendones.

–Claro que podemos... No te pongas pesimista ahora, no estoy aquí para ser tu niñero, ¿lo sabes? Estoy aquí para ayudarte, porque me importas y porque no creo que hayamos dado con algo que no tiene solución. Si pudimos abrir esa puerta, podemos cerrarla.

–Sí, pero no sabiendo qué quiere y esas cosas... Sea lo que sea, va a haber que hacerlo a la fuerza. No soy pesimista, soy realista, punto –lo miró a los ojos, llevándose el cigarro a los labios de nuevo, tras soltarle la mano –. Si pensara que estás aquí para ser mi niñero, no te habría dejado venir, ¿qué te crees? Una broma es una broma, pero si piensas que soy un crío, te estás equivocando.

–No lo pienso, lo que quiero es que comprendas que no voy a rendirme y que mi solución no es vigilarte para siempre –le aseguró, mirándolo a los ojos –. Voy a detenerlo.

–Vale, cubman... tranquilo –se giró de lado, mirando sus ojos también y tocándole el cabello para apartárselo de la cara –. Yo ya sabía que no eras nada frío.
Shio suspiró, haciendo un gesto con los labios.

–Nunca dije que lo fuera, pero me gusta ver las cosas desde un punto de vista científico, lo sabes –le sonrió, tocando una de sus piernas –. Tú sigues siendo un enigma.

–Pero eras frío conmigo... –abrió las piernas, riéndose y subiéndole la mano. Se apoyó con un codo en el respaldo, mirándolo a los ojos –. Tengo un problema...

–Tienes muchos... –se rio, sin apartar la mano, estaba muy bien allí –Eras un crío, no quería alentarte.

–Pero tengo uno que me molesta ahora más... –sonrió de aquella forma encantadora, aunque maliciosa por otro lado, inclinándose sobre su mano y manteniéndole la mirada –. Es en serio...

–Dime... –le pidió, deteniéndose, a pesar de que había sentido unos deseos irresistibles de besarlo.

–Quiero follarte..., pero tengo miedo –se puso un poco más serio, besándole los labios y sujetándole el cuello.

–¿Por qué tienes miedo? ¿Temes que se apodere de tu cuerpo? –le preguntó, besándolo con suavidad de nuevo, sintiéndose un poco vencido a pesar de toda su lógica anterior.

–Aja... –le apretó la nuca, bajando la cabeza y pasando la lengua por su garganta –No quiero hacerte daño, y no quiero que se me vaya la cabeza otra vez... –hundió la lengua en su boca de nuevo, tirando de su camisa para luego meter la mano por dentro y acariciarle el torso.

–Puedo atarte, aunque para ser sincero... creo que prefiero lo contrario... –sonrió contra sus labios, deslizando las manos bajo su camiseta también, sintiendo su espalda.

–No, atarme para follar es como matarme... –se rio contra sus labios, quitándole la camisa y el jersey para poder tocarlo mejor –. Tengo que tocarte y sujetarte... –echó un brazo hacia atrás y sujetó su propia camiseta, sacándosela tras apagar el cigarro.

–Entonces, tendremos que correr el riesgo. Yo te ayudaré... sólo tienes que dejarme entrar en tu mente –le pidió, respirando con fuerza y observando su torso desnudo.

–No, de eso nada –se rio, sujetándole la cara con una mano –. No quiero que sepas lo que pienso mientras te lo hago... –iba bajando la mano, y la metió por dentro de sus pantalones, sujetándole los genitales y moviendo la mano.

–¿Por qué no? ¿Tan sucio eres, Serkan? –se rio, pensando que lo haría de todas maneras, pero sólo en caso de que se pusiera extraño. Estaba jadeando igualmente, y le era difícil debatir así.

–Sabes que sí, has metido tus narices en mi mente antes. Yo creo que en el fondo te hacía sentir bien lo mucho que deseaba tocarte... –le fue besando el abdomen, bajando por el mismo, y tratando de controlarse, ya que le parecía que su mente se iba allí, cuando perdía el control de sus actos. Lo miró de soslayo, bajándole la cremallera del pantalón y observando luego su sexo bajo la ropa interior. Estaba húmeda, y él empeoró eso, lamiéndole la punta sobre la tela, succionando después y mordiéndosela suavemente, tirando de la tela luego con los dientes, para apartarla de su sexo.

–Agh... –Shio se mordió el labio inferior para no gemir en voz alta, tocándole el cabello luego a Serkan –. Pero eso me excita más... ¿Seguro que no quieres mostrármela?

–No, no quiero... –deslizó la lengua a lo largo del mástil de su sexo, golpeándole la punta con la misma y luego succionando. Una de sus manos subía por su cuerpo, y le sujetó el cuello con firmeza. Lo miró de soslayo, resoplando contra su sexo dado lo mucho que le excitaba observarlo así –. Estás muy bueno... –susurró, lamiéndole la punta en círculos y maldiciendo mentalmente el no poder atarlo.

–Te has puesto fuerte... –le contestó Shio, jadeando y echando la cabeza hacia atrás. Le gustaba eso, que tomase el control, pero prefería no decírselo.

–Siempre lo he estado, otra cosa es que tú te fijases... –succionó su sexo profunda y rápidamente, subiendo y bajando sobre él y resoplando por la nariz. Se apartó un poco y le escupió en el glande, sujetándolo con la otra mano y recorriendo su cuerpo con la mirada –. Vamos a mi cuarto.

–Si no te detienes... tendrás que cargarme –se rio, entre jadeos, mirándolo a los ojos e inclinándose hacia delante. Tenía razón, por andarle huyendo nunca se había fijado en lo atractivo que realmente era.

–¿Eso te gusta? –le preguntó, torciendo aquella sonrisa de nuevo y metiendo las manos por debajo de él para cogerlo en brazos, aunque pesaba lo suyo con lo alto y fuerte que era. Le dio con el pie a la puerta para abrirla, upándolo un poco, antes de acostarlo en la cama –. Ahora quítatelo todo...

–No me des órdenes –le advirtió, aunque sonriendo y procediendo a desnudarse –. Tú también... quítatelo todo.

–¿Sí? –se abrió un poco los jeans, tirando de uno de los bordes de la petrina y abriendo un botón –No –se arrodilló en la cama a horcajadas sobre su pecho, abriéndose el resto de los botones y dejando salir su sexo. Se bajó la ropa interior un poco, metiendo la mano y para sujetarse, masajeándose frente a su rostro.

–¿No? –repitió Shio, alzando un poco la cabeza y lamiendo su sexo como podía, sujetándole las nalgas de pronto con fuerza para aproximarlo más.

Serkan se apoyó con una mano en la pared, sonriendo y sujetándosela para bajarla contra sus labios. Dejó que se empujase entre ellos y comenzó a moverse en su boca, pasándole la otra mano por el cabello, observándolo y resoplando entre dientes, excitado.

–¿Te gusta que te folle la boca, Shio? –se empujó profundamente mientras le preguntaba, sin dejarle hablar, apartándose un poco y goteando saliva desde su sexo, sobre sus labios.

Shio apretó los dedos contra las nalgas de Serkan, apretándolas como toda respuesta, mientras continuaba succionando su sexo. Le dio una nalgada, por poco evitando el reírse después.

–Eh... –le llamó la atención, aunque no realmente, ya que no le importaba. En venganza le penetró la boca con más fuerza aun, aguantándose los jadeos entre dientes y apretando las nalgas bajo sus manos. Se apartó de golpe y sujetó su propio sexo con la mano, corriéndose en su rostro y en su boca, evitando dejar de mirarlo ni un segundo, ya que por momentos sentía que se le iba la mente. Empujó su sexo de nuevo en la boca del moreno, apartándole un poco de semen de encima del párpado. Pensaba seguir, desde luego, tenía mucho más para él.

–Hmmm... –Shio abrió un ojo, sorprendido, ya que los había cerrado al sentir el semen sobre su rostro. Sonrió ligeramente, succionando luego con más ahínco, sabía que habiéndose acabado de correr, estaría sensible aún. Por otro lado... estaba disfrutando de su sabor, como bien lo evidenciaba su propio sexo que estaba apuntando hacia el techo.

–Tranquilo, tengo más... –murmuró excitado y sonriendo, apartándose de su boca igual de erecto. Se recostó sobre él, subiéndole los brazos y haciéndole sujetarse al cabecero mientras lo besaba, lamiéndole el semen del rostro y empujándolo entre sus labios. Se quedó serio por completo de pronto, observando cómo se marcaban los músculos en su cuerpo, sobre todo los serratos. Comenzaba a bajarse los pantalones de cualquier forma mientras le pasaba la lengua por aquellos músculos, y luego por el interior de sus axilas. Adoraba cada milímetro de su piel, sin exceptuar ninguno.

Shio estaba respirando cada vez más agitado, pero ahora conteniendo los gemidos, intentaba ayudar a Serkan de manera torpe a bajarse los pantalones. Lo deseaba adentro como no había deseado otra cosa en su vida. Aquella lengua era una tortura. Subió un poco las piernas, dejando que el moreno quedase naturalmente entre las mismas, casi dirigiéndolo.

Serkan movió las manos, sujetando sus fuertes caderas como comprobando.

–¿Por detrás? –le preguntó, succionándole los labios.

–Por detrás... –asintió, aunque lo estaba sujetando a su vez, como imposibilitado de separarse de sus labios –No te contengas... –sonrió, pensando que no necesitaba pedírselo.

–Tú tampoco –le devolvió, sin apartar las manos de él mientras se giraba boca abajo con aquellos movimientos pesados que lo caracterizaban cuando estaba tan excitado. Le golpeó en las nalgas al vérselas así, tan blancas y fuertes, haciendo que las tensase.

–Ah... –protestó Shio, bajando la cabeza para que no le viera la sonrisa, seguramente se veía como un pervertido ahora. Apretó las mandíbulas a pesar de todo, casi gruñendo y moviendo las caderas contra el colchón.

–Me encanta cómo gimes... –le sujetó las nalgas, golpeándole con ambas manos ahora y separándoselas –. Qué color... se me pone más dura sólo de verlo –se empujó dentro de él de pronto, hasta el fondo y empujándose bien dentro –¡Agh...! –le golpeó de nuevo, pasándose una mano por encima de los labios y sujetándole las manos para que se separase las nalgas él mismo y lo dejase ver mejor.

–¿Así... te gusta? –le preguntó, sonriendo mientras se sujetaba las nalgas, y gimiendo con cada embestida, a pesar de que intentaba no hacerlo y de vez en cuando parecía que estaba gruñendo. Su piel estaba cubierta por una fina capa de sudor y era consciente de lo húmedas que tenía las sábanas.

–Así –le tenía sujetos los muslos con fuerza, observando cómo su ano enrojecía húmedo, su sexo entrando y saliendo de él. Le tomó las muñecas de pronto y se las puso a los lados de la cabeza, ejerciendo todo el peso de sus brazos sobre ellas. Se echó sobre él, penetrándolo de la forma más profunda posible, golpeándose contra sus nalgas y dejándose llevar por aquel sonido y los gemidos de su novio.

Bajó la cabeza y le mordisqueó la oreja, tirándole del lóbulo y luego encargándose de su cuello, jadeando como un animal. Metió una mano bruscamente bajo sus caderas, sujetando su sexo y forzando la mano en él.

–Muévete dentro de mi mano...

Shio apenas giró la cabeza, empezando a moverse de manera constante, gimiendo por aquel roce intenso de sus cuerpos. El calor casi lo estaba sofocando, ni siquiera podía recordar el advertirle que no le diese órdenes. Después de todo, sí que le gustaba el sonido de su voz diciendo aquellas cosas. El orgasmo llegó casi instantáneamente, como si sólo hubiese estado esperando ese tacto, y el moreno se apretó contra su mano, sin dejar de moverse, disfrutando hasta la última sensación.

–¡Humph! –Serkan le empujó la cara con la suya para alcanzar a besarlo mientras se corría a borbotones dentro de él, mordisqueándole los labios y lamiéndoselos. Se los besó con suavidad luego, mientras ambos iban tranquilizándose. No habían regresado esas visiones, se sentía aliviado en más de un sentido –Te quiero... –susurró entre besos, cansado.

–Yo a ti... –contestó, a pesar de que se había controlado para no decirlo durante todo ese tiempo. Suponía que era una tontería ser tan orgulloso en esa situación –¿Estás feliz?

Serkan sonrió, besándole el cabello, húmedo por el sudor y mordiéndoselo un poco. Se apartó lo suficiente para girarlo boca arriba, y se recostó a su lado, apoyándose en un codo.

–¿Cómo no voy a estarlo? –alzó una ceja, girándose un poco para coger un cigarro de la mesita.

–No lo sé, sólo fue una pregunta –se rio, jadeando un poco todavía y siguiéndolo con la mirada. Se alzó sobre los codos, moviendo un poco la cabeza para apartarse el cabello –. Ahora no quiero atarte... Es un problema.

–Ya, lo mismo estaba pensando... Preferiría estarte abrazando toda la noche –le pasó una mano por el pecho, inclinándose y besándole los labios de forma superficial otra vez –. Qué bien la comes... –sonrió de aquella forma de nuevo, aproximándose a él y acercando su entrepierna a la cadera del otro.

–Por supuesto que sí... ¿Creías que era un novato? –le preguntó, sonriendo, por si creía que podía meterse con él sólo porque había bajado la guardia –No tenías que decorarme el rostro...

–Oh... vamos, si estabas muriéndote porque te cayese algo entre los labios... –se rio, tocándole el costado –Con esa cara de calentorro que pones... humph... ni me lo recuerdes...

–No necesito hacerlo. Sigo preguntándome por qué no quieres que vea en qué estás pensando –le devolvió, riéndose un poco.

–No quiero que te spoilerees... –se rio también, girándose y apoyándole las esposas sobre el pecho –. Venga, no queda otra –se fumó el cigarro y lo apagó, dejándose caer en el colchón, serio sólo de pensarlo.

Shio sujetó las esposas, enseriándose por un momento también y besándolo luego. Haría lo necesario por protegerlo.

–No te quejes tanto, te verás sexy. Qué bien que traje mi móvil –bromeó por ver si lo hacía sonreír. Esa expresión no se veía bien en su rostro.

–Como hagas eso... te mato –se rio sin poder evitarlo, mirándolo a los ojos –. Es incómodo, no voy a poder dormir.

–Me quedaré despierto junto a ti. No será tan malo –le aseguró, sujetando sus muñecas y esposándolo a la cama, pasándole una mano por el rostro luego –. Prometo ser bueno...

–¿Sabes hacerlo? –se giró un poco y le besó la mano, rozándose los labios con ella y cerrando los ojos. Los abrió de golpe de pronto, sintiendo una punzada en el estómago.

Shio lo miró también, con los ojos abiertos por completo. No dejaba de verlo, el cómo se llevaba aquellos dedos a la boca, mordiéndolos. No había podido ver su rostro realmente, sólo esa horrible imagen. Sacudió la cabeza, concentrándose en el moreno esposado.

–Serkan, Serkan, ¿estás bien?

–No puedo estar bien después de ver eso, tengo ganas de vomitar... –frunció el ceño, girándose de lado y cerrando los ojos, tratando de dormirse, pero no podía mantenerlos cerrados ni dos segundos.

–No eres tú –le recalcó, tocándole el cabello sin poder evitar preguntarse si Serkan habría estado haciendo eso también. No podía ni comprender cómo se sentiría.

–Sí, lo soy... Tú no viste el estado de esos dedos, yo creía que no los cortaba con algo con filo, debido al estado de su... es igual, es nauseabundo. No me lo puedo creer –se rio por desesperación.

–No lo eres, ese hombre te está utilizando. Sé que no eres tú, mírame, Serkan –le pidió, sentándose a su lado para observarlo –No puedes ceder tu voluntad.

–No me des charlas... –se quejó, girándose un poco y odiando estar esposado de esa forma –. No te sientes, que yo no puedo... Acuéstate a mi lado.

–No protestes tanto... –le devolvió Shio, recostándose, aunque sin quitarle la mirada de encima. Lo prefería así, definitivamente –Creí que te sería más fácil verme si estaba sentado.

–Sólo si quieres que me de una tortícolis de estar mirando para arriba... –resopló, moviendo una pierna y atrayéndolo hacia él –. No tienes lógica.

–Sólo acuéstate boca arriba y ya –le sonrió, acercándose y dándole una palmada suave en la pierna –. Soy muy lógico, no empieces.

–Claro que no lo eres... eso es lo que te gusta pensar –lo molestó, sonriendo un poco y apoyándose en su propio brazo para dormir –. Es obvio que si una persona está acostada de lado y es la que está incómoda, lo normal es que el otro se acueste de lado también, si quiere conversar. Y no me des lógicas de Perogrullo para convencerme de lo contrario.

–Sabes que te gustan. Además, tal vez te hagan dormir –se rio con suavidad, mirando su rostro –. Avísame si te duelen las muñecas.

–Lo que me ayuda a dormir, es haberme corrido dos veces, y estar aquí acostado contigo. Das mucho calor..., osito –se rio entre dientes, besándolo después –. Tápame anda, y ponte a dormir.

Shio le subió las mantas hasta el cuello, sonriendo de manera algo maldita.

–No tientes al que te tiene esposado a la cama... chiquillo.

–Chiquillo... ¿eh? Bien que te gusta este chiquillo. ¿Te gusta la decoración de mi cuarto? –lo molestó, riéndose.

El moreno alzó la mirada, ahora fijándose por primera vez en las paredes y aquellos posters de hombres sumamente masculinos.

–Diremos que... estuviste en coma y todavía no te recuperas por el shock de tenerme contigo –lo excusó, aunque lo cierto era que había tenido tiempo suficiente para quitarlos.

–¿Eso es... que no te gustan? –le preguntó, fingiendo inocencia y riéndose después –Yo que los puse para excitarte mientras follábamos –mintió –. Se me olvidó que a ti te gustan los chiquillos.

–No me gustan los chiquillos..., pero esos no son mi tipo, sino el tuyo. Creo que mañana limpiaré tu habitación, aunque detesto limpiar... –se quejó, riéndose un poco luego.

–Yo también, por eso mi hermano viene a veces a echarme una mano... y quejarse todo el tiempo sin parar –movió la pierna, tocándole las nalgas con los gemelos –. La has cagado, ya has confesado que no te parezco un chiquillo... –se rio, observando sus ojos.

–No lo celebres –sonrió, mostrándole la lengua y acercándose un poco más –. ¿Realmente te parezco un papi? Ahora me dirás que te gustan los ancianos.

–Me pareces un oso... –se rio –, y no me gustan los ancianos. Me gustan los hombres con cuerpazo, una polla bien gorda... y las mandíbulas marcadas... ¿Conoces a alguno así? No hay muchos por aquí...

–No hay ninguno, sólo yo –le aseguró, sujetándole la quijada como controlándolo –. Como te vea coqueteando con otro...

–¿Qué? ¿Qué harías si vieras eso? –observó su rostro, pensando que era sexy.

–Te mato... O vuelvo a comportarme como antes, ¿cuál prefieres? –sonrió, moviendo una ceja a modo de juego.

–...Que me mates –le contestó serio, sonriendo después un poco –. Aunque prefiero que le pegues al otro, seguro que me pone cachondo verte así...

–Pero no sabes lo que tendrías que trabajar para que te perdone... Millones de años... –le aseguró, esperando que eso le metiera el miedo en el cuerpo.

–No, paso. Eres mío, no necesito a nadie más. De todas formas siempre pensaba en ti –se rio un poco, besándole los labios y moviendo las manos ligeramente, porque se le enfriaban.

–Lo sé –sonrió Shio, observando el movimiento y sujetando sus manos, estaban heladas así que las soltó para buscar su camiseta y ponérsela encima de las mismas –. ¿Tienes guantes o algo así?

–Sólo de cirujano... –se rio –. Tampoco es para tanto, tranquilo. Vamos a dormir, anda.

–No me digas que no te gusta esto. Sé que fantaseabas con que cuidase de ti –le subió la sábana nuevamente, acostándose por fin –. Te dije que no dormiría, duerme tú.

–Eso haré... –cerró los ojos, entreabriendo uno después –. Tú fantaseabas con cuidarme, y no al revés.

–Yo no fantaseo, hago. Duerme –sentenció serio, aunque sonriendo después.

–Eso trato de hacer... –protestó, cerrando los ojos por fin, e intentando dormir, aunque iba a resultarle difícil así.

...

Ya habían dado las cuatro de la madrugada, cuando Serkan se despertó, observando al moreno frente a él con los ojos entreabiertos. Movió una mano, sintiéndose sujeto y pegando un tirón brusco de sus brazos, por supuesto, no podía soltarse.

Alzó la vista para notar a dónde había sido agarrado y frunció el ceño, frustrado.

Shio abrió los ojos, se había quedado dormido, pero no de manera profunda ya que era consciente de que debía vigilarlo. Parpadeó por un momento, murmurando luego con la voz somnolienta

–¿Serkan? ¿Necesitas algo?

–Tengo que ir al baño... –lo miró a los ojos, moviendo un poco las manos, ya que las sentía dormidas.

–No puedes. Me pediste que no te soltara por nada... Por eso te dije que hicieras lo que tenías que hacer –se alzó un poco, mirándolo contrariado, no le gustaba tratarlo así.

–Pero no lo hice, ¿o sí? –sonrió un poco –No querrás que me lo haga aquí...

Shio exhaló, pensándolo y moviendo la cabeza.

–¿Estás seguro de que no puedes aguantarte? Si algo sucede tendré que derribarte, aunque sea por la fuerza.

El chico se rio, mirándolo a los ojos.

–¿Eso harás? Suéltame, anda. Hay cosas... que es mejor no averiguar.

Shio se rio también, rascándose el brazo derecho y buscando luego la llave que había dejado en la mesita de noche.

–Será la primera vez que tenga que acompañar a alguien al baño... –extendió los brazos para soltarlo, deteniéndose de pronto. Ni siquiera lo había intentado, sus pensamientos simplemente habían fluido casi como si fueran los propios. Se echó hacia atrás, de nuevo alejando la llave –Estabas pensando en mis manos... Tú no eres Serkan.

Los ojos amarillos del joven lo miraron fijamente. ¿Cómo sabía en lo que estaba pensando?

–Suéltame...

–No –negó el moreno, cruzándose de brazos y mirándolo seriamente. Nunca había estado tan serio en toda su vida, exceptuando el día en el que Serkan había caído en coma –. ¿Crees que voy a permitir que sigas utilizando su cuerpo para asesinar gente?

El otro se rio abiertamente. Al parecer le hacía mucha gracia aquello. Se giró un poco en el colchón incluso, parecía haber perdido la razón. Pero de pronto se hizo el silencio en la más absoluta oscuridad, y Shio tan solo escuchó una voz que parecía provenir de arriba.

–Bienvenido a mi mundo –ya no era la voz de Serkan la que escuchaba, si no una oscura y gutural. Se encontraba por completo inmovilizado sobre una superficie metálica. Sus ojos estaban vendados, o bien tan poco acostumbrados a la oscuridad, que no veía nada, cuando por fin vislumbró lo que tenía frente a él, se escuchó un clic y una luz intensa lo cegó.

El hombre frente a él llevaba una especie de traje plástico, y sobre su rostro había piel cosida de forma grotesca, con trozos de cabello colgando incluso.
Shio contuvo la respiración, en realidad sentía que no podía respirar. Intentó mover las manos, pero no le respondían. Ninguna parte de su cuerpo respondía. Sin embargo, él no lo había soltado, aquello tenía que estar ocurriendo dentro de su mente.

–Se... Ser... –su voz temblaba emergiendo con dificultad de entre sus labios, pero el hombre se rio, bajando el bisturí de pronto y haciéndole un corte profundo en un costado. Shio gritó, intentando moverse de nuevo, inútilmente.

–Lo bueno de los escalpelos es que, sólo con tocar la piel... se hunden en ella y la cortan... shhh... ¿escuchas ese sonido? –le preguntó mientras bajaba la cuchilla desde sus clavículas hasta abajo –Es tu piel al cortarse. Se te van a salir los intestinos...

–¡Nooog! –protestó, sintiendo que se ahogaba en aquel dolor intenso. Tenía el sabor metálico de la sangre en la boca y escupió, intentando aligerarlo un poco –Serkan... Ser... kan...–insistía, luchando con todas sus fuerzas, de pronto recordando que había visto algo parecido en la mente del moreno. La luz sobre su cabeza empezó a parpadear de manera que sólo le permitía ver sombras y siluetas por momentos breves. ¿En dónde estaba ese psicópata?

Aquel hombre hundió la mano enguantada en sus entrañas, tirando de sus intestinos y sacándoselos del cuerpo.

–Tu propio infierno –se rio, salpicado por su sangre.

Serkan se despertó de golpe, provocando semejante tirón que se levantó la piel en las muñecas, haciéndose sangre.

–Joder... –susurró, jadeando y pegándole con el pie a Shio para que despertase –Shio –lo llamó, sin recordar lo que había soñado, pero estaba muy alterado, y al verlo allí dormido, temió de pronto que no estuviese vivo, aunque no tuviera sentido.

El cuerpo se giró por la patada, revelando aquel estómago abierto, que comenzó a liberar las entrañas. Serkan gritó desaforadamente, de forma que incluso su voz salía partida.

Se despertó de nuevo, sacudiendo las muñecas otra vez. ¿Era ahora cierto que estaba despierto?

Shio se apoyó sobre sus propias manos, aquel empujón lo había despertado. Sin embargo, las náuseas lo sobrecogieron y se arrodilló, vomitando de nuevo algo de sangre. Miró hacia abajo sorprendido, el dolor intensificándose de nuevo, aquel agujero no cesaba de sangrar.

–Serkan... –lo llamó de nuevo, aterrorizado, extendiendo una mano hacia el chico.

El moreno comenzó a jadear, observándolo. Podía con cualquier cosa, ya había observado de todo, pero Shio...

–Estás bien, estás bien. No es verdad –casi le gritó –. ¡Suéltame! ¡Suéltame!

Shio se arrastró un poco, buscando soltarlo. Quería que lo ayudase, tenía miedo. Sin embargo se detuvo nuevamente, a pesar de que no podía controlar los espasmos de dolor que lo recorrían.

–No... No es cierto... Estás esposado...

–¡Ya lo sé! ¡Suéltame! ¡Te vas a morir... por Dios... suéltame ya! –se sujetó a la barra de madera de la cama, haciendo fuerza y provocando que crujiera.
–No moriré... Hiroki... –murmuró al parecer sin mucho sentido, pero recordaba que ese hombre había despertado sin heridas. Aun así... realmente dolía demasiado. Se inclinó hacia delante sujetándose el estómago y escupiendo nuevamente.

–¿Y esas personas a las que maté? ¿Sabes cómo murieron? ¡No lo sabemos! Por favor... suéltame... –casi le rogó, sintiendo que no podía hacer más, pero el moreno cayó desplomado sobre la cama, como si no pudiera más. Serkan empezó a golpear las cadenas de las esposas con fuerza, tratando de soltarse como fuera, sacudiéndose.

De pronto se calmó de golpe, observando al otro con desgana.

–¿Has visto? –le preguntó, sus muñecas estaban moradas, y tenía muchos cortes en las mismas.

Shio se alzó nuevamente. Aún sujetándose el estómago y apartando la mano al ver que no le sucedía nada. Sus ojos se dirigieron a las muñecas de Serkan y frunció el ceño, contestando con furia.

–No puedes hacer nada... A pesar de todo estoy vivo, ileso... No te soltaré. No lo haré... –negó, preguntándose si Serkan continuaría sufriendo de aquella manera –Devuélvemelo...

–Suéltame... –le dijo con toda la tranquilidad –¿Sabes? A mí no me duele –volvió a mover una mano, golpeándose contra la madera el pulgar, observándolo fríamente. Pensaba partírselo para poder sacar la mano.

–¡Detente! –le gritó Shio, olvidándose de cualquier interés científico o académico, no iba a permitir que le hiciera daño a Serkan –Lo siento –murmuró, golpeándole la cabeza para dejarlo inconsciente.

Serkan se detuvo por completo, abriendo los ojos a los pocos minutos y observando su cara de ansiedad. Le dolía la cabeza, pero eso ya era normal para él, cada vez que se despertaba. Lo que no era tan normal, era el dolor en sus muñecas.

–Lo siento... Lo siento –repitió Shio, que se había quedado asustado luego de golpearlo, no lo había pensado bien –. Eres tú, ¿verdad, Serkan?

–No –sentenció, preguntándose por qué se disculpaba –. ¿Qué ha pasado? –alzó la mirada observando sus muñecas –¿Lo has visto? ¿Me has visto así?

Shio asintió, seguro de que era él ahora y apresurándose a soltarle las muñecas. No podía tenerlo así por más tiempo.

–Te iba a hacer daño, tuve que golpearte.

Serkan se rio, tocándose las muñecas y haciendo un gesto de dolor.

–Qué buena solución... A ver si me vas a dejar amamonado. Pero tú estás bien, ¿cierto?

–Sí... –casi susurró con aquel gesto cansado en el rostro. Le sujetó la cara, besándolo profundamente y contestando luego –Te vendaré las muñecas...

–Tranquilo, ¿vale? –le sujetó los hombros, haciendo que lo mirase a los ojos –No ha pasado nada... –lo rodeó, apretándolo con fuerza y frunciendo el ceño –Será mejor que no duerma más por hoy.

–Lamento no haber sido de más utilidad... –se disculpó de nuevo, pensando que no había podido protegerlo realmente, sólo detenerlo –¿Es esto... lo que veías en ese mundo? ¿Lo que sentías?

–No sé lo que has visto. No me acuerdo después –le aclaró, acariciándole el cabello y besándole una mejilla, moviendo la cara para mirarlo a los ojos –. Déjame ver...

–No... –negó, decidiendo protegerlo por lo menos de esa manera. Ya imaginaba cómo se pondría Serkan si lo veía así –Voy a vendarte eso... –se excusó, apartándose un poco para ir a por las vendas.

–Shio... –Serkan se levantó y lo siguió hasta el baño –. No tengo vendas –le sujetó los hombros por detrás, pegándolo contra él y rodeándole el pecho –. Vamos a buscarlas a una farmacia 24 horas... Venga, vistámonos, ¿vale?

–Está bien... ¿Seguro que puedes hacerlo? ¿Te sientes bien? Te golpeé con fuerza... No lo pensé bien –le confesó, sujetándole las manos contra el pecho y besando una luego –. Tal vez deberíamos ir a una clínica.

–No, estoy bien, no quiero explicarles cómo me he hecho eso... –lo giró, besándole la boca y observándolo –. Troglodita... La próxima vez me atas con correas a mi propio cuerpo, será lo mejor. Recuérdame que pase por un sexshop... –se rio, tratando de quitarle ese gesto.

Shio sonrió por fin, sin poder evitarlo, suspirando.

–No voy a poder contenerme así. Lo asustaré con mis deseos... Voy a tener que desinfectarte eso también... –añadió, volviendo a preocuparse. Realmente no sabía cómo iban a detener aquello.

–Tranquilo, que no van a matarme unos cortes –lo besó de nuevo, pero superficialmente, sujetándole la quijada para que alzase la cabeza y lo mirase a los ojos –. Ya verás para qué uso las correas esas luego...

–Eso no me tranquiliza –le sonrió de nuevo, intentando relajarse un poco –. No conocía esta faceta tuya, Serkan.

–Bueno, es lo genial de los chiquillos, que tenemos mucha imaginación, y cuando nos hacemos mayores, tenemos lo que falta para llevarlas a cabo, cojones... ¿Tú los tienes, Shio? –se rio entre dientes, saliendo delante de él.

–Sí, y grandes –le tocó el rostro, pensando que no se había referido a eso para nada, pero mejor no se lo decía –. Y tú lo sabes...

–Sí, me gusta chupártelos... –se apoyó en la pared del ascensor, cogiendo un cigarro y mirando al moreno, riéndose. No sabía cómo tenía el humor de estarse comportando así, tal vez... eran las ganas de vivir.

–Eso lo sé... –Shio lo miró, aliviado de que estuviese de vuelta a su comportamiento normal y riéndose con suavidad de pronto –No sé ni cómo te aguanto...
–Por lo bien que te follo, y las cosas bonitas que te digo... –lo sujetó por los hombros, saliendo a la calle con él.

–Me gusta cómo eres, incluso cuando te pones terco... –le aseguró, exhalando con fuerza y pensando en que Yaku lo reñiría por haber golpeado a su hermano.

–Voy a tomar nota, para echártelo en cara cuando te quejes. Si no fuera tan terco... ahora tú estarías cascándote una paja con tus hunks... y creo que te gusta más esto –se paró y lo besó profundamente, apoyándolo contra la pared de la calle y abrazándolo.

Shio respondió a su beso, abrazándolo de vuelta, apretándolo incluso.

–Tú también lo hacías... Esos posters no son por gusto –sonrió contra sus labios, mirándolo a los ojos.

–Esos posters son para ver algo agradable antes de dormir y al despertarme, pero la verdad es que siempre he follado mucho. No me hace mucha falta el porno... –lo miró a los ojos también, tocándole la espalda con las manos –. Sólo porque vosotros me vieseis como a un crío...

–Eras un crío... para ciertas cosas –contestó, paseando la mirada por sus labios y volviendo a sus ojos luego –. No me comprendías en lo más mínimo. Supongo que tú tampoco sabías mucho acerca de mí, y eso me hacía dudar aun más.

–Sabía más de lo que tú te piensas, mi hermano siempre me contaba cosas, y yo no dejaba de observarte. Y tienes razón, era un crío, pero no para eso... –le sujetó las nalgas, apretándoselas –. Vamos a la farmacia, que no acabamos nunca.

Shio asintió, riéndose un poco y besándolo una vez más antes de ponerse en marcha

–Olvidas que podía leer tu mente... Parecías un cachorro...

–¿Moviendo la colita cada vez que te hablaba? –alzó una ceja, pegándole una nalgada.

–Algo así –lo sujetó por la cintura para ver si se quedaba quieto –, pero me gusta más cómo la mueves ahora.

–Ahora no la muevo, sólo la levanto, para que sepas que yo mando... –se burló.

–¿Vas perdiendo talentos con la edad? –se rio, empujándolo hacia la farmacia.

–No, ese eres tú... ya sabes... ahora hasta te lías con chiquillos –continuó a pesar de estar entrando ya.


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