Capitulo 25
Look only at me
Domingo 14 de Diciembre.
Madrugada.
–Shhh... Nos van a escuchar –se rio Hai, pegándose
un poco a la pared, y mirando hacia la caseta de seguridad del edificio
–. ¿Quieres que los distraiga yo?
–No, ven conmigo... –se rio entre dientes, frotándose
el hombro porque se había golpeado contra una pared antes
por ir a oscuras. Se habían tapado la cara porque ya sabían
que había cámaras –. Yo no creo que tengan las
cintas ahí, deben tenerlas en otro lado almacenadas. Debe
haber un almacén sólo para personal o algo así.
–Bueno, vamos a buscarlo... Aunque no sé ni por qué
ayudo, estoy molesto con ese tío –le recordó,
saltando un poco contra él y empujándolo para que
rodease el edificio.
–Ya voy... –protestó, caminando hacia la puerta
del garaje y pasando por debajo de las cámaras por si así
no los captaban –. Aquí había una puerta a un
almacén de carga y descarga, lo vi el día que nos
quedamos atascados en el ascensor, sólo hay que bajar andando
por el parking hasta el fondo –le explicó, preguntándole
luego –. ¿Para qué te quieres tirar a ese si
siempre estáis cabreados?
–Lo mismo tú y el ciego, ese hasta te llamó
violador y míralo ahora... –sonrió un poco,
aunque continuaba celoso de ese chico, ahora por más razones
que antes –. A mí me gusta Yaku, incluso me gusta cuando
se enfada...
–Pues a mí me gusta Kawa, no le llames así,
o yo llamaré “el viejo” a ese –se rio,
ya que de todos modos no se lo tomaba a mal, sólo le molestaba
que no se supiese su nombre –. Y ya no discutimos, ahora se
ríe cuando le meto mano, yo creo que le gusto, lo malo es
que ando caliente... –se sobó la entrepierna, como
si no estuviesen llevando a cabo un robo.
–Te tiene a dieta... –se rio el chico, meneando la
cabeza y haciendo un esfuerzo –Está bien, Kawa... No
me vayas a olvidar por Kawa.
–Claro que no... Sólo es un tío, nada más
–alzó la ceja, pensando que estaba loco si pensaba
eso. Le dio en las nalgas y luego lo pegó contra él
de lado, besándole la mejilla fuertemente y lamiéndole
los labios luego –. No me hagas que te folle, que tengo trabajo.
–Fóllame después –se rio, aunque lo decía
en serio –. Voy a ver a Yaku de nuevo, mañana. Lo voy
a esperar junto a su coche para que se asuste.
–Y luego lo empujas dentro y lo obligas a follarte, como
es un parado seguro que se queda todo tieso y se deja... –se
rio también, sujetándolo por detrás y metiéndole
ambas manos entre las piernas –. Luego te follo, por eso no
puedo morir.
–No muramos, soy demasiado joven y bello –se movió,
empujándolo luego –. Vamos, a buscar esas cintas. Quiero
verlas primero, tengo curiosidad.
–No me saques... –se quejó, siguiéndolo
y sujetándole la trabilla del pantalón mientras abría
la puerta, con la otra mano, utilizando una ganzúa –.
Si te ligas a ese, seguro que te acabas pirando con él. Júrame
que no vas a hacerlo hasta que yo tenga algo, o iré... y
le dejaré la cara como un mapa.
–No seas idiota, Benkei. Tú y yo estamos juntos hasta
la muerte, lo sabes –se giró, besándole los
labios, casi pegado a la puerta hasta que la misma cedió
–. No te abandonaré por nadie.
–No sé si te creo... –murmuró, después
entrando con él, cerrando la puerta y echándose hacia
atrás de golpe, arrastrándolo de la muñeca
al escuchar pasar algo. Se giró hacia atrás, ya que
extrañamente le parecía que había venido de
detrás.
–¿Qué sucede? –preguntó el chico,
susurrando. Todavía seguía pensando en que no le creía.
¿Entonces por qué debía creerle a él
sobre lo de Kawa?
–No lo sé, escuché algo raro... –murmuró,
sin estar muy convencido, levantándose y caminando despacio
por el pasillo, pegado a la pared y cogiendo una barra de un perchero
que había en una esquina, por si acaso. Se pegó a
la misma, mirando a los lados y suponiendo que debía estar
en el cuarto del fondo, ponía “archivo”.
–Que sepas que yo no te creo tampoco –le soltó
Hai, siguiéndolo y mirando hacia atrás por si acaso.
No sabía pelear estrictamente hablando, pero como nunca peleaba
limpio, aquello no le preocupaba.
–Ya sé que no... –murmuró, ya que ni
él mismo sabía lo que haría. Era cínico
decir lo contrario –Pero en principio, yo quisiera no hacerlo
–se explicó mal, debido a su incultura. Estaba sudando
y eso era extraño –. ¿No escuchas eso?
–¿Qué cosa? No escucho nada –se acercó
a la puerta, empujándola de manera salvaje –Tal vez
alguien está follando allí adentro y eso es todo...
Busquemos la cinta y vayamos a lo nuestro.
–Vale... sí... –se rio un poco, pensando que
se estaba poniendo nervioso por nada. Se tocó el pecho, secándoselo
un poco y mirando atrás, incómodo –. Busca eso,
yo vigilo.
–Vale –Hai abrió la puerta por fin, entrando
y mirando la cantidad de cajas que había. Gracias al cielo,
tenían etiquetas con las fechas –Hum... me voy a llevar
la de la noche de año nuevo también, seguro que vemos
a alguien follando –se rio de manera maldita, ahora pensando
que le hubiese gustado dejarles una cinta de porno en reemplazo
pero esas cosas sólo se le ocurrían en el momento.
–¿La tienes? –le preguntó incómodo,
metiéndole prisa.
–Sí, sí, ¿qué te pasa? Disfruta
un poco –se quejó, saliendo y mirando a Benkei, no
solía ponerse nervioso. Así no era tan divertido hacer
esas cosas.
–Ah, quiero largarme de aquí, no seas coñazo.
Este sitio es raro... –murmuró, preguntándose
si habría algo más para robar, y sin poder controlar
la tentación, empezó a abrir cajones.
–No tiene nada de raro, no sé qué te pasa hoy...
–se le acercó, dándole con la pelvis y riéndose
–Vámonos, aquí no hay nada más que robar.
La próxima vez que vaya a esa oficina, por cierto, le robaré
a ese tío, por meterse conmigo.
–Espera, que igual hay dinero... Aunque no, no parece que
lo haya –murmuró, tirando un cajón al suelo
y luego apartándolo con el pie –. Vámonos, el
que llegue último pone el culo –se rio, bromeando y
pegándole en la nalga, de paso por salir de allí cuanto
antes.
–Ya verás que soy bueno corriendo –bromeó,
aunque echando a correr de verdad, y a toda velocidad.
...
Benkei entró el primero en la casa, que como siempre estaba
a oscuras, y le sorprendió notar el calor desacostumbrado
que había allí. Se sacó un mechero del bolsillo,
encendiendo los velones que solían robar en las iglesias
para tener luz una buena cantidad de días. Yaku estaba sentado
sobre su propia cazadora sobre uno de los cojines, dormido contra
la pared y con los brazos cruzados como si hubiera pasado frío
de todos modos.
–¿Qué coño? –Benkei lo miró
extrañado, pero notando la estufa y aquel cristal nuevo en
la ventana –Vino tu chulo –le dijo al otro, que acababa
de entrar, mirando al suelo –, y limpió la casa.
–No le digas así... o ya hablaremos de tu ciego de
nuevo –se rio en bajito, acercándose y observándolo
por unos segundos. Realmente había cumplido su promesa a
pesar de lo que había dicho. Acercó los labios a su
mejilla para besarla y de pronto colocó una mano sobre la
entrepierna del moreno.
Este se despertó de golpe, sujetándole la mano con
fuerza y soltándolo al ver que era él. No sabía
cómo había acabado durmiéndose con lo tenso
que estaba allí.
–No hagas eso –protestó, pensando que era insoportable
y cruzando las piernas.
–Bueh... ya no vamos a follar entonces –Benkei se
comió algo de lo que el otro les había llevado, empujando
la estufa y preguntándose cómo funcionaba sin electricidad.
Yaku la había conectado a una batería de coches –.
Me piro a los baños.
–Que falta que te hará –murmuró Yaku,
además porque le molestaba lo que había escuchado.
El otro sin embargo no lo oyó.
–No le hace falta... –le aclaró Hai, sentándose
frente a él en el suelo y cruzando las piernas –Me
llegó temprano la Navidad, y debo decir que me gusta más
este Santa Claus.
–Vine a disculparme por lo que hizo mi hermano. Él
tenía buena intención, lo que pasa es que está
raro desde lo sucedido –le dijo con cara de pesadumbre, aunque
el chico no sabía nada de la historia esa –. Y a aclararte
que yo no dije que tu no fueras importante, si no lo que habías
dicho, que no era importante. No deberías ser tan volátil.
–No lo soy, pero no me ando con rodeos. De todas maneras
iba a buscarte mañana –le aseguró, sujetándose
las piernas frente al cuerpo –. No sé de qué
hablas, pero no me agrada tu hermano. No te puedes deshacer de mí
tan fácilmente.
–No digas que no te agrada si no lo conoces... –frunció
el ceño, subiéndose un poco las gafas y suspirando
después –. Ven –le pidió, tocando el cojín
a su lado.
–No te puedes resistir... –se rio, sentándose
a su lado y casi apoyándose contra él –¿Viste
mi nota?
–Sí, ya vi que eres muy poético –murmuró,
avergonzándose de recordarlo –. ¿Por qué
no me dices qué haces viviendo aquí?
–¿Qué quieres decir con eso? Vivo aquí...
Vivo con Benkei, siempre ha sido así, desde que nos conocimos
–le explicó, sonriendo. A él no le parecía
tan terrible, claro, era mucho mejor ahora que tenían estufa.
–Pero supongo que vivías con tus padres antes, ¿no?
Algo debió suceder –lo miró a los ojos, pensando
que era realmente denso, aunque no le molestaba tanto, a pesar de
ser ligeramente desesperante.
–No sucedió nada, me harté. De todos modos
no creo que se hayan dado cuenta de que me fui... –contestó
como si nada, recostándose todavía más contra
él.
–Seguramente sí... –lo miró pensando
que le daba pena ahora, y le rodeó los hombros con el brazo,
preguntándose si lo que le pasaba es que buscaba una figura
paternal en él. Tal vez estaba pensando demasiado, pero no
lo creía, eso no era posible –. ¿De qué
te hartaste?
–Nadie me prestaba atención, siempre estaban peleando...
No lo sé, para vivir así, creí que estaba mejor
solo –se quedó quieto para que no dejase de abrazarlo.
–¿Y ahora sigues pensando que fue mejor? Abandonar
los estudios y a tus amigos para vivir en un piso sin electricidad
ni agua corriente...
–Sí, sí lo creo... –le aseguró,
aunque a veces se preguntaba si debería de haber terminado
los estudios. Tal vez le fuera mejor ahora, incluso Benkei estaba
persiguiendo a un universitario.
–¿Seguro? Porque te gustan las cosas caras, cuando
venía para aquí vi una cazadora de piel y pensé
que te quedaría muy bien. Pensé que te verías
elegante, y que me sentiría orgulloso de que te viesen conmigo,
pero luego pienso en lo maleducado que eres y lo mal que te portas...
–explicó con aquella sinceridad aplastante.
–No me porto mal, soy como soy... –el chico se separó
de él sin saber si sentirse halagado o insultado –No
me digas que sólo me quieres por mi trasero.
Yaku se rio.
–No te conozco, tu trasero es más importante en este
momento –bromeó –. No –enrojeció
por haber dicho eso –, pero me gustaría que pudieses
comportarte un poco –lo sujetó, aproximándolo
de nuevo. Sacando, como aquella noche que lo había llevado
en vilo, aquellos impulsos poco calmos.
–Me gusta tu risa, no te había escuchado reír
hasta ahora –sonrió el chico, seguro de que iba ganando
y alzando el rostro ligeramente –. Si me das otra cita, intentaré
comportarme un poco...
–No sé... –lo miró a los ojos, quitándole
las gafas porque quería verlo bien. Lo cierto era que le
atraía mucho físicamente, pero eso sabía que
no eran suficiente motivo –. Vas a tener que demostrarme que
no soy un capricho, porque esto puede causarme problemas, y no estoy
dispuesto a correr el riesgo por una tontería.
–Si corres el riesgo por mí, no es una tontería.
Lo valgo, cada centímetro de mi cuerpo y de mi adorable personalidad
–se rio en voz alta porque incluso le había costado
decir esa frase completa –, Me gusta mucho el dinero, pero
lo que le dije a tu hermano era cierto. Puedo conseguirme el mío,
si quisiera un chulo de verdad... buscaría a alguien menos
inteligente.
–Incluso la gente inteligente padece soledad –suspiró,
pensando que no debía ver mucho la tele, con todos esos personajes
importantes que acababan liándose con cualquier jovencita
–. Pues vas a tener que dejar de tener sexo con nadie más,
para comenzar.
–¿Eh? Pero... –lo miró como si eso fuera
terriblemente injusto –Pero si es sólo sexo, ¿qué
más te da?
–¡Pues me da! –se alteró, frunciendo
el ceño y tocándose la frente, bajando un poco la
cabeza. Shio estaba equivocado, eso era imposible. No podía
soportar a alguien así, ni con toda la paciencia que tenía,
no es que desafiase las leyes de su lógica, es que no tenía
lógica.
–No me grites, que me excitas... –sonrió el
chico, pensando que era un reprimido, y tocándole el pecho
–Dime una cosa, si accedo... ¿vas a compensar por todo
el sexo que me estaré perdiendo?
–Primero vas a tener que demostrarme que puedes serme fiel.
Si me eres infiel una sola vez, se acabó, no te quiero ver
más –lo miró a los ojos de nuevo, cansado. Él
estaba angustiado, y este riéndose.
–Vale, vale, sólo porque me gustas mucho... Que sepas
que esto es una primera vez para mí –le advirtió,
tocándole los labios con un dedo –. Y que vas a tener
que aguantar mi humor.
–A ver si te crees que yo no tengo mal humor también
a veces –le sujetó la mano antes de hablar, y la bajó
sobre su pecho, mirándolo de nuevo, atreviéndose a
besarlo de pronto, sujetándole la nuca con una mano y girando
un poco la cara para profundizar entre sus labios. Hacía
mucho que no besaba a nadie y se sentía bastante desatado
sólo con aquello. Además de que podía notar
las orejas rojas.
Hai le devolvió el beso casi con violencia, abrazándose
a él con fuerza. Sentía el corazón acelerado,
era algo que no solía sucederle, pero ahora tenía
ganas de trepársele encima a Yaku y desnudarlo allí
mismo.
El mayor rompió el beso, excitado también, tirando
de él para sentarlo sobre sus piernas y volver a besarlo.
Sus manos fueron directamente a las nalgas del chico, estrujándoselas
con fuerza mientras devoraba sus labios, tenía los ojos entreabiertos
y no podía dejar de mirarlo. Se sentía un poco extraño
por estar besando a un hombre, pero la verdad es que eso le provocaba.
Hai le tocó el cabello, echándoselo hacia atrás,
y observando sus facciones por un momento, antes de lamer sus labios
nuevamente, e introducir la lengua entre ellos. Al final se estaba
llevando aquello sin siquiera decirle que habían robado esa
cinta.
Yaku lo alzó un poco por las nalgas, rompiendo el beso
y bajando la cara por su pecho. Olió su piel, abriéndole
la camisa con los dientes. Se sentía un poco ahogado, incluso
su respiración le parecía caliente y se le nublaba
un poco la visión. Una de sus manos se alzó para quitarse
las gafas y comenzó a besarle el pecho, subiendo hasta su
cuello y abrazándolo después, bajándole la
camisa por la espalda y dejándosela allí. Lo apretó
con fuerza, sin saber por qué, tal vez porque necesitaba
aquel contacto.
Hai exhaló sonriendo un poco y besando su cuello también.
Aquello era lo que más le gustaba de él, esa gentileza
que tenía, lo distinguía de todos los que habían
estado con él antes.
–Eres sexy sin gafas... –susurró mientras bajaba
una mano para apretarle la entrepierna, intentando colarse dentro
de su pantalón luego.
El moreno le sujetó la mano sin mucho convencimiento, estaba
ardiendo, quería detenerlo, sobre todo porque aquello no
estaba en sus planes y además iba contra sus principios,
pero era incapaz con lo que sentía.
–Me gusta esto... –susurró de pronto, refiriéndose
a la rosa que tenía en el hombro y soltándole la mano
para tocárselo –. ¿Te... te dolió?
–No mucho... ¿Te gusta? –le preguntó,
pensando que era tímido, pero eso sólo le provocaba
intentarlo con más ahínco –¿Quieres lamerla?
No se quita...
–Lo sé... –le besó el hombro, pasando
la lengua por encima del tatuaje del chico, aunque se había
jurado que no haría algo así sin ver que se duchaba
antes. Ya no estaba pensando en eso, ni siquiera remotamente. Olía
bien, su piel sabía a aquel olor a fresco y a látex.
Le quitó la camisa por completo, haciendo que volviese a
abrazarlo y aún besando aquella rosa en su hombro.
–Eres terriblemente dulce, Yaku. No puedo creer que existas
–se rio con suavidad el chico, apretándolo contra su
cuerpo. Lo ponía caliente, pero ya veía que tendría
que ceder un poco.
Yaku lo miró a los ojos, sorprendido de que para variar
dijese algo realmente agradable, y no sólo supuestamente.
–Me gustas... desde el primer día. Esa es la verdad.
Hai le sonrió aun más, le fascinaba aquel hombre.
–Tú a mí, o nunca hubiese aceptado esa comida.
Bueno, sí, pero no te hubiera tocado –se rio, besándolo
de nuevo y susurrando contra sus labios –. No estoy tras tu
dinero.
–Me cuesta creerme que alguien joven y guapo como tú,
esté interesado en mí, y desde luego, no por motivos
intelectuales. Eso queda descartado –lo sujetaba por la espalda,
acariciándosela, ¿Cuánto tiempo hacía
que no tocaba a alguien de aquel modo? No podía evitar preguntarse
cuánto podía durar aquello, cuando no compartían
nada realmente. Ni siquiera empezaba, y ya estaba pensando en cómo
iba a terminar. Suspiró, apoyándose en la pared con
la cabeza y mirándolo.
–¿Qué te sucede ahora? Todos están actuando
raro hoy... –se quejó Hai, observándolo confundido
–Y además tú eres joven y guapo, no sé
de qué hablas. Ni que fueras un adefesio, yo tengo un gusto
excelente, por cierto.
Yaku sonrió un poco, pensando que lo que sí tenía
era un orgullo excelente.
–¿Quién actúa raro? Yo soy así.
–Pero es que me estabas besando y de pronto te pones como
si se te hubiera muerto una mascota –se rio, acercándose
y colocándose casi sobre él –Sigue...
–No, estábamos hablando ahora. También es importante
hablar, ¿no? ¿O cuando se te pase la novedad ya no
te va a quedar ningún interés? ¿Alguna vez
tuviste una relación seria? Seguro que no –murmuró
después, guardándose que él tampoco.
–No, pero tampoco he tenido alguien que quiera hablar conmigo,
aparte de Benkei –sonrió, sentándose bien y
mirándolo. Era algo nuevo para él, pero incluso se
sentía bien.
–Ya..., yo sí que quiero –murmuró, imaginándose
la clase de chicos con los que habría salido, del estilo
a su amigo del alma ese. Lo atrajo de nuevo hacia sí, apoyándolo
en su pecho y de nuevo acariciándole la espalda. Se preguntaba
si había sido “normal” alguna vez, con el aspecto
que le daba su familia por lo que había dicho antes –.
¿Te acuerdas de cuando eras pequeño?
–Claro que sí, no tengo amnesia –se rio, entrecerrando
los ojos y dejándose acariciar. De verdad era distinto Yaku
–. Tienes las manos grandes.
–Hay personas que no recuerdan esas cosas–sonrió
un poco, pensando que era un exagerado –. ¿Y qué
querías ser? –seguro que okupa no, pensó.
–Astronauta –se rio, pensando que todos los niños
querían ser astronautas –, pero también quise
ser médico y hacer tatuajes, y ser el dueño de una
gran compañía...
–Creo que sólo te pega hacer tatuajes... –murmuró,
riéndose después –. Seguro que es aburrido ser
el dueño de una compañía.
–Pero consigues mucho dinero... –frunció el
ceño por un momento, aunque no se apartaba por nada del mundo
–. ¿Crees que no soy lo suficientemente inteligente?
–¿Lo crees tú? –le devolvió –¿Crees
que no eres lo suficientemente inteligente?
Hai suavizó el rostro, pensativo, murmurando.
–No, soy inteligente, lo sé... Creo que podría
estudiar algo, pero tal vez estoy soñando.
–¿Es lo que realmente querrías estar haciendo?
–le besó el hombro, sintiendo lástima por él,
aunque no de una forma irrespetuosa.
–No... Estoy bien así, aunque a veces lo pienso –contestó
aún de aquella manera pensativa, sonriendo luego y sacudiéndose
–. A Benkei no le gusta que piense en esas cosas, cree que
lo abandonaré.
–Eso es egoísta... si él quiere, que estudie
o trabaje también. Esa es la clase de gente que luego hace
lo que tú deseabas... y te echa en cara que tú no
lo hayas hecho –le advirtió.
–Claro que no, Benkei no haría algo así...
No lo conoces, es la única persona en la que puedo contar
–le aseguró, defendiéndolo inmediatamente, y
pensando por un momento en Kawa.
–De todos modos es un pensamiento egoísta –le
aseguró, sin apearse de aquello. Lo apartó un poco,
mirándolo a los ojos.
–Que no, le prometí que estaría con él
hasta la muerte. Y él conmigo –insistió, preguntándose
por qué continuaba con eso.
–¿Tú querrías que él fuese infeliz...
para que se quedase contigo? ¿Serías feliz así?
–le preguntó tranquilamente, casi como si analizase
a esos dos.
–No, pero tampoco quiero que se vaya. ¿Puedes dejar
de hacer esas preguntas? No me gustan –se quejó, tocándose
la cabeza.
Yaku lo miró a los ojos, preguntándose qué
clase de petición era esa. ¿Sólo podía
hablarle de cosas que le agradasen o algo así? Más
bien le parecía que no las tenía todas consigo tanto
como aseguraba.
–Sí, creo que me voy a ir ya a mi casa, es muy tarde
–cogió la camisa y se la puso por encima de los hombros,
pegándole una palmadita en las nalgas para que se quitase
de encima.
–No te vayas. ¿Por qué no te quedas esta noche?
Hasta prometo no meterte mano... tanto. ¿Estás enfadado?
–le preguntó preocupado de pronto. Se sentía
extraño.
–No, no estoy enfadado, pero no me gusta eso que estás
haciendo. No quieres hablar de lo que no te gusta porque tienes
miedo, y te mientes diciendo que estás tan seguro. Bueno,
simplemente no quiero que te arrepientas –le aseguró,
pensando que su hermano le preguntaría por qué siempre
tenía que hablar de más.
–Pero ese no es motivo para que te vayas, no te vayas. Hablamos
de lo que quieras –le pidió, sintiéndose patético
de pronto. ¿Alguien le prestaba atención y de pronto
empezaba a rogar?
–No me iba a ir por eso... –es que ni siquiera hay
un colchón, pensó, de todas formas habría estado
insalubre –. ¿Aquí duermes?
–No, duermo en la otra habitación, con Benkei en un
colchón que tenemos, pero supongo que no quieres dormir con
él –se rio, poniéndose de pie y mirando a su
alrededor. Podía juntar varios almohadones...
–No, la verdad –lo miró, suspirando y pensando
en lo diferentes que eran sus vidas, demasiado seguramente. Quería
decirle que fuese a su casa con él, pero no se fiaba de que
se lo tocase todo, eso le ponía nervioso.
Hai suspiró, pensando que no tenía manera de remediar
eso.
–¿Trajiste tu coche?
–Sí... –eso es una idea horrenda, pensó
–. Vamos a mi casa –se levantó, seguro de que
se arrepentiría de eso, y cogiendo su cazadora del suelo.
–No iba a tu casa, sólo te acompañaba a tu
coche. No puedo irme así y dejar a Benkei solo –le
aclaró, sonriendo un poco –. Tuvimos un desacuerdo...
–Ah, vale –suspiró, en realidad aliviado, no
creía estar preparado para eso –. Pero no hagáis
nada –le dijo de pronto.
–No haremos nada... –se rio, rodeándolo por
la cintura y pegándose a él –Me gustas mucho,
Yaku, aunque pienses demasiado.
–A mí también me gustas aunque pienses poco...
–le sujetó los hombros, sonriendo ligeramente y devolviéndosela
a su manera –. Shio me acompañó hasta aquí.
–¿Y dónde está ahora? –le preguntó,
frunciendo el ceño de nuevo. Le molestaba su proximidad con
ese hombre.
–En el laboratorio... o en su casa, no lo sé. ¿Para
qué lo quieres? –le preguntó sin comprender.
–No lo quiero, quería saber si te estaba esperando
–le contestó, mirándolo a los ojos –.
¿No tienes nada con él, verdad?
–Es mi compañero de trabajo, y supongo que es mi amigo.
Nada más, y a mi hermano lleva años gustándole,
de todas formas, no le haría algo así, además
de que físicamente... –enrojeció un poco, pensando
que estaba mal decir eso –. No me gusta –sintetizó.
Hai sonrió enormemente, abrazándolo con fuerza.
–Pórtate bien entonces. Vamos... te acompaño
al coche.
–No sé cuándo me porto yo mal... –murmuró,
rodeándolo un poco –. Y no me gusta Kawa, por cierto,
es de lo más corriente –le aclaró para que dejase
de mirarlo con esa cara. Él sí lo había notado.
El chico sonrió todavía más si eso era posible.
–Menos mal que me lo dices. Me molestó ayer cuando
todos le prestaban atención a él, y a mí sólo
me reñiste. No seré psíquico, pero estoy dispuesto
a lo que sea.
Yaku lo miró, tocándole la cabeza y pensando que
estaba como una cabra, eso, además de que se notaba que deseaba
que le prestasen atención.
–Nos vamos a matar... –murmuró, bajando por
aquellas escaleras oscuras.
–No, yo te protejo –se rio, aunque casi saltándole
encima para abrazarlo de nuevo –. Es divertido arriesgarse.
–A mí no me gusta... y nos vamos a matar si haces
eso aquí –pensó en Shio con aquella cara de
seriedad, tratando de usar aquel aparato años atrás,
y de pronto aquella descarga, su hermano apartándolo y cayendo
al suelo fulminado. Frunció el ceño al recordarlo
vívidamente, sujetándolo contra él hasta llegar
abajo. Con la luz de las farolas en la calle al menos se veía
algo.
Benkei se les cruzó con el cabello mojado, y algo de ropa
en una bolsa, de haberse cambiado.
–Me tiré al tío de la recepción –informó
a Hai, riéndose y pasando de largo luego.
Hai se rio, girándose y gritándole
–¡Genial! ¡Yaku es mi novio! –antes de
mirar al moreno de nuevo, sonriendo ante su rostro de perplejidad.
Le sujetó la quijada, remeciéndola con suavidad –Me
encantas.
–Loco... –protestó avergonzado, tampoco era
necesario proclamarlo –.Vamos... que es tardísimo –casi
lo arrastró para salir de allí, como si alguien los
estuviese persiguiendo.
–Pero ya te dije que no me iba... terco –se dejó
llevar, pensando que tendría que conseguir otro colchón
para invitarlo a dormir.
–Hasta el coche... –murmuró, pensando que todo
había que explicárselo detalladamente –. Está
allí, esta calle es...
–Es la calle cincuenta, y es donde vivo. Y vendrás
muchas veces más aquí, pero siempre te acompañaré
hasta el coche –se rio, preguntándose qué intentaba
decir.
–Sí, es peligrosa... eso es a lo que me refería
–le aclaró, abriendo la puerta del coche cuando estaba
justo al lado, y sintiéndose un poco extraño por ir
a besarlo, aun así lo hizo, lo besó profundamente,
rodeándole los hombros con un brazo. Se sentía un
poco como un crío, pensando en tocarlo todo el tiempo.
Hai le respondió de una manera un tanto salvaje, por supuesto,
lamiéndose los labios luego.
–Delicioso... No me olvides y no le metas mano a nadie que
no sea yo.
–No te voy a olvidar en unas horas... –le contestó,
ya que quería verlo mañana también. Estaba
sonriendo sin darse cuenta, y se metió en el coche, encendiéndolo
y sujetándole la mano para besársela antes de irse.
Continua leyendo!
|