Capítulo 13
Even the gates of Hell open from time to time
Parte I
Miércoles, febrero 3
La Hayabusa corría acelerada por la carretera, provocando
un verdadero estruendo a esas horas de la madrugada, más
que nada porque casi no circulaban vehículos a su alrededor.
Lowe se sujetaba con todas sus fuerza a la cintura de Steiner, se
había negado a quedarse en su casa y el moreno tampoco había
insistido mucho, ninguno de los dos podía quedarse quieto.
—Tal vez deberíamos avisar a la policía.
—No nos harán caso… —fue reduciendo al
ver marcas de neumáticos en la carretera y derrapó
un poco antes de detener la moto.
Miró a su alrededor, nervioso, pero parecían estar
solos. No había ni rastro del coche de Bronco, pero las marcas
de ruedas bajaban por la cuneta y había varios árboles
golpeados.
—Pues esto es bastante obvio —señaló
el chico, alterándose un poco —. Deberíamos
bajar, a… a lo mejor están abajo —sugirió,
aunque estaba seguro de que no sería así. En el caso
contrario podrían ver el coche desde allí.
—Vamos… —bajó deprisa, nervioso, sujetando
su mano para que no fueran a caerse ninguno de los dos. Abajo no
había ni rastro de ellos, pero sí hojas movidas y
fango levantado del suelo.
Se agachó al ver algo fuscia que sobresalía entre
las mismas, y su corazón pareció detenerse al reconocer
el teléfono móvil de Ageha —Oh dios…
—¿Qué es? —Lowe se acercó enseguida,
observando lo que tenía en la mano y comprendiendo. Se apartó,
buscando más rastros, se sentía mareado y culpable.
No sabía exactamente qué estaba sucediendo allí,
pero era grande.
Steiner trataba de recomponer el móvil como si eso fuera
a explicarle dónde estaban sus amigos.
—¡Ageha! —gritó al bosque, deseando oírlo
gritar o algo, algo…
—Jiken, este sería un buen momento para ayudarnos…
—susurró Lowe agachándose junto a las hojas
removidas y tratando con todas sus fuerzas de sentirlo, pero ni
siquiera el viento se movía en ese momento.
—Tengo que llamar al tío ese… y no funciona…
¡mierda! —lanzó el móvil contra el árbol,
tocándose los labios y apoyándose contra la corteza.
—Steiner… toma el mío —Lowe se puso de
pie de nuevo, buscando el teléfono de su psicólogo
y marcando enseguida
—Gracias… —le dijo aliviado, esperando a que
cogiese. Tardó un poco, desesperándolo, pero obviamente
debía estar durmiendo —Soy Steiner —le dijo sin
darle tiempo a hablar.
—¿Qué sucede, Steiner? —preguntó
extrañado, incorporándose un poco en la cama, con
el cabello revuelto —¿Está bien Lowe?
—Lowe sí, pero Ageha no…
—¿Cómo? —frunció el ceño,
alterándose.
—Me llamó para decirme que iba al bosque, que Bronco
había tenido una visión, y no sé qué
sucedió después, pero creo que un coche los sacó
de la carretera y ahora no hay ni rastro de ellos, ni del coche…
¡sólo el móvil de Ageha!
—Tranquilízate… —se dijo a sí
mismo, aunque Steiner pensara que iba por él —¿Habéis
llamado a la policía?
—¿Ageha no te llamó a ti?
—No… —le dijo con voz suave, mientras se iba
vistiendo —¿Dónde estáis? —olvidó
que no le había respondido a su otra pregunta y se puso un
jersey de forma incómoda.
—En la carretera hacia el bosque, hay unas marcas que se
ven de sobra.
—Esperadme ahí…
—Vale.
—¡No! Esperadme ahí, dilo —le ordenó.
—Esperamos aquí… —frunció el ceño,
preguntándose qué se creía, y por qué
para colmo ahora sentía que debía hacerle caso. Le
colgó molesto, acuclillándose en la hierba y mesándose
el cabello.
—¿Qué te dijo? ¿Sabe algo? —le
preguntó Lowe, acuclillándose a su lado y tocándole
un hombro. Podía comprenderlo muy bien, era terrible y ni
siquiera tenían una pista de a dónde pudiesen estar
—El lago —murmuró de pronto, aunque sólo
lo decía porque no se le ocurría otro lugar —.
Deberíamos ir a revisar el lago.
—Sí, pero viene para aquí y le he dicho que
íbamos a esperarlo… —lo miró, apoyando
su mano sobre la del chico y apretándosela —Dios, los
voy a matar.
—Los encontraremos —le aseguró sin mucho convencimiento,
añadiendo luego —. Jiken los protegerá.
—La culpa es de Bronco, debería matarlo… debería…
—se dejó caer sentado en la hierba, intentando calmarse
y tapándose la boca —¿Quién demonios
está haciendo esto? ¿Por qué?
—No lo sé, quisiera saberlo —le apartó
el cabello de la cara, atrayéndolo hacia su cuerpo —.
La culpa es mía por llamaros, por insistir.
—No —lo abrazó, tranquilizándose y tranquilizándolo
—. La culpa es de quién quiera que esté detrás
de esto. No tiene sentido echársela a Bronco, ni a ti…
Sólo tengo miedo.
—Yo también —contestó, abrazándolo
de vuelta —. Van a estar bien, tienen que estarlo.
—Cuidado… —se echó a un lado con él,
arrastrándolo tras el árbol al escuchar un coche que
se acercaba.
Se asomó por el borde con el rubio, observando la silueta
grande de un hombre que cerraba la puerta de su coche antes de bajar
por la cuesta.
—¿Lowe? —lo llamó enseguida el sicólogo,
encendiendo la linterna que llevaba en la mano.
—¡Doctor Crawford! —contestó el rubio
poniéndose de pie y corriendo a recibirlo —Todo lo
que sabemos es que venían hacia el bosque.
—¿Estás bien? —le tocó el brazo,
notando que sí, salvo porque se veía hecho polvo,
al igual que el moreno que se acababa de levantar.
—Lowe ha pensado que pueden estar en el lago…
—¿Habéis llamado a la policía? —les
preguntó de nuevo.
—No, no nos creerán y sin el coche… Sólo
tenemos el teléfono destrozado de Ageha y algunas huellas
de neumáticos —le explicó, mirándolo
desesperado como si el psicólogo pudiera resolver aquello.
—Deberíamos llamar igual —cogió el teléfono
de su bolsillo y Steiner le sujetó la mano, provocando que
lo mirase como si hubiera sido un gran atrevimiento.
—No sabemos en lo que estaban metidos, y… no es buena
idea. Si Bronco vino para aquí con esa urgencia… tal
vez se habían metido en un lío.
—Así que nosotros nos metemos en otro y eso soluciona…
¿Qué? —negó con la cabeza, procediendo
a llamar antes de que Steiner le sacase el móvil.
—¡Que no! ¡Nos largarán de aquí
y no podremos buscarlos! ¿Y si Jiken nos da alguna información?
¿Iremos a contársela o tendremos que jodernos lejos
de la zona?
El sicólogo lo miró muy serio, evaluando si darle
una bofetada para que se calmase o hacerle caso.
—Está bien… —murmuró, guardándose
el móvil y dirigiéndose al lago con ellos, alumbrando
el camino.
—Gracias —sonrió agotado Lowe, mirando al suelo
por si acaso veía algo que hubieran dejado caer. No confiaba
en la policía de todas maneras, siempre hacían un
gran escándalo y luego te decían que no se podía
hacer nada sin algún tipo de papeleo o quién sabe
qué.
Steiner caminaba muy serio, mirando a todas partes, tratando de
buscar alguna huella de sus amigos allí, pero había
nada.
Caminaron largo rato por el bosque, tratando de llegar al lago
lo antes posible, aunque era difícil con la poca luz que
había. Se escuchó un crack y la luz de la linterna
iluminó las hierbas bajo el pie de Don.
La máscara de Steiner estaba allí, y sin sentido
alguno, el zapato estaba manchado de rojo sangre, apartó
el pie de pronto, notando que había un amasijo de tripas
de animal allí abajo.
—¡Mierda! —exclamó Lowe cubriéndose
la boca para no vomitar y sujetándose del brazo del moreno
con la otra mano —Eso… no es humano, ¿verdad?
—No tengo ni idea… Joder… Dios, dime que no
—Steiner le apretó la mano, observando a Don agacharse
y levantar un poco la máscara.
—No, son los intestinos de un animal pequeño. Tal
vez un gato o un conejo… ¿Qué es esto? —se
refirió a la máscara.
—La máscara que se me cayó cuando estábamos
espiándolos… —explicó el moreno, aliviado
en parte, aunque seguía siendo horrible.
—Nos vieron… nos vieron… —comentó
Lowe, temblando un poco y mirando a todos lados, ligeramente histérico.
¿Y si los estaban vigilando en ese momento?
—Lowe, escúchame —Don se puso frente a él,
sujetándole los hombros para que lo mirase —. Estamos
bien, tenemos que buscarlos, ¿vale? Así que ahora,
no vamos a ponernos histéricos. ¿Vale? Tenemos algo
importante que hacer. Si no le diré a Steiner que te lleve
a casa —lo miró para que no protestase, y de nuevo
al rubio
.
—¡No! —se aferró a sus brazos mirándolo
a los ojos, y negando, mirando luego a Steiner —No, ya…
ya estoy bien, ¿vale? Estoy bien —exhaló, tratando
de respirar con calma. Ni loco se iba a ir a su casa ahora.
—Vale, pues sigamos. Ya estamos cerca del lago —le
dijo Steiner, rodeándolo y frotándole la espalda para
confortarlo. Lo único que quería era pensar en Ageha
y Bronco escondidos en algún lugar, a salvo.
Se le ocurrió llamar al móvil de Bronco, justo en
ese instante, pero le salió enseguida el mensaje de que estaba
desconectado o fuera de servicio. Alguien debía haberlo apagado,
él no lo habría hecho, o tal vez se había caído
o golpeado también, pero simplemente no lo habían
visto.
—Steiner… —Don cogió una pulserita del
suelo, mirándola nervioso, estaba seguro de que era la de
Ageha, le había comentado que era un regalo suyo.
—Eso… ¿no lo llevaba puesto cuando fue a mi
casa? —le preguntó Lowe, ya que ese día se había
fijado en el asiático de pies a cabeza —Significa que
estoy en lo correcto, fueron al lago.
—Eso creo… —murmuró Steiner, cogiendo
la pulserita y besándola sin darse cuenta, antes de ponérsela
—Seguro que él la tiró aquí para nosotros.
Han tenido que huir, o tal vez se los llevaron…
—Se los llevaron… —Don observó las marcas
en la tierra, como de haber arrastrado los pies de alguien. Eso
le hacía pensar que uno de los dos estaba inconsciente, o
algo peor. Sólo esperaba que ese alguien no fuera Ageha.
—Pero… si se los llevaron, están vivos porque…
—Lowe se quedó callado, recordando cómo había
encontrado a Jiken, ¿cabía la posibilidad de que alguien
lo hubiese dejado allí? Negó con la cabeza, bajando
la mirada. Jiken se había ido a dormir en su piso la noche
anterior, había dicho que tenía dolor de cabeza.
—Están vivos —afirmó Don tajantemente,
caminando hacia el lago de forma decidida.
Steiner lo siguió, sin soltar a Lowe, realmente asustado,
como no lo había estado en su vida. El entorno no ayudaba,
la soledad y quietud de aquel bosque, los crick crick de las ramas
que partían al pisar, los sonidos de los animales entre las
ramas y maleza.
—¿Jiken? ¿Jiken, estás aquí?
—preguntó en bajito Lowe, igual de temeroso, sobresaltándose
a cada paso, pero no quería demostrarlo en caso de que el
psicólogo decidiese que era mejor enviarlo a casa.
Nadie contestó, y nada cambió a su alrededor, tuvieron
que bajar a la zona del lago, sujetándose de los árboles
para no resbalar. Había huellas en la tierra, pero no había
nadie, absolutamente nadie aparte de ellos.
*****
El techo parecía estar muy lejos y el aire estaba viciado
allí. Hacía frío y sin embargo, sobre ellos
flotaba una leve cortina de humo.
Ageha se quejó, moviéndose pesadamente, y notando
entonces que sus manos y sus tobillos estaban atados. Le dolía
todo el cuerpo y se dejó caer de lado, mirando la cara de
Bronco, que yacía allí con los ojos cerrados. Por
un momento angustioso pensó que estaba muerto, pero luego
vio su pecho moverse con el ritmo de la respiración.
—Bronco... Bronco… —susurró, tratando
de arrastrase los pocos centímetros que los separaban.
Él abrió los ojos despacio, le dolía el pecho,
pero sobre todo la cabeza. Debía haberse golpeado, tardó
unos segundos en percatarse de su precaria situación.
—¿Has visto algo? —le preguntó cansado
y aterrorizado, se había quedado inconsciente al chocar contra
los árboles. Era lo último que recordaba después
del choque y un rostro oscuro conduciendo en el coche de atrás.
—Unos zapatos negros… —sonrió, seguro
de que eso no servía de nada, pero había perdido el
conocimiento luego de aquello —Steiner debe estar buscándonos.
—Sí… Mierda, lo siento, es culpa mía
que estés… metido en esta mierda —olfateó
un poco, sintiendo aquel olor desagradable y dulzón de más.
Recordó aquel sueño enseguida, y cerró los
ojos un momento —. Drogas…
—No es culpa tuya… ¿Drogas? —le preguntó,
echándose hacia atrás para ver si podía enderezarse
un poco —¿El humo?
—Sí, son las drogas que utilizaban en esas reuniones.
De las que te hablé… —susurró, prefiriendo
no advertir a quien fuera el que los había metido allí,
de que se habían despertado —Jiken ha estado aquí…
—aseguró, ya que él también lo había
estado, en sus sueños. Aquellas paredes, el suelo frío
y húmedo, el olor…
—¿Ya habías visto este lugar? —miró
a su alrededor, susurrando también, siguiendo su ejemplo.
Mientras se mantuviera hablando con Bronco, no tendría que
pensar en la posibilidad de una muerte inminente.
—Sí, estoy seguro… —se aproximó
más a él, alzándose un poco para sentarse y
mirar sus ataduras. Era un amarre fuerte de cuerda —Puedo
tratar de soltarte con los dientes.
—No lo creo, están demasiado fuertes —negó,
girándose de todas maneras ya que no tenían muchas
opciones. Estaba buscando con la mirada algo que pudiera servirles
—. Si Jiken estuvo aquí... ¿Qué hacía
aquí? No lo asesinaron, no de esta manera.
—No lo sé, no tengo ni idea —se arrastró
hacia abajo, mordiendo las cuerdas y tratando de abrir el nudo,
pero realmente estaba apretado, y no era de un material que pudiera
desgarrarse con los dientes, además, aquel olor estaba mareándolo.
—Con calma, no te destroces la boca. Nos encontrarán,
ya te dije que Steiner nos está buscando, sabe hacia dónde
íbamos… —empezó a enumerar para tranquilizarse,
aunque sabía que probablemente los habían llevado
lejos.
—La boca es lo que menos me preocupa en este momento, Ageha
—le confesó, ya que estaba asustado, pese a que no
era una persona que se dejase llevar por el miedo fácilmente.
Escupió unos cuantos hilos, tirando de la cuerda, pero todavía
no soltaba ni el primer nudo.
—Tenemos que pensar… —murmuró el asiático
intentando hacerlo, pero con aquel mareo era imposible. De pronto
se quedó quieto, girando la cara hacia la otra pared —¿No
escuchaste eso?
Bronco paró también, con los dientes sujetando la
cuerda. Se apartó un poco y cerró los ojos, pero era
incapaz de concentrarse así de nervioso.
—¿Qué oyes?
—No lo sé, quizás fue mi imaginación
—negó con la cabeza, preguntándose si la droga
lo estaba afectando de más. Sin embargo, volvió a
escuchar aquella especie de quejido apagado.
Bronco resopló un poco, apoyándose en Ageha para
conseguir sentarse. Ahora él también lo había
escuchado, simplemente no tenía sentido, ningún sentido.
—¿Jiken? —preguntó, sintiéndose
como un loco por hacer esa pregunta.
Hubo un silencio largo y se escuchó una voz ahogada, preguntando
algo, aunque era demasiado débil.
—Jiken… —el moreno se arrastró contra
la pared, tratando de apoyarse contra la contraria que daba al cuarto
contiguo —¿Estás ahí?
Ageha miró hacia la pared sin creérselo. ¿No
sería efecto de la droga? Sintió el viento en la cara,
a pesar de que no tenía sentido, pero Bronco estaba mirando
hacia arriba, sintiéndolo allí.
Casi le daban ganas de llorar, porque por un momento había
sido tan imbécil de pensar que estaba allí encerrado.
Por supuesto que oía sus lamentos si había estado
allí encerrado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó
suavemente, su mano rozando la cara de Bronco, de forma temblorosa
—No debes estar aquí.
—Nos encontraron… —susurró, mirando sus
labios, ya que como siempre, no veía sus ojos, pero su presencia
era más fuerte que nunca. Si tan sólo Ageha no estuviera
allí, podría decir que ni siquiera se sentía
triste de haber caído en sus manos.
El asiático lo miraba sin muchas fuerzas, esa cosa realmente
lo estaba mareando cada vez más, tenía que despejar
su mente.
—Pero no estás muerto, lo sé. Tienes que salir
—susurró el chico, agachándose frente a él
y deseando poder soltar sus ataduras o guiar a los otros hasta allí,
pero ni siquiera lo verían y no podrían cruzar.
—Pero no puedo, estamos atados y… me siento extraño.
Hay drogas aquí… Ese humo… Ese hombre, va a matarnos,
¿verdad? —le preguntó, mirándolo fijamente,
sintiendo de nuevo esa ansiedad por ver sus ojos, aunque debería
ser lo que menos le preocupase ahora.
—No es un hombre, es un demonio —le aseguró,
tocando su cara de nuevo y mirando a Ageha por un momento —.
No pertenecéis a este lugar, quizás haya una manera.
No sé cual.
—Jiken, esto… es un sótano de una casa, y no
es un demonio, sólo es un hombre con una máscara —le
dijo, moviendo la cabeza en sentido negativo, mareado. Ya no sabía
ni si se lo estaba imaginando.
—No… No —negó, aunque no sabía
si era mejor que pensara eso —. Estás del otro lado
ahora, aunque… no del todo —meditó ya que no
había visto su tortura ni quería que la viera —.
Quiero ir a buscar a Steiner, él sabe de estas cosas, ¿verdad?
Pero no me verá…
—No… —entrecerró los ojos, seguro de
que no sabía lo que decía, porque él no podía
haberse muerto en el coche, ¿no? ¿Y si estaban muertos?
Él y Ageha. Se sentía ingrávido y ensordecido,
todo lo veía como cubierto por un aura dorada que hacía
chispitas parecidas a una bajada de tensión —¿Estoy
muerto?
—No, tú no. No puedes estarlo, no moriste —le
insistió, aunque parecía estarse convenciendo a sí
mismo. Había creído que sería un alivio tenerlo
con él, pero por nada del mundo quería verlo sufrir—.
No lo estás porque tu cuerpo… tu cuerpo sigue aquí
—lo tocó, como indicándole que no eran iguales
y luego se acercó a Ageha, moviendo una mano frente a su
cara —. No me ve.
—No es sensitivo… —susurró, observándolos
a ambos y entrecerrando los ojos —Ageha, Ageha… —lo
llamó, ya que no quería que se durmiera.
—¿Bronco? —lo miró confundido por un
momento y sacudió la cabeza —Odio esta cosa.
—Si estuviera muerto podría verme —le explicó
Jiken, agachándose frente a él.
—Jiken está aquí… —le dijo a Ageha
—, delante de ti.
—¿En serio? —el asiático miró
hacia delante, irguiéndose un poco y dejándose caer
después —¿Podrías decirnos cómo
salir de aquí?
Jiken sopló su flequillo, abatido y regresando junto a Bronco
al instante.
—Iré junto a Steiner, antes de que regrese…
—¿Quién? ¿El hombre de la máscara?
—le preguntó, observando el aura dorada de su piel.
—No es una máscara —insistió asintiendo
y tocando sus labios ahora. No quería separarse de él,
dejarlo allí solo con ese otro chico que no parecía
tener ni idea de lo que sucedía.
—Busca a Steiner… —le pidió, ya que era
su única salida, por más que no quisiera ponerlo en
peligro, y confiaba en su capacidad casi mágica de salvar
siempre el culo. Rozó la cara contra su mano, notando aquella
extraña electricidad estática.
—Volveré enseguida —le prometió desapareciendo
y buscando a Steiner con su mente. No sabía qué iba
a hacer, necesitaba que lo comprendiera.
—Ageha —susurró Bronco, acercándose
a él y besándole la frente, se veía un poco
ido —. Va a avisar a Steiner para que venga a por nosotros.
Llamará a la poli, todo irá bien… —intentó
tranquilizarlo.
*****
Don, Lowe y Steiner, llevaban toda la noche buscando, caminando
bosque arriba, de tal forma que ya se habían alejado de la
ciudad incluso. El sicólogo había tenido que telefonear
a la universidad, diciendo que necesitaba coger unos días
libres porque algo familiar había surgido. Sólo esperaba
que nadie se fijase en su coche aparcado allí arriba en la
carretera. El director no le había puesto ninguna pega, por
otra parte, tenía un record de asistencias intachable hasta
ahora.
Estaba tan preocupado por Ageha, que todo lo que quería
era pensar en otra cosa que no fuera él. No, no podía
hacerlo o empezaría a razonar con lógica, y eso le
llevaría a deducciones que no quería hacerse saber.
Los tres estaban agotados y hambrientos. Hacía frío
allí en el bosque tan pronto en la mañana, y sólo
no lo sentían, porque no habían dejado de caminar.
Estaban siguiendo las huellas de un vehículo, que Steiner
había descubierto en la tierra. Tenía que reconocer
que era un alivio, que al menos uno de los tres estuviera acostumbrado
a esa clase de cosas, pero seguía preguntándose si
no era estúpido no haber advertido a la policía. Se
tocó la cara con la mano mientras subían la colina,
pensando en Ageha, en su forma de sonreír y cuando lo besaba
al despertarse. (No, no pienses en eso), se pidió a sí
mismo, pensando que era una mala señal, aunque sabía
que esas cosas no cambiaban nada.
La brisa movió el cabello negro de Steiner, y en respuesta
él se lo sujetó en una coleta, echándole un
vistazo a Lowe, que caminaba de su mano, o él de la suya,
ya no estaba seguro.
—¿Tienes frío? —le preguntó,
observando el vaho que salía de sus labios.
–No –mintió el rubio, observándolo.
No quería darle más preocupaciones ni ser enviado
a casa. Aquello era en parte su responsabilidad y comprendía
muy bien cómo debía sentirse el moreno –. Estoy
acostumbrado
—Serán cosas mías… —susurró,
mirando a Don, que tenía los cuellos de la cazadora subidos,
y caminaba serio, callado como una tumba desde por la noche. A veces
le daba la impresión de que el motivo de sus silencios era
la falta de esperanzas ya.
–Quizás… sí deberíamos llamar
a la policía –sugirió Lowe, preocupado de que
ellos no pudiesen hacer nada.
—¿Ahora? ¿Luego de habernos metido hasta aquí
en el bosque a buscar a unas personas? Llamaremos y les diremos
que llevamos aquí paseando desde ayer por la noche, y que
no los quisimos llamar… —Steiner suspiró, alzando
un poco las manos, mientras el sicólogo ya tomaba el móvil
para hacer esa llamada.
Se le colgó solo, y se quedó mirando el mismo como
si no lo comprendiese. Mientras volvía a encenderlo y a meter
el PIN, sintió una piedrecita sobre su hombro, luego otra,
y así hasta que tuvo que detenerse a mirar de dónde
venían.
Por extraño que pareciese, las piedrecitas estaban cayendo
desde la rama de un árbol, estaban allí, amontonadas
como si alguien las hubiera colocado cuidadosamente. Pero ahora
continuaban rodando una por una.
Lowe alzó la mirada pegándose a Steiner inmediatamente
y preguntando con voz temblorosa
–¿Ji... Jiken?
No hubo respuesta, pero la hierba se movió con otra ráfaga
de viento, subiendo colina arriba y haciendo un arco. Don entrecerró
los ojos sin poder creérselo y sin moverse, pero el resto
de piedrecillas cayeron sobre su hombro, y fue tras los otros dos.
Steiner había echado a correr con Lowe de la mano, siguiendo
aquel sendero.
—¿Sabes dónde están? —le preguntó,
aunque tampoco recibió respuesta, sólo otra ráfaga
de aire fuerte.
–Voy a tomar eso como un sí –comentó Lowe,
respirando agitado por el frío y la adrenalina, mientras
recorrían el sendero que les marcaba el chico.
—¿A dónde nos está llevando? —preguntó
el sicólogo, que para empezar, ni siquiera comprendía
cómo podían fiarse de algo así, pero sus barreras
lógicas estaban ya quién sabe dónde, y la desesperación
por recuperar a Ageha, le habría hecho seguir a quien fuera.
—La pregunta… es por qué no nos ha venido a
buscar hasta ahora —se quejó Steiner, que corría
por el bosque a toda prisa.
—Es un fantasma, no dios, y no creo que supiera en dónde
estábamos —lo defendió sin darse cuenta, Don.
–¡Jiken! ¿Falta mucho? ¿Nos estás
llevando con Bronco y Ageha? –preguntó Lowe, mirando
hacia arriba, imaginando que volaba sobre ellos, pero todo lo que
recibió como respuesta fue una ráfaga de viento alborotando
su cabello y helándolo más todavía.
A medida que adelantaban más camino, se podía escuchar
un sonido constante, parecía estar acercándose.
—Nos lleva al río —anunció Steiner,
que podía verlo a lo lejos, además de oler el agua
bajando hacia el lado contrario.
Corrieron hasta arriba del mismo, y al otro lado de este se podía
ver una pequeña cabaña a unos cuantos metros.
—¡Hay una cabaña! —exclamó Steiner,
deseando que estuvieran allí. Tal vez se habían escapado
y refugiado en ese lugar.
—Hay que cruzar el río —Don miró hacia
delante, pero no había puente si no bastante más arriba
del mismo. Tampoco podían lanzarse al agua.
–Tiene que haber una barca o algo, como en el lago…
–Lowe empezó a recorrer la orilla, buscando desesperadamente,
y notando que aquel viento ahora soplaba constante, desesperado
casi, como si Jiken estuviera confundido.
Steiner se cubrió la boca con una mano, pensando, aunque
si continuaban así por mucho rato, iba a saltar y punto.
—¡Allá, al otro lado! —les señaló
Don, corriendo hacia abajo unos metros más, y señalando
la pequeña barca.
—Voy… —Steiner se sacó casi toda la ropa
aunque se estaba congelando, pero mejor hacerlo un momento, que
todo el camino de regreso. Saltó todo lo que pudo para pasar
la menor cantidad de tiempo nadando, y dios unas brazadas, subiéndose
a la barca y remando hacia ellos.
Lowe prácticamente saltó a la barca también,
sujetándose de los bordes cuando la misma se tambaleó.
Aquel viento los empujó hacia la orilla de nuevo, casi luchando
contra ellos.
Don esperó a que llegasen hasta él y se subió
a la lancha, pasándole su ropa a Steiner, que utilizó
la camiseta para secarse mientras Lowe remaba ahora. Se sacó
la ropa interior y se puso el resto de la ropa seca, guardándose
la mojada en los bolsillos de la cazadora de cuero.
—¿Qué demonios sucede ahora? ¿Nos trae
hasta aquí para no dejarnos cruzar el río? —Steiner
tuvo que alzar un poco la voz para hacerse oír con aquel
fuerte viento.
—Dame eso —Don sujetó los remos de las manos
de Lowe, y tras remar con todas sus fuerzas hacia la orilla, los
clavó en el fango del fondo del río —. Saltad.
El viento era más fuerte aún, y Lowe alzó
la voz de pronto, frunciendo el ceño.
—¿Quieres que los ayudemos o no?
Súbitamente las ráfagas desaparecieron por completo.
Jiken se había detenido a su lado, intentando explicarles,
pero por más que gritase no lo escuchaban, sólo podían
ver ese viento y ni siquiera comprendían lo que estaba tratando
de hacer, ni él mismo estaba seguro.
Steiner saltó al otro lado, y Don esperó a que Lowe
lo hiciera antes de bajarse de la barca. El reportero corría
a toda prisa hacia la cabaña, como si tuviese absoluta certeza
de que allí estaban.
—¡Cuidado! ¡Puede haber alguien! —intentó
advertirle, imaginándoselo caer al suelo tras un escopetazo.
Seguramente imagen derivada de la visión de alguna película,
pero que para el caso, podría haberse hecho realidad.
—¡Steiner! —lo llamó Lowe, espantado por
si acaso era cierto, y corriendo detrás de él, cosa
que sólo conseguiría que la bala los alcanzase a los
dos.
Parte II
Miércoles, febrero 3
Sin embargo, cuando llegaron a la cabaña, la puerta no se
abrió súbitamente, en realidad estaba fuertemente
trancada y las ventanas cubiertas con cortinas gruesas.
—Mierda… esto huele muy mal. Quieto ahí…
—Steiner se tiró de la manga de la cazadora mientras
echaba un vistazo por fuera a la pequeña cabaña rústica.
Parecía de un cazador o algo así, pero definitivamente
no era del todo normal. Se apoyó en el cristal varias veces,
pero nada se escuchaba en el interior.
De pronto golpeó el cristal y lo partió, pegándole
golpes para no cortarse al entrar.
Esperó, echó un vistazo adentro, y en ese momento
llegó Don.
—¿Por qué has hecho eso? Ni siquiera has llamado
primero… ¿y si no eran ellos? —negó con
la cabeza, sintiendo que no había dejado de hacer locuras
desde que había salido por la noche.
—Y si lo eran… me lo iban a decir… —Steiner
saltó adentro. Se trataba de un salón normal, salvo
por la presencia de un par de escopetas en la pared. Tal vez sí
que era simplemente la cabaña de un cazador. Bueno…
no era la primera vez que se colaba en la casa de otro sin su permiso.
Revisó la cocina, la cual estaba por completo en desuso.
En el baño tampoco había nadie, y la otra puerta estaba
cerrada a cal y canto. Se acercó a la ventana de nuevo, haciéndoles
un gesto para que entrasen.
Lowe se apoyó en el marco de la ventana con el pie, impulsándose
hacia adentro y luego girándose por si el psicólogo
necesitaba ayuda. Después de todo, lo veía demasiado
digno para ciertas cosas.
—¿No deberíamos llamarlos a ver si responden?
Digo… No sé —preguntó, observando el lugar
luego y sintiendo un escalofrío. Jiken parecía haber
dejado de guiarlos en ese momento, se preguntaba si aún estaba
cerca.
Don se quedó pensando qué tan buena idea era entrar
allí, y finalmente lo hizo, aunque no estaba para nada de
acuerdo. Como estuvieran haciendo todo eso porque sí…
iba a matar a alguien.
—Hay una puerta cerrada aquí —les dijo Steiner,
que había metido el atizador que estaba cerca de la chimenea,
entre las cadenas, e intentaba partirlas.
—Déjame a mí —el sicólogo sujetó
la barra de hierro e hizo palanca, hundiéndola un poco incluso
en la madera de la puerta. Se rompieron las cadenas y la puerta
se abrió, dejando paso a una especie de sala extraña.
Había botecitos y bolsitas con polvos.
—O.K., ¿es la cabaña de un boticario? —preguntó
Lowe, claramente dudándolo. Se acercó a uno de aquellos
botecitos, oliéndolo y arrugando la nariz —Es espantoso…
—se quejó, aunque se le hacía ligeramente familiar.
—No los huelas, puede ser alguna droga y corres el riesgo
de inhalarla.
—Mejor no toquéis nada ahí —les pidió
Don, mirando uno de los botes. Conocía esa sustancia, era
un alucinógeno —. Esto es muy peligroso… deberíamos
haber llamado a la policía.
—Ellos no habrían llegado hasta aquí —Steiner
negó con la cabeza, gritando de pronto —¡Ageha!
¡Bronco!
Lowe lo imitó, comenzando a llamarlos enseguida, añadiendo
—¡Somos nosotros! —como si eso aclarase algo.
Nadie respondió por un momento, pero luego se escuchó
un golpe que provenía de abajo, seguido de una voz apagada.
—El sótano —comentó Lowe, buscando la
entrada inmediatamente.
En el suelo del “laboratorio” no había ninguna
trampilla, tampoco había escaleras de ningún tipo
en la cabaña. Don levantó las alfombras, ya no le
importaba si aquella cabaña quedaba hecha un puñetero
desastre.
—No hay trampillas… —miró a su alrededor,
preguntándose cómo era posible. Se agachó y
golpeó el suelo de madera. Definitivamente abajo había
otro piso. Se escucharon más golpes como en respuesta.
—¡Mirad en los armarios! A veces esconden escaleras,
he visto algunos de esos… —les propuso Steiner.
—¿Eso dónde lo has visto? —Don lo miró
de soslayo.
—No quieras saberlo… —contestó cogiendo
la escopeta de la pared, fijándose si tenía algún
cartucho.
Lowe se le quedó mirando alucinado, pero dirigiéndose
luego a uno de los armarios que había visto en la sala. No
había ninguna puerta, sin embargo se adentró, empujando
contra la pared y sintiendo que cedía un poco.
—¡Steiner! ¡Aquí!
—Voy —el moreno se acercó enseguida, ayudándolo
a apartar aquella falsa pared. Había tras la misma, unas
escaleras que bajaban hacia el sótano, y encendió
el interruptor que provocaba que una pequeña bombilla iluminase
pobremente la bajada.
Pasó el primero por las escaleras, pegado a la pared y
escopeta en mano. No se fiaba que no fuese una trampa.
—¡Don, quédate arriba. Vigila que no entre
nadie! —le pidió, provocando que el moreno asintiese,
aunque con cara de que no le gustaba la idea. Miró la otra
escopeta, pero no tenía ni idea sobre armas de fuego.
—Yo voy contigo —insistió el rubio, bajando
tras él, aunque no tenía nada con qué defenderse.
No se le había ocurrido.
Desde abajo les llegó un gemido lastimero que le heló
la sangre.
—Vale, pero mantente detrás… —le pidió,
y mucho más luego de escuchar aquello —¡Ageha!
—llamó de nuevo.
Se escucharon varios golpes, probablemente patadas contra la pared
o algo así. No pudo evitar apresurarse en bajar, y luego
escuchó la voz partida de Bronco.
—¡Steiner! —ya no sabía si se lo imaginaba
o no, todo estaba sumido en aquel resplandor dorado, y el ambiente
era pesado, como si hasta el aire ejerciese presión sobre
ellos. Hacía un frío, un frío horrible como
nunca lo había sentido.
—¡Bronco! —lo llamó otra vez. Abajo había
un pasillo oscuro y húmedo. Humo amarillo salía de
unos platillos similares a los de quemar incienso. Se tapó
la boca y la nariz con la camiseta, y les dio con la mano para tirarlos
al suelo. Dejaron de soltar humo casi de inmediato. Las piedras
estaban mojadas como si algún pozo subterráneo filtrase
agua. De todas formas, el olor era intenso allí —.
Intenta no respirar esto —le pidió a Lowe.
El rubio asintió, aguantando la respiración y frunciendo
el ceño para darse fuerzas mientras bajaba tras él.
—¡¿Steiner?! —se escuchó la voz
de Ageha, que había pasado de dormirse a intentar asegurarse
de si aquello era cierto o no. Lo peor es que de vez en cuando le
daban ganas de reírse, incluso cuando sabía que era
efecto del humo.
—¡Vamos a sacarte de ahí! —lo tranquilizó,
acercándose a la puerta y tratando de abrirla, más
por reflejo que otra cosa, ya que era obvio que estaría cerrada
con llave.
Se golpeó contra ella, pero no era lo suyo eso de cargar
con el hombro y finalmente acabó por pegarle una patada.
La movió, pero todavía no conseguía desmantelarla.
Lowe se lanzó contra ella también, para ayudarlo,
aunque no era tan fuerte, pero suponía que dos cuerpos valían
más que uno.
Al cuarto intento la puerta hizo un chirrido agudo en sus goznes
y luego cayó hacia delante, de manera pesada. Alguien lanzó
un grito de susto, pero Lowe no fue capaz de comprenderlo en un
principio ya que se había ido al suelo con todo y puerta.
Steiner lo ayudó a levantarse, mirando el deplorable aspecto
del otro chico luego. Estaba medio desnudo y sucio, con los brazos
sobre la cabeza. Definitivamente no era a quien él estaba
buscando, y pensaba ayudarlo, pero cuando encontrase a Ageha y Bronco.
Dios… ¿qué tenía montado ese tipo allí?
Le dio una patada a la puerta que dividía este cuarto y el
otro, tratando de repetir la operación.
—¡Estamos aquí! —le gritó Bronco.
—¡Pues apartaos de la puerta si podéis!
—¡¿Steiner?! ¡Tengo frío! —gritó
Ageha de pronto, riéndose incontrolablemente y pensando que
estaban muy lejos de la puerta de todas maneras.
Lowe se había quedado alucinado ahora, mirando al otro chico.
No conseguía verle la cara, pero parecía estar sollozando
por la manera en la que temblaba su cuerpo.
—Ayúdalo, ¿quieres? —le pidió
Steiner, antes de conseguir abrir la puerta al fin. Se agachó
junto a ellos enseguida, pensando que parecían como idos,
drogados.
Se sacó la navaja que solía llevar en el bolsillo,
acostumbrado como estaba a comer afuera, y cortó las sogas
enseguida, primero las de Bronco, y luego las de Ageha, que se veía
menos dueño de sí mismo.
—¡¿Están ahí?! —preguntó
ya nervioso de más el sicólogo, que estaba apoyado
contra la pared, mirando hacia la puerta.
—¡Sí! —le gritó Lowe, siendo interrumpido
por Ageha, que se había emocionado el escuchar su voz
—¡¿Don?! ¡Don! —lo llamó sonriendo
y despegándose un poco de Steiner, ya que lo había
abrazado enseguida, y corriendo hacia fuera de la habitación.
—Ya voy —bajó enseguida, incluso si era algo
imprudente, pero había trancado la puerta para ganar tiempo
si alguien llegaba. Lo sujetó contra él en cuanto
apareció en el pasillo y se lanzó a sus brazos.
El rubio se sobresaltó, tan cerca como estaba del otro chico,
y se controló para no asustarlo más, bajando la voz.
—Está bien, no voy a hacerte daño, tranquilo…
—casi susurró, sujetando sus muñecas con cuidado
para desatarlas. Se quedó helado al ver su cara sucia e incluso
manchada de sangre seca, pero era él, no le cabía
duda —Ji…
—¡No! ¡No podéis estar aquí! ¡Tenéis
que iros! —le gritó efectivamente sollozando, desesperado
y luchando débilmente con él —¡Iros, ahora!
—¿Jiken? —Don lo miró de soslayo, y
sin creérselo, tuvo que acercarse un poco para comprobarlo,
aunque por nada del mundo soltaba a Ageha —Jiken…
Steiner estaba detrás de Bronco, y este seguía parado
en el umbral de la puerta entre las dos habitaciones.
—Está vivo… —susurró Lowe, sintiendo
los ojos aguados e intentando soltar sus piernas ahora, aunque el
moreno continuaba luchando.
—Tenéis que iros… No podéis estar aquí,
no podéis. Estáis vivos…
Ageha seguía aferrado a Don, tratando de concentrarse para
que el humo no lo afectara más.
—Creo que deberíamos hacer lo que dice, todos
—Sí, y rápido —Steiner apartó
a Bronco y se agachó para ayudar a Lowe, sujetando luego
al chico en brazos para llevárselo escaleras arriba.
Los demás salieron tras él, aunque Jiken iba protestando
en sus brazos, y Bronco se quedó allí abajo unos segundos
más, con aquella visión turbia que le otorgaban las
drogas, observando el cuarto, aquel cuarto…
¿Era un sueño todo esto? ¿Una alucinación?
—¡Bronco! —le llamó Steiner desde arriba,
haciéndolo subir las escaleras tan aprisa como podía.
Jiken se había quedado quieto al ver la puerta. ¿Podían
sacarlo de allí realmente? Tal vez podrían liberar
su espíritu. De todas maneras se sentía demasiado
débil para seguir luchando.
Lowe abrió, parpadeando un poco por el contraste con la
oscuridad de aquella cabaña.
—Deprisa —les pidió Steiner, corriendo hacia
la barca que habían dejado allí. Bronco los seguía
detrás, mirando a Jiken con sospecha, incrédulo de
algún modo. Seguía viéndolo todo borroso, escuchándolo
todo lejano. Realmente parecía un sueño.
—¡Es mejor no regresar por el mismo lugar que ellos
los trajeron! —le dijo Don de pronto, señalándoles
río abajo a un puente.
—¿En serio? —Steiner lo miró con cara
de cansancio, pero luego dejó a Jiken en la barca y ayudó
a subirse a Lowe. Tendió la mano hacía Ageha, pero
Don no lo soltó —Cruzaremos el río, y luego
iremos colina abajo.
—Cruzad vosotros primero, no cabemos todos.
—¡No! ¡No podéis quedaros! —les
gritó Jiken, alzándose un poco y tratando de salir
de la barca entonces, pero Lowe lo sujetó con fuerza, sentándolo.
—¡Quieto! Tranquilízate…
—¡Bronco! —lo llamó el chico, tendiendo
una mano hacia él, ya que seguía pensando que era
el único que le haría caso.
Ageha estaba tomando grandes bocanadas de aire, tratando de limpiarse
la mente ya que seguía algo mareado.
—Tranquilo, se te pasará —Don se inclinó
y cogió agua fría del río, pasándosela
por la cara para refrescarlo.
El moreno saltó a la barca cuando Steiner ya estaba remando
hacia el otro lado y por poco se quedó con las piernas fuera,
provocando que la misma se abanease ante la cara estupefacta de
Steiner mientras se acercaba al chico que Lowe sujetaba.
—Estás vivo. No lo entiendo, pero lo estás
—le dijo, sin atreverse a tocarlo ni siquiera.
—No estoy vivo… Vosotros llegasteis hasta aquí,
no sé cómo —negó tercamente, sujetando
su mano de pronto. Había querido poder tocarlo de esa manera,
sujetarlo con seguridad —. Tus amigos, no debieron quedarse…
—Estás vivo —apretó su mano, ya no sentía
aquella corriente extraña al tocar su piel, si no algo muy
distinto y cálido. Bajó al otro lado de la orilla
sin soltarlo, tirando de su mano para que fuese con él —.
Ven conmigo… —le pidió, mientras Lowe ya bajaba.
El rubio se quedó en alerta por si acaso, ya que Jiken no
se veía muy bien, pero el chico se bajó sin demasiadas
dificultades, dejándose caer luego contra los brazos de Bronco,
sollozando.
No lo comprendía. Si ya habían cruzado, ¿por
qué no desaparecía simplemente? Él no debía
estar allí.
—Todo va a ir bien, Jiken. No voy a dejar que te ocurra
nada —le aseguró, rodeándolo con los brazos,
mientras Steiner regresaba a por los otros dos —. Encontraremos
una explicación para todo esto… —susurraba, pensando
que alguien había estado jugando con sus mentes. Alguien
que debía tener mucho poder en aquel pueblo.
*****
El silencio había reinado casi por completo, durante el
camino a la casa de Don.
Jiken había estado cabeceando todo ese tiempo, exhausto,
como si no hubiera dormido realmente antes, pero a la vez tenía
miedo de cerrar los ojos y volver a esa cabaña, volver a
su castigo. Tal vez esto era parte de su castigo.
Lowe por su parte, no dejaba de mirarlo alucinado. No podía
creer que estuviera vivo. Se veía terrible, por supuesto,
débil e incluso más delgado de lo que lo recordaba.
Cuando por fin llegaron, Bronco ayudó al chico a bajarse
del coche, recostándolo en el sofá mientras se reagrupaban.
Lowe había ido a buscar un vaso de agua enseguida, aunque
lo que quería era otra cosa.
—Me alegra no estar viendo colores extraños ya —comentó
Ageha, rompiendo el silencio y pasándose una mano por la
cara, aliviado de no estarse riendo como un idiota tampoco.
Don cerró la puerta a cal y canto, una vez todos estuvieron
adentro, y conectó la alarma por si acaso.
—Es mejor que nos quedemos todos aquí, hasta que
se hayan aclarado un poco las cosas. No sé si deberíamos
a la policía, porque realmente ya no sé nada, ni de
quién fiarme —dijo mientras miraba a Ageha, sujetándole
la cara con una mano y observando sus ojos.
Luego lo soltó, pensando que todavía tenía
las pupilas dilatadas.
—Estoy bien, Don —le aseguró, siguiéndolo
de todas maneras.
Bronco estaba acuclillado delante del sofá en el que se
encontraba Jiken, y simplemente lo miraba, con una mano apoyada
en su mejilla, acariciándolo.
El chico la sujetó con suavidad, sonriendo un poco.
—Todavía no puedo creerlo… —comentó
Lowe, observando a su amigo tras regresar de la cocina. No sabía
cómo reaccionar, tan estremecido como se encontraba —¿Qué
demonios sucede? —preguntó, entregándole un
vaso de agua mientras él se bebía el otro, pero Jiken
sólo lo miró negando con la cabeza.
—No lo sé, no debería estar aquí.
—Aquí es donde debes estar —Don lo miró
fijamente, cruzándose de brazos, y finalmente sentándose
en un sillón individual, invitando a Ageha a sus piernas,
mientras Steiner se acercaba a Lowe.
—Tal vez… Lowe lo vio drogado, y pensó que
estaba muerto. Pero entonces… ¿los forenses?
—Yo fui a acompañar a su madre a identificarlo, y
no fue el mismo día precisamente —le dijo Don, que
ya no sabía ni qué pensar acerca de nada.
—Sí, y yo revisé su pulso —asintió
Lowe, aunque recordando que había llamado a la ambulancia
de todas maneras.
—Estoy muerto, es por eso —insistió Jiken, tratando
de tomárselo con calma, ya que ni él mismo lo comprendía.
—¡Que no! Estás aquí, respirando y hablando
—el rubio se desesperó, desviando la mirada luego —Perdón.
—Estás vivo, deja de decir eso —le pidió
Bronco, que casi no había abierto la boca desde que lo sacaran
de allí —. Alguien te ha hecho esto. O tal vez varias
personas. No sé cómo, pero… lo averiguaré
—frunció el ceño, mirando a Steiner de soslayo,
que asintió con la cabeza.
—De todas formas ya estamos metidos hasta el culo en esto
—dijo encogiéndose de hombros.
—Y me voy a vengar por haberme atado tan fuerte —comentó
Ageha, mirándose las muñecas y suspirando.
Jiken se había quedado callado porque no quería hacerle
daño a Bronco, pero seguía sin creerles. Finalmente
abrió la boca para informarle.
—Tomé una droga, se supone que me hiciera sentir como
si estuviera muerto, ir más allá, pero algo salió
mal.
—Tal vez estabas en estado catatónico, Jiken. Eso
no es la primera vez que sucede, aunque se supone que a estas alturas…
no debería seguir sucediendo. Y aún así…
alguien te sacó de la tumba, alguien que sabía que
no estabas muerto. ¿Quién? ¿Quién te
dio esa droga, y quién te sacó? —Don lo miró
fijamente, esperando sus respuestas con gesto serio.
Jiken bajó la mirada, negando con la cabeza. No quería
decirlo, no quería que se enterasen.
—Tienes que hablar, o no podremos ayudarte. Jiken…
—Lowe insistió exhalando porque estaba esforzándose
muchísimo por no alterarse.
—Acaba de salir de allí. Estoy seguro de que podemos
ayudarlo por el momento de otra forma. Como dejándolo descansar
—Bronco los miró serio, y Steiner le devolvió
la mirada, pensando que otra vez se estaba poniendo así con
ese chico.
—Sí, tal vez sea cierto…, pero tienes que contármelo,
Jiken —le dijo, mirándolo a los ojos. Tal vez si mañana
hablaban a solas… todo sería más sencillo. Ahora
debía estar agotado además.
Jiken asintió finalmente, sin poder mirarlo a los ojos aún.
—Lo siento —se disculpó Lowe, tocándole
una mano. No sabía qué más hacer, estaba confundido
y quería ayudarlo.
El chico se la apretó, mirando a Bronco luego, como indicándole
que quería estar con él. En realidad, a él
no se le había pasado por la cabeza alejarse.
—Todos necesitamos dormir —dijo Don, levantándose
por fin, con Ageha —. Hay un dormitorio para invitados en
el piso de arriba, y un cuarto de baño, además del
de aquí abajo.
Retiró la mesita del salón a un lado y miró
a Bronco, preguntándose si iba a pasar la tarde velando del
chico.
—Es un sofá cama, cuando Jiken quiera dormir, ábreselo
—le pidió, mirando a los otros dos —. Si tenéis
hambre, sabéis dónde está la cocina
—Gracias —asintió el rubio, soltando la mano
de Jiken por fin y sujetando la de Steiner para que fuera con él.
Ahora no se sentía con sueño, pero seguro que quedaba
inconsciente en cuanto su cabeza tocara la almohada.
—Una cosa más —Ageha los miró de pronto
con seriedad, por último fijando su mirada en Bronco —.
Nadie sale a hacer nada sin decírselo a los demás.
—No —Bronco levantó un poco la mano —.
No me moveré de aquí.
—Y yo sé por qué no… —murmuró
Steiner, subiendo por las escaleras con Lowe. Él sí
estaba cansado, no pensaba ni ducharse, sólo quería
caer en plancha sobre la cama.
—Vamos, Don —suspiró Ageha, tendiéndole
una mano. Estaba seguro de que Bronco se portaría bien con
ese chico allí —. Me quiero dar un baño, aún
huelo a peste.
—Te acompaño, estoy sudado… —susurró
agotado, cogiéndolo por la cintura aunque sólo fuera
para ir al dormitorio.
Cuando todos se fueron, el salón quedó en completo
silencio, y a Bronco se le hizo entonces extraño estar allí
con Jiken. Le costaba incluso mirarlo, así que, cogió
su cajetilla de cigarros, estaban bastante aplastados, pero servirían
para distraerse un poco.
—¿Quieres que te abra la cama?
—No, sólo quédate conmigo —le pidió,
recostándose un poco de lado. Tenía miedo incluso
de acostarse por completo, no fuera a ser que se encontrase en aquel
lugar de nuevo.
—Como quieras —iba a soltarlo para encender el cigarro,
pero al final se apañó con una sola mano. Se sentó
en el suelo, acercando algo que le parecía un cenicero, y
mirando luego al chico.
Podía comprenderlo, aunque sólo un poco, por supuesto.
Sin embargo… no podía asimilar que estuviese allí,
frente a él. Lo estaba tocando, y por fin observaba su rostro.
Le apartó el flequillo de delante de la cara, con la mano
que sujetaba el cigarro.
—Nunca podía ver tus ojos.
—No quería que los vieras, no quería que te
dieras cuenta… ¿Puedes verlo? —le preguntó,
mirando sus ojos azules ahora, pensando que eran lo más hermoso
que hubiese visto en toda su vida, tan serenos…
—Veo unos ojos azules preciosos —le tocó la
cara, estaba sucio, pero era como si no viese nada de eso. Le parecía…
tan imposible que estuviese allí —, y siento tu miedo,
puedo ver dolor también.
Jiken bajó la mirada, enseguida sintiéndose débil,
las lágrimas marcando surcos limpios en sus mejillas.
—Me siento extraño, como si nada fuera real, como
si hubieran pasado siglos.
—Lo sé… No hay posibilidad de sentirse de otra
manera —susurró, pasándole la mano por la cara,
mojándose con sus lágrimas la mano —. Pero estoy
tan… no sé ni cómo llamar a lo que siento ahora
mismo. Estás vivo.
—No puede ser, no puede ser porque yo estaba en el infierno
y… Merezco estar allí. No puedo estar vivo —negó,
echándose un poco hacia atrás y sujetando su mano
contradictoriamente, contra su mejilla —¿Cómo
es que podía ir a verte si no? ¿Por qué nadie
me veía? No es posible, yo estaba muerto.
—No lo sé, Jiken. Creo que debía ser algún
tipo de proyección astral. Tú sabes que existen. Has
estado bajo el efecto de unas drogas que ni siquiera sabemos cuáles
son… durante demasiado tiempo. Lo cierto es que lo que te
parecía el infierno, no debía ser más que una
mezcla de delirio y realidad —se llevó el cigarro a
los labios, pensando que no estaba fumando, porque no podía
dejar de mirarlo. Lo apagó después, acariciándole
el cabello con esa misma mano —. No mereces estar allí.
—Sí lo merezco, sí —asintió deseando
poder contárselo, pero a la vez no quería que dejase
de mirarlo así, lo necesitaba.
—¿Por qué dices eso? —se apartó
un momento, para ponerle por encima su cazadora, y de nuevo se apoyó
en el sofá, volviendo a sujetar su mano.
Jiken se estremeció, sujetando la cazadora con su mano libre
y contestó con voz insegura.
—Me odiarás si te lo digo.
—No creo que… pueda odiarte con nada de lo que me
digas.
—Yo… maté a alguien —confesó de
una vez, conteniendo la respiración luego y apretando su
mano como pidiéndole que no lo abandonara.
Parte III
Miércoles, febrero 3
Bronco permaneció mirándolo largamente por unos
segundos. Pero la verdad, no era capaz de pensar en aquel chico
matando a alguien, alguna explicación tenía que haber.
—¿Por qué?
—No lo sé, las cosas se salieron de control. No tenía
intenciones de matarlo. Sólo… —lo miró,
mordiéndose el labio inferior. Tenía miedo de sus
ojos incluso, de cómo lo vería ahora.
—Fue un accidente entonces… —le apretó
la mano, pidiéndole que lo mirase, y se acercó un
poco más, observando su rostro e inclinándose sobre
él para besarle el cabello.
—Pero lo maté, no importa si fue un accidente o no
—negó con la cabeza, sollozando de nuevo y deseando
poder detenerse. Se aferró a Bronco súbitamente, apreciando
su calor —. Nada de esto tiene sentido. No me dejes ir.
—No voy a hacerlo —se incorporó un poco desde
el suelo, sin soltarlo, y se sentó en el sofá, llevándolo
con él, y sentándolo en sus piernas. Colocó
la cazadora de nuevo para taparlo, pensando que estaba muy frío.
La verdad es que le parecía un atrevimiento cogerlo de ese
modo, pero no sabía qué hacer, quería cuidar
de él, o aliviar su pena en lo posible —. Así
que, no vayas sin mí a ningún sitio.
—No puedo prometerte eso. Si vienen a llevarme de nuevo…
—le contestó, sonriendo tan levemente que sólo
quien estuviera buscando esa sonrisa la hubiera encontrado —Siempre
he odiado tener miedo.
—Todos lo odiamos. Al menos ese miedo real que… no
te deja pensar en otra cosa —apoyó la cabeza en el
respaldo del sofá, pensando que supuestamente aquello había
comenzado como una gran noticia sobre la que escribir un artículo,
pero ahora ya nada de eso importaba —. Si vienen a llevarte
de nuevo, no les voy a dejar que lo hagan.
—No podrás detenerlos —susurró, añadiendo
luego —. Odio el hecho de estar asustado. Siempre trato de
ser valiente, de comprender.
—Intentaremos comprenderlo, Jiken, pero no puedes irte.
No te dejaré irte así. Sé que ahora no puedes
entenderlo, pero allí había una persona física,
y puede que intente volver a por ti, a por mí… Lo vi
por un momento, nos sacó de la carretera con el coche, y
te aseguro que los fantasmas no conducen, y tampoco Lucifer.
—Pero su cara… no es humana —negó de nuevo
pensando que no tenía sentido —. Un demonio puede poseer
a alguien.
—Lo sé, pero no era un demonio, era una persona.
Una con una máscara negra en la cara. Sólo eso…
una máscara, pero estabas drogado y alucinando, asustado
—trató de convencerlo, levantando la cabeza del respaldo
y mirándolo a los ojos. Tal vez le era más sencillo
creer que había sido un demonio, la verdad es que él
no sabía cómo llevar aquello.
—¿Cómo puede una persona…? —cerró
los ojos, sintiéndose como un niño pequeño
de repente, odiaba eso. Incluso su voz se escuchaba frágil
—Él era oscuridad.
—Tenías miedo y… estabas drogado. Y Dios sabe
lo que has pasado. No sé ni siquiera, si puede haber varias
personas metidas en esto. Es muy extraño —le pasó
la mano por el cabello, pegándolo a su pecho y bajando la
cabeza para besarle el pelo. Olía igual que aquel humo.
—Todo lo que recuerdo es que morí y desperté
en ese lugar. No, no es cierto, desperté una vez antes. Estábamos
cruzando el río, había flores por todos lados…
—comentó recordando aquellas visiones borrosas.
—Me mostraste eso… flotabas en el lago, en una lancha
de maderas enroscadas, con flores por todas partes… Creo que
han intentado lavarte el cerebro, y lo peor es que lo han conseguido…
—susurró, volviendo a apoyar la cabeza en el respaldo.
—¿Por qué alguien haría eso? —preguntó
temblando ligeramente, aunque se sentía terriblemente bien
entre sus brazos, como no se había sentido en su vida.
—Porque… debe ser un bastardo muy enfermo —lo
apretó un poco al sentir cómo temblaba, y frunció
el ceño sin poder evitar que se marcase en su frente.
Jiken, abrió los ojos, no muy convencido de todas esas explicaciones
y se pegó más a él, casi acurrucándose.
—¿Por qué eres tan bueno conmigo? Llevas…
mi pendiente.
—Sí, lo siento, quería… —se lo
fue a sacar algo avergonzado al haberse dado cuenta, pero Jiken
lo detuvo, y se quedó mirándolo, pensando que no era
bueno. Aquello era lo normal, frente a una persona que había
sufrido tanto —sentirte cerca.
—Es tuyo —le aseguró, observando sus ojos. ¿Cómo
podía sentirse así con él? Era como si pudiera
desnudar el alma frente a Bronco, pero habían compartido
algo tan extraño e íntimo…
—Gracias —acarició la mano con la que lo había
sujetado, y la llevó hacia sus labios, besándosela
antes de bajarla a su pecho —. ¿Tienes hambre? Si quieres
algo, puedes decírmelo. Incluso si no quieres que me vaya,
puedo llevarte conmigo —le dijo sonriendo.
—Sí, en realidad… Siento que debería
comer algo. Supongo que no estará mal hacer algo tan…
común —lo miró a los ojos, alzándose
un poco y depositando un beso suave sobre sus labios luego, provocando
que Bronco cerrase los ojos unos segundos, al sentir sus labios.
—¿Puedes andar?
—Sí, quiero hacerlo. Creo que he estado acostado todo
este tiempo —le explicó, poniéndose en pie con
lentitud y mirándose las piernas. Todo su cuerpo estaba sucio
y lastimado, debía parecer algo terrible a los ojos de los
demás.
—¿Quieres ducharte? —preguntó, notando
cómo se miraba las piernas —Puedo llamar a Lowe, seguro
que todavía no duerme.
—No, déjalo dormir, seguro que lo necesita —sonrió
un poco, alzando la mirada —. Debe estar enojado conmigo de
todas .
—No, debe estar aliviado y contento de que estés
bien —le aseguró, ofreciéndole su mano si quería
cogerla, aunque probablemente él también necesitaba
su contacto.
—Se enfadará de todas maneras, siempre lo hace —le
aseguró sujetando su mano y caminando con él, con
pasos algo inseguros por lo débil que aún se sentía.
—¿Comías allí? —apretó
un poco su mano, finalmente sujetándolo por los hombros,
mientras iban hacia la cocina de Don. Todo estaba muy limpio, y
era un lugar muy amplio. Las ventanas daban al jardín trasero,
y un sol invernal alumbraba naturalmente la estancia.
—No lo sé, creo que sí…, aunque no necesitas
comida cuando estás muerto —comentó intentando
recordar, pero todo estaba superpuesto, una imagen sobre la otra.
—Es que no estás muerto. Tu piel es caliente, respiras,
tienes hambre, te duele… y estás aquí conmigo.
Estás vivo —le acercó una silla para que se
sentase, y abrió la nevera —. ¿Qué quieres?
Hay de todo por aquí. No deberías comer nada fuerte
si no estás seguro de si comías allí.
—Es lo mismo, sólo pan tal vez… Pan y queso
—le pidió, pasándose una mano por el cabello
mientras se sentaba —. No lo sé, tal vez... de alguna
manera me trajisteis de vuelta. Es natural que las cosas te duelan
en el infierno, es lo que debe suceder.
—Yo no creo en el infierno, Jiken. Y antes de ir al infierno,
uno va al limbo, y si se arrepiente de sus pecados, le son perdonados
—cogió un poco de queso fresco, y buscó el pan
de molde. Le puso un trozo encima de la rebanada y lo colocó
en un plato antes de dárselo —. Come despacio —le
pidió, permaneciendo de pie frente a él. Era tan extraño
poder verlo allí.
—No puedes creer en el limbo si no crees en el infierno —casi
se rio, tomando el trozo de pan y mirándolo como si fuera
algo sumamente extraño —. Yo tampoco creía —añadió
antes de morderlo
—Sigue sin hacerlo. Ese infierno en el que estabas…
no era más que uno de los peores. Sólo los humanos
somos capaces de algo así —se frotó la nuca,
pensando en la tensión que sentía en el cuello —.
Y no creo en el limbo, pero si vas a decirme que estabas allí,
tengo un montón de objeciones que hacer —sonrió
un poco, finalmente sentándose en una silla a su lado.
—Eres terco —lo miró, suspirando suavemente
—. Nadie ganaría algo con convencerme de esto. No sé
por qué alguien se interesaría así en mí.
—Yo creo que hay bastantes motivos, además de que
a una persona tan enferma para hacer algo así… no le
hacen falta muchos —lo miró, negando con la cabeza
—. Yo me he interesado en ti, lo suficiente para traer aquí
a toda mi plantilla.
—Pero eso fue porque era un caso interesante, por lo menos
al principio. ¿No es así? No era por mí —contestó
de manera simple, mordiendo otro bocado. Era algo común,
pero le sabía tan maravilloso.
—No, fue por ti… —se apretó una mano
con la otra, pensando en la primera vez que lo había sentido,
en su casa —Al principio envié a Steiner para que se
encargase de un caso interesante, pero después… quería
estar cerca. Y cuando entré en tu dormitorio, no quería
irme de allí.
Jiken extendió una mano para tocar su mejilla luego. Nadie
lo había tratado con tanta ternura, tanto… amor, sí,
esa era la palabra.
—Lamento haberte… poseído de esa manera. No
sabía qué más hacer. Ni siquiera estaba seguro
de poder hacer eso.
—No me importa —le aseguró. La verdad, no sabía
cómo actuar, se sentía un poco extraño y permaneció
mirando sus propias manos —. Me cuesta creer que estás
aquí. Cuando te vi allí… pensé que tenía
que estar alucinando, y que me iba a despertar en ese cuarto de
nuevo, con alguien esperando para matarme.
—Yo sigo esperando —sacudió la cabeza, estremeciéndose
de nuevo y mirando a Bronco luego fijamente, como si necesitase
grabarse todos los detalles en la mente —. Te ves distinto,
antes todo lo veía a través de una especie de niebla…
—Es normal —le aseguró, ya que él también
había experimentado esa visión extraña —.
Yo también te veía distinto, y a veces ni siquiera
te veía. Sólo eras una especie de energía —se
giró un poco más hacia él, para verlo mejor
—. Ahora me ves las canas… —bromeó, sonriendo
apenas un poco.
—Ya te las veía —le sonrió de vuelta,
terminándose aquel bocadillo y comentando luego —.
Me agradan.
Bronco bajó la cabeza un poco, riéndose en bajo y
mirándolo luego.
—Tú también tienes —le dijo refiriéndose
al mechón blanco en su pelo, aunque por supuesto, no era
lo mismo.
—No son canas, es un lunar… Nací con él
—se rio, sintiendo aquel sonido extraño, ajeno a él.
—Creía que era teñido —lo tocó
con los dedos, apartándole un poco el cabello tras una oreja
—. Es algo especial, te queda bien —se levantó,
dejando el plato en el fregadero y mirando un paño que había
en la encimera, lo humedeció y se acercó a Jiken,
pasándoselo por una mejilla despacio.
—No tienes… —se detuvo, ya que en realidad se
sentía bien y suponía que sí tenía que
hacerlo, debía estar inmundo. ¿Había estado
en una tumba? No podía recordarlo tampoco.
—No me importa —le aseguró, observando los
surcos ahora blancos en sus mejillas. Siguió limpiando su
rostro, y le pasó el paño por el cuello, sin dejar
de mirarlo a los ojos. Se sentía muy extraño, la verdad,
aquello seguía pareciéndole un sueño.
—¿Quieres que me dé un baño? —le
preguntó por si lo estaba incomodando, a pesar de que no
quería que se detuviera. Era lo contrario de todo lo que
había sufrido.
—No… —se detuvo, mirándolo a los ojos
—No lo hago por mí.
—No… te detengas entonces, se siente bien —le
pidió, sus mejillas tornándose de un tenue color rojo
—. Por favor.
—Vale —susurró, pasándole el paño
por un hombro y bajando por el brazo, limpiándole las manos
cuidadosamente. Tenía una piel muy blanca, los dedos finos.
La verdad es que se veía alguien delicado y frágil.
No podía comprender cómo alguien podía hacerle
algo así a otra persona, pero cuando veía a un chico
como ese… a él sólo le inspiraba todo lo contrario
—. Me gusta lo que dibujas, lo que vi en tu cuarto —le
dijo al alzar la mirada, y comenzar a bajar el paño por el
otro hombro.
—¿No crees que estoy enfermo? —le preguntó
siguiendo los movimientos del paño con la mirada —Sé
que mis dibujos no son normales para los demás —Lo
cierto es que nunca le había importado, pero por alguna razón,
ahora le importaba lo que opinase Bronco de ellos.
—No, me parece que eres un artista, y que no todo el mundo
puede comprender tu sensibilidad. Es normal si alguna vez te han
dicho algo como eso, pero es sólo porque no ven las cosas
de la misma forma que tú. Hablas de la muerte, la gente no
quiere ni oír hablar de ella, y no van a comprender que tú
seas capaz de mirarla a los ojos.
Le miró las piernas, ya que no llevaba pantalones. También
estaban sucias, pero no se atrevió a tocárselas. Se
apartó para estrujar el paño bajo el agua, y la misma
cayó gris de este. Lo mojó de nuevo, esperando a que
saliera el agua caliente, observando sus propias manos, y luego
de soslayo al chico tras él, sentado más allá
en la silla. Tenía miedo de que fuera a desaparecer de pronto.
—La muerte es parte de la vida. No quería pasar el
resto de mi tiempo asustado por el final, supongo… —se
encogió de hombros, observando su espalda. Le daba sensación
de seguridad y miedo a la vez. Se sentía inexorablemente
unido a Bronco —Quería saber.
—Eso es algo que todos sabremos queramos o no, cuando llegue
el momento —apretó el paño para escurrirlo y
regresó con él, ofreciéndoselo —. Yo
creo que la muerte resulta muy atractiva, cuando la vida no te da
lo suficiente. Si no…
—Pero si lo sabes desde antes, ya no tienes por qué
temer —le respondió, tomando el paño y procediendo
a pasárselo por las piernas con fuerza, el agua dejando trazos
blancos mientras chorreaba un poco —. Ya no es tan importante.
—¿Seguro que no quieres darte un baño? —sonrió
un poco, observando la forma en la que se frotaba —Puedo quedarme
contigo de todas formas.
—Sí, supongo que debería. Esto es un poco tonto,
¿no? —sonrió, aunque sin dejar de frotarse,
no era sólo el sucio lo que quería quitarse de la
piel.
—Bueno… podemos decir que es el prelavado. Si te sirve
de consuelo, yo lo disfruté —carraspeó después,
pensando que era una broma un poco inadecuada teniendo en cuenta
la situación.
—¿En serio? —alzó la mirada, deteniéndose
y sonriendo aún un poco. Se puso de pie luego, acercándose
a él —Vamos, de todas maneras al doctor Crawford no
le gustará que le deje toda la cocina sucia.
—No, supongo que no…
Lo sujetó por los hombros, dirigiéndose a donde
les había dicho que se encontraba el baño. Era espacioso
para no ser el del dormitorio, y se preguntó si estaría
muy forrado.
—Iré a preguntarle a Ageha si tiene algo que pueda
dejarte aquí —le dijo, rascándose detrás
de la oreja con dos dedos. Por un lado no quería dejarlo
solo, por otro… prefería darle unos minutos de intimidad
mientras se metía en la bañera.
—No, quédate por favor —le pidió, sujetándolo
por un brazo. Sabía que era irracional y que tendría
que ponerse algo de ropa luego de darse el baño, pero no
quería estar solo. No quería que vinieran a buscarlo,
o despertarse, o lo que fuera
—Está bien —cerró la puerta a su espalda
y se sacó la cazadora para quitarse la sudadera que llevaba
por encima de la camiseta —. Puedes ponerte eso si quieres,
pero… no sé qué tan limpio puede estar.
—No importa, estará más limpia que yo —sonrió
más tranquilo, quitándose aquella ropa sucia y dejándola
caer al suelo mientras abría el grifo.
Bronco se sentó en el retrete, abriendo uno de los armarios
para buscar una toalla, y sobre todo, para darle privacidad. Para
colmo se le venían a la cabeza mil idioteces que diría
Steiner. Claro que él y Steiner no se parecían en
nada.
Dejó sobre el lavabo una esponjosa toalla color azul, y
se echó hacia atrás, pensando que él también
debería haber comido algo.
—Estás cansado, ¿no? —le preguntó
el chico mientras se metía en la bañera, aunque aún
no estaba llena por completo, sólo quería sentir el
agua.
—No lo sé. Un poco supongo, pero estoy demasiado…
confundido y nervioso —lo miró por fin, ahora que sólo
se veían sus hombros y sus rodillas gracias a la pared de
la bañera.
—Lo siento, debería dejar que te fueras a dormir —se
disculpó, recogiéndose las piernas mientras miraba
el nivel del agua subir —. Soy un chiquillo.
—No quiero alejarme de ti… —buscó un
cigarro y lo encendió, preguntándose si este sí
se lo iba a fumar siquiera —Tal vez deberíamos llamar
a tu madre, ¿no?
—No, no quiero verla ahora, no quiero hablar con mi familia,
¿está bien? Además… todos saben que estoy
muerto, quizás debería seguir así.
—Está bien… —lo miró, deseando
acercarse, pero se quedó en donde estaba, llevándose
el cigarro a los labios y preguntándose si tan mal se llevaba
con ellos. Era mejor no molestarlo más con eso, suficiente
tenía —, pero creen que estás muerto. No lo
estás.
—No lo sé —lo miró, cerrando el grifo
porque se le había olvidado y el agua se derramaría
—. No sé qué sucede, tal vez sí estoy
muerto. Si puedo creer en el infierno, puedo creer en el cielo —lo
miró a los ojos, mientras tomaba el jabón para pasarlo
por sus brazos nuevamente.
—No, no lo estás… —observó cómo
se lavaba, diciéndose a sí mismo que tenía
un problema. Aquella imagen no era tan erótica como su mente
le decía. Aprovechó que estaba distraído para
oler la sudadera que había apartado para él, asegurándose
de que no estuviese sudada o algo así —Y yo no dejaba
de decirme que no podías estarlo.
—¿Por qué? Era un fantasma y… yo creí
que te había inventado —sonrió sin alzar la
cara, pasándose el jabón por el pecho ahora y subiendo
por su cuello. Se concentraba en cada pequeño movimiento,
evitando que su mente pensara demasiado en lo sucedido.
—No quería asimilarlo, supongo. Pero fui al cementerio
para estar contigo y… allí no estabas. No sé
cómo me hizo sentir eso. Supongo que frustrado, porque no
había forma de acercarme y ayudarte —se llevó
el cigarro a los labios otra vez, dejando la sudadera sobre sus
piernas —. Perdí el control.
El jabón se cayó de las manos de Jiken, haciendo
un sonido de chapoteo en el agua y el chico alzó la mirada,
observando a Bronco.
—Nadie había hecho algo así por mí.
Es decir que nadie se había esforzado tanto por ayudarme,
a excepción del doctor Crawford y Lowe, claro, pero eso es
distinto.
—¿Por qué es distinto? —lo miró
porque el sonido lo había sorprendido —Si no fuera
por Lowe, no habríamos venido.
—Lo sé, Lowe continuaba hablándome como si
estuviera allí, ¿sabes? Hace eso… y luego se
cabrea porque no le puedo contestar —se rio ligeramente, recogiendo
el jabón con algo de dificultad —. Es distinto porque
Lowe es mi amigo y el doctor Crawford es mi psicólogo. Sé
que se preocupan por mí, pero… tienen sus propias preocupaciones.
Tú… tú… —se quedó callado
ya que no sabía cómo explicarlo —Yo nunca he
sido lo más importante en la vida de nadie —se sinceró
por fin.
—Ahora ya lo eres… Ya lo sabes, no tiene sentido ocultarlo.
Sabes lo que quería hacer para estar contigo. No lo entiendo,
no quiero comprenderlo ni siquiera —negó suavemente
con la cabeza, mirándolo. Debía de pensar que estaba
loco, además de que casi podría ser su hijo. Se sentía
ridículo por estar así.
—Es extraño —sonrió para sí, restregándose
el cuerpo de nuevo, y de pronto sumergiéndose bajo el agua
para lavarse la cara y el cabello.
—Lo sé —murmuró, mirándolo y volviendo
a fumar, desviando la vista al frente, donde estaba el espejo empañado.
Apartó el vaho con la mano, abriendo el grifo para lavarse
la cara y las manos, tras apoyar el cigarro en la jabonera.
Jiken sacó la cabeza del agua poco a poco, apoyándose
luego en el borde de la bañera, con el cabello mojado enmarcando
su cara mientras lo miraba.
—Quise decir que es agradable.
—Ya… —le dijo como si ya lo hubiera comprendido,
aunque no era así. Se acercó, acuclillándose
delante de él y observando su rostro. Quería ver sus
ojos en realidad.
Jiken se quedó muy quieto, observándolo atentamente
por varios minutos. Se sentía fascinado por él y en
sus ojos encontraba la paz que necesitaba.
—Te vas a enfriar —susurró, besándole
la frente y levantándose para coger la toalla y abrirla para
dejársela cerca.
—Es igual, no creo que me vaya a morir ahora —se rio
con suavidad, poniéndose de pie y tomando la toalla —.
Gracias.
Bronco miró a otro lado, y le acercó la sudadera
para que se la pusiera luego. Recuperó su cigarro de encima
de la jabonera y se puso con la espalda contra la puerta, esperando.
—Será mejor que no salgas de esta casa hasta que sepamos
qué sucede. Mañana Steiner puede acompañar
a Lowe a buscar tu ropa.
—Sí —asintió, acomodándose la
sudadera para que lo tapara bien, y sonriendo al pensar que olía
a él. Se acercó, sujetando su mano de nuevo —,
pero deben tener cuidado.
—Sí, creo que lo saben. Estará bien con Steiner…
Está acostumbrado a meterse en líos —abrió
la puerta y lo llevó a la salita de nuevo, apagando el cigarro
en el cenicero de antes y soltándole la mano para abrir la
cama. Era muy extraño que se le sujetase todo el tiempo,
pero no era algo que le desagradase para nada.
—Bien, porque Lowe es un acelerado —le advirtió
como si no lo hubiera conocido, esperando a que terminara de acomodar
las cosas antes de subirse a la cama. Se hundió un poco en
el colchón, acostándose de lado y sintiéndolo
sumamente cómodo. Ahora que se dejaba relajar, podía
comprender lo cansado que estaba en realidad, le pesaban los párpados.
Bronco se sentó a su lado, quitándose las botas y
la cazadora. Incluso esas sábanas se veían limpias
y frescas, se preguntaba cómo podía ese hombre molestarse
tanto en tenerlo todo impecable.
—Bronco —lo llamó el chico, acercándose
con naturalidad y abriendo los ojos para mirarlo —. ¿No
vas a dormir?
—Sí, seguro que me quedo dormido —se giró
un poco para apoyarse en la cama sobre las sábanas. Al menos
tenían calefacción —. No quiero molestarte,
sé… No, pero puedo imaginarme por lo que has pasado.
—No me molestas, no es… lo mismo —susurró
casi ya que había recordado nuevamente la manera de tocarlo
de aquel demonio, de lastimarlo en realidad, no quería pensar
en eso. Se pegó contra el pecho de Bronco, buscando su calor
y su olor, no había podido sentir esas cosas antes —.
Sólo me siento tranquilo cuando estoy contigo.
—No te voy a dejar solo —susurró contra su cabello
mojado, pensando que debería habérselo secado un poco,
pero él no era adecuado para recomendar eso. Olía
bien y su cuerpo se sentía cálido contra el suyo.
Movió las sábanas para ir a su lado y lo rodeó
con ambos brazos —. Puedes dormir tranquilo.
—Y si me despierto de nuevo en el infierno… aún
te estaré agradecido —le aseguró cerrando los
ojos y acurrucándose contra él.
—Te despertarás a mi lado —lo apretó
suavemente, permaneciendo con los ojos abiertos sin embargo. No
iba a poder dormirse, hasta que el agotamiento hiciera mella en
él. ¿Quién había hecho aquello y cómo?
Jiken luchó por unos minutos más con el sueño,
pero finalmente cayó profundamente dormido, sintiéndose
seguro y querido, como no se había sentido en lo que para
él parecían ser años.
Parte IV
Miércoles, febrero 3
Steiner se movió en la cama y le pasó el brazo a
Lowe por encima de los hombros, tocándole el pecho con suavidad.
Sabía que estaba despierto todavía, porque no había
dejado de moverse aunque discretamente.
—¿No puedes dormir? —le preguntó con voz
soñolienta en cambio.
—No puedo dejar de pensar —le contestó girándose
para mirarlo —. ¿Te molesto? Puedo sentarme en un sillón
o algo…
—No digas polladas. ¿Crees que puedo dormir mientras
estás nervioso, sentado en un sillón? Vale que soy
capullo, pero los primeros días siempre disimulo —sonrió,
moviéndole el cabello con la mano.
—Idiota, no digas eso —sonrió un poco, enrojeciendo
y mirándolo a los ojos —. Es que… por un lado
estoy feliz, pero a la vez no sé qué le sucedió
y se ve terrible…
—Puedo decirte lo que imagino que le sucedió, pero
creo que ya lo sabes y no quieres escucharlo en alto, así
que no lo haré —se apoyó en un codo para mirarlo
a los ojos, con gesto comprensivo —. Ahora…, creo que
lo mejor es que Don hable con él.
—Lo sé, está un poco… —se tocó
la cabeza, pensando que estaba siendo un insensible y bajando la
mano —Es normal, claro.
—Pues sí… —le frotó el brazo, apretándoselo
un poco y acercándose a él —Se recuperará.
Ahora debe estar hablando con Bronco. Creí que querrías
quedarte con él toda la noche, la verdad.
—No, creo que está mejor con Bronco por ahora, no
sabría qué decirle de todos modos. Soy demasiado brusco
y no es lo que él necesita —negó con la cabeza,
preguntándose si era un mal amigo.
—No, eso es lo que yo necesito, porque si no me porto mal
—quiso distraerlo a ver si sonreía, y le acarició
la espalda —. Averiguaremos lo que sucedió. Mañana
si está de humor, le mostraremos las fotos a ver si nos dice
algo.
—Vale, y no sé a qué te refieres, ¿eh?
No te puedo vigilar todo el tiempo —le advirtió, aunque
estaba bromeando un poco —. Estoy seguro de que fueron ellos,
es culpa de esa ceremonia.
—Sí, lo sé… y de que es un poco rarito
también, ¿eh? —le apartó el flequillo
de la cara y observó sus ojos azules —Lo has asimilado
muy bien, para ti es como si nunca se hubiera ido, ¿verdad?
—No lo sé, no logro comprenderlo. Creí que
estaba muerto, pero luego de ver ese video… sí, supongo
que lo sentía cerca todo el tiempo, incluso si sólo
era mi mente —entrecerró los ojos, reacio a confesarle
que además no le gustaba llorar enfrente de nadie —.
No es rarito, es un artista y… eso.
—Ya, uno rarito… —sonrió, metiéndose
con él un poco y pasándole la mano por el brazo otra
vez —Seguramente ahora ya debe estar dormido. Bronco cuidará
de él, queramos o no.
—Sí, se veía agotado… Malo —le
dio en una pierna con suavidad, sonriendo un poco —. Gracias
a él encontramos a Bronco y Ageha, ¿eh?
—Yo no he dicho nada de que no me gusten los raritos. ¿No
ves que estoy loco por ti? —torció un poco la sonrisa
y le apretó el brazo, besándole los labios con suavidad
—Y no pienso dejarte solo en casa, así que… hazme
un sitio fijo en tu cama.
—No me digas rarito y ya veremos —frunció el
ceño, aunque no estaba enfadado realmente —. Supongo
que cuando todo esto acabe, tendré que mudarme a la ciudad,
así que deberías hacerme un sitio tú en tu
cama.
—Uf… en mi cama… —sonrió, haciendo
gesto de cerrar una cremallera en su boca, para no decir la tontería
que había pensado —Cuando esto acabe, nos vamos a ir
tú y yo, ¿no?
—Sí, eso acabo de decir —lo miró, alzándose
un poco —. ¿En qué pensabas?
—Que no iremos a mi casa, iremos de viaje por ahí…
—sonrió, tirando de él para que se acostase
encima y desviar el tema.
—Oh, está… está bien —accedió
dejándose caer, efectivamente distraído. El pecho
de Steiner estaba cálido y olía bien.
Le acarició la espalda con las manos, dibujando su columna
con los dedos suavemente.
—Dormiremos en tienda de campaña la mayor parte del
tiempo. Y no pasaremos frío, porque yo doy mucho calor.
—¿Y no nos apuntarán a la cabeza con armas
de fuego? —le preguntó por si acaso, alzando una ceja.
—No, pero puede que alguna freak de esas con camiseta de
“i believe” trate de ligar contigo… No sé
qué es peor, la verdad —sonrió, pegándole
una nalgada suave y apretando luego, sin sacar la mano de allí.
—Que trate de ligar contigo, eso es peor, créeme —le
advirtió, sujetando su mano y quitándosela de la nalga.
—Eh… ¿Qué haces? Somos novios, es mi derecho
legítimo tocarte las nalgas cuando quiera —se las sujetó
de nuevo, pero con ambas manos, apretándolas con fuerza para
que no pudiera sacarlo.
—Pero no si piensas en otros… u otras… No soy
esa clase de novio, ¿eh? —lo miró serio de nuevo,
aunque rodeando su cuello esta vez —Ni los mires.
Steiner se rio, mirándolo a los ojos y subiendo una mano
por su espalda, aunque no dejaba sus nalgas con la otra.
—Sólo estás tú aquí. ¿A
quién quieres que mire?
—A nadie, me refiero a cuando no estamos solos o peor aún,
cuando tú estás solo —aclaró sin dejar
de mirar sus ojos.
—Pues no me dejes solo —le apretó las nalgas
suavemente, dibujándolas con los dedos —. Te quiero,
¿sabes?
—Yo a ti —sonrió con más suavidad, dejándose
llevar por su mirada y sus gestos. Por supuesto que le creía,
de todo corazón, era por eso que le asustaba.
—Si hubieras sido tú el que estaba ahí abajo…
—subió las manos a su cintura. Se le quitaban las ganas
de meterle mano, sólo de pensarlo.
—¿Qué hubieras hecho? —le preguntó,
seguro de que no podía hacer más, había sido
el héroe del día en realidad.
—Les hubiera pedido que te llevasen con ellos y me habría
quedado a esperarlo —le dijo serio, y la verdad es que no
fanfarroneaba para nada. Tampoco le ponía orgulloso, pensar
en que matar a alguien le costaba tan poco, aunque fuera un hijo
de puta.
—No lo hubiera permitido, no me hubiera ido sin ti. Además…
si hubiera sido yo, nunca me hubieras conocido —le recordó
recostándose sobre su pecho.
—Es igual… pongamos que sí. Eres un cabezota
—sonrió un poco, alzando una ceja y estrujándole
la cintura con las manos —. Entonces, querrás vengarte
de ese tío, ¿no?
—Sí, eso sí —sonrió de manera
maldita, volviendo a alzar la cabeza para mirarlo —. Definitivamente.
Tú también, ¿verdad?
—Claro, además… siento que si no lo hacemos,
él no va a quedarse de brazos cruzados. Me llega con que
hayan tratado de matar a mis amigos una sola vez. Pero mejor será
que no les hablemos mucho de ello, porque no creo que les guste
la idea.
—¿No? ¿Ni siquiera a Bronco? Parece haber formado
un lazo muy fuerte con Jiken, ya es extraño ver a Jiken confiando
tanto en alguien —sonrió apartando el cabello de su
frente.
—A Bronco sí. Hablaba de Ageha, porque siempre me
riñe, y además… se asusta fácilmente,
y de papá oso. Definitivamente a él no —lo miró
a los ojos, pensando en la de veces que había dicho lo de
llamar a la policía.
—No lo llames así —se rio, recostándose
de nuevo, casi saltando sobre él —. El doctor Crawford
quiere mucho a Jiken, creo que tampoco se quedará tranquilo,
aunque… seguro intentará hacerlo por lo legal.
—Claro está… “Será mejor que llamemos
a la policía” —lo imitó, cogiendo un móvil
imaginario y poniendo expresión de dignidad, aunque a él
le quedaba teatral —. Es un oso, ¿no? Seguro que por
las noches va a bares de osos… con ropa de cuero.
—Claro que no, no digas eso. Ni siquiera sabía que
era gay —le dio en un brazo, aunque riéndose en bajito
—Además, Ageha no parece un oso.
—No, Ageha es un gatito. En Japón a los pasivos les
llaman gatos —susurró, sonriendo y tocándole
el cabello con las manos.
—¿Sí? Y tú sabes mucho de eso, ¿no?
—lo miró con sospecha, suspirando luego —¿Tú
qué eres?
—¿Yo? Yo un hunter —se rio, sujetándole
la cara con las manos —y tú mi presa.
—Eh, yo no soy la presa de nadie, te voy a morder de vuelta
—lo amenazó, mostrándole los dientes y riéndose.
—Qué bien, me pone cachondo… —sonrió,
besándolo y volteándose sobre él de pronto,
sujetándole el cuello con los dientes él.
—Agh, no me muerdas en serio… —se quejó
Lowe, ligeramente nervioso y sujetándolo por los brazos.
Podía parecer estúpido, pero necesitaba de ese juego,
se estaba relajando sin darse cuenta.
—Te gusta… —le mordió, lamiéndole
el cuello y succionando su piel antes de besarlo otra vez —¿No
decías que no eras mi presa?
—No jodas, shhhh… —le cubrió la boca,
quitando la mano luego sólo para besarlo él, silenciándolo
así.
—¿Qué no joda? —susurró contra
sus labios, mordiéndole el inferior y apoyándose en
los codos para apretar las caderas contra las suyas —Hum…
—Él ya lo tenía más que claro, a eso
iba.
—No hagas hum… —sonrió enrojeciendo y
entrecerrando los ojos, mientras sujetaba su cabello negro con las
manos, recogiéndolo detrás de su cabeza.
—Hago lo que me da la gana… —se rio, besándolo
de nuevo por el cuello y pegándole mordisquitos todo el tiempo.
Bajó los brazos y le sujetó las rodillas, abriéndole
las piernas para poder meterse entre ellas. Se empujó contra
él, su sexo erecto contra el del rubio.
—Hum… —lo imitó Lowe, aunque no lo había
hecho a propósito. Estaba rojo y excitado, por eso cerró
los ojos para ocultarse un poco. No quería ni pensar en si
era insensible hacerlo en ese momento, sólo quería
perderse en Steiner y dar rienda suelta a lo que ambos deseaban.
Sus manos le apretaban las nalgas ahora, alzándolo un poco
del colchón. Se sacó la camiseta y luego a él,
sujetándole los brazos para que lo tocase.
—No tienes que esperar a que te dé permiso, ¿eh?
—lo incentivó, aunque no lo miraba, estaba besándole
el pecho y mordisqueándole los pezones.
—Shhh… —lo riñó el chico, enrojeciendo
más y frunciendo el ceño, empezando a bajarle la ropa
interior. Se estremeció al sentir su sexo caliente y pulsante
en la mano, comenzó a masajearlo, mientras abría los
ojos para mirarlo ahora que estaba ocupado.
Steiner se había detenido unos instantes a disfrutar de
su forma de tocarlo y lo besó, metiendo la mano por dentro
de su ropa interior para tomar su sexo también.
Se apartó para sacársela, besándole el abdomen
y lamiéndoselo. Sintió el sabor del líquido
preseminal cerca de su ombligo y pasó la lengua por encima,
tocando su sexo y recorriéndolo antes de metérselo
en la boca.
Las caderas del rubio se alzaron con un estremecimiento, y se las
sujetó con las manos, apretándolas.
Las manos de Lowe bajaban ahora por la espalda del moreno, arañándolo
con suavidad. Volvía a tener los ojos cerrados y estaba gimiendo
quedamente, tratando de contener el sonido. Dios, realmente era
un experto en eso, lo estaba envolviendo con la lengua de una manera
que lo volvía loco, y mejor ni se preguntaba cuánta
práctica habría tenido.
Los labios del moreno apretaban su sexo y lo besaban antes de metérselo
en la boca de nuevo, una y otra vez. Pocas veces había disfrutado
tanto de hacer una felación.
Se apartó un poco y besó sus testículos, lamiéndolos,
succionándolos y rozándose la cara con el vello rubio
en su pelvis antes de alzarse con los brazos para mirarlo, tras
dejar que cayese en el colchón de nuevo.
Subió entre sus piernas, que pronto se cerraron alrededor
de sus caderas. Sonrió y lo besó apasionadamente,
pasando la mano por uno de sus muslos.
—Date la vuelta… —susurró.
—Aún no —se quejó besándolo profundamente,
sintiendo el sabor de su propio sexo en sus labios, antes de girarse
como le pedía. De todas maneras giró la cabeza para
mirarlo de soslayo, excitándose y poniéndose nervioso
por no poder verlo bien. Su sexo pulsaba contra las sábanas
y el chico movió las caderas rozándose para aumentar
el placer.
—Déjame que te enseñe lo que sé hacer…
—susurró Steiner, apretando su sexo contra una de sus
nalgas mullidas por el músculo. Le mordió la nuca
suavemente, apretándose sobre él y estrujándolo
contra el colchón. Con una mano le revolvió el cabello
mientras se erguía un poco, bajando por su cuerpo y deslizando
la lengua por su columna hasta llegar al nacimiento de sus nalgas.
La mojó dentro de su boca de nuevo y la deslizó entre
ellas hasta llegar a su ano, donde la empujó profundamente.
Sujetó con fuerza sus caderas y las alzó del colchón,
moviéndolo contra su rostro.
—Ahhh…. —Lowe gimió en voz alta sin poder
controlarse y se cubrió la boca luego con una mano, aunque
no dejaba de estremecerse y moverse buscando más contacto,
estaba ardiendo.
Steiner mordisqueaba sus nalgas ahora, apretando más en
ocasiones. Le dio con ambas manos en ellas, y luego las frotó,
enrojeciéndolas un poco, volviendo a jugar dentro de ellas,
mientras con una mano se ocupaba de su propio sexo.
Subió sobre el rubio, apoyándolo entre sus nalgas
y ayudándose con una mano a penetrarlo. Estaba apretado,
mucho, le costaba entrar incluso. Cuando por fin lo hizo soltó
un gemido contra su nuca, y metió la mano bajo sus caderas
para tomar su sexo.
—Ah… Steiner… —Lowe sujetó aquella
mano como impulsado, pero aflojó el agarre enseguida, en
vez detenerlo dejándose llevar por su movimiento, sintiéndolo
de aquella manera también. Su sexo pulsaba humedecido y goteando
sobre las sábanas, mientras que sus nalgas apretaban al moreno
todo lo que podía dentro de sí, succionándolo,
pidiéndole más. Jamás había hecho el
amor de esa forma.
Steiner se movía sobre él, besándole el cuello
y mordiendo sus músculos tensos. Subió la mano desde
su sexo a su abdomen bien dibujado. Nada le excitaba más
que eso.
—Qué bueno estás… —susurró,
más que comunicándoselo, pensando en alto. Estaba
completamente ido por el placer. Ageha tenía razón,
no se creía capaz de cansarse de eso.
Se irguió para ponerse de rodillas tras él, y bajó
las manos por sus ingles, acariciándoselas y tocando sus
testículos. Los masajeó, sus caderas chocando contra
las nalgas del rubio y provocando un sonido fuerte que opacaba los
gemidos de ambos. Sujetó sus brazos desde atrás, alzándole
el pecho de la cama, no sin esfuerzo, hasta que su espalda chocó
contra su pecho sudado. Con una mano en su pecho, y la otra en su
cuello, le hizo girar la cara para besarlo.
De soslayo observaba el espejo en el armario empotrado, la forma
en la que su espalda se curvaba, con las nalgas apretadas contra
sus caderas, y los hombros contra su pecho. Y qué erguido
estaba su sexo, bajó la mano desde su cuello hasta él,
mientras el rubio se sujetaba al brazo que le rodeaba el pecho.
Lo vio, y lo sintió estremecerse cuando lo tocó de
nuevo. Movió la mano arriba y abajo sobre él, con
su lengua lamiendo la de Lowe.
Los ojos del rubio se dirigieron al espejo por un momento, mirando
sus reflejos de soslayo y desviando la mirada de nuevo, más
rojo y excitado aún. Deslizó una mano hacia atrás
para sentir las caderas de Steiner golpeando contra él, mientras
continuaba succionando su lengua, su sexo pulsando cada vez más,
sentía que se iba a morir si aquello continuaba por mucho
tiempo, era estremecedor.
Steiner respiraba agitado contra su boca, y le apretaba el pecho
como si fuera a escaparse. Sus caderas se movían solas ya,
sin autodominio ninguno. Jadeaba mirando a sus ojos, y no le veía
un defecto, era como si estuviese en la cama con el hombre más
impresionante del mundo. Jamás se había sentido así.
Su expresión seria, de esfuerzo, se descompuso al sentir
las primeras sacudidas del orgasmo. El sexo de Lowe parecía
arder, y de todas formas él no aguantaba más.
—¡Lowe!
—Steiner… —jadeó el chico en respuesta,
frunciendo el ceño por el placer y bajando la voz contradictoriamente.
Se inclinó un poco hacia delante, apretando el brazo que
aún lo masajeaba y dejándose llevar.
El moreno se inclinó tras él también, cubriéndolo
con su cuerpo y mordiéndole el cuello en parte para contener
los gemidos, pero lo embistió una vez más, a pesar
de que el placer ya era incluso demasiado, al ver su reacción.
Su mano se había cubierto de semen, y las sábanas
estaban mojadas, su sexo seguía dentro del chico, pulsando
suavemente ahora, liberando por completo todo en su interior.
Bajó la mano despacio, y le acarició los testículos
con suavidad, besándole el cuello.
Lowe bajó la cabeza, aún jadeando ligeramente y
sintiendo que se iba a caer hacia delante. Sin embargo, alzó
el brazo para tocar el cuello de Steiner, entrecerrando los ojos.
—Seguro que ahora puedes dormir, churri… —susurró
contra su mejilla, sonriendo un poco, aunque no por la broma, por
lo que sentía por él. Se echó hacia atrás,
llevándolo con él mientras se sentaba sobre sus propias
piernas, descansando un momento, y rodeándole el pecho todavía.
—No me llames… churri —contestó cansado
y seguro de que tenía razón. Sonrió acomodándose
un poco y sujetando sus brazos.
—¿Por qué? —sonrió, riéndose
suavemente y rodeándole el abdomen también —¿prefieres
corazón, cariño?
—No, prefiero Lowe —se rio por la insistencia del moreno
y se movió entre sus brazos —. ¿Quieres que
te llame amor, o dulzura?
—Amor me gusta, pero sólo en privado… —bromeó,
estrujándolo un poco —No sé si es un buen momento
para decirte que… me llamo David.
—Dios… bueno… sí, supongo… —contestó
enrojeciendo al pensar que hasta ahora no se le había ocurrido
que Steiner fuera sólo su apellido —¿Mucho gusto,
amor?
Steiner se rio, y se tiró en la cama con él de pronto,
abrazándolo y observando sus ojos fijamente.
—Qué horror, no me llames así. ¿Sabes
que… me siento…? No sé cómo.
—¿Feliz? ¿Satisfecho? —(¿Enamorado?),
pensó finalmente sin atreverse a mirarlo.
—Te quiero… —sonrió, deslizando la mano
por su hombro —Te vas a arrepentir.
—Por supuesto que no, no me hagas arrepentirme, idiota —le
dio suavemente con la palma de la mano, enrojeciendo de nuevo y
murmurando —. Yo también… te quiero.
Steiner le pasó la mano por el cabello, apartándoselo
de delante de la cara.
—Lo intentaré…
—Lo lograrás —le aseguró sonriendo y
cerrando los ojos contra su pecho. Se sentía sumamente relajado
y feliz, ni siquiera podía sentirse culpable por aquello.
Simplemente quería estar con él y creer en que eso
funcionaría.
—Sí, yo creo que sí… —torció
un poco la boca en una sonrisa, pensando que Ageha le iba a decir
cosas como “¿lo ves?”. Lo tapó con las
mantas y besó sus labios una vez más —Duerme
un poco o me divorcio.
—Idiota —se quejó de todos modos el rubio, aunque
ya iba quedándose dormido.
—Churri… —susurró con los ojos cerrados,
y una sonrisa en los labios.
*****
Ageha se giró en la cama, recostándose sobre el pecho
desnudo de Don y sonriendo.
—Esto sí es comodidad, pero… estás tenso,
¿no?
—Preocupado. ¿Cómo no voy a estarlo? Alguien
ha intentado matarte, o a saber qué. Estamos ocultando a
una víctima y supuesto asesinado en mi casa. Steiner se ha
traído una escopeta a mí casa y… estoy muy preocupado
por Jiken —se tocó la frente, frotándosela un
poco.
—Creo que lo de la escopeta es lo de menos, y es un supuesto
suicida —le recordó, alzándose un poco para
mirarle la cara. No iba a decir que no lo comprendía, pero
estaba demasiado feliz de encontrarse allí de nuevo, sano
y salvo entre sus brazos —. Hablarás con Jiken mañana,
de todos modos creo que ahora sólo quería estar con
Bronco
—Sí, ya lo he visto. Los he visto a ambos, y no creo
que sea una buena idea. Aunque no lo sé, tal vez estoy malinterpretando
las cosas, ¿no? —lo miró, preguntándose
si Bronco sólo estaba siendo paternal, ya que a él
le seguía pareciendo… un hombre profundamente enamorado,
con una ansiedad por proteger a la persona amada, increíble.
—No lo creo, pero tampoco creo que sea algo malo ahora que
sé que Jiken está vivo. Bronco es… Bronco es
entregado y cariñoso. En realidad me preocupa más
Jiken —suspiró, pensando en que si sólo se estaba
aferrando a él por miedo, lo lastimaría terriblemente.
—Jiken está… no está pensando claramente,
y tal vez pueda estar dándole a entender las cosas como no
son. O tal vez piense que se lo debe… No lo sé. Creo
que es una idea terrible —bajó la mano, apoyándola
sobre la espalda de Ageha.
—¿Preferirías que estuviera solo en este momento?
Ya lo sé, también me preocupa, pero debemos darles
tiempo, ¿no lo crees?
—Claro, pero eso no va a hacer que deje de preocuparme.
Tú has preguntado —se quejó.
—Lo sé, pero… no sé. Eres mejor en esto
que yo —se rio porque así era, acariciando su pecho
con un dedo —. ¿Sabes una cosa? Cuando escuché
tu voz, dejé de pensar en algo que no fueras tú.
—Debí bajar, pero alguien debía quedarse a
vigilar la puerta, y… Dios, no quería tener que matar
a alguien. No dejaba de decirles que deberíamos haber llamado
a la policía —miró al techo, suspirando
—Pero si hubierais llamado a la policía, todos habríais
estado en problemas. Además habrían necesitado hablar
con el dueño de la cabaña, buscar una orden luego.
¿Comprendes? —le preguntó, mirándolo
sin moverse —Y creo que deberíamos dejar que Jiken
decida si les avisamos o no.
—Hasta cierto punto. Habrá que hacerlo tarde o temprano.
No puede ser un fantasma el resto de su vida, y luego tendremos
que afrontar las consecuencias de haber encubierto esto. Así
que no, no es decisión suya exclusivamente.
—Pero aún no sabemos qué ha sucedido. Es posible
que esté implicado en algo. ¿No quieres que vaya a
la cárcel luego de todo lo que ha pasado, verdad? —suspiró
pensativo —Bueno, tienes razón, no podemos dejar a
quien sea libre.
—No, y ese chico de ahí arriba —le dijo señalando
al techo —, tiene una escopeta de no sabemos quién
en su posesión —se sentó, incómodo ya
—. Y el hecho es que ellos no van a quedarse de brazos cruzados,
vendrán a por nosotros.
—¿Eso crees? ¿No tendrán miedo de que
los descubramos? —preguntó con un deseo infantil en
su mente de que así fuera, pero no era tan ingenuo —Querrán
deshacerse de la evidencia. Entonces, yo me siento agradecido porque
Steiner haya traído la escopeta. Puedo ser muy flexible,
pero no es por mi entrenamiento en artes marciales.
—No me desconcentres cuando intento pensar en cosas serias…
—sonrió un poco, pegándole una nalgada.
—No te desconcentres tú, no es mi culpa —se
rio, subiéndose un poco sobre su cuerpo y mirándolo
a los ojos —. Jiken estará bien, lo protegeremos y
tú también. Además, nunca has visto a Steiner
cuando entra en modo de acción. Bueno… sí lo
viste ahora que lo pienso.
—Te quiere mucho… —le dijo serio, pasándole
las manos por la espalda —Cada vez siento más cariño
por Lowe.
—No haremos un threesome —le advirtió en broma,
besándolo con suavidad —Lowe parece respetarte mucho.
No te preocupes, Steiner está enamorado.
—Lo sé…, pero yo también, por eso estoy
en mi derecho de preocuparme —frunció el ceño,
subiendo las manos por su espalda y masajeándosela informalmente
—. ¿Has hecho uno alguna vez?
—¿Para qué necesitas saber eso? —sonrió,
sintiendo aquellas aguas peligrosas y bajando un poco la cabeza
—De ahora en adelante sólo me acostaré contigo
—susurró, besándole el cuello.
—Así que lo has hecho… —sonrió
al pensar en su infantil modo de tratar de escaparse de la confesión.
La verdad es que no podía evitar preocuparse, pero también
hacía tiempo que había dejado de creer en esas dos
palabras mágicas: “para siempre”.
—Es igual, ya sabes cómo era —sonrió
de manera dulce, mirándolo —. No te enfadas por el
pasado, ¿verdad? Ahora soy todo tuyo.
—No me enfado —lo miró también, pasándole
la mano por el cabello —. Creo que no puedes haber hecho nada
más “exótico” que mi ex.
—¿Qué hizo tu ex, eh? ¿Una orgía
o algo así? —le preguntó asombrado, dejando
de sonreír por un momento.
—Orgías, intercambios de pareja, prostitución,
drogas… nada fuerte por otro lado. Sólo para ponerse
un poco… —se frotó la frente por un momento,
respirando profundamente al pensar en eso —No cuando estaba
conmigo, pero… Todo eso lo sé, porque era mi paciente
antes de ser mi amante.
—Ya veo, porque mi próxima pregunta iba a ser “¿En
dónde conociste a ese tío?” —sonrió
un poco, besándole el cuello de nuevo, como para quitárselo
de la mente —Yo no necesito esas cosas, sólo te necesito
a ti.
—Eso espero, porque yo no comparto, y casi nos matamos cuando
me enteré. Tú no estás en mi misma liga…
—bromeó, haciéndole ver que ya no tenía
importancia ninguna para él —Sólo pienso en
él cuando recuerdo algo malo, te lo aseguro.
—Menos mal, porque yo tampoco comparto. Bueno, lo hacía,
pero soy malo haciéndolo y luego me quiero vengar —se
rio, mirándolo a los ojos de nuevo, realmente era sumamente
atractivo, no comprendía cómo no era más cotizado.
Claro, era por culpa de vivir en ese pueblo, pero mejor para él.
Don se rio, pensando que no podía permanecer exteriormente
preocupado por mucho tiempo. No cuando estaba con él.
—Eso me gusta… eres un poco infantil, Ageha. ¿Lo
sabías?
—No, ¿lo soy? Nunca me han llamado eso, pero si te
gusta… —lo besó en los labios con suavidad, riéndose
en bajito —Yo creía que era maduro.
—Lo eres, pero tienes esa frescura que otros no. No me refiero
a que seas un niñato.
Le agradaba su risa, su cuello fino y la forma de sus hombros
suaves.—No quiero que te vayas —le dijo serio, sincero.
Incluso si le daba un miedo terrible —. Quiero que te quedes
aquí conmigo.
—Yo no quiero separarme de ti, pero no lo sé…
Tengo mi empleo y me gusta —se enserió, pensando en
eso —. ¿No es posible que vengas conmigo?
—Trabajo para el estado, no van a darme una plaza en la
ciudad sólo porque la solicite. Ojalá fuera tan simple
—le tocó el brazo con los dedos, pensando que luego
de esto se iría. Bueno, ya lo sabía, esa era la realidad
—. Olvida que he dicho algo.
—Claro que no, es importante. Tal vez… Tal vez pueda
hacer algo. Después de todo, Steiner casi nunca está
en la oficina y casi todo mi trabajo es en el ordenador—ofreció,
aunque pensando en que Bronco se sentiría solo.
—No, no puedes dejar toda tu vida simplemente. Las cosas
no funcionan así, luego hay rencor, y con cada piedra que
tropiezas… culpas a ese cambio de ella. Vernos los fines de
semana, tampoco es una solución… por eso pienso que
es mejor no hablar más de ello —le tocó la cara,
haciendo que lo mirase.
—Puedes decir lo que quieras, Don, pero encontraré
la manera. No voy a desaparecer de tu vida, ni quiero que esto se
pierda. Moriría por dentro —le aseguró, recostándose
de nuevo sobre su pecho y aferrándose a él.
Nunca había estado tan enamorado como en ese momento, no
podía simplemente darle la espalda.
Don lo rodeó con suavidad, tocándole la nuca y tomando
aire profundamente.
—Ambos encontraremos la manera —le aseguró,
para que no pensase que él no sentía lo mismo, sólo
porque su manera de expresarlo fuera distinta.
—Sí —Ageha sonrió de nuevo al sentir
que no estaba solo en eso y subió, besándolo ahora
profundamente y pasando las manos por su cabello oscuro.
—Te amo —le dijo Don al romperse el beso, mirándolo
a los ojos.
—Yo te amo a ti —Ageha sonrió más, volviendo
a recostarse sobre su pecho y murmurando casi para sí —.
Todo irá bien.
—Sí, todo irá bien —mientras ambos lo
deseemos, se dijo, pensando que él lo deseaba realmente.
Era sencillo tranquilizar a Ageha, o tal vez lo era para él,
como a la inversa.

Continua leyendo!
|