Capítulo 11
In here
Parte I
Lunes, febrero 1
A las once, luego de hablar por la noche con Ageha, y por la mañana
con Bronco; ya lo tenían todo preparado para la sesión
de guija. Steiner se bajó de su moto y llamó al timbre
del piso del rubio tres veces.
—Baja, amor —le dijo según descolgó.
Lowe frunció el ceño, colocándose la desgastada
cazadora y contestándole
—Ya bajo, sin sobrenombres.
El moreno se rio, y se apoyó contra la pared, esperando
por él y mirándose una mano antes de morderse una
uña. Esperó a que saliese y le dio en las nalgas.
—¿Listo?
—No hagas eso —se quejó, cubriéndose
y asintiendo luego —. Listo, claro. ¿Tengo que llevar
algo?
—Ese culito sexy… —se rio sólo porque
estaba contento de verlo, aunque era una idiotez. Lo había
visto hacía nada. Se subió a la moto y esperó
por él,
—Deja la tontería —se volvió a quejar,
subiéndose a la moto y sujetándose nervioso de su
cintura, aunque sonrió finalmente ya que era imposible que
lo viera en esa situación.
—Pero es sexy —le repitió, ignorando su mal
genio y dirigiéndose hacia la pensión, aunque tampoco
se iba dando mucha prisa —. ¿Estás nervioso
por eso?
—Sabes que sí —contestó, decidiendo no
responder a lo otro y entrecerrando los ojos.
—Igual se te había pasado… —le tocó
las manos un momento, tirándole de una para que lo abrazase
más.
—Estoy bien así —protestó, aunque de
todos modos se había sujetado con más fuerza —.
No se me va a pasar hasta que sepa algo.
—Tú mismo… —sonrió, avanzando por
la despoblada calle de pueblo hasta la pensión.
Aparcó la moto cerca de la puerta y esperó a que
el chico se bajase para seguirlo.
—Tú te ves entusiasmado, realmente te gusta esto,
¿no? —lo miró, quitándose la cazadora
ahora y atándosela en las caderas ya que no hacía
tanto frío.
—Eh… no, no me gustan mucho las sesiones de guija…
—se rio, aunque le había dado un poco de vergüenza,
(y eso sí que era raro), ya que se había sentido evidenciado.
Llamó a la puerta del cuarto de Bronco, y este les abrió
en pocos segundos.
—Ho… hola —saludó Lowe mirándolo
a los ojos, aun sintiéndose un poco culpable.
—Hola, estábamos esperando. ¿Todos listos?
—preguntó Ageha sonriendo y poniéndose de pie.
—Sí —Steiner pasó también y se
sentó en el suelo, ya que no tenían suficientes sillas
y habían pensado que sería mejor así.
Bronco le tocó la cara al rubio, pensando que estaba nervioso
por la sesión, y luego fue a sentarse también, ya
que él como sensitivo, era el más apropiado para ser
el máster.
Lowe lo siguió con la mirada, nervioso incluso por aquel
contacto y fue a sentarse al lado de Steiner, con Ageha del otro
lado.
—¿Cómo hacemos esto? ¿Ponemos las manos
en el tablero todos o qué hacemos?
—No, llega con estar aquí, y las preguntas puede hacerlas
cualquiera. Yo me ocupo —le dijo Bronco, mirándolo
un momento y esperando a que todos estuviesen centrados para comenzar.
Colocó la mano por encima y esperó —. Jiken,
¿estás ahí? —preguntó el primero.
“Sí”, fue la respuesta.
—¿Jiken? ¿Jiken, en dónde estás?
¿Qué está sucediendo? —preguntó
Lowe, sintiendo la mano de Ageha en su muñeca.
—Tranquilo… haz preguntas más específicas.
Sin embargo, el tablero contestó sencillamente “Estoy
aquí”.
—No es verdad… —Bronco se quedó mirando
el tablero —No eres Jiken. ¿Cuántos años
tienes? —preguntó ahora, le parecía imposible
que estuviera allí y él no lo sintiese.
“Ninguno”, fue la respuesta.
—¿Cómo que no es Jiken? —preguntó
el rubio mirando a Steiner y pensando en lo que le había
dicho la noche anterior —¿Estás con Jiken?
“Soy Jiken” contestó insistiendo.
—A veces pasa —le dijo Steiner.
—No, no lo eres… —Bronco apartó la mano
y cerró los ojos, acercándola de nuevo y tratando
de concentrarse en contactar con él. De aquel modo debería
ser más fácil, ¿no? ¿Por qué
no les contestaba?
Lowe se estremeció de pronto, sintiendo un viento frío
y mirando hacia la ventana. No estaba cerrada, pero no había
hecho tanto frío cuando llegaron.
—¿Bronco? Bronco —Ageha llamó su atención,
ya que el moreno se había quedado mirando fijamente hacia
el frente de pronto.
—Espera… —le pidió Steiner, que sin embargo
no le gustaba nada ver esas cosas si envolvían a gente que
él conocía.
Bronco no se movía para nada, y de pronto apoyó
la mano donde antes para hablar.
“Ayuda” —escribió ante la mirada atenta
de los otros tres participantes —“Quiero que termine”
—¿Qué… quieres que termine? ¿Esta
vez sí eres Jiken, verdad?
“Sí, Lowe”—contestó como para que
comprendiera que decía la verdad.
—¿Te mataron? —le preguntó Steiner sin
pensárselo dos veces.
“Estoy muerto porque tenía que morir, fue mi castigo”
—¿Castigo? ¿De qué hablas?
Las manos de Bronco permanecieron quietas por un momento, como
si el chico dudase en responder, y de pronto volvieron a moverse,
indicando.
“Vino por mí, tenía que morir. Sólo
quiero que termine”
—Creo que está histérico, si es que eso es
posible —Steiner miró de soslayo a Ageha, que parecía
asustado o preocupado. Tal vez una mezcla de ambas cosas —.
¿Qué podemos hacer por ti?
“¿Destruidme?” —preguntó haciendo
que Ageha levantase la cabeza para mirar a Steiner.
—¿Cómo hacemos eso?
Sin embargo no contestó esta vez. Si eso no era un espíritu
confundido, entonces nunca había visto uno.
Bronco se movió, llevándose la mano a la frente,
como si hubiera leído aquel mensaje y no lo aceptase de ninguna
forma. Trataba de recuperar el control de su cuerpo.
—Déjame ir contigo —le pidió una vez más.
—No… —Steiner lo miró —Bronco.
—¿Estás loco? Bronco —le insistió
Ageha, extendiendo una mano hacia él, pero sin atreverse
a tocarlo, notando que su mano volvía a moverse hacia el
tablero.
“Gra…” —escribió antes de detenerse
una vez más.
—Jiken… —Bronco frunció el ceño,
y le dio un puñetazo al suelo antes de levantarse.
Steiner había alzado una ceja y se quedó mirando
a Ageha como dejándoselo a él.
—Bronco… Tranquilízate, ¿estás
seguro de que ese sí era Jiken, verdad? —lo rodeó
con los brazos, como protegiéndolo —No quiere llevarte
con él, debe ser porque…
—Porque no quiere hacerle daño —finalizó
Lowe, que permanecía mirando el tablero como si le fuera
a decir algo más de un momento a otro. Seguía siendo
un idiota incluso muerto, ¿por qué no había
podido decirles lo que le sucedía?
—No va a hacerme daño, sólo son visiones —se
quedó quieto entre los brazos de Ageha, apartándose
un poco después y arrodillándose en el suelo de nuevo,
para mirar a los ojos al rubio —. ¿Sabes en dónde
hay un lago por aquí? —le preguntó de forma
urgente —En el bosque.
—Sí, sé en dónde está, pero…
¿por qué? ¿Vio un lago? —le preguntó,
sintiéndose contagiado de su urgencia.
Después de todo, ahora sentía que tenía que
ayudar a Jiken más que nunca.
—No me hables de usted —le dijo de pronto, levantándose
y sujetando su mano —. Vamos, llévame allí.
—Che, che… alto. Yo también voy —Steiner
sujetó el brazo del rubio para que no se lo llevase así.
—No hace falta una excursión… —protestó
Bronco, que obviamente tenía prisa, aunque la situación
no había cambiado.
—Sí hace falta, porque ni tú ni él parecéis
estar pensando con claridad —Ageha se puso de pie, cruzándose
de brazos —. Vamos todos.
—Es igual, vamos ya. Jiken está sufriendo —se
quejó Lowe, tirando de ambos hacia la puerta.
Bronco salió, negando con la cabeza y apresurándose
hacia el coche. Steiner le echó una mirada a Ageha y esperó
con él mientras cerraba la puerta.
—Esto no me gusta —casi susurró en su oído.
—A mí tampoco, pero no creo que podamos disuadirlos
—se encogió de hombros, mientras Lowe los llamaba.
—¡Apresuraos!
—Ya, pero… joder, está muerto. ¿A dónde
coño estamos yendo y de qué coño nos sirve?
Como se pongan muy histéricos se lo voy a decir —le
advirtió, sujetándole la cintura mientras bajaban
las escaleras.
—Lo sé, ¿crees que voy a dejar que le pase
algo a Bronco? —suspiró, pasándose una mano
por el cabello —Ni siquiera él mismo sabe lo que quiere.
—Ya, pero no lo demonices… —se rio porque ya
sabía cómo se ponía cuando se trataba de alguien
que quería.
Los otros dos ya estaban en el coche, Bronco delante y el rubio
detrás, ya que el sitio de delante lo reservaba para Ageha
además.
—Pues que tenga cuidado y lo ayudaremos —sonrió
un poco, pasando al asiento delantero con toda naturalidad.
—Vamos —Bronco encendió el coche enseguida,
yendo en la dirección que Lowe le había explicado
mientras los otros dos bajaban. Estaba fumándose un cigarro,
como siempre que estaba concentrado, y no dejaba de pensar en lo
que había dicho el chico de no querer hacerle daño.
No se lo hacía, no dejaba de repetirse mentalmente que lo
dejase ayudarlo. Más tenso no podía estar.
—Sabéis que no vamos a encontrarlo ni nada así,
¿no? —les preguntó Steiner, aunque sin ánimo
de hacer daño.
—Es igual, no vamos a hacer lo que nos pidió de todas
maneras —contestó Lowe, mirando a Bronco luego, ya
que se sentía apoyado por él —¿No es
así? No sé en qué está pensando, pero
hay algo que no nos dice.
—Creo que sólo está asustado, y quiere que
eso termine. Y no, no vamos a hacer lo que nos pide, vamos a tratar
de saber la verdad de lo que sucedió, y a explicársela
para que comprenda y deje de… tener tanto miedo —Bronco
conducía mirando adelante fijamente —. No vamos a abandonarlo.
—Tampoco queremos que te mueras tú para arreglarle
a él las cosas —Steiner se apoyó en el marco
de la ventana, resoplando.
—Eso es lo que digo yo. Ni siquiera él quiere eso,
piénsalo, Bronco —lo apoyó Ageha, mirándolo
con tranquilidad, pero tenso por dentro.
—Nadie dice que vaya a morirme por agotarme y sangrar por
la nariz, ¿no? —el moreno frunció el ceño,
mirando a Ageha de soslayo —Estoy bien, pero no puedo quedarme
de brazos cruzados ni ser pasivo con esto. Sólo nosotros
podemos ayudarlo, y si no lo hacemos… ¿en qué
nos convierte?
—No he dicho que no lo ayudemos, pero deja de pedirle que
te lleve con él, y además no sé…. No
soy médico —Ageha sacó su teléfono móvil
marcando el número de Don, para dejarle un mensaje de texto.
Quería que supiera en dónde estaba por si acaso.
—Ya os dije que Jiken no le hará daño, no es
egoísta ni… —Lowe suspiró, mirando al
camino —Es por eso que no termina de decirnos lo que le sucede.
Siempre estaba ocultando cosas para que no me preocupara.
—Pues no le sale muy bien lo de no preocupar ahora…
—protestó Steiner, que no se fiaba nada de Bronco,
también era un especialista en ocultación.
—Es por aquí, ¿verdad? —los interrumpió
este para dirigirse a Lowe.
—Sí, por allí, ese camino —le señaló
el rubio, escudriñando el lugar como si Jiken fuese a salir
de cualquier esquina para guiarlos.
—¿Has venido a este lugar con Jiken, Lowe? ¿Te
dijo algo? —le preguntó Ageha, girándose un
poco y decidiendo que no ganaban nada con reñir a Bronco.
Lo mejor era intentar ser de utilidad.
—No, todo el mundo conoce el lago, es todo, aunque no suele
ser frecuentado en esta época.
—Con las ganas que tenía de darme un baño…
—ironizó Steiner, recostándose en el asiento
mientras Bronco aparcaba.
Salieron del coche enseguida, siguiendo a pie el camino, en parte
porque Bronco iba delante, guiándolos cómo si fuese
capaz de recordar algo. Le pitaba una oreja y cerró los ojos
por un instante visualizando unas manos que sujetaban las de Jiken,
llevándolo por aquel camino de noche. No lo veía a
él, sólo sus manos como si fueran las propias, y las
manos que las sujetaban. Llevaba unas cintas blancas en las muñecas
y recordó aquella visión.
—¿Bronco? —Steiner lo hizo abrir los ojos —No
deberí...
—¡Estoy bien! —se soltó, continuando delante
de ellos.
Ageha frunció el ceño, acelerando el paso, aunque
sin decir nada. A diferencia de aquel otro camino, este estaba libre
de obstáculos, limpio casi.
—¿Qué ves? —preguntó Lowe, sintiendo
el aguijón de la culpabilidad, pero necesitaba saberlo.
Para Bronco, aquella visión volvía a definirse, las
manos atadas con la cinta blanca, los pasos tambaleantes del chico.
No era una visión muy clara y la razón era que los
ojos de Jiken tampoco lograban definir muy bien las formas. Las
cosas se veían etéreas, casi mágicas a su alrededor,
incluso el camino parecía ondular levemente como si se tratase
de tela en lugar de tierra.
—Alguien lo llevaba por aquí, lo llevaban atado y…
creo que drogado… —Bronco estaba mareándose,
pero no les dijo nada al respecto. Los instantes de realidad y visiones
eran como flashes violentos que a veces le dificultaban caminar
correctamente.
Bajó por una cuesta que se desviaba del camino principal,
un sendero muy estrecho y lleno de ramas de árboles. Las
apartó con la mano de cualquier manera, haciéndose
sitio.
Cuando los demás llegaron abajo, vieron el lago desde allí.
No era el camino principal, que daba a una especie de embarcadero.
No, era simplemente una de las orillas.
—¿Estaba aquí? —preguntó Steiner.
Bronco apenas lo escuchó, estaba viéndolo de nuevo.
Sus pasos hundiéndose en el barro, y notó que estaba
descalzo. No pudo evitar echarse un paso atrás al ver una
especie de cara totalmente negra y borrosa. No parecía humana,
o al menos esa había sido la percepción del chico.
—¿Qué sucede? —pregunto Ageha sujetándolo
por los hombros, preocupado. Se sentía impotente. No podía
dejarlo solo, pero tampoco parecía poder hacer nada por él.
—Mirad —Lowe señaló hacia delante, había
un arbusto medianamente frondoso a un lado del camino, y algo de
madera sobresalía del mismo. Corrió hacia allí,
demasiado entusiasmado como para ser cuidadoso.
Steiner fue tras él mientras se quedaba Ageha con Bronco,
esperando a que se recuperase.
Ayudó a Lowe a apartar las ramas un poco. Había una
especie de balsa allí, con flores ya mustias atadas en los
bordes y algunas cintas de color hueso y negras.
—No lo toques… es mejor que no sepan que los estamos
vigilando.
Bronco y Ageha se aproximaron enseguida, y el mayor observó
aquella balsa sorprendido. Apoyó la mano encima y lo sintió.
Se arrodilló, tocándola y tocando las flores mustias.
Había una pluma negra entre las maderas y la sacó
de allí.
—Esto… es de la máscara de Jiken.
—Es cierto, lo vi en el dibujo —asintió Lowe,
aunque hubiese podido ser otra pluma de otra máscara, pero
¿cuáles eran las posibilidades?
—¿Estás seguro de que no sabes qué hacían
en esas reuniones, Lowe? —preguntó Ageha, pensando
que nunca había visto algo así. Bueno, en realidad
estaba pensando en las quedadas a las que iba cuando era adolescente,
tan sólo había cerveza, cigarrillos, y… definitivamente
nada ritual.
—No, yo creía que se emborrachaban. Supuse que Jiken
sólo iba a observar la naturaleza humana o yo qué
sé, para sus cuadros…
—No… no era lo que hacían… —Bronco
olió la pluma sin darse cuenta, pero sólo olía
a naturaleza y nada más —Alguien lo trajo hasta aquí
drogado, descalzo y atado… y lo dejaron flotar en el lago…
congelándose.
No, no estaba muerto entonces, en ese momento sólo estaba
congelado de frío. Se enderezó, apoyándose
en el árbol y entregándole la pluma a Lowe, seguro
de que tenía más derecho a quedársela.
El rubio la miró como si fuera algo extraño por un
momento y luego la sujetó contra su pecho. ¿Qué
le habían hecho a Jiken? ¿Acaso se había prestado
para eso?
Ageha le apretó un hombro, sintiendo pena por ese chico
y se agachó por ver si había algo más en el
suelo.
Bronco volvía a estar mirando hacia el lago, y se guardó
las manos en los bolsillos de la cazadora, concentrándose
en tratar de ver algo más. Recordó las lucecitas que
llevaban al lugar en donde estaba el chico. Lucecitas en el agua,
bajo la misma, ¿por qué?
Se sacó la cazadora y Steiner, que estaba mirando a Lowe,
alzó la vista un momento al ver el movimiento.
—¡No hagas eso! —apartó un poco al rubio
para sujetar a Bronco, pero el otro ya había echado a correr
tras sacarse las botas para lanzarse al agua.
Cerró los ojos mientras nadaba, tratando de recordar el
sendero y sumergiéndose.
—¡Bronco! —Ageha lo llamó, nervioso, pensando
en ir tras él y quitándose la cazadora ya, por si
acaso, mientras Lowe se inclinaba sobre el agua.
Por debajo de la misma, suaves ondas rodeaban a Bronco, guiándolo,
pudo ver la figura del chico, recogido sobre sí mismo y con
la cara cubierta por sus propios brazos, como esperando a que lo
rescatara.
Salió a la superficie a respirar, y se hundió de
nuevo, nadando hacia el fondo para tratar de llegar a él.
Estiró el brazo para tocarlo, pero desapareció, dejando
atrás un pequeño remolino en el fango. Hundió
la mano en el mismo, mirando a su alrededor, pero ya no estaba allí.
Salió a la superficie, limpiando lo que tenía en su
mano, sin comprender lo que era.
—¡Bronco! —Steiner estaba sujetando a Ageha por
si acaso, y se sintió aliviado al ver que Bronco ya regresaba
a nado.
Cuando salió del agua, se sacudió la cabeza un poco
y caminó hacia Lowe, abriendo la mano y mostrándole
lo que tenía dentro para ver si él sabía qué
era.
Los ojos del rubio se agrandaron enormemente al ver aquel pendiente
de plata con la forma de un dragón.
—Pero… pero…
—¿Qué sucede, Lowe? —le preguntó
Ageha, aunque ahora estaba usando su cazadora para secarle el cabello
a Bronco, quisiera o no.
—Es que… a Jiken lo enterraron con eso, lo llevaba
puesto, era uno de sus favoritos.
—No puede ser… —Steiner negó con la cabeza
—¿No tendrá dos o algo así? —le
tocó el brazo como para que reaccionase, mirando de soslayo
a Bronco mientras se sacaba la camiseta para ponerse la cazadora,
que al menos estaba seca. Estaba temblando de frio.
—Puede ser una especie de “aporte” o algo así
—susurró congelado, dejándose secar aunque molesto
—. Puede que él lo haya colocado ahí ahora,
como espíritu. Pero no sabemos por qué.
—¿Pero es eso posible? ¿Cómo lo sacó
de la tumba? —negó Lowe —No tenía dos,
lo sé, tenía muchos, pero ninguno repetido.
—¿Significaba algo en especial? Quizás se lo
regaló alguien…
—Sólo sé que era uno de sus favoritos, pero
creo que era por el diseño.
—Eso es posible —le aseguró Bronco —.
Los aportes pueden ser incluso piedras o… agujas dentro de
la boca de alguien, que desde luego no se las había tragado
—se apretó un poco con los brazos, congelado.
—Vamos a que ese se duche antes de que le dé una pulmonía
—les pidió Steiner, negando con la cabeza, aunque a
decir verdad, estaba bastante alucinado con todo eso. Le habría
gustado tomar unas fotos con su cámara, luego hablaría
con Lowe para regresar allí de noche.
—Sí, será lo mejor. Quizás deberías
dejarle eso a Lowe para que lo guarde —sugirió Ageha,
preocupado con que se obsesionase aún más, pero el
rubio negó con la cabeza.
—Jiken se lo dio a él, a lo mejor quiere decirle algo
o… puede ver algo más con eso.
—Gracias —le dijo el moreno, guardándoselo en
el pequeño bolsillo de los empapados jeans negros.
—Vamos —Steiner lo dirigió hacia la cuesta,
recibiendo un ceño fruncido como respuesta a sus cuidados,
que no le afectó para nada. Esperó a Ageha y lo miró
a los ojos —. ¿Vas a quedarte tú con él
o lo hago yo?
—Nadie, quiero estar solo —protestó escuchándolos.
—Pues estás de mala suerte —le advirtió
Ageha, susurrando luego —. Yo me quedo, tú ve con Lowe,
creo que te necesita.
El rubio carraspeó, como diciendo que había escuchado
eso, aunque miraba a otro lado.
—Siempre lo hace… —bromeó para calmarlo,
rodeándole los hombros y pegándolo a él, por
una vez, sin la intención de meterse con él.
—En serio, dejadme en paz. Sólo voy a darme un baño,
dormir, y comerme algo, y no necesito una niñera para eso.
Además, tú tienes que ver a tu novio, ¿no?
—le dijo Bronco a Ageha para disuadirlo —Ayer ya tuvo
que largarse por mí, al final me pondrá una vela negra.
—Claro que no, él me comprende… —se quejó,
aunque lo cierto es que sí lo estaba descuidando. Sujetó
las manos de Bronco, poniéndose delante de él y haciendo
que lo mirase a los ojos —Prométeme que no vas a hacer
ninguna locura, al menos no por hoy.
—No voy a hacer nada. Sólo lo que te he dicho. No
saldré de mi cuarto, ¿vale? —le besó
la frente y siguió caminando hacia el coche, sujetándolo
de la mano.
—¿A que parecen un matrimonio? —le preguntó
Steiner a Lowe.
Sí —asintió el rubio riéndose y cubriéndose
la boca.
Ageha se giró mirándolos.
—Escuché eso, parejita de tórtolos —contestó,
sonriendo al ver los colores cambiar en la cara de Lowe, y alejándose
detrás de Bronco.
—Y ahora mi abuela… —se burló Steiner,
hablando en alto y metiéndose con Ageha, aunque aproximó
al chico más a su cuerpo —Te invito a una pizza o algo
así.
—A ver si tu abuela tenía estas nalgas —le devolvió
Ageha sin embargo, riéndose de nuevo.
Parte II
Lunes, febrero 1
Don se levantó del asiento tras terminar de organizar las
últimas fichas de los alumnos con los que tenía cita
mañana, y las guardó en una carpeta para llevárselas
a casa y echarles un vistazo.
No había vuelto a saber de Ageha desde el domingo después
de irse de la pensión. No estaba preocupado a decir verdad,
al menos no por su integridad física, pero lo echaba de menos.
Prefería no llamarlo, no quería verse demasiado dependiente,
a pesar de que lo era. Llevaba mucho tiempo solo y ahora que no
lo estaba… no quería recordar la sensación de
silencio y quietud en la casa. Salió y cerró la puerta
con llave, pasándose una mano por el cabello.
Iba diciéndose todas esas cosas muy lógicas a su
parecer, cuando lo vio en el pasillo, caminando directo a la oficina.
Inmediatamente sonrió un poco y se aproximó a él.
—Don… —sonrió el asiático, yendo
a abrazarlo y deteniéndose, siempre se olvidaba de que no
estaban en la ciudad, y además estaba en su lugar de trabajo
—pensé que ya te habrías ido a tu casa, pero
no contestaste el teléfono. ¿Me acompañas a
beber un café?
—Claro…, pero no en esta cafetería —le
ofreció su brazo y se guardó la mano en el bolsillo
—. ¿Todo bien? —le preguntó, ya que enseguida
había empezado a notar sus gestos de preocupación.
—Supongo… tuvimos esa sesión y a Bronco se le
ocurrió ir al lago. Parece que ya había tenido una
visión con ese lugar —le empezó a explicar,
estremeciéndose un poco.
Cuando terminó de narrarle lo sucedido, Don todavía
estaba intentando buscar algo hábil que decir, sin parecer
crédulo. Aquellas cosas carecían de sentido para él,
y sin embargo sabía que esa gente no estaba mintiendo.
Dieron unos cuantos pasos más hacia la cafetería que
había cerca de la universidad, pero fuera del campus. Le
abrió la puerta, todavía reflexionando.
—No lo sé, es muy extraño, Ageha. Te creo,
y eso es lo peor en realidad.
—No lo es, sería terrible si no me creyeras ahora
—sonrió de nuevo débilmente —. Además,
decir que estoy preocupado por Bronco ya es poco. No estoy seguro
de lo que podamos hacer en este caso.
—Es difícil. No es un niño al que se le pueda
alejar del problema, tiene que querer hacerlo él, y no parece
dispuesto —se sentó frente a él en una de las
mesas próximas al escaparate y le echó una hojeada
a la carta —. En estos casos a veces es mejor fingir que colaboras
para que confíe en ti y al menos estar informado de todo
lo que hace. Si siente que tiene que esconder su… pequeña
obsesión para seguir adelante con ella… lo hará.
Eso es un problema —alzó la mirada y lo observó,
comprobando su reacción ante lo que le había explicado.
—Lo sé, es lo que intento hacer, pero eso no significa
que no me muera de miedo. Y no sólo es eso, a pesar de todo,
creo que lo comprendo. Me refiero a que comprendo sus ganas de ayudar
a Jiken, pero me sería más fácil hacerlo si
no estuviera obsesionado —le aclaró, mirando la carta
también y decidiendo que además tenía hambre
—. Incluso he pensado que la próxima vez deberías
estar con nosotros, eras su psicólogo, tal vez puedas notar
cosas que nosotros no.
—Está bien… estaré si es lo que quieres
—le aseguró —. Tal vez pueda ayudarlo a tomarse
las cosas con más calma también —miró
al camarero que acababa de llegar y le pidió un café
con leche y un trozo de pastel de arándanos y queso.
—Yo quiero un capuccino y… un pastel de fresa —le
pidió Ageha sonriendo encantadoramente hasta que se fue y
entonces mirando a Don —. Eso me encantaría. Por otra
parte, creo que tu paciente también lo necesita.
—Mañana tiene que venir a verme y hablaré con
él —lo miró a los ojos cruzando los brazos en
la mesa —. No lo llames así.
—Sólo era una broma. Lowe, sé que se llama
Lowe —se rio en bajito, tocándole la pierna con un
pie por debajo de la mesa —. Se deja llevar por la obsesión
de Bronco.
—Es natural, echa de menos a su amigo, y siempre ha pensado
que no se había suicidado. De pronto aparece alguien que
respalda de algún modo su teoría y… se convierte
en su aliado —se encogió ligeramente de hombros y dejó
sitio al camarero, apoyándose de nuevo en cuanto desapareció
con su tarjeta, ya que había aprovechado para pagar la cuenta.
—Lo comprendo, bueno, al menos él tiene a Steiner
para que lo cuide. Bronco no deja que lo vigilemos —sonrió,
suspirando y mirándolo a los ojos, sin siquiera notar que
había pagado —. Yo le creo, ¿sabes? Esto no
parece un suicidio por ningún lado.
—Bien, pues mañana por la mañana, cuando salga
de la universidad iré a comisaría a que me digan si
cabe lugar a otras posibilidades. Te recuerdo que… haya lo
que haya visto Bronco, su cadáver estaba en casa —cogió
un trozo del pastel de Ageha y se lo llevó a la boca. Estaba
un poco empalagoso.
—Tengo que comer cosas dulces para saber bien luego —sonrió
al ver su gesto, cogiendo un trozo del pastel de Don como intercambio
—. Y lo sé, pero pudo haber sido envenenado…
Por lo que vio Bronco, el chico estaba drogado.
—No sé…, no me gusta asumir cosas descabelladas
—lo miró comerse su trozo de pastel y pinchó
una fresa del suyo, comiéndosela y sintiendo que le iba a
dar la risa al final —. Necesito pensar que los forenses y
los policías hacen bien su trabajo, para poder dormir de
noche —le dijo medio en broma.
—Pero dormirás mejor de noche si sabes que Jiken puede
descansar —lo miró de nuevo, sonriendo y cogiendo otro
trozo pequeño de su pastel, riéndose para sí
—. Cualquiera comete una equivocación, es natural.
Incluso los forenses y los policías.
—Deja de comerte mi pastel… —se rio, moviendo
la mano y tocándole la suya discretamente, aunque se apartó
cuando regresó el camarero con el ticket para que se lo firmase.
Se guardó la cartera en el bolsillo mientras el chico se
iba tras darles las gracias, y volvió a mirar a Ageha mientras
tanto —¿Podría hablar con Jiken a través
de Bronco o algo así? —se le ocurrió de pronto.
Si no era él… lo sabría de inmediato.
—Supongo que sí, si hacemos otra sesión. No
es que realmente hable a través de él —le explicó
poniéndose serio. Le parecía una idea estupenda —.
Quizás se comunique mejor contigo que con dos extraños
y su mejor amigo desesperado.
—Quizás. Al menos podemos intentarlo —bebió
un poco de café tras echarle tres cucharaditas de azúcar
y lo miró de nuevo, pensando en otro tema de pronto —.
¿Y cómo van las cosas con Steiner?
—Muy bien, parece haberlo superado. Claro que no me extraña
demasiado ahora… —sonrió encogiéndose
de hombros y cogiendo otro trozo de pastel, esta vez del suyo. Lo
cierto es que estaba aliviado de que las cosas se hubieran arreglado
así.
—¿Y eso te hace sentir un poco… mal? —le
preguntó sin dar muestras de cómo le podía
parecer eso.
—No, ya no. Quiero que sea feliz —lo miró a
los ojos, hablando de manera sincera —. Tenías razón,
en realidad me celaba porque tenía miedo de perderlo y de
estar solo.
—Suelo tenerla… —bromeó, sonriendo un
poco, sólo porque se sentía aliviado —¿Y
cuál es el motivo por el que ya no te extraña?
—¿No es obvio? Está persiguiendo a Lowe ahora.
Bueno, ya lo hacía desde antes —le contestó,
echándole azúcar a su café y bajando la mirada
—. ¿Celoso?
—No, Steiner no es mi tipo —se contuvo de hacer bromas
que pudiesen molestarlo, pero sonrió, bebiendo un poco más
de café —. No voy a decir que me agrade esa información
del todo, pero si he de ser justo… a ese chico le vendrá
bien alguien como Steiner.
—¿Lo dices en serio? —Ageha alzó la mirada
por poco dejando caer la cuchara y provocando un tintineo de la
misma al chocar contra la taza. No se había esperado eso
para nada —¿Por qué piensas eso?
Don se rio con suavidad, mirando su propio café, y luego
al chico.
—Porque… si puedo adivinar, Steiner es divertido y
nada le afecta. Lowe se siente agredido por todo lo que le rodea,
o intimidado. Creo que le hará sentirse protegido y desinhibido,
y… bueno. Necesita divertirse un poco. Por otro lado, Lowe
es un desafío para Steiner, tal vez le enseñe un poco
de autocontrol, quién sabe…
—No sé si le podrá enseñar autocontrol
a Steiner, pero no se lo está poniendo nada fácil,
eso te lo puedo asegurar, y eso es algo que no le sucede a él
—se rio, revolviendo el café y enrojeciendo ligeramente
por haberse sorprendido así, no recordaba que le hubiera
sucedido antes, siempre era él quien sorprendía a
los demás —. Yo también creo que hacen buena
pareja, pero esperaba protestas de tu parte.
—Yo no protesto cuando no sucede nada. Cuando ocurre tomo
medidas, eso es todo —le sonrió un poco, volviendo
a su trozo de pastel luego.
—No me digas que crees que se mantendrán así
para siempre, ¿eh? Porque Steiner no se va a aguantar y Lowe
es muy joven.
—A mí no me importa lo que hagan. No soy su padre…
—se rio, mirándolo a los ojos —Pero si lo perjudica,
y no me refiero a una cosa normal... entonces ya tendré algo
que decir. Pero no creo que Steiner sea una mala persona, sólo
un inmaduro.
—Realmente eres bueno en esto de catalogar a la gente, ¿eh?
—comentó impresionado y recordando ahora cómo
lo había analizado a él en aquella primera cita —No,
no es una mala persona, por el contrario, pero es como un niño
grande. Es parte de su encanto, a decir verdad.
—No me hables de las cosas que te gustan de él…
—se quejó, aunque no lo decía en serio, o sí,
pero se le había escapado.
—No te pongas celoso, sólo lo decía neutralmente
—se rio, guiñándole un ojo, sintiéndose
ligeramente triunfal en realidad —. ¿Te pusiste celoso?
Admítelo…
—Lo admito —lo miró a los ojos, sonriendo un
poco y terminándose el café. Movió la mano
y le tocó el antebrazo, pensando en su piel suave y en lo
pequeño que era su cuerpo comparado con el suyo. En ese sentido
le recordaba a Jiken, siempre le habían dado ganas de abrazarlo
por motivos completamente distintos, aunque por supuesto, no lo
había hecho.
Le apretó el antebrazo y se echó hacia atrás
otra vez, abriéndose un poco más la camisa.
Ageha bebió de su café sin apartar la mirada del
moreno, sonriendo por dentro en realidad y por supuesto, bajando
los ojos por la piel que asomaba ahora.
—Te amo, no tienes que ponerte celoso. Por primera vez en
mi vida, estoy completamente seguro de lo que quiero. Aunque admito
que me halaga.
—Ya sé que no tengo que hacerlo, pero es inevitable
cuando amas de verdad. Tener miedo de que te lo quiten o de perderlo.
El problema es cuando los celos son enfermizos, esto es sano…
—se rio de sí mismo, siguiendo la mirada de Ageha —¿Quieres
que nos vayamos?
—Un momento —le pidió, tomando la taza y acabándose
el café —sonriendo luego al bajarla de nuevo —.
Ahora sí.
—Tampoco tenías que darte prisa —se rio, levantándose
y esperándolo para salir con él —. ¿Cuándo
podré hablar con Bronco?… o con Jiken más bien
—Podríamos ir a verlo esta noche, de paso reviso que
no haya hecho ninguna locura —sonrió, sujetándose
de su brazo y soltándolo de nuevo luego —. Aunque tal
vez debería dejarlo descansar. Lo que sucede es que no creo
que lo haga.
Don lo sujetó por los hombros, aproximándolo a él
y pensando que se preocupaba demasiado por todo el mundo, aunque
eso le gustaba de él.
—¿Por qué no le ofrecemos un somnífero
esta noche? Algo suave. En algún momento tiene que descansar.
—Me pregunto si lo aceptará, es un poco terco —suspiró,
pegándose inmediatamente a él como si aquel simple
gesto le hubiera dado permiso para relajarse —. ¿No
será peligroso dada su condición?
—No lo creo… lo peor que puede ocurrir, es que tenga
una pesadilla —le acarició el hombro discretamente,
rozándole el cuello con un dedo después —. Vamos
a mi casa para que pueda dejar allí las carpetas, ¿vale?
Haré algo decente para cenar y llevaremos vino. ¿Solucionará
lo del somnífero?
—Creo que sí, no es muy bueno con el alcohol —se
rio, recordando las veces que habían bebido juntos. Por eso
cuando querían hablar, se limitaban al café —.
Le servirá para relajarse también.
—Vale… —sonrió un poco y lo acercó,
besándole una sien sin poder contenerse. Le hacía
sentir bien, aunque no hiciera nada especial.
*****
Bronco se metió en la bañera, aunque prefería
las duchas, pero había querido ser necio y sólo se
había desnudado y enterrado bajo las sábanas. No se
le pasaba el frío… Al entrar en el agua caliente notó
una sensación de alivio inmediata, y estiró el brazo
para tomar el pantalón.
Sacó el pendiente de allí y se quedó mirándolo
fijamente. Nunca había conocido a alguien como Jiken, no
personalmente. Él nunca se habría puesto algo como
un dragón en la oreja. Se rio con suavidad, y antes de pensarlo,
ya estaba cambiando la pequeña bolita plateada de su oreja
por aquel pendiente, sólo por curiosidad.
Si se lo dejaba puesto, seguramente Ageha pensaría que
se había vuelto loco.
El agua se movió a su alrededor de manera suave, formando
ondas en torno a su cuerpo, apenas se hubo colocado aquel pendiente.
No era algo natural, era como si hubiese una corriente debajo del
agua o más bien, como si algo estuviese serpenteando bajo
la superficie, algo que acariciaba sus piernas de vez en cuando.
Tocó con los dedos la superficie con curiosidad, sintiéndolo
de nuevo allí, con él. Era muy extraño sentir
alivio y felicidad cuando lo notaba cerca. Cerró los ojos
y apoyó la cabeza en el borde de la loza, a la vez que unos
dedos finos emergían del agua, casi transparentes, sujetándose
a los suyos por un segundo, antes de desaparecer de nuevo.
Bronco abrió los ojos de golpe, por poco había apartado
la mano, nunca había sentido algo tan real de ese modo. Se
hundió en el agua y abrió los ojos allí, observando
cómo se hundía arriba, de forma antinatural, formando
un rostro a la altura del suyo, el cabello cubría sus rasgos
aún así, pero sabía de quién se trataba.
Abrió la boca y varias burbujas salieron de ella, flotando
hacia el moreno y yendo a descansar sobre su pecho.
Alzó la mano despacio para tocarlo, pero sus dedos atravesaron
el agua sin más. Ya no aguantaba más sin respirar,
pero no quería dejar de mirarlo. Cuando emergió ya
no podía verlo, desde luego, y se pasó la mano por
la cara, tratando de sacarse un poco el agua, aunque en realidad,
dudaba mucho que todo lo que le mojaba las mejillas ahora mismo,
fuese simplemente agua.
El pendiente se balanceó suavemente en su oreja como si
algo lo hubiese tocado, y un viento sumamente leve lo rodeó,
en realidad era como si algo lo rodease, intentando abrazarlo.
—Deberías estar aquí… —susurró,
pensando que tristemente, era incapaz de soportar la idea de que
estuviese muerto. Salió del agua y desprendió de la
barra de la cortina, la toalla, envolviéndose con ella las
caderas y sentándose en el váter para secarse el cabello.
Al lado de sus huellas aparecieron otras, haciéndole juego.
Las manos de Jiken se extendieron hacia él una vez más,
pero no lo vería, era igual.
—Quisiera estar allí —murmuró por toda
respuesta.
Bronco escuchó su voz claramente y pensó que era
una voz preciosa, suave y profunda, muy masculina. Era muy extraño
porque las voces solían sonar distorsionadas, pero esta se
oía claramente como si estuviese allí, o en su cabeza
incluso.
Cerró los ojos, tratando de concentrarse en sentirlo, y
poco a poco supo que estaba allí frente a él, aunque
no podría verlo si abría los ojos, y tampoco era algo
realmente físico, sólo un contorno de energía.
Se levantó frente a él, y sin abrir los ojos movió
una mano sintiendo una especie de descarga muy ligera en los dedos,
como de electricidad estática al tocar su brazo.
—Déjame ir contigo —le pidió como siempre.
Si hubiera podido verlo, habría visto una sonrisa amarga
y sorprendida en la cara del chico. ¿Lo había escuchado
acaso? No era posible, nada de eso era posible, pero si estaba en
su mente…
—No puedo, no voy a llevarte al infierno.
—Quiero estar contigo —confesó, aunque le resultaba
extraño y difícil decirlo. Era como confesar que deseaba
morirse.
La mano del chico se extendió, acariciando su mejilla con
suavidad. ¿Realmente estaba creando esto como un consuelo?
No se había creído tan creativo, pero no quería
cuestionarlo ahora.
—Estás vivo.
—¿Y si dejo de estarlo? ¿Iré contigo,
o cada uno tiene su propio infierno? —abrió los ojos
al sentir el cosquilleo extraño y eléctrico en su
rostro. No se podía creer la conversación que estaba
manteniendo. ¿Hablaba de suicidarse?
—No, quédate —le pidió casi de manera
autoritaria, sintiéndose extraño y desvaneciéndose
como si su sola mirada lo estuviera disolviendo, perdía fuerza
de nuevo.
—¡No te vayas! —le pidió, ilógicamente
tratando de sujetar su brazo, pero no sujetó nada en absoluto,
y se dio cuenta de que su presencia se había desvanecido.
Estaba seguro de que se había enfadado con él y por
eso se había ido.
Se volteó para mirarse al espejo. El vaho ya se había
disipado y podía observar su reflejo. Comenzó a afeitarse
para dejar de pensar en todo aquello, pero no tenía ganas
de hacer nada que no fuera tratar de hablar con él.
*****
—¡Bronco! —lo llamó Ageha, golpeando suavemente
la puerta y sonriéndole a Don luego —Espero no estarlo
despertando porque entonces, esto no tiene mucho sentido.
El moreno se levantó de la silla del escritorio, ya que
había estado buscando información sobre el infierno
y otras cosas, y cerró el portátil antes de abrirles
la puerta.
—¿Me habéis traído la cena? —preguntó
al notar las bolsas de las que emanaba olor a carne asada o algo
así.
—No te estaremos molestando, ¿no? —le preguntó
Don, recibiendo una negativa con la cabeza.
—No —habló después, mirando a Ageha —.
No era necesario, ¿eh? Estoy bien —le advirtió,
incómodo y seguro de que el novio de Ageha estaba más
que harto de aquella situación.
—Creía que comer era necesario aún estando
bien —Don lo miró, sonriendo un poco al notar la ropa
que estaba metiendo con el pie bajo la cama.
—Eso mismo, además… Sólo porque tú
digas que no necesitas a nadie, no significa que yo no te necesite
a ti, y todos necesitamos tomar un descanso —le sonrió
Ageha, colocando la botella de vino sobre la mesa, mientras Don
sacaba la comida —. Al menos mientras cenamos.
—Como sigas hablando de necesidades, aparecerá Steiner
y comenzará a mentar las suyas… —Bronco se sentó.
No tenía platos ni nada que llevar, obviamente, estaba en
un dormitorio de una pensión. A decir verdad, no tenía
hambre, pero para carne asada siempre había un hueco.
Don ayudó a colocar las cosas sobre la mesa, y lo miró
de soslayo, ya que de pasada había notado el pendiente en
su oreja y necesitaba asegurarse. De hecho… era el pendiente
de Jiken.
—Creo que Steiner está ocupado con otras necesidades
—se rio Ageha, acercando una silla para sentarse y notando
aquel pendiente también. Miró a Don, su voz adquiriendo
un matiz un tanto más inseguro sin que pudiese evitarlo —.
En realidad también habíamos pensando en si podríamos
tener otra sesión… Intentar que Don se comunique con
Jiken, ya que era su psicólogo.
—Tal vez, no lo sé… —se movió un
poco, incómodo, preguntándose si querría hablar
con él de nuevo, teniendo en cuenta que lo había molestado
antes.
—Creía que podías ponerte en contacto con él
siempre que querías —Don lo miró curioso.
—Sí, más o menos… —sonrió
un poco, pensando que era una estupidez —Lo que ocurre es
que no sé si querrá.
—¿Y eso por qué? —insistió el sicólogo,
preguntándose si es que no quería que hablase con
él. Bronco no le contestó, empezó a comer,
pensativo.
—Bronco, ¿qué sucede? Intentamos ayudarlo,
lo sabes, ¿verdad? —insistió Ageha por si acaso
se había vuelto protector con él, eso sería
demasiado grave ya —¿Por qué no iba a querer
hablar con Don?
—No sé si va a querer hablar conmigo, puede que esté
enfadado, tal vez… —murmuró, comiendo de todas
formas, aunque casi era el único que lo hacía. Don
estaba asombrado porque le dijera algo así.
—¿Por qué debería estarlo? Jiken no
se irrita fácilmente…
—Estábamos hablando y algo le molestó, y se
fue —los miró, notando por fin la cara que tenían
ambos. Suspiró con fuerza, volviendo a comer como si nada.
—¿Qué pudo haberle molestado..? Un momento,
¿estabais hablando? ¿Hiciste una sesión tú
solo? —le preguntó Ageha, alterándose un poco,
aunque intentaba controlarse.
—No… simplemente vino conmigo mientras me bañaba,
y apenas fueron tres frases…, pero la verdad es que su voz
se oía muy clara, como si estuviese dentro de mi cabeza —miró
a Ageha, Don lo estaba mirando muy serio, y ya se preguntaba si
realmente no lo estaba —. Lo toqué… y era como
tocar algo… con electricidad estática.
—¿Lo tocaste? —Don llamó su atención,
y él asintió con la cabeza.
Ageha suspiró, bajando la mirada, aquello era más
intenso aún de lo que esperaba, realmente estaba asustado,
pero recordaba lo que le había dicho Don.
—¿Qué sucedió para que pienses que está
molesto?
—Le dije que quería ir con él… —siguió
comiendo y no los miró.
Don le echó un vistazo a Ageha y se tocó los labios
con el dedo para que no dijera nada alarmante.
—¿Y qué te dijo él?
—Que no iba a llevarme al infierno.
—Claro que no…
—Le pregunté si había un infierno para cada
uno y no me contestó, me dijo que me quedase, y se fue…
—se sirvió vino y bebió casi toda la copa.
—¿Le estabas sugiriendo suicidarte para ayudarlo?
—le preguntó Don, aunque Bronco no le contestó.
Él mismo se lo preguntaba —Porque si sigues comportándote
de esa manera, creo que tienes razón, va a enfadarse contigo,
y tal vez prescinda de pedir ayuda, al menos a ti.
Bronco movió un poco el tenedor en el plato. Él también
había pensado en eso. Sólo confirmaba sus temores.
—Si quieres ayudarlo, tiene que ser desde aquí, y
tiene que ser de una forma centrada. ¿Crees que yo podía
ayudar a alguien si me lo tomase personalmente?
Lo miró, y negó con la cabeza, suspirando pese a
todo. Se sentía muy cansado.
—Bronco… —Ageha extendió su mano, tocándole
el brazo y apretándoselo un poco —No puedes ayudarlo
si mueres, es como… salvar a alguien que se está ahogando,
ahogándote tú. No tiene sentido. Te necesitamos aquí,
Jiken y todos nosotros.
—Lo sé… —se quejó, tocándose
el cabello y revolviéndoselo un poco —No sé
qué me pasa.
—Estás enamorado de él —Don lo miró,
y Bronco le devolvió la mirada de forma intensa, negando
con la cabeza después y sonriendo un poco como si lo que
acabase de decir fuera una chorrada. Don sonrió también,
y no insistió más, ambos sabían la verdad.
Ageha volvió a bajar la cabeza porque no quería que
viera su mirada, no podía reprimir su miedo.
—En todo caso, deberíamos intentarlo, quizás
no está molesto, quizás… tiene miedo de perderte
también.
—Ya he dicho que lo intentaremos. Está muy bueno esto…
—se sirvió un poco más de carne, obviamente
dejando de pensar por un rato en lo malo del asunto. Ni siquiera
había tenido hambre, pero… en parte se sentía
extrañamente aliviado por haber escuchado aquello. ¿Estaba
enamorado de Jiken?
Ya lo sabía, simplemente le había parecido demasiado
estúpido para admitirlo.
—Sí, lo está —asintió Ageha, sonriendo
y empezando a comer. No podía hacer otra cosa de todas maneras,
y ya se las ingeniaría para protegerlo. Por ahora, sólo
podía seguir el consejo de Don y ayudarlo sin presiones.
*****
Al cabo de media hora, los tres habían terminado de comer,
y dispusieron el tablero en la mesa para tratar de comunicarse con
Jiken, a pesar de que Bronco estaba un poco bebido, pero apenas
se le notaba, salvo en que estaba más serio de lo habitual.
Colocó la mano encima y cerró los ojos, no tenía
sentido hacer una sesión normal, ya que por algún
motivo así no se comunicaba con ellos. Era extraño,
porque la oscuridad de sus propios párpados cerrados le pareció
demasiado negra, como si no estuviese la luz encendida en la habitación.
Escuchó unos gritos intensos y desgarradores y respiró
con fuerza, sudando y tratando de ver. Sólo vislumbró
piernas y brazos desnudos, luchando con algo negro en la oscuridad.
Don lo miró fijamente, preguntándose si era normal
que estuviese respirando así, pero por la expresión
de Ageha, se notaba que no lo era.
Aún así, el asiático habló con voz
calmada, no quería alterarlo.
—¿Bronco? ¿Me escuchas? ¿O… Jiken?
La mano del moreno se movió, débilmente al principio
y luego con brusquedad, aunque no señaló nada en particular.
Los gritos cesaron en su cabeza, dando paso a escuchar una respiración
tan agitada como la suya, unos gemidos de terror.
—Jiken —Don lo llamó, aunque se sentía
un poco ridículo por estar formando parte de algo así.
De pronto toda visión se opacó en la mente de Bronco,
como si hubiera perdido el control de su cuerpo y mente.
—Jiken…, ¿quieres hablar conmigo?
“No me mire “, le pidió por fin el chico, moviendo
la mano de Bronco con dificultad, estaba temblando violentamente.
—No puedo verte, sólo veo a Bronco, pero estoy contigo.
¿Tú puedes verme, Jiken? —le preguntó,
hablando con aquel tono calmado en el que solía tratarlo.
“Sí”, contestó simplemente, las manos
de Bronco aún temblando y provocando que Ageha se acercase
un poco al moreno, aunque no llegó a tocarlo.
—Bien, pues quiero que me mires a mí y sólo
a mí. Quiero que me digas qué es lo que te da tanto
miedo, he visto tus dibujos. No estás encerrado bajo tierra.
“Lo estoy. No puedo. Lo merezco” —contestó
lentamente esta vez, como si estuviera ganando control sobre sus
acciones.
—No, no te lo mereces. Tú sabes que lo malo que te
ha pasado en tu vida, no lo elegiste tú. Sabes que no tienes
la culpa. Quiero que toques el suelo y me digas qué hay ahí
—movió la mano, y tocó la que Bronco no estaba
utilizando.
Su otra mano se detuvo de pronto, mientras Jiken se retorcía
en la oscuridad, incapaz de desobedecer al único que lo había
escuchado de aquella manera.
“No lo sé, algo frío. Lo merezco”, volvió
a repetir incapaz de sincerarse del todo, no quería que lo
odiase.
—No lo mereces, Jiken. Yo sé que no, Lowe sabe que
no. Y sabemos que te hicieron daño, sé que ibas a
esas reuniones en el bosque. Dime quién estaba allí.
¿Los reconoces? —de pronto sintió que todo lo
que decían era cierto, ese era Jiken. Lo era por más
que careciese de sentido, y no podía abandonarlo.
“No, máscaras” —mintió en cierta
medida, ya que no quería profundizar en eso. De pronto la
mano de Bronco tembló de nuevo, señalando apresurada
—“Lowe no puede ir”.
—Lowe no va a ir —frunció un poco el ceño,
pensando que hablaría con él mañana —,
pero necesito que me digas la verdad, Jiken. Lo necesito para ayudarte.
¿Por qué fuiste allí?
“Quería saber, quería sentir”, le contestó,
preguntándose de qué servía todo esto. Le dolía,
no sólo físicamente, estaba llorando de nuevo y no
podía detenerse.
—¿Te dieron drogas? —insistió —Necesito
saber quién te hizo esto, y saldrás de ahí,
Jiken.
“Fue mi decisión, sólo quiero que acabe”
—No va a terminar si no me dices la verdad…, Jiken.
Yo no estoy aquí para juzgarte, ya lo sabes, sólo
para ayudarte… —tomó aire pesadamente, pensando
que estaba bloqueándose.
“Me odiará, no quiero que me odie”, contestó,
la mano de Bronco temblando de nuevo. Ageha extendió los
brazos hacia él cuando lo vio entrecerrar los ojos, tambaleándose
de lado. “N…” fue lo último que señaló,
antes de caer entre los brazos del asiático.
Don se levantó enseguida para ayudarlo y suspiró,
negando con la cabeza, angustiado por todo.
—Te ayudo a llevarlo a la cama —dijo levantándolo
con él por debajo de los hombros, y tumbándolo en
la misma —. Ahora vengo.
Bronco estaba sudando, y Don fue al baño a buscar una toalla
húmeda para limpiarle la cara. En realidad necesitaba lavársela
él también, y cerró la puerta a su espalda
un momento. Era demasiado horrible hablar con él y saber
que estaba mal, creía poder superarlo y mantenerse distante
de alguna forma, pero no así.
Ageha se sentó en la cama tal y como lo había hecho
la ocasión anterior, acariciando el cabello de Bronco y pasando
los dedos luego por aquel pendiente.
—No te vayas, Bronco. Por favor, lo ayudaremos, pero no te
vayas —susurró inclinándose para besar su frente,
frunciendo un poco el ceño.

Continua leyendo!
|