Capítulo 5
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Jueves, enero 28
—¿Sabes ese chico que te estaba mirando? El que te
preguntó la hora, aunque tenía el reloj puesto…
—Ageha miró a Bronco con una sonrisa traviesa en los
labios mientras entraban en la oficina. Aun tenía el cabello
húmedo de la ducha que se había dado en el gimnasio,
pero no era como que tuviese que atender público.
—Sí, lo vi, y le di la hora… —le dijo
haciéndose el loco —No era mi tipo, te lo regalo —dejó
la bolsa de deportes por cualquier esquina y se frotó un
poco el cabello, también húmedo.
—¿Seguro que no era tu tipo? —le preguntó
sonriendo un poco para sí y pensando que mejor no le decía
que le había dado su número entonces —¿De
verdad no había nadie que te gustase en todo el gimnasio?
—Alguno había, pero no me pidió la hora…
Bueno, tampoco estaba tan mal, ni que yo fuera Brad Pitt —puso
a hacer café, y se sentó en la esquina de la mesa.
Ya le había contado acerca del email en el gimnasio, aunque
todavía no le había dicho lo sucedido por la noche,
y tampoco tenía ganas.
—No eres Brad Pitt, eres mucho mejor —le aseguró
sonriendo y encendiendo su ordenador, apartándose luego para
ir con Bronco —. No quiero presionarte, ¿eh? Es sólo
que todos necesitamos algo de compañía.
—Quiero ir a conocer a ese chico —le dijo de pronto,
cambiando de conversación sin ninguna delicadeza, pero es
que prefería no seguir con ese tema —. Pero voy a tener
que llevarte conmigo —lo miró, pensando en realidad,
que sin Ageha no podía ni controlar sus llamadas de la oficina.
Era un desastre, tampoco podía dejarlo allí —.
¿Crees que podemos acabar el número de este mes antes
de mañana?
—Por supuesto, sólo tendré que quedarme un
poco más tarde, pero, ¿desde cuándo es eso
una noticia? —se rio, pasándose la mano por el cabello
de nuevo y pensando que por nada del mundo iba a rechazar una invitación
de revisar lo que estaba haciendo Steiner —. ¿Te ha
sucedido algo más, Bronco? ¿Algo que no me hayas contado?
—Algo, ayer por la noche —le aclaró, sentándose
en su mesa mientras el café se preparaba. Por un momento
incluso se quedó pensando en el gorgoreo del agua al salir,
y luego lo miró —. Me desperté en la salita,
en la silla. Ni idea de cómo llegué ahí.
—¿No? ¿Y no te pareció importante eso?
—le preguntó poniéndose serio y acercándose
más, apoyándose en la mesa incluso —¿Viste
algo?
—Estaba haciendo un dibujo… —lo miró a
los ojos, un poco incómodo por la proximidad, preguntándose
si debía o no contarle todo.
—¿Tienes el dibujo? ¿Tiene que ver con ese
chico? —ahora estaba realmente preocupado y mucho más
porque sintiera que tenía que ocultarlo. No sabía
demasiado de eso, pero tenía miedo de que fuera poseído
o algo así.
—Sí, quiero decir que lo vi hacer un dibujo, pero
no podía mirarle a la cara y… luego me dormí.
Cuando me desperté estaba en la sala, en la mesa del ordenador,
con un montón de papeles por el suelo y otros tantos con
un dibujo allí. Y te aseguro que yo no sé dibujar.
Me pide ayuda, esa palabra estaba por todas partes —suspiró,
apoyando las manos en la mesa y estirando un poco el cuerpo.
Ageha colocó las manos sobre los hombros del moreno, masajeándolo
cariñosamente.
—Ya lo estamos ayudando, ¿no? Hacemos lo que podemos,
no quiero que te pase algo. ¿Por qué no me lo habías
dicho? Además, no hubiera insistido en que fueras al gimnasio
si hubiera sabido que dormiste mal.
—Es igual, tampoco quiero que me salga barriga por eso…
—suspiró, echándose ligeramente hacia atrás
—Ya sabes que no me gusta hablar de esas cosas, creo que sólo
me obsesiono más. Aunque esta vez, va a ser difícil.
—¿Por qué lo dices? ¿Es más fuerte
que en otras ocasiones? —le preguntó sin dejar de masajearlo
de aquella manera.
—No lo sé, es sólo que me interesa mucho. Pienso
demasiado en eso… —le aclaró observando sus ojos
rojizos.
—¿No estás posesionado, verdad? Me preocupas
—le confesó por fin sin apartar la mirada. Lo cierto
es que le tenía un cariño increíble, Bronco
siempre estaba allí para él, para consolarlo, para
compartir los buenos momentos. Si no hubiera empezado aquello con
Steiner, tal vez ahora estaría enamorado de él.
—Claro que no… —se rio y lo sujetó por
la cintura para apartarlo un poco de él y aproximarse a la
cafetera, que ya había terminado. Sirvió dos tazas
y movió la cabeza para estallarse el cuello —Necesito
saber más de él, eso es todo.
—Vale, pero no me ocultes cosas, ¿eh? Ya te lo dije,
no quiero que te pase nada —le advirtió, aceptando
la taza que le ofrecía y bebiendo un poco, antes de hacer
una mueca —. No me distraigas —bromeó, yendo
a ponerle leche y azúcar.
—No lo hago… y por cierto, Steiner me llamó
por la mañana para decirme que no conseguía hablar
con el sicólogo. Seguro que lo cabreó, así
que… —le dio en el hombro, sonriendo —Es tu misión.
—Ah, genial, porque ya sabes que amo entrevistar a gente
que Steiner ha cabreado. Siempre me reciben con los brazos abiertos
—se quejó, aunque en el fondo le hacía gracia.
—Lo sé, pero siempre lo consigues, así que…
juega a los periodistas por mí —le besó la frente
y se sentó en el escritorio —. Venga, a trabajar o
no acabaremos a tiempo para que puedas ir a vigilar a Steiner.
—Sólo por eso lo haré —mintió
ya que en realidad era bastante responsable, y le envió un
beso mientras se dirigía a su escritorio a trabajar. Ya tenía
una idea de cómo quería aquel artículo.
*****
A las diez de la noche, Steiner se presentó en la casa del
chico, gracias a que una mujer le había abierto el portal
del edificio. Llamó al timbre y esperó un poco, cogiendo
un chicle de su bolsillo.
—Soy el coco… —le dijo sin alzar la cabeza.
—La gente no tiene sentido de la seguridad en este pueblo
—se quejó el chico ya que hubiera preferido que le
avisase de que había llegado. Lo dejó pasar, la rota
camiseta cayendo de manera descuidada sobre su torso ya que acababa
de ponérsela para recibirlo, había estado tomando
una siesta.
—Le dije que era tu novio y me dejó pasar. Hola, cariño…
ya veo que te has puesto tu ropa más roñosa para seducirme
—cerró la puerta, dejando la bolsa a un lado y acercándose
al ordenador.
—Es la ropa que me gusta y no le digas esas cosas a los vecinos.
Además… mira que es idiota —se quejó pensando
que si fuera su novio, lo habría visto antes por allí
—¿Ya está? ¿Quieres algo de beber?
—Sí, eso pensé yo. Y si me traes una cerveza…
—le pidió mientras se sentaba, moviendo el ratón
para que se iluminase la pantalla. Allí había para
hartarse de mirar —Me va a llevar más tiempo del que
pensaba.
—¿En serio? ¿Puedo ayudarte en algo? —le
preguntó, mientras iba a la nevera y buscaba dos cervezas.
Lo miró desde allá, pensando que no le desagradaba
del todo, era sólo un poco… irritante a veces.
—Bueno, sólo si tienes otro ordenador para pasarte
la mitad y que lo revises tú mientras, pero no vamos a hacer
eso, porque… no me fio de que luego te largues por ahí
a hacer el héroe si te enteras de algo —se apoyó
con un codo en la mesa, echando un vistazo.
—No voy a hacer el héroe. ¿Crees que soy idiota?
Sólo quiero ayudar a Jiken —se quejó, acercándose
para dejarle la cerveza al lado y abriendo su lata.
—No, no lo creo. Creo que quieres a tu amigo, y que eres
capaz de cabrearte hasta ese extremo —lo miró a los
ojos un momento, mientras abría la lata —. ¿Tú
también vas al sicólogo? Estoy haciendo un filtro
de palabras para ver si reducimos un poco el material para buscar.
—Sí, tengo que ir, no es que esté tan mal,
¿eh? Puedo manejarlo —le advirtió por si acaso,
mientras se sentaba —. Me dirás lo que encuentres,
¿no es así?
—Sí, aunque esto va a ser un poco complicado teniendo
en cuenta los hobbies de tu colega. Normalmente cuando uno busca
cosas relacionadas con la muerte en el ordenador de alguien…
no le salen todas estas coincidencias —le dio un buen trago
a la cerveza y luego miró para él otra vez —.
Entonces sólo vas desde lo de tu amigo, ¿no?
—Sí, la universidad me obliga, aunque… no es
tan malo —se encogió de hombros, bebiendo y moviendo
los pies un poco como nervioso —. Jiken decía que había
algo artístico en la muerte, algo intangible.
—Intangible… sí, probablemente lo que nos causa
a los vivos observar algo, o alguien muerto —se levantó
y dejó al programa filtrando documentos por palabras, para
sentarse a su lado —. Tú lo viste, ¿no?
—Sí, pero no estaba pensando en eso precisamente —negó
con la cabeza, recordándolo de nuevo y estremeciéndose
—. Sé lo que algunos pensarían, que estaba enamorado
de la muerte o algo así, pero yo no creo que él lo
viera de esa manera.
—Sí, no creo que alguien enamorado de la muerte se
mate a sí mismo para averiguar más de ella, y de todas
formas, con pastillas no es muy bonito —bebió otro
trago, acomodándose mejor en el asiento —. Y no lo
preguntaba por eso, no sé, es que debe ser muy fuerte. Lo
siento.
—Gracias —le sonrió, hablando con sinceridad
y bebiendo un poco más —. Llamé a una ambulancia,
aunque ya no respiraba. Creí que tal vez yo estaba equivocado.
—Comprensible —le tocó el mismo mechón
de cabello que por la mañana y lo movió para hacerle
cosquillas en la mejilla —. ¿Tú qué estudias?
—Derecho, te voy a demandar —bromeó, apartándole
la mano, aunque sin tanta agresividad esta vez —. No he ido
a clases desde que sucedió.
—Tómate un tiempo, la gente encontrará otra
cosa sobre la que hablar, y te dejarán en paz. Aunque bueno,
luego hablarán de que has regresado —se rio un poco,
y bebió de nuevo.
—Es igual, no tengo ganas de dar clases, no puedo concentrarme.
Todo lo que quiero hacer es dormir o distraerme —le confesó
sin siquiera preguntarse por qué le era tan fácil
decirle esas cosas —. Supongo que no puedo culparlos a todos,
aquí nunca sucede nada. Lo que más me molesta es que
se me acerque gente que hablaba mal de Jiken, supuestamente a darme
el pésame. Los odio.
—Son gilipollas —suspiró, sentándose
de frente y bebiendo de nuevo, preguntándose si por eso estaba
tan protector con él el sicólogo ese —. Odio
a esa gente, por eso me encanta trabajar en esta revista. Y por
otras cosas…
—¿Trabajas en la revista porque odias a la gente?
—le preguntó un poco divertido con ese comentario —.
¿Qué otras cosas?
—No… —se rio —Odio a la gente que cotillea,
por eso me gusta esta revista. Generalmente no tengo que molestar
a nadie, y mucho menos airear los trapos sucios de los demás
—se encogió de hombros —. Y respecto a lo otro,
me refiero a cosas como viajar, viajo mucho para hacer reportajes.
Siempre me mandan a mí porque saben que no tengo problemas
con eso. Soy el único periodista en nómina de la revista,
el resto son colaboradores.
—Se oye interesante —lo miró, apoyándose
en una mano y bebiendo algo más de la cerveza —. ¿Cómo
decidiste trabajar en esto? ¿O fue casualidad?
—No, no fue casualidad. Yo quería trabajar para esa
revista y empecé a mandar artículos hasta que me publicaron
uno. Después de eso… seguí mandando, hasta que
un día el jefe me llamó y me dijo si me interesaba
hacer un artículo por encargo. Lo demás ya te lo imaginas…
—lo miró, apoyando los brazos en la parte de arriba
del respaldo —En realidad a mí lo que más me
interesa son los ovnis, pero ya ves… aquí estoy.
—Los ovnis, ¿eh? ¿Has visto alguno? ¿Has
visto algo extraño aparte de mi video? —le preguntó
realmente interesado.
—He visto muchas cosas extrañas, aunque normalmente…
son testimonios de otras personas. Nunca hemos publicado mentiras
en la revista, ¿sabes? Mi jefe es muy maniático con
eso… —se apoyó en su propio brazo, observándolo
—Nunca he visto un ovni, sólo fotografías, y
hay bastantes testimonios de los que uno puede fiarse. Testimonios
de militares en sus bases por ejemplo.
—¿En serio? ¿Y por qué los ovnis? —le
preguntó sonriendo un poco, aunque no lo hacía porque
no le creyese, sino por el entusiasmo que veía en él
—¿Todos los artículos que he leído entonces…
son verdad?
—Sí, al menos hasta donde hemos podido comprobar,
pero esa gente no tiene por qué mentir, y si vieses lo que
les ha cambiado la vida las experiencias que han pasado… bueno,
te das cuenta de que no se consideran afortunados precisamente —bebió
lo que le quedaba en la lata, y luego la movió un poco en
la mano —. Y los ovnis… bueno, me parece que es estúpido
pensar que somos los únicos seres inteligentes del universo.
¿No crees? De pequeño me fascinaban ya, mi tío
coleccionaba folletines de misterio y… —se encogió
de hombros, como diciéndole que se imaginase.
—Sí, creo que tiene sentido, aunque no estoy muy enterado.
Pero también hay muchos locos, ¿no? ¿Te molestan?
—le preguntó, ya que a él sí que lo enfadarían
y bebió un poco más de cerveza, aunque ya estaba tibia,
no le importaba.
—Me cabrean un poco, hacen que la gente que sí sabe
de lo que habla, queden como idiotas por su culpa. ¿Sabes
que no tienes pinta de abogado, no? —se rio, tocándole
el pelo otra vez.
—Lo sé, ya no sé si quiero ser abogado, la
verdad —le aclaró, asintiendo, sin apartarle la mano
esta vez. Le hacía falta aquello, el poder hablar con alguien
de esa manera informal —. Tú no tienes pinta de periodista.
—¿Ni siquiera de freak? —se rio, apoyando la
mano de nuevo en el respaldo —Y con lo que me esmero en ponerme
mi uniforme por las mañanas.
—Bueno, pareces un poquito freak, aunque yo creía
que esos siempre iban barbudos y apestosos —se rio, terminándose
la cerveza —. ¿Tu familia aprueba lo que haces?
—Me fui de casa cuando tenía dieciocho años.
No aprobaron eso, pero tampoco se pusieron muy pesados. De todas
formas, a mi madre le da igual mientras siga en contacto con ella.
Casi todas las madres son así… —le dio en la
cabeza por detrás —Y eso por decir que sí parezco
un poco freak.
—Pues no es algo malo —protestó Lowe cubriéndose
la cabeza y frunciendo el ceño —. ¿Te quieres
ver normal? Porque yo no lo creo…
—¿Sinceramente? Me importa una mierda si me veo normal
o no, deberías ver cómo luzco desnudo…
—No, gracias —negó, haciendo gesto de asco y
riéndose después. Se levantó apartándose
un poco —. Voy a buscar otras cervezas. A Jiken le hubiera
encantado conversar contigo, ¿sabes?
—Seguramente a mí con él… —lo miró
ir a la cocina, sonriendo un poco, y pensando que tampoco tenía
que poner cara de asco, ¿no? Si no fuera porque como lo cabrease,
Bronco iba a matarlo… ya estaba en la cocina sujetándole
esas nalgas y comprobando si le daba asco o no. Se le pasó
por un momento por la cabeza que Ageha también lo mataría,
pero no iba a enterarse.
Lowe regresó con la suya ya abierta y bebiendo un poco mientras
caminaba.
—Bueno, es que le gustaban esos temas, se compraba todos
los números de tu revista y luego los dejaba tirados por
la sala. Por eso comencé a leerla.
—¿Y te gusta? —cogió la cerveza que le
ofrecía y la abrió enseguida, preguntándose
si ya habría cenado esta vez.
—Es… interesante. Me pareció lo suficientemente
fiable como para enviar el video —se encogió de hombros,
asintiendo —. No soy cerrado de mente.
—Después de eso, tendrías que ser idiota para
no creer. Confiesa que comienzo a agradarte. Dentro de poco me estarás
echando de menos —se metió con él, y le pinchó
el pecho con un dedo.
—No tanto —se rio, echándose hacia atrás,
de alguna manera sintiéndose aliviado —. Si hubierais
publicado algo como “Me casé con pie grande”
no os hubiera enviado nada.
—Me encantaría que me llegase una noticia así,
tengo muchas preguntas que hacerle a su señora, como si se
le meten muchos pelos en la boca, o si lo tiene todo tan grande…
—se rio, bebiendo y lanzándole un cojín.
—Ya sabes lo que dicen del tamaño de los pies —se
rio, golpeando el cojín y dejándose caer sentado de
nuevo.
—Pues yo uso la cuarenta y cuatro, ¿quieres comprobar
si no es un mito? —le dijo todavía sonriendo.
—Deja eso. ¿No te cansas de esos chistes? Son terribles
—se rio, bebiendo más de la cerveza y entrecerrando
los ojos —¿Tienes novio? Asumo que eres gay.
—Son terribles pero te ríes, ¿no son para eso
los chistes? —sonrió, contestando naturalmente —No,
no tengo, a mí no hay quién me aguante. ¿Cuál
es tu excusa?
—Algo parecido y que vivo en un pueblo lleno de idiotas,
pero no estoy aquí para romancear, sino para estudiar —contestó,
volviendo a encogerse de hombros —. Ya habrá tiempo
para eso.
—¿Y si no lo hay? —le preguntó serio,
ya que era algo en lo que pensaba a menudo —Yo pienso que
hay que disfrutarlo todo ahora.
—¿Quieres decir… si acabo como Jiken? —se
puso serio también, bajando la mirada. Quizás tenía
razón, pero de todas maneras no tenía suerte.
—Puede ocurrirnos a cualquiera de nosotros. Lo pienso mucho…
siempre estoy viajando, ¿y si un día me mato en la
carretera, o en un avión? En esta última ocasión,
casi me pegan un tiro con una escopeta —se aproximó
a él y se levantó un poco el cabello para mostrarle
que tenía una cicatriz en la mejilla y parte del cuero cabelludo.
—Por dios… No pensaba que fuera tan peligroso ese empleo
—bajó la lata de cerveza, sorprendido y extendió
la otra mano para tocar aquella cicatriz, deteniéndose centímetros
de la misma —. ¿Qué haces entonces?
Steiner sonrió un poco, pensando que no se podía ser
tan inocente con esa edad, y ese aspecto de ir a comerse el mundo.
—Improvisar… —le sujetó la mano para que
le tocase la mejilla.
Lowe sonrió un poco, cohibido y enrojeciendo, apartó
la mano así como la mirada.
—Improvisar causa problemas. A lo mejor te dispararon por
improvisar.
—Me dispararon porque entré en un pueblo abandonado,
y había un vigilante. Estaba un poco loco ya, ese hombre.
Creía que había ido a saquear el pueblo —se
aproximó un poco más, y le pasó la mano por
el pecho, apretando un poco sus pectorales.
—Normal, ¿no? Para… —se quejó,
apartándose y poniéndose de pie. Lo peor es que físicamente
era su tipo, pero se suponía que estaba allí para
trabajar, y además no podía confiar en alguien que
“improvisaba”.
Steiner lo miró, levantándose también y poniéndose
frente a él.
—¿Seguro? —se inclinó y lo besó,
sujetándole la cintura enseguida.
—¡Que no! —Lowe lo empujó, ahora completamente
rojo, limpiándose la boca —¿Qué haces?
No hagas eso.
—Como quieras… —movió un poco el hombro,
conteniéndose para no sentarlo de un empujón él.
Al fin y al cabo, lo había rechazado por las buenas ya una
vez, y aunque no le gustase para nada ser rechazado… tenía
que joderse —Me voy a descargar eso y me largo.
—Creí que ibas a revisarlo aquí —protestó
preocupado por haberla cagado, abrazándose a sí mismo
de manera inconsciente. Para colmo, lo había estado pasando
bien hasta ese momento.
—Estoy un poco tenso ahora, ¿vale? —le dijo
en un tono que además lo demostraba, conectando el USB que
llevaba en el llavero para descargarse el contenido seleccionado.
—Ya… —contestó el chico, pasándose
una mano por el cuello y dedicándose a recoger las latas
luego como si fuera muy importante el hacer eso en ese preciso momento.
Steiner se fue poniendo la cazadora mientras tanto y cogió
la bolsa del sillón para no olvidársela. Sacó
el USB, y le dejó la hamburguesa que le había llevado,
sobre la mesa.
—Ya te llamaré si encuentro algo —le dijo antes
de abrir la puerta, y apresurándose para irse de allí
de una vez.
—Eh… espera —lo llamó confundido, mirando
la hamburguesa y la puerta; suspirando luego. Si lo seguía
sería aun más incómodo, y lo peor es que tenía
hambre.
*****
El teléfono de Steiner sonó cuando ya estaba llegando
a su moto, y se sentó antes de cogerlo, aunque seguía
con el ceño fruncido.
—Dime… —contesto al ver que era de la oficina,
pensando que sería Bronco.
—¿Qué maneras son esas? —se quejó
Ageha, apoyándose con ambos brazos en el escritorio —Así
me dan ganas de colgarte, ¿eh?
—Mejor que no, ¿ha sucedido algo? No tengo nada nuevo
por el momento —le advirtió.
—Bronco tuvo un sueño, una visión o algo así.
En resumen, mañana vamos a reunirnos contigo. Me dijo que
le consiguieras una habitación, pero a mí no me importa
dormir sobre ti —se rio, aunque lo decía en serio.
—… ¿Sí? Pero si no hace falta, tampoco
hay tanto que hacer —se echó un poco sobre el asiento
de la Hayabusa, pensando que su vida era un desastre de pronto.
—Oye… ¿has tenido un mal día? No suenas
como siempre —le preguntó preocupado ahora y algo molesto
porque no se alegrase de que fuera a verlo.
—Bueno, ya te dijo Bronco que el sicólogo no quiere
hablarme, ¿no? Sólo estoy un poco molesto, y este
pueblo es una mierda plagada de mojigatos —frunció
el ceño de nuevo, aunque procurando relajarse —. ¿Cómo
vais a venir? ¿Y la revista?
—La estoy terminando mientras hablamos, sólo me falta
un detalle —le aseguró con calma, preguntándose
si eso de los mojigatos tendría que ver con lo que pensaba
y no con el trabajo —. Es igual, Bronco no se quedará
tranquilo si no vamos, se lo ha tomado muy personal.
—Vale, pues… vuelvo a la posada ahora, y reservo una
habitación, aunque ya te digo que esto tiene habitaciones
libres hasta en temporada alta. Si es que existe algo como eso aquí
—se bajó de la moto otra vez, resignándose a
regresar. Así se ponía a trabajar por otra parte.
—Está bien, te veré mañana, Steiner.
Sonríe, sabes que quieres hacerlo, piensa en mis nalgas y
en lo cerca que estás de tocarlas —bromeó un
poco ya que además lo tensaba escucharlo así.
El moreno sonrió de verdad, y luego se tocó la mandíbula.
—Llámame cuando lleguéis, iré a buscaros,
¿vale? Y tráete esos shorts azules que sé que
tienes, que son muy cómodos para dormir.
—Tus deseos son… mis deseos —se rio, enviándole
un beso antes de colgar. Suspiró mirando la pantalla de nuevo
y decidiendo que mejor dejaba de pensar y terminaba su trabajo.

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