Capítulo 44
As long as we can float
–No deberíamos alejarnos mucho más ya –le
dijo Karsten a Christian, ya que se habían ido andando por
la orilla hasta una pequeña cala en la playa. No había
nadie, y la verdad es que era una sensación agradable. Se
preguntaba si el chico lo había alejado porque sabía
que no soportaba el exceso de gente y griterío. Tiró
el cigarro, pasándose las manos por el cabello, peinándoselo
hacia atrás y mirando al mar –. ¿Quieres bañarte?
–le preguntó, recordando lo sucedido por la noche.
–No, estoy bien así –le contestó el chico
sonriendo y preguntándose si estaba siendo amable porque
lo había visto llorar. Eso sólo lo enamoraba más
–. ¿Quiere bañarse usted? Porque si es por eso,
lo hacemos.
–Me da igual –murmuró, sentándose en
la arena y sacándose la camisa para recostar la cabeza sobre
ella.
Christian sonrió, observando su torso y comentando libremente
–Tiene un bonito cuerpo para ser profesor. Pensé que
no hacía ejercicio...
Karsten se giró de lado, incómodo con sus comentarios,
como siempre.
–¿Los profesores no dejamos de hacer ejercicio sólo
por ser profesores? –protestó, preguntándose
si esperaba que tuviera barriga o algo así.
–No, pero es que usted nunca sale y siempre está fumando,
pero yo ya sabía que tenía buen cuerpo. Siempre le
miro las nalgas en clase –le confesó, como si aquello
fuera de lo más natural.
–No hagas eso –suspiró, frunciendo el ceño,
ahora no podría relajarse ni un momento durante las clases
–. Me gusta correr, lo hago por las mañanas, no tiene
nada que ver que fume, o si me gusta estar en mi cuarto sin que
me molesten –siguió refunfuñando –. Tú
sí que deberías hacer algo de deporte. Pareces una
niña. Hasta tienes los pezones rosas.
–¿Me miró los pezones, profesor? Qué
atrevido... –se rio como si él no le hubiera confesado
que le miraba las nalgas hacía unos segundos –. ¿Quiere
que salga a correr con usted? Sí, eso haré.
–No te he dicho que sí aún –resopló,
cogiendo un cigarro y encendiéndolo, suspirando con fuerza
y dejando salir el humo de golpe –. Date un baño.
–Sólo si usted viene conmigo. Podría ahogarme...
y luego preguntarán “¿en donde estaba su tutor?”
–le sujetó una mano, claramente exagerando.
–Espera, espera... –refunfuñó, sacándose
los jeans y sujetando el cigarro entre los labios para que no se
le cayese. No iba a tirarlo recién encendido.
Le sujetó la mano otra vez, metiéndose en el agua
a su lado, pensando que lo lamentaría si finalmente se iba
sin bañarse ni una vez.
–Deberías estar con los demás –pensó
de pronto.
–Pero prefiero estar con usted. Además, si lo dejo
solo se aburrirá –declaró como si se tratase
de un hecho, hundiéndose completamente en el agua, antes
de salir con el cabello mojado, chorreando.
–Probablemente –dijo antes de poder detenerse, sonriendo
un poco al ver lo empapado que estaba. Se llevó el cigarro
a los labios de nuevo, apoyándole una mano en la espalda
–. Déjate caer hacia atrás, flotar es agradable
–le aseguró, preguntándose por qué le
agradaba tanto perder el tiempo con aquel chico.
–¿Me rescatará si me hundo? –le preguntó,
recostándose sobre su mano y sonriendo, mirando el cielo
–¿Le gusta el sol?
–Supongo que sí, no me gusta el frío. Y no
te hundirás –sonrió levemente, apartando la
mano y dejándolo flotar, observando su cuerpo mojado por
las gotitas de agua. Tenía los pezones contraídos
por el frío, por algún motivo le parecían graciosos,
y se rio entre dientes.
–Quería saber si tenía algo en particular contra
la luna –sonrió, metiéndose con él y
mirándolo. Realmente le gustaba verlo reír.
–No... –murmuró, pasándole un dedo por
la línea del abdomen y tocándole el ombligo, donde
se había acumulado un poco de agua.
Christian inhaló con fuerza, disfrutando de aquello. Ahora
sí que no quería espantarlo y que dejase de tocarlo.
El moreno lo miró a los ojos, notando su nerviosa mirada,
además de sus mejillas enrojecidas por aquel simple contacto.
Sintió una necesidad inexplicablemente urgente de apartar
la mano rápidamente, pero simplemente no podía, y
le acarició el abdomen con la mano abierta ahora.
–Tienes el vello erizado. ¿Tienes frío? –le
peguntó de pronto, como excusando sus caricias con aquel
motivo.
–Sólo un poco. Profesor Karsten... Usted en realidad
es una persona muy amable, ¿no es así? Yo siempre
lo supe.
–No lo creo, es sólo porque tú eres amable
conmigo –se tumbó a su lado, flotando en el agua y
mirando al cielo con el cigarro entre los labios.
–Pero yo soy amable con usted porque usted es amable... –se
rio por el trabalenguas que estaba formando –Esto es lo mejor
que hay en el mundo.
–Hay cosas mejores... –se rio entre dientes, con los
ojos cerrados. Hacía tiempo que no pensaba en algo así,
tal vez se sentía rejuvenecido por estar haciendo esas cosas.
–No para mí, pero ya sabía que diría
algo así –el chico se rio de nuevo, moviendo una mano
en el agua para sujetar la del profesor.
–Estás muy frío... –murmuró el
moreno, sujetándole la mano a su vez, y a acariciándosela
suavemente –Tal vez deberíamos salir a calentarnos
–lo miró de soslayo, pensando que se veía guapo
con el cabello mojado, tenía un rostro muy andrógino,
y eso le agradaba, le parecía dulce. Aunque siempre se estuviera
quejando.
–Un ratito más, quedémonos así –le
pidió el chico, sonriendo ligeramente –¿Cómo
se siente? Y no me diga que frío.
–Caliente entonces –se rio, cerrando los ojos otra
vez.
–Profesor pervertido –se rio Christian, dejándose
hundir, tan sólo para salir de nuevo, ahora de pie junto
a él.
El moreno hizo lo mismo, mirándolo y apoyando la mano en
su cabeza, le chorreaba el cabello por delante de la cara, ya que
se había despeinado, y el flequillo negro y largo caía
por delante de sus ojos.
–Christian...
El chico lo miró a los ojos, de una manera casi ansiosa,
como si estuviera hipnotizado, murmurando casi para sí mismo
–Estoy enamorado...
–Gracias –le dijo el otro, que había reunido
mucho esfuerzo para llegar a decir aquello. No podía ser
tan sincero con un estudiante, mucho menos con uno tan inocente
como él, pero la verdad es que había cambiado su vida.
Se sentía vivo ahora, esa era la diferencia.
Christian sonrió, entre contento y confundido, ladeando
un poco la cabeza.
–¿Por qué me da las gracias?
Karsten le dio unas palmaditas en la cabeza, volteándose
y saliendo del agua, pasándose las manos por el cabello para
peinarse un poco.
Sin embargo, Christian echó a correr tras él, abrazándose
a su cintura y cerrando los ojos al apoyar el rostro contra su espalda
mojada.
El moreno dejó de caminar, acariciándole los brazos
y apretándoselos un poco.
–No estarás llorando, ¿no?
–No, estoy feliz –sonrió el chico, depositando
un beso suave en su piel y separándose por fin, aunque sus
dedos aún se deslizaron por su espalda, antes de dejarlo
ir por completo.
Karsten lo sujetó debajo de su brazo, inclinándolo
y pegándole una nalgada.
–No creas que no lo he notado, ¿eh?
–¿El qué? –se hizo el loco, saltando
un poco por la nalgada, y riéndose después –.
Es un pervertido. Ya sabía que le gustaba el spanking.
–Yo no dije que no... –se rio, recostándose en
la arena, y cruzando un brazo tras su cabeza –. ¿Nunca
te ha gustado una chica?
–No, siempre me han gustado los chicos. O más bien...
los hombres –se tiró a su lado sólo que boca
abajo, moviendo una pierna en el aire –. En todo caso, siempre
me han gustado mayores que yo.
–¿Cómo quién? –siguió preguntándole
un poco curioso ahora –Aparte de lo obvio...
–No lo sé... Actores, gente famosa... Me gustó
un policía que vino a darnos una charla de seguridad una
vez –suspiró como si lo estuviera recordando, pero
es que también le gustaban los uniformes.
–Increíble... –murmuró, aunque sonreía
ligeramente, le hacía gracia todo eso –. Yo creo que
lo que te gusta es molestar.
–Eso también, por eso voy por el tipo serio como usted,
pero por debajo es encantador, ¿lo ve? –le sonrió
también, pensando que además era realmente guapo.
Se preguntaba si era consciente de eso.
–No lo veo... –le contestó entre bromas y verás
–Creo que no comprendes lo que dices.
–Creo que usted no se comprende a sí mismo –Christian
se rio, aún observándolo –Pero no importa, para
eso estoy yo. Y ya no lo voy a dejar tranquilo más nunca.
Karsten suspiró, alzando una ceja y tocándole la
espalda con la mano, no lo estaba pensando muy bien, simplemente
le había apetecido hacerlo.
–Pero nunca has tenido una relación de esa clase,
¿no? –se preocupó de pronto.
–No, pero usted tampoco la había tenido la primera
vez que la tuvo –le aseguró por si pensaba que era
un ignorante.
–Calla, eres un maleducado, ¿eh? –frunció
un poco el ceño, pensando en que no volvería a preocuparse
por él. Aunque sabía que se mentía a sí
mismo –Y no es lo mismo, con un hombre es desagradable –le
tiró de la goma del bañador para darle un trallacito.
–Ouch, profesor pervertido... –Christian se alzó
sobre sus brazos, acercándose y mirándolo a los ojos
–. No lo es. No lo es y lo sabe. Lo está pensando ahora,
¿no es así?
–Tú no eres un hombre –se rio de él,
aunque aquello había sido como una “patada en los huevos”
y apoyó la cabeza en los brazos.
–¿No? ¿Y qué soy entonces? –le
preguntó, apoyándose sobre su pecho tranquilamente.
El moreno se puso ligeramente nervioso, pero decidió no
apartarlo, no fuera a hacer otro dramón, de todas maneras
eso no tenía nada de especial.
–Una cosa rara –se rio.
–Una cosa rara. Hum... Creo que se está buscando problemas,
Profesor –lo amenazó serio, aunque sonriendo luego.
Karsten se apartó una mano de debajo de la cabeza, y le
acarició el cuello con ella, aún sonriendo y pasándole
los dedos por la nuca.
–¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme?
–No, le demostraré que soy un hombre... así
como le demostré que podía usar una falda.
–No, gracias, no quiero ver eso –se rio, sin percatarse
de que ya hacía un buen rato que se lo estaba pasando bastante
bien –. Como mucho me demostrarás que tienes pene,
pero con eso no llega.
–¿No? ¿Qué más se necesita, profesor?
Parece saber mucho. ¿Me enseña? –Christian sonrió,
su rostro iluminándose ya que se le había ocurrido
una idea.
–Te enseño –le dijo de broma, ya que sabía
que no tenía remedio –. Para empezar no puedes ponerte
esto –le quitó el prendedor, y luego le revolvió
el cabello, que aún estaba húmedo.
–Ya va, profesor. Sé que le gusta –se rio, pero
dejándolo hacer, alzándose un poco sobre él
–. ¿Qué más?
–No intentar besarme –adivinó, poniéndose
serio y apoyándole una mano en la cabeza.
–¿Está a la defensiva, profesor? En realidad
estaba pensando que usted va a ser mi novio –el chico sonrió
de un manera casi maldita, aunque dejando que lo detuviese.
–Cuando te reencarnes en mujer –le empujó la
cabeza para que no lo mirase así, y lo asfixió contra
su pecho, con el ceño fruncido y pensando que se relajaba
demasiado con aquel demonio –. Te morirías de miedo.
–Noooo –el chico se rio, luchando un poco con él
y aclarando –. Pero usted dijo que no le gustaban los hombres,
y yo no soy un hombre, soy una cosa rara.
–Tampoco me gustan las cosas raras –Karsten sonrió
para sí, dejándolo tranquilo y sentándose –.
Bueno, deberíamos regresar, aunque no estemos secos.
–¿Lo pongo nervioso, profesor? –Christian se
apoyó en su pecho de nuevo, sin hacer ningún intento
de levantarse. Sólo quería ver su reacción.
–Claro que no –frunció el ceño, protestando,
y pensando, desde luego.
–Por supuesto que sí, y eso significa que le gusto
–se rio, apartándose par dejarlo en paz por fin –.
Regresemos con los demás. Tengo hambre.
Karsten se levantó, suspirando profundamente y poniéndose
los jeans, cogiendo la camisa y sacudiéndola, antes de ponérsela
por los hombros a Christian. Sólo por ver lo grande que le
sentaba, pero el chico la sujetó contra su cuerpo, aspirando
con fuerza.
–Aún huele a usted.
–¿Cómo puedes ser tan pervertido? –resopló,
caminando por la arena y pensando que lo sucedido en aquel lugar,
quedaría muy lejos una vez que regresasen. Así eran
las cosas, y casi era un alivio.
–No lo soy, esta vez lo decía porque su olor me reconforta
–lo miró, contestando con sinceridad, aún sujetando
la camisa contra su cuerpo, la brisa marina moviéndole el
cabello.
–Entonces quédatela –le dijo sin más,
antes de pensárselo.
–¿Ve? Le dije que era una persona amable –asintió
contento el chico, sin poder creerse que realmente se la fuera a
regalar. Dormiría con ella todas las noches.
–¿Nunca te callas? Agh –protestó, refunfuñando
y cogiendo un cigarro.
Christian no le contestó esta vez, riéndose en bajito
y sujetando su mano.

Continua leyendo!
|