Capítulo 34
Running away is not an asnwer
El cura se detuvo frente a la puerta del psicólogo, tomando
valor. Le ponía nervioso, pero precisamente había
ido a esas horas porque sabía que Saint estaría en
clases. Necesitaba hablar con alguien, no acerca de sí mismo,
si no acerca del chico. A pesar de que sabía qué era
lo que debía hacer, tampoco podía evitar pensar que
Saint lo necesitaba a nivel afectivo.
Por fin llamó a la puerta, esperando unos cinco segundos
y girándose para irse.
–No, no, no... llamar y escaparse está mal. ¿No
sabes que tengo una cámara especial instalada para fijarme
en quién hace esas cosas? –le preguntó Martin
desde el pasillo, aproximándose.
–¿Qué? ¿Lo dice en serio? –Nathaniel
lo miró sobresaltado, enrojeciendo porque lo hubiese atrapado
y sonriendo luego –. Buenas... Creí que no estaba.
Por eso me iba.
–Bromeaba –confesó, riéndose e invitándolo
a pasar, más bien llevándolo al interior de la consulta
con un brazo alrededor de la cintura por si las huidas –.
¿Un café?... Ya habíamos acordado tratarnos
de tú a tú, no te reseteas al cabo de unos días,
¿no?
–No, no –se rio, sentándose y negando con la
cabeza –No, gracias. Necesito hablarte de uno de los chicos,
pero es algo...
–¿Qué chico? –le preguntó, sirviéndose
él mismo un café, y después sentándose
sobre la mesa del escritorio.
–Saint, sabes quien es, ¿verdad? –contestó
el cura, su rostro tornándose serio.
–Claro –bebió un poco, serio también,
preguntándose si iba a decirle algo como “es homosexual”
–Pues... es que anoche... Yo creo que está confundido.
Está muy apegado a mí, siempre pensé que me
veía como a un familiar –empezó a explicarle,
sin aclarar nada realmente. Finalmente, le resultaba increíblemente
difícil llegar directamente al asunto.
–¿Se insinuó? –le preguntó por
ser sutil, recordando cómo el chico le había advertido
su interés por el padre Nathaniel.
–Me besó. No es su culpa –se apresuró
a añadir por si acaso. No era su intención meterlo
en problemas tampoco. Dejó escapar un suspiro de agobio –.
Todo lo que realmente deseo es que no se sienta solo.
–No, claro que no es su culpa, no hay ninguna culpa en besar
a alguien, ¿no? No es algo malo –suspiró ligeramente,
dejando la taza sobre la mesa y levantándose para ir a su
lado –. ¿Qué es lo que realmente te preocupa?
¿Deseas alejarte de él, pero piensas que es algo cruel?
–Sí, incluso estaba pensando en que tal vez sería
mejor si pido un traslado y traen a alguien nuevo. Lo malo es que
no puedo pedirle que también sepa tocar el piano –se
rio ligeramente, aunque su risa se escuchaba pesada incluso. Se
sentía fatal, a ese paso sólo lograría trabajar
en un monasterio o algo así.
–Creo que... eso no lo estás haciendo por Saint, lo
haces por ti –el pelirrojo lo miró, apoyándose
en sus propias piernas con los codos –. Probablemente, llevaba
mucho tiempo pensando en ti de esa manera, deseando besarte tal
vez. Si de pronto lo rechazas, y encima te vas... bueno, no es algo
que pueda superarse fácilmente, y mucho menos por un chico
que sólo te tiene a ti. Escaparse no es la solución,
Nathaniel –el pelirrojo lo miró, esperando un poco.
–No puedo decirle... No puedo simplemente... –Nathaniel
rehuyó su mirada, sintiéndose estudiado y recostándose
contra el respaldo del sofá –No puedo permitirle seguir
así, no está bien. No quiero perjudicarlo.
–¿No está bien que sea homosexual? ¿Que
le gustes tú? ¿Cuál de esas cosas no está
bien? –le preguntó el pelirrojo.
–Ninguna, no lo sé... –negó con la cabeza,
preguntándose qué estaba haciendo. Sólo había
ido allí porque estaba preocupado por Saint, no para hablar
de esas cosas –. Soy un cura, no puedo estar haciendo estas
cosas. No quiero lastimarlo, pero si seguimos así luego será
más difícil.
–Vale, y comprendo que no quieras tener una relación
con él –el pelirrojo no lo miró de nuevo, pero
no pudo evitar darse cuenta entonces, de que el problema no era
que Saint fuese homosexual, si no que Nathaniel le correspondía,
y ese era el verdadero miedo del cura –, pero ser homosexual
no tiene nada de malo. Tampoco lo tiene que tú le gustes,
simplemente debes dejarle claro que comprendes y aceptas sus sentimientos,
pero que no vas a corresponderle.
– Ya, pero eso es lo mismo, ¿no? De todas maneras
lo lastimaré –contestó, sonriendo un poco, y
pensando en su rostro por un momento –. Yo lo sabía,
debí detener esto antes.
–Sí, lo lastimarás, ¿pero acaso que
te rechacen no es algo normal? Es algo a lo que uno tiene que enfrentarse,
no puedes tenerlo en una burbujita que lo proteja de esas cosas,
o no podrá desenvolverse en un futuro. Que te rechacen, que
te dejen, que te engañen... todas esas cosas suceden. Un
niño que ha superado el abandono, puede superar un desengaño
amoroso –lo miró, serio, suspirando –. Pero creo
que no podrá superar fácilmente que la persona a la
que ama, lo abandone por demostrárselo. No creo que sea la
forma de pagarle por todo lo que siente, y no creo que tú
puedas superarlo tampoco.
–Esto no es acerca de mí –contestó en
un tono lúgubre, aunque seguía sin mirarlo. Sonrió,
al darse cuenta de lo que hacía, se había dejado ir
por completo, era un desastre andante –. Lo lamento, yo debería
saber manejar estas cosas, ¿no? Te estoy quitando tu tiempo.
–No estaba ocupado –le aclaró, preguntándose
si pretendía huir –. Esto es acerca de ambos, de ti,
y de Saint. A ti te gusta, ¿no? –lo miró, juntando
las manos y acariciándose un poco.
–Por supuesto que no. Soy un cura, no digas tonterías
– negó, imitando tanto como podía a alguien
compuesto, aunque lo había tomado completamente por sorpresa.
–Los curas también tienen sentimientos –sonrió
–. Me pregunto qué tal funcionan esas excusas contigo
mismo. Mal, ¿no?
–No digas esas cosas, eso no importa. El caso es que no puedo.
De ninguna manera –confesó por fin, alzando ligeramente
la mirada. Sólo a él se le ocurría ir a hablar
con un psicólogo.
–Ya... ¿pero quién te importa más? ¿Tú
o Saint? Es una pregunta importante, y sé que sería
muy bonito pensar primero en el prójimo, pero si no eres
sincero... sólo te engañas a ti mismo.
Nathaniel lo miró serio, de una manera casi intensa.
–Me importa Saint. Yo sólo lo haría sufrir,
lo condenaría –le contestó, seguro de que no
lo comprendería.
–Entonces no te vayas. Ayúdale a superarlo, no huyas...
es egoísta, es fácil y lo harías por ti, no
por él. ¿En qué crees que eso le ayudaría?
¿Crees que podría volver a amar a alguien? ¿Para
qué? Si cuando decide expresarlo eso causa tanta repulsa
que esa persona no quiere verlo más –Martin apretó
un poco una mano con la otra.
–Lo sé, tienes razón, pero aún no conoces
a Saint. Cuando se le mete algo en la cabeza... – sonrió
sin poder evitarlo, desviando la mirada de nuevo en cuanto se dio
cuenta –. Supongo que debo irme ya.
–Sólo si es lo que quieres hacer –sonrió
un poco, mirándolo a los ojos –. ¿No se siente
bien? Que alguien te quiera tanto... como para no rendirse.
Nathaniel asintió, bajando la mirada de nuevo y poniéndose
de pie.
–Y también se siente terrible –se pasó
la mano por el cabello, rascándose la nuca, en realidad sintiéndose
como un chiquillo de nuevo.
Martin se levantó también, acompañándolo
a la puerta y abriéndola.
–Naturalmente –le contestó sonriendo, como diciéndole
que eran cosas de la vida –. Encontrarás el modo –le
tocó el hombro –, y ven a verme cuando quieras.
Saint se quedó un poco parado al verlos, caminaba al lado
de Christian y Aya, y notó como un vacío en el estómago.
No le había contado a nadie lo sucedido.
–¿Sucede algo, Saint? Saint... –Aya lo llamó,
ya que lo notaba extraño desde la noche anterior, pero no
había querido decirle nada.
Nathaniel lo saludó, sonriendo un poco, y alejándose
hacia la iglesia. Se detuvo de pronto, recordando las palabras del
psicólogo.
–Saint... te estaré esperando para tu clase.
–Claro –el albino le sonrió, empujando después
a Aya y pasando por su lado –. ¿Qué me va a
pasar? Que tenemos que ir a cambiarnos.
Martin sonrió un poco, saludándolos con la mano antes
de regresar a su despacho, cerrando la puerta y suspirando pesadamente.
El albino se puso serio de nuevo en cuanto pasó al cura
de largo, y más parecía que estuviese enfadado que
triste.
–Saint... –Christian lo miró preocupado, besándole
la mejilla de pronto –. Te quiero.
Aya simplemente permaneció en silencio, sintiéndose
como una tercera rueda.
–Yo también, y a Aya –le dio un beso, riéndose
y huyendo.
–¡Baka! –le gritó el chico de manera natural,
enrojeciendo, antes de ser arrastrado por Christian como siempre
que parecía querer salir huyendo hacia otro lado.

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