.Novela homoerótica para mayores de edad.
 

Capítulo 40- The Beginning of Forever

Lucifer extendió sus alas, observando aquel hermoso paisaje nuevamente. Su ego nunca había estado tan saludable, pero suponía que era lo justo luego de tanto sufrimiento. Se giró, mirando a Yavé, con una sonrisa en los labios y sacudiendo la cabeza para apartarse apenas una hebra de cabello de los ojos. - ¿Y bien? ¿Sigo siendo un niño mimado ahora?

-Lo sigues siendo… ahora aún más mimado porque se acerca el momento de que cumpla todos tus deseos ¿no es así? Has ganado… - Yavé lo miró a los ojos como examinando su rostro, la fecha del juicio final había llegado y las almas salvadas habían sido mucho menores a las condenadas. La raza humana había sido un fracaso aunque no se arrepentía con respecto a todos los que se habían salvado y ahora tendrían las puertas del Edén abiertas para ellos, toda la eternidad… -Ahora tendremos que irnos…- le sonrió deslizando un dedo para dibujar su sonrisa –Dime Luzbel… ¿Quién será tu elegido?- preguntó.

- ¿Quién crees que lo será? – le sonrió, pensando que tal vez no fuera muy prudente su decisión, pero era el único en el que confiaba de tal manera. Además, estaría bastante balanceado. – Samael.

-Claro que ya lo sabía… pero siempre me pregunté si serías capaz de escoger a otro solo por contrariarme…- Yavé se pasó la mano por la mandíbula sonriendo –Deberíamos avisarlos… y que ellos se encarguen de su propio reino…

- No, no escogería a nadie más, se lo merece. Más que ningún otro. Además..... ya no tengo necesidad de contrariarte – le sonrió, rodeando su cuello con los brazos. – Avisémosles....

-No sé si me parece lo primordial ahora…- lo miró a los ojos sonriendo abiertamente y moviendo un poco el rostro para apartarse el flequillo de los ojos. Le sujetó los brazos con las manos acariciándolo mientras besaba sus labios. Rompió el beso aún mirando sus ojos –¿Querrás llamarlo aquí?

El chico sonrió, asintiendo, y susurrando apenas. – Samael... – llamándolo también con su mente y seguro de que lo escucharía en donde estuviera. Yavé simplemente sonrió pensando en el efecto que le causaría a Samael tener que estar allí frente a Él, consciente de lo mucho que lo seguía odiando y llamó a su vez a Auriel.

Samael se giró en la hierba levantándose con el cabello sobre el rostro –Lucifer me llama… - susurró pensando en donde estaría Auriel, seguramente aconsejando a algún estúpido humano… o como demonios hubiesen decidido calificar a aquellos nuevos seres eternos.

El albino alzó la cabeza, desviando su atención del pelirrojo al que había estado aconsejando, y sonrió, poniéndose de pie y acariciándole la cabeza. – Tengo que irme ahora, recuerda lo que te dije. – extendió sus blancas alas, desapareciendo para ir a presentarse frente a su Señor.

Samael se quedó parado a lo lejos observando a Lucifer en brazos de Dios sin querer acercarse siquiera y sintiendo cómo la electricidad le recorría el cuerpo entero. Alzó una mano frente a su rostro y estiró el brazo de golpe haciendo que la electricidad se desprendiese de Él, quemando las hierbas a su lado y continuó caminando sin siquiera mirar al Creador, desplegando apenas un poco las alas. Se quedó parado frente a ellos esperando a que le dijera qué era lo que deseaba, que tenía que llamarlo en la presencia de Dios.

Yavé le sonrió sin poder evitarlo como si se tratase de la mera perrencha de un niño pequeño.

Auriel se inclinó frente a Dios, estuviese Lucifer o no. Igual le debía respeto. Sonrió al observar a Samael a lo lejos, de soslayo.

- Samael, ¿deseas ser mi sucesor aquí en el Eden? – le preguntó Lucifer, serio, decidido a no imponerle nada por la fuerza.

-¿Para qué?- Samael lo miró a los ojos -¿Deseas tú eso o quien lo desea?- observó a Auriel deseando levantarlo de un tirón y giró la vista bruscamente hacia Lucifer de nuevo. -¿Por qué me llamas en su presencia?

Yavé sonrió suspirando y se inclinó para que Auriel se levantara, sonriéndole feliz de tenerlo a su lado una vez más. Lo estrechó entre sus brazos con delicadeza –Ahora Auriel, deberás cuidar de todos ellos- le apoyó la mano en el pecho infundiéndole su calor así como parte de su propio poder por si le era necesario a pesar de que aquello no estuviera en pacto alguno.

El ángel lo miró, emocionado, más que nada por la calidez que estaba sintiendo, era aún más imponente y reconfortante de lo que recordaba. - ¿Estás seguro? Sabes que si tú me lo pides, no me negaré de ninguna manera, pero..... ¿crees que sea capaz de afrontar tanta responsabilidad?

- Porque las cosas han cambiado y he obtenido lo que deseaba. ¿No estás feliz por mí, Samael? – le sonrió Lucifer, comprendiéndolo y acercándose a él para poder hablarle sin que se sintiera incómodo con la presencia de Yavé. – Lo he decidido yo, porque siempre estuviste a mi lado, y porque no hubiese podido continuar sin ti. No hay nadie en quien confíe más para esto. Y estoy seguro de que podrás mantener el balance. Pero ya lo sabes, no te obligaré a nada.

-¿Y qué sucederá ahora? ¿Te vas?- lo miró a los ojos aún sin contestar y observando de soslayo a Auriel, molesto. De nuevo observó a Lucifer a los ojos –Estoy contento por ti, pero no creo ser adecuado para esto… los odio…- murmuró aunque ya había unos cuantos a los que no en realidad, sobre todo a Aziel, pero ni siquiera lo consideraba medio ángel.

-Por supuesto que confío en ti, me has demostrado cada día que podías hacerlo…- Yavé le acarició una mejilla aún sonriendo –Debes ser tú… te necesitarán, yo estoy cansado… necesito descansar y necesito tiempo… para recuperar el que he perdido sin Él… lo comprendes ¿verdad? Aún así, siempre podrás venir a mi lado cuando lo necesites…

Auriel asintió sonriendo mucho más. – Me siento honrado... – murmuró algo cohibido por primera vez en su vida. – Por supuesto que comprendo. No debes preocuparte, los cuidaré con todas mis fuerzas.

Me iré con Él, pero no voy a desaparecer, así que no pienses que te abandono. Nunca lo haría. – el moreno le respondió serio, mirando a los otros dos de soslayo. – Ya lo pensé mucho, y sé que eres el indicado. Precisamente por eso, puedes ver la realidad que Auriel no verá. No permitirás que las cosas se salgan de control. ¿Sabes a qué me refiero, verdad? – alzó sus ojos rojos con dorado a los del demonio, a sabiendas de lo que estaba pensando, pero no iba a decirlo en voz alta. Su intención no era perturbar el orgullo de Samael y de todos modos, no era necesario decirlo.

-Lo sé…- Samael miró hacia el mar, un tanto triste de que fuera a alejarse de él –Al menos te lo llevarás de aquí… no tendré que soportar sus normas…- sonrió levemente extendiendo las alas y riéndose de forma menos silenciosa de lo que hubiera deseado.

-Trata… de controlarlo…- Yavé observó a Auriel un poco preocupado y le pasó la mano por el cabello –Confío en ti… en él también…

- Samael lo hará bien. Y si en tu sabiduría no te opones, es porque ha de ser el indicado – sonrió Auriel asintiendo. – No tienes que preocuparte por nada. Incluso me parece que le empiezan a agradar algunos – le comentó en un tono de voz confidencial.

Lucifer sonrió de manera melancólica, comprendiéndolo una vez más. – Vas a discutir con Auriel eternamente. De veras eres mi sucesor. – apoyó una mano en su hombro, por no abrazarlo, ya conociéndolo. – No voy a estar en ningún lado en el que no pueda escucharte. Si me llamas, vendré.

-Lo sé…y lo haré- apoyó la mano sobre la suya con suavidad y lo miró a los ojos apretándosela antes de soltársela. Desvió la mirada al oleaje de nuevo por no verse afectado y Yavé le besó la frente a Auriel antes de tender la mano hacia Lucifer.

-Vámonos… ya es tiempo… - le susurró.

Lucifer permaneció mirando un momento más a Samael indeciso, sujetando por fin la mano que le tendía el moreno. – Ya lo sé. – lo siguió, dirigiendo una mirada breve pero intensa, casi agresiva al albino, que simplemente sonrió para su contrariedad susurrando a pesar de su gesto.

- También lo cuidaré a él. Así como él a mí.

Yavé se rió suavemente abrazando a Lucifer contra Él y llevándolo consigo al cielo ahora desierto más que por la presencia de ambos –Comencemos… con… todo de nuevo…- lo miró a los ojos aún abrazándolo allí –pero primero, comencemos con nosotros mismos de nuevo…

- Sí... creo que necesitamos eso que los humanos llaman vacaciones.... – se rió el moreno, batiendo las alas un par de veces, apretándose contra su cuerpo, sin poder evitar temblar un poco por lo increíble que le resultaba todo aquello, por más que se las diera de fuerte. Alzó el rostro para sentir sus labios nuevamente perdiendo su mirada en aquellos ojos azules.

Samael se volteó para mirar a Auriel a los ojos -¿Qué harás ahora? Que eres como un Dios…

- No me siento como un Dios... – le sonrió, aún así, encontrando esa denominación demasiado exagerada para sí mismo. – Haré lo que Yavé me pidió, cuidar de ellos, y de ti – bajó la voz acariciando su mejilla.

- Se acabó… Dios ya no está aquí…- lo miró a los ojos aún retándolo como siempre, tentando su paciencia y comprensión –Ya no tienen valor sus reglas ni normas…

El albino sacudió la cabeza, ya acostumbrado a su personalidad. – Sabes muy bien que son estas las que me han hecho como soy, y que las respetaré. También sabes que si no lo hiciera, no sería aquel de quien te enamoraste. Lo siento, Samael, pero tendrás que encontrar la forma de convivir con mi manera de pensar y sentir. – lo abrazó, añadiendo. – Y no se acabó, apenas comienza....

-Lo he hecho… todo este tiempo…- lo miró a los ojos rodeándolo con un brazo –Ahora ya no puedes negarme nada Auriel…

- No me refería a esto.... y lo sabes – le sonrió el ángel de manera muy distinta a hace unos segundos, su mirada llena de ternura. – Yavé me ha liberado de mi promesa, ya he cumplido.

–Ahora cumple conmigo- Samael lo acercó aún más con la mano que sujetaba su cintura e inclinó el rostro mirándolo a los ojos y entreabriendo los labios contra los suyos antes de besarlo con fuerza sujetando sus ropas con la mano y subiendo la otra por sus piernas. –Te amo.

- No creo que esa palabra aplique en estas circunstancias- le sonrió algo agitado susurrando luego. – Te amo, Samael – antes de besarlo ahora él.

-Se aplica, eres mi pareja, me lo debes- los ojos dorados de Samael lo miraron fijamente, casi rencoroso de no haber obtenido a Auriel en todo aquel tiempo, aunque el verdadero problema eran los motivos que el albino había tenido –Ahora te debes a mí- extendió las alas pensando que no quería ni oír hablar de los “humanos” en aquel momento y soltó el trenzado dorado de las telas blancas de Auriel apoyando las manos en sus hombros y apartándose apenas un poco, observándolo.

El chico dejó caer las ropas de manera tan natural como si nunca las llevase, aún sonriéndole. Siempre he amado la manera en la que hablas, aún cuando no esté de acuerdo completamente. – se acercó, eliminando el espacio entre ambos nuevamente. – No te alejes de mí, sabes que también lo he deseado.

-No lo haré- el moreno lo miró deseoso y aún así queriendo tratarlo con cuidado –Sólo quería observarte- lo besó de nuevo recorriendo su espalda con la mano y alcanzando su sexo con la otra, acariciándolo y respirando con fuerza mientras su lengua acariciaba la del albino.

El ángel jadeó contra sus labios, suavemente, casi discreto, cerrando los ojos y rodeándolo con uno de sus brazos, las blancas alas extendiéndose hacia atrás y sacudiéndose un poco en una muestra de deseo.

-¿Por qué había de estar esto prohibido, Auriel?- lo miró pensando que era muy hermoso y lo besó de nuevo sujetando sus nalgas con las manos y pegando su sexo erguido al del albino. Se apartó un poco observándolo y quitándose las ropas.

- Debía permanecer puro. Tal vez Dios lo ideó como una prueba, para saber si podría con todo esto. – suspiró, sintiendo su piel caliente como nunca, poniéndose un poco nervioso, y lo miró a los ojos. – Samael... ¿aún me amarás igual si ya no soy así?

-Te amaré más, si eso es posible- lo abrazó de nuevo besándolo y acariciando su cuerpo. Deslizó su sexo entre las piernas de Auriel pegando el del albino contra su abdomen –Seguirás siendo puro, no veo nada impuro en tus actos…- lo miró a los ojos diciendo lo que efectivamente pensaba, tampoco lo hubiera deseado de otro modo –Sólo en los míos- sonrió levemente deslizando la lengua por sus dedos y bajándolo entre sus nalgas, separándolas con la otra mano y acariciando su entrada, controlando el ímpetu de su deseo tanto como podía –Sabes cuanto he deseado que te entregases a mí.

- Lo sé, puedo sentirlo.... – respondió, su respiración entrecortada, los ojos aguamarinas sin apartarse de los dorados del moreno, su cuerpo entero temblando ante las caricias y las sensaciones. – No hay nada impuro.... en algo que haces por amor.... Y... – sonrió un poco, sonrojándose ante el contacto con su sexo. – Eres espléndido.

Samael lo miró a los ojos deslizando una pierna entre las suyas y haciéndolo separar más las piernas, inclinándolo hacia él mientras empujaba los dos dedos en su cuerpo. Lo sujetó con fuerza contra él, jadeando contra su rostro y tomó su sexo con la otra mano entrecerrando los ojos y buscando sus labios con los propios –No… aún no puedes sentir lo mucho que te deseo… ni siquiera así…

El albino cerró los ojos por fin, gimiendo con suavidad, estremeciéndose seguro de que no podía existir algo más intenso en el universo. Se aferró al cuerpo del moreno, sus alas ahora extendiéndose a los lados. – Te amo... – susurró, acariciando sus labios con los suyos, deseoso de sentir su lengua, su sexo enviándole oleadas de placer cada vez que se movía contra él.

-Te amo…- lo besó apasionadamente y apretó las mandíbulas observando su estado. Bajó el rostro cubriéndose un poco con el cabello y besándole el pecho observando su sexo demasiado orgulloso para ser capaz de arrodillarse a sus pies, aunque deseaba sentirlo, probar su sabor. Se arrodilló empujándolo con él a hacerlo y le apoyó una mano en el pecho postrándolo hacia atrás –Te amo- le repitió acariciando su pecho e inclinándose, aún mirándolo a los ojos mientras su lengua se arrastraba por el sexo del albino sin ningún control, deslizándolo entre sus labios. Le apretó los muslos bajando la vista por fin.

- Ah... – el albino gimió, un poco sorprendido por el sonido, no porque no lo hubiese escuchado antes, pero no de sus labios con esa intensidad. La lengua del moreno envolvía su sexo una y otra vez, logrando endurecerlo como nunca, sentía el calor desprenderse de él, a pesar de que en aquel sitio jamás hacia un clima desagradable. Pero aquel calor tampoco lo era. Dejó escapar otro gemido sus manos rozando la hierba, sin atreverse a hacer otros movimientos, como si pudiese interrumpir lo perfecto del momento.

Samael lo miró a los ojos al escucharlo gemir de ese modo, como golpeado por la excitación que su sola voz le causaba. Sujetó su sexo con la mano acariciándolo intensamente y arrastrando los labios por sus muslos, entrecerrando los ojos. Parecía ser su imaginación, casi no podía creer que sucediera. Lo alzó por las nalgas sujetándolo mientras su lengua se movía contra su entrada con fuerza, empujándose dentro de él y jadeando contra su piel. Podía sentir incluso el olor fresco de su piel más intensamente que nunca, seguro de que aquello, tomar su cuerpo de aquella manera, era el mayor de los pecados que jamás hubiera cometido. Y se sentía tan bien…

El chico dejó escapar un gemido aún más fuerte, lamiéndose los labios y abriendo los ojos para observar el azul del cielo, sonriendo, bajando luego la mirada para intentar ver al moreno, ahora arqueando la espalda en un gesto de placer intenso, su sexo pulsando de aquella manera por primera vez. Jamás se había sentido así y ahora comprendía por qué los humanos decían que era como estar en el cielo, por más diferente que fuese aquel lugar. – Sa...mael.....

-¿Lo comprendes ahora? Mi deseo…mi desesperación…- el moreno subió sobre él, lamiéndole el sexo y trepándose sobre su cuerpo, rozándose contra él y besándolo profundamente mientras le acariciaba el rostro. Se sujetó el sexo rozándolo contra la entrada del albino y le tomó las manos entrelazando los dedos con los suyos mientras entraba en su cuerpo. Jadeó son fuerza sobre sus labios mirándolo a los ojos.

Contradictoriamente, los gemidos se hicieron cada vez más callados en los labios de Auriel, extasiado como estaba con las sensaciones y con los salvajes ojos dorados del moreno. Podía ver su pasión, así como su amor. Le sonrió, entreabriendo los labios y permitiendo que los gemidos subieran de volumen al sentir cómo se movía dentro de él, su sexo rozándose contra sus abdominales, y apretó sus manos, sin dejar de mirarlo, su rostro sonrojado por la excitación.

El moreno sintió que el cuerpo entero le ardía como si estuviese afiebrado. Jamás se había sentido así, percibiéndolo todo de aquella manera tan intensa. Deslizó una mano por sus piernas y sujetó su sexo con ella, acariciándolo y rozándolo contra su cuerpo.

- Sa... Samael.... mhm...... – el ángel jadeó, temblando, sus labios permaneciendo entreabiertos, y alzó un brazo apretándolo contra sí, un intenso calor rodeando su sexo que palpitaba con urgencia. Se estremeció una vez más, extendiendo sus alas completamente, y escondiendo el rostro contra la piel cálida de Samael.

Samael se apartó de él apenas un poco y lo volteó recostándolo. Le acarició el cabello con una mano haciéndolo apoyar el rostro de lado sobre la hierba. Le besó los labios una vez más y acarició su espalda y sus alas sujetando sus caderas alzándolas un poco para penetrarlo profundamente de nuevo mientras usaba la otra mano sobre el sexo del ángel moviéndose profundamente en su cuerpo y cerrando los ojos dejando que el cabello le cubriera el rostro.

El albino cerró los ojos luego de observarlo de reojo, una mecha de su cabello cubriéndole un poco la visibilidad. – Te amo... – susurró con algo de dificultad, sin poder dejar de sonreír a pesar de sus suaves gemidos. Incluso la hierba tenía un olor más dulce en esos momentos.

-Te amo…- se recostó sobre él entre sus alas, tratando de sentirlo aún más, lamiendo su cuello y sus labios tanto como podía –Auriel…- lo llamó de nuevo y le sujetó las manos haciendo que rodease su cuello aún de ese modo. Lo sujetó por las piernas arrodillándose y echándose hacia atrás mientras lo movía sobre él dedicado a lamer su cuello y sus hombros observando su sexo moverse conforme lo hacía subir y bajar contra su cuerpo.

- Samael..... – susurró el chico aún con los ojos cerrados, seguro de que ese éxtasis era absolutamente algo divino y sintiéndose más cerca que nunca al corazón de Samael. Un brillo dorado se desprendió de su piel rodeándolos a ambos, casi sin que se diese cuenta, permitiendo que el moreno pudiese sentir lo mucho que lo amaba así como el placer que sentía entre sus brazos.

Samael deslizó la lengua por su mandíbula hasta alcanzar sus labios, besándolo y observando sus ojos tanto como podía, sintiendo su calor y su amor casi sofocado por aquellas sensaciones. Lo recostó de nuevo sobre la hierba volteándolo hacia él y besándolo profundamente mientras se movía dentro de él alzándole la cintura y sujetando su sexo de nuevo al sentir su propio orgasmo próximo –Te amo- susurró extendiendo las alas.

Casi como un reflejo suyo, Auriel hizo lo mismo, sus blancas alas cubiertas por la oscuridad que proyectaban las de Samael. Sentía su electricidad dentro de su cuerpo, o tal vez provenía de sí mismo, ya no lo sabía, sólo que se sentía increíble. Arqueó la espalda, lanzando un gemido agudo, y estremeciéndose una vez más, su sexo por fin liberando aquella sustancia blanquecina que acompañaba su orgasmo. El ángel abrió los ojos, aferrándose a los del moreno de forma casi desesperada, sintiendo aquello como algo eterno y a la vez, deseando que no terminase nunca. Sus labios se separaron ligeramente para formar las palabras en silencio. “Te amo”.

-Auriel…- el demonio lo besó con fuerza deteniendo sus movimientos y empujándose con más fuerza dentro de él. La fuerza de aquel placer tan intenso no le permitía ni siquiera pensar. Su sexo pulsó violentamente hasta derramarse completamente y se separó apenas un poco de él para observar sus ojos y cómo su pecho se movía agitado y sudoroso.

- Samael.... – el albino continuó mirándolo, aún agitado, sus labios entreabriéndose en una sonrisa distinta de todas las que le había otorgado antes. Una sonrisa de absoluta y completa felicidad. Acarició la mejilla del moreno, cerrando los ojos por un segundo agotado. - ¿Eres feliz? Ya no tienes nada que reprocharme.

-Más de lo que nunca he sido…- lo miró igualmente serio observando su sonrisa y bajó el rostro besándole el pecho y sonriendo contra su piel. Lo miró tan sólo un momento antes de besarlo profundamente girándose para apoyarse a su lado cobijándolo con sus alas.

El ángel se acurrucó contra él, riendo suavemente de felicidad, y absteniéndose de comentarle lo que estaba pensando acerca del plan de Dios para ellos. No quería comenzar un debate en esos momentos. Por ahora, se contentaba con estar entre sus brazos, rodeados de aquella paz existente tan sólo en el paraíso.

-Ahora este es nuestro reino… me da igual lo que hagas con él- lo miró a los ojos fijamente –Sólo me importas tú… y Aziel

- Entonces puedes cuidarme a mí, y a Aziel.... – sonrió enternecido por sus palabras y preguntándose si comprendería las responsabilidades que aquello acarrearía.

-Ya lo hacía antes- lo miró a los ojos preguntándose el por qué de su sonrisa e imaginando que debía ser algo inocente. Cerró los ojos rodeándolo con un brazo.

- Ya lo sé – sonrió aún más, besándole el pecho.

FIN

 
 

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