Capítulo 35- Angels in the City
- Mira eso! – Sariel señaló un avión
que cruzaba el cielo, maravillado como siempre que los veía,
casi como si fuera un niño pequeño. Pero lo asombraba
lo mucho que habían logrado los humanos, incluso logrando
elevar el vuelo, a pesar de que ellos mismos no tenían alas.
Le sonrió a Miguel, apartándose un mechón de
cabello del rostro. – Seguro que ya te aburres de que me ponga
así, ¿no?
- No, claro que no- sonrió sujetándole la mano y
entrelazando los dedos con los suyos. Las cosas habían cambiado
muchísimo, tanto que sería imposible reconocer la
tierra de no ser porque ellos bajaban continuamente. A Sariel seguían
fascinándole los humanos, sus descubrimientos y costumbres,
incluso vestirse como ellos parecía hacerle feliz. En aquellos
momentos en la tierra era de noche, aquello le impresionaba incluso
a él. En el cielo jamás había oscuridad. De
todos modos los humanos no parecían descansar ni en esos
momentos -¿Dónde quieres ir hoy?
- ¿Qué te parece si vamos a uno de esos clubes nocturnos?
Es a donde va la gente a estas horas, ¿no? Realmente me gusta
este lugar... – murmuró, observando a su alrededor,
en lo que ahora se conocía como Japón. A pesar de
ser tan pequeño, sus habitantes seguían creciendo
y nunca parecían detenerse, era como si tuviesen que mantener
el flujo continuo por las calles. - ¿Sabes una cosa, Miguel?
Te ves muy apuesto así.... - le dirigió una mirada
traviesa, recorriendo su pecho con un dedo.
-No…- el rubio siguió su dedo enrojeciendo un poco
y enseriándose terriblemente mirando un poco a los lados
por ver si alguien notaba su vergüenza –Tú sí
te ves muy bien…- sonrió caminando un poco delante
de él, llevándolo de la mano y sujetándolo
después de la cintura recordando que todos solían
mirar a Sariel demasiado, tanto que se ponía nervioso –Un
club nocturno… de esos en los que no hagan nada demasiado
extraño eh…
- No... sólo iremos a bailar, ¿está bien?
– le sonrió, a sabiendas de que a Miguel le daba vergüenza
bailar también. – Nada extraño, está
bien.... aunque ya sabes que creo que debemos observarlo todo.
-Bien… pero no tenemos por qué quedarnos observando
mucho rato de todos modos…- el rubio suspiró de hecho
porque estaba pensando que bailar le daba vergüenza, aún
así siguiéndolo hasta un local bastante concurrido
y oscuro, repleto de gente entrando y saliendo, focos de colores
que provocaban un efecto mareante para él.
- No seas así, no me digas que no te gusta... – le
reclamó el chico de cabello violeta, tomando una mano del
ángel con ambas suyas y sonriéndole alegre. –
Pero si no hay nada igual en el cielo.... ni siquiera en el infierno.
-No digas ni siquiera en el infierno como si fuera algo mejor…-
suspiró mirándolo y echando un vistazo a su alrededor.
Al fondo del local un chico de cabello negro y ojos azules observaba
a Sariel sonriente. Se preguntaba si lo reconocería de ese
modo, claro que no se trataba de un chico cualquiera y eso tampoco
pasaba por alto para Miguel, era un demonio…
-¿Qué es lo que tanto miras?- susurró un recién
llegado chico rubio de cabello largo. Miró al moreno apoyándose
en su cuello mientras lo abrazaba, persiguiendo después su
mirada. Sonrió al ángel sintiendo algo extraño
en él. No era un humano…
- No te molestes, quise decir.... que era más probable que
lo hubiese allá – le aclaró el ángel
a Miguel, sin apartar la mirada de los otros dos. Al rubio no lo
conocía, sin embargo, el moreno.... Aguzó la mirada
y sus otros sentidos, reconociendo aquel aura familiar que solía
acercársele tan a menudo durante su estadía en el
infierno. – Camadai! – sonrió como si el hecho
de estar saludando tan alegremente a un demonio no tuviese nada
de malo.
-¿Camadai?- el rubio lo miró asombrado, no, Camadai
no tenía ese aspecto tan joven y además…
-¿Y qué importa lo que mirase?…- el moreno
le sujetó el rostro alzándoselo y haciendo que lo
mirase. Era el humano que más le había durado, el
único que aún no le había aburrido, buscaba
poder pero no sólo eso era divertido en él…
-La he matado… es lo que querías… ¿cierto?
¿Te molestaría si tomase a ese chico?- señaló
a Sariel desde allí sonriéndole de nuevo.
Sonrió observando sus ojos sin temerlo en absoluto, de alguna
manera sabía perfectamente que era suyo, que haría
lo que desease –Gracias… querido…- le rodeó
el cuello besándolo –Me molestaría… te
pediría que lo matases después…además…
no es humano…
- Camadai.... puede cambiar de forma, ¿no lo sabías?
Pero lo reconocería en cualquier lado. – Sariel se
giró, para mirar a Miguel por si estaba molesto. –
No es tan malo, era agradable conmigo, ¿sabes?
-Ya, imagino en qué modo lo era…- suspiró llevándolo
con él hacia fuera –Mejor a otro lugar… ya no
podemos hacer nada por ese humano… está condenado…
pero tampoco puedo quedarme observándolo…
- Puedo hacer lo que quiera…-Camadai apenas susurró,
pero el ángel lo escucho y apretó los puños
observándolo.
-No… harás… lo que yo te diga querido…-
el rubio lo miró a los ojos sonriendo, consciente de que
no hablaba con él. El demonio se echó a reír
divertido.
-Tienes razón… eso haré… lo que los hijos
de Dios pidan… y no será mi culpa…- continuó
sin dejar de mirar a los dos ángeles despidiéndose
con una mano de Sariel y lanzándole un beso.
El chico se rió, lanzándole un beso de vuelta juguetonamente,
y pegándose luego a Miguel. – Que no te enfades....
sólo lo hace por molestarte, es así.
-Pues es molesto, sí- el rubio dejó salir el aire
con fuerza sin dejar de mirar a Camadai hasta que por fin se volteó
molesto porque comenzaran a besarse de tremendo modo en ese momento
–No lo aguanto… es odioso…- continuó en
su protesta saliendo y casi sacando arrastras a Sariel –Vamos
a otro lado.
- Ya, ya vamos.... – se rió el chico, divertido con
la expresión del rubio. Y por cierto, no le parecía
que el humano estuviese sufriendo precisamente. Dio un saltito,
ya que no podía volar allí, para guindarse un poco
de Miguel, observándolo. – Estás celoso ¿no
es así? No tienes por qué, sólo quiero estar
contigo ahora.
-No estoy celoso… - se paró mirándolo e imaginando
que estar celoso debía ser un pecado. No… no lo era…
¿o sí? No sabía, suspiró de nuevo aún
mirándolo y relajándose poco a poco. Le apoyó
la mano en un hombro abrazándolo –Sí estaba
celoso… pero ya está… ha sido una estupidez…
aún así no quiero volver ahí…
- Vale, no volvamos, pero no regresemos al cielo aún. Me
gusta estar aquí abajo. – le aseguró, andando
contento como si no hubiera sucedido nada y guindándose de
su cuello luego para besarlo.
Miguel lo sujetó por la cintura devolviéndole el
beso, enrojeciendo por que lo había cogido desprevenido y
lo miró sonriendo mientras se separaba –No iba a pedirte
que subiéramos… esta bien… vamos a donde quieras,
ya no protestaré más…
- Eso, no protestes. Con lo mucho que te quiero.... – le
guiñó un ojo guiándolo hacia otro lugar cercano,
y comentando. - ¿Sabes lo de Auriel?
-No sé, ni a qué te refieres…- lo miró
preguntándose si algo le había sucedido aunque no
lo creía, no era posible que nada malo le hubiera sucedido
a él.
- Ya no estará ante las puertas. Dios lo va a enviar aquí,
a la Tierra.... ¿de veras no sabías? – lo miró,
pensando que era un despistado, aunque claro, la realidad no admitida
era que él era demasiado curioso.
-¿Por qué?!- lo miró a los ojos por un poco
despistando su condición y casi desplegando sus alas. Se
llevó una mano a la espalda como si necesitase asegurarse
de que nada había pasado -¿Por qué?... no hizo
nada… no puede ser…
- Calma, no es un castigo, es una misión y según
tengo entendido podría haberla rechazado – le apoyó
las manos en los hombros como asegurándole que sus alas seguían
ocultas. – Es por Sachiel y Zelel, se encargará de
cuidarlos creo..... Sea como sea, estará aquí abajo.
-Ah… ya… lo imaginé…- carraspeó
enrojeciendo un poco ante la obviedad de que estaba disimulando
el haber dudado por un momento de Auriel, y pensando que iba tener
que pedirle perdón a Dios por muchas cosas. De hecho, desde
que estaba con Sariel no había dejado de hacerlo incluso
cuando el mismo Yavé le decía que varias de ellas
no tenían nada de malo –Eso significa que también
Samael estará aquí… es peligroso…
- No lo es, Samael lo cuidará, lo ama, de veras, ¿no
lo sabes? De todos modos, Auriel sabe cuidarse ¿o no? Dios
no lo enviaría si no... – meditó, pensando que
más bien debía estar alegre de poder estar con el
demonio sin la necesidad de barreras.
-Claro que lo sé… como si alguien pudiera no saber
eso a estas alturas…- suspiró sonriéndole –Es
peligroso para los humanos, no para Auriel. Auriel ya lo derrotó
una vez y podría hacerlo todas las veces que quisiera además…
además… temo que Auriel sufra viendo a Samael provocar
el mal...
- Eso sí es cierto – suspiró observándolo
un poco más serio. – Pero Auriel sabe que es un demonio,
sería ingenuo de su parte esperar otra cosa.
-No se llama ingenuidad, si no esperanza y de todos modos es normal
que espere que no haga el mal, aunque sólo sea por él…
porque lo ama… Samael, debería contener su odio, yo
lo haría por ti…- suspiró apartándose
un poco el cabello –Yo no haría nada malo, claro…
no sé… tal vez sí… si no fuera algo muy
malo…
Sariel se rió, colocando un dedo sobre los labios del rubio.
– Tú no harías nada malo, eres incapaz. Y eso
me gusta de ti, aunque creía que no....- lo besó suavemente,
separándose luego. – Tampoco tiene por qué sufrir
solo, siempre puedes venir a visitarlo si crees que lo necesita.
Prometo no ponerme celoso....
-Claro que lo veré… necesito hablar con él
continuamente… y… tú no te pondrías celoso
de Auriel… no tiene sentido…- murmuró rojo –Además
yo sólo te quiero a ti y no podría ver a nadie más
del mismo modo…- lo atrajo él esta vez, besándolo
con fuerza y cerrando los ojos aún avergonzado -¿Tal
vez deberíamos ir a otro lugar? Donde estemos solos…-
lo miró a los ojos sintiendo que le echarían humo
las mejillas.
- Tal vez no, definitivamente. – le susurró casi jadeando
a propósito y pasando su mano por la mejilla del rubio con
suavidad. – Y sólo bromeaba, sé que me quieres
a mí. Entonces dime, ¿a dónde quieres ir? ¿La
playa.... las montañas quizás? – le sugirió,
seguro de que un hotel de esos de pagar por hora estaba fuera de
sus posibilidades. Además, desde que se portaba bien, no
podía utilizar sus poderes para no pagar.
-No lo sé… pero no quiero que nadie nos vea…-
le aclaró por si acaso, porque ya su experiencia le demostraba
que a los humanos a veces parecía no importarles demasiado.
Lo miró a los ojos pensando y sin poder sacarse su voz jadeante
de la cabeza. Bajó una mano acariciando sus nalgas acercándolo
a él y mirando a su alrededor mientras inevitablemente pasaba
los dedos entre ellas contra la ropa cada vez de forma más
fuerte –Podemos entrar ahí, no hay nadie…- señaló
lo que parecía un almacén de un centro comercial –No
es nada malo si no hacemos nada… malo … aparezcamos
allí…
- Miguel.... – lo miró con una sonrisita traviesa,
guindándose de su brazo. – Está bien, vamos.
|