Capítulo 20- No Matter How Far
You May Stray
Sariel desplegó sus alas elevándose cada vez más,
nervioso por no saber la razón del llamado de Dios. Seguro
Miguel le habría dicho algo. A ver si lograba librarse de
esta. Se detuvo frente a la entrada de aquel espacioso lugar, tomando
valor y poniendo su mejor sonrisa antes de entrar. – He acudido
a tu llamado... – lo saludó ceremonioso.
Yavé alzó un poco la cara de la mano en la que reposaba
su frente demasiado decepcionado de la humanidad y también
de sus propios ángeles, de todo lo que había creado
–Te confié que juzgases a tus hermanos como fieles
o no a mí… confié en ti Sariel… incluso
te permití el tiempo suficiente para que tú mismo
vieras lo que estabas haciendo, para que te arrepintieras y redimieses…-
se levantó aproximándose a él -¿Por
qué esa sonrisa? ¿Pretendes engañarme? ¿O
es que acaso estas orgulloso de tus actos, Sariel?
El chico suspiró aún sonriendo aunque ya no tan alegre.
– No lo sé... siempre sonrío. Es mejor que fruncir
el ceño... ¿no? – preguntó con la voz
un poco más baja. - ¿Estás muy molesto?
-Hay un momento para cada cosa, contesta a lo que te he preguntado,
creo que tú ya sabes cómo me encuentro, aunque dudo
que eso te preocupe en lo más mínimo.
- Eso no es cierto... –murmuró, pensando que seguro
era por eso que luego todos se molestaban con Él. –
No estoy orgulloso pero no comprendo qué hice mal. Ya sé
que son tus reglas, pero no lastimé a nadie ni nada parecido.
Dios suspiró observándolo a los ojos –Conoces
la lujuria… la conoces a la perfección, sabes lo que
significa al igual que el libertinaje ¿eres un animal salvaje,
Sariel? Para obedecer a tus bajos instintos… antes que a tu
cabeza… a tu corazón… ¿Qué crees
que sucederá cuando algún día sientas amor?
¿Crees que alguien podrá tomarte con sinceridad?...
ni siquiera estás arrepentido de lo que haces…- negó
con la cabeza -¿Es que acaso crees que no sé cuánto
me has traicionado?
- ¿Vas a echarme, no es así? – le preguntó,
bajando un poco la mirada, con tristeza pero era de suponer al escuchar
esas palabras. – No es algo malo es sólo... agradable.
Quería experimentarlo todo, no sólo observar y....
– suspiró sin saber qué más decir. No
podía fingir que se arrepentía, no cuando Dios estaba
de ese humor.
-¿Agradable?- negó con la cabeza –Es egoísta…
esos hombres… muchos de ellos estarán enamorados de
ti para el resto de sus cortas vidas, tal vez eso les lleve a la
desesperación, tal vez a la infelicidad… a cambio de
que tú pasases unos agradables momentos… tal vez algún
día comprendas que no es agradable… es hermoso…
es especial… es algo que sólo ha de hacerse con la
persona a la que amas… no se trata de un ejercicio…
es una unión Sariel, nunca os he prohibido el amor…
Dime Sariel… ¿no hay nada de lo que te arrepientas?
Yo sé todo lo que has hecho.
- En la Guerra...... no hice nada. No supe que sería así,
sólo deseaba que se detuvieran, que no se hiciesen más
daño. – volvió a alzar la mirada, negando con
la cabeza. – Pero nunca he deseado hacerle daño a nadie.
No era esa mi intención.
-¿No? ¿Y qué hay de Camadai? ¿Quién
lo llevó al Edén, Sariel? ¿Salió del
infierno por su propio pie? ¿Con quien crees que hablas,
Sariel?! ¿Ni siquiera te avergüenzas en el último
momento de mentirme así? ¿O es que tal vez tus traiciones
te importan tan poco que las has olvidado? Tú… con
tu ayuda los humanos han sido condenados…
- Pudiste haberme detenido... – protestó, poniéndose
más nervioso. – No pensé que estuvieses siendo
justo con ellos..., los demonios. Sólo tienen ideas distintas.
Y quería saber si los humanos realmente eran tan puros como
pensabas. Me vas a echar de todas maneras ¿no es así?
No necesitas gritarme.
-No es así, no te echaré si te arrepientes, tampoco
tú necesitabas hacer todo lo que has hecho y sin embargo
no te has detenido. No has estado solo, ni siquiera tienes esa excusa,
sé que Miguel ha estado tratando de ayudarte, no sé
ni como te atreves a pedirme que no te alce la voz… ¿sabes
cuánto se ha extendido mi paciencia por ti? Si pensabas que
no era justo con ellos, debiste hablarme, no traicionarme. Si querías
saber si eran puros tampoco ese era el modo ¿te arrepientes
y piensas redimirte?
El ángel negó con la cabeza, sintiendo los ojos aguados,
pero hablando sinceramente. – No puedo, porque no siento que
lo que hice fue tan malo.... y por más que me grites y por
más que me lamente, no va a cambiar eso, ni voy a poder dejar
de ser como soy.
-No es verdad Sariel, podrías enmendarte si realmente lo
deseases, si creyeses que merece la pena el hacerlo…- Yavé
bajó la mirada a sus ojos sin poder evitar sentir compasión
y lo abrazó contra él besando su cabello –Debo
tener contigo la misma consideración que con el resto de
tus hermanos… irás al infierno y allí, rodeado
de pecado me demostrarás si mereces volver a mi lado o si
por el contrario, aquel es tu lugar ¿comprendes eso Sariel?
Estaré esperando tu redención… a que comprendas
lo que has hecho y te arrepientas.
- Pero ¿no me vas a odiar entonces? – le preguntó,
porque eso era lo que le preocupaba realmente. – No hice nada
de esto para herirte....
-Claro que no… y por supuesto que no te odio, os amo a todos,
pero como padre debo castigaros cuando no os portáis correctamente.
No podrás bajar a la tierra hasta que no te enmiendes, así
que no se lo pidas a Auriel… no lo intentes…- lo miró
a los ojos y le sonrió levemente –Sé que volverás
a mi lado Sariel… solo tienes que desearlo- le acarició
una mejilla besándole los labios con suavidad e incapaz de
arrojarlo, llamó a Miguel para que lo acompañase hasta
allí.
El chico sonrió levemente, asintiendo y separándose
de Él, acercándose a Miguel y guindándose de
su brazo, murmurando de antemano. No protestes, ya luego me vas
a extrañar.
-No he dicho nada aún… y deberías verte más
triste, no te ha perdonado, ha dicho que lo hará- se quejó
Miguel mirándose el brazo y pensando que esa no era la manera
mas apropiada y mas parecía que lo llevaba de paseo que al
infierno, él estaba mas triste que el mismo Sariel aunque
aún Dios no le había aclarado de qué había
pecado.
Yavé suspiró negando con la cabeza y volteándose
porque no podía evitar sonreír y no era el momento
adecuado precisamente. De todos modos estaba seguro de que volvería
a su lado.
- Voy a ir al infierno de todas maneras, Miguel. Lo mejor es sonreír
¿no? – lo observó de soslayo, suspirando, seguro
de que como siempre, no comprendía nada de eso, pero igual
sin soltarlo.
-¿Por qué es mejor sonreír? ¿Acaso
no seria mejor demostrar a Dios que estás arrepentido o apenado
de que te expulse de su lado? Deberías esta apenado…
y yo no podré verte tampoco- lo miró a los ojos con
toda la seriedad del mundo -¿Por qué Dios no me dice
de qué has pecado?
- No lo sé, yo no sé lo que Dios piensa, pero Él
sí sabe lo que yo pienso, así que no tengo que expresarlo
con mi rostro. Es mejor sonreír porque a nadie le gusta llorar,
¿o a ti sí? – le preguntó ligeramente
más serio y preguntándose si debía decirle
por qué se iba. – Y no puedo ir a la Tierra pero sí
puedo llegar hasta las puertas así que si quieres verme,
pues....
Miguel lo observó igual de serio preguntándose por
qué nadie quería explicarle y exhaló aire con
fuerza –No me gusta llorar- le aseguró pensando que
igual lo haría si tenía un buen motivo –pero
tampoco puedo sonreír si no tengo deseos de hacerlo…
y si Dios se enfadase conmigo no tendría deseos de sonreír…
es igual… ya vas a enfadarte conmigo si seguimos con esa conversación…-
murmuró pensando que igual para él era más
fácil encerrarlo de ese modo. Lo abrazó al llegar
a las puertas del infierno preguntándose por qué no
había tomado el aspecto de un ángel caído.
- No voy a enfadarme contigo hoy, ya no tiene importancia. –
le sonrió aún más, esperando a que Auriel abriese
las puertas y elevándose un poco para besar a Miguel fugazmente
en los labios, ya que igual, eso tampoco tenía importancia
ahora. – No te me pongas travieso ahora, Miguel... –
le guiñó un ojo, mientras se alejaba velozmente hacia
el infierno, Auriel meneando la cabeza y sonriendo, aunque no era
una sonrisa alegre.
Miguel lo vio marcharse y echó un paso adelante sintiendo
calor en las mejillas y en el pecho -¿Por qué me besa
y se va así?- preguntó a Auriel mientras lo veía
alejarse hacia la oscuridad –Tampoco hoy he podido decirle
que quería verlo de nuevo…
. Porque le gustas –le sonrió observándolo
– Y porque no quiere que lo riñas.... Ya lo verás
de nuevo. Estoy seguro de que no pasará mucho tiempo sin
que se aparezca por aquí.
-¿Y tú me avisarás?- le preguntó Miguel
mirándolo un poco inquieto de nuevo sacudiendo las alas y
plegándolas de nuevo a su espalda –A mí también
me gusta Sariel… y tampoco sé cual es su pecado…
pero Dios no lo ha expulsado como a los demás… ¿Es
un pecado gustar de un demonio?
- No lo sé, me lo he estado preguntando yo mismo últimamente...
– respondió desviando la vista inconscientemente hacia
las profundidades de aquella oscuridad que se iba perdiendo en la
distancia. – Pero no lo creo. Nada que venga de un sentimiento
puro puede ser malo, así sea hacia un demonio ¿no
crees? Si no, Dios mismo estaría pecando y eso no es posible.
– le sonrió nuevamente. – Estoy seguro de que
Sariel no tiene malas intenciones, sólo está confundido.
Por eso Dios no lo castiga como a los demás. Y sí,
te avisaré. – asintió, recordando su primera
pregunta.
- Estaba abrazándolo cuando fui a buscarlo… a Sariel…-
el rubio lo miró mucho más tranquilo ahora sentándose
en la piedra al lado de Auriel y observándolo –Yo tampoco
creo que sea un pecado, Dios nos ama a todos, incluso a los demonios
que reniegan de Él y lo desprecian…y ama a Lucifer…-
cruzó las manos meditando sobre lo triste que estaba Dios.
Se sentía solo y los humanos lo decepcionaban continuamente
–… ¿Por qué dudas tú también,
Auriel?
- Oh! No es una duda... –le sonrió haciendo un gesto
con las manos para que no pensase que iba a caer. – Bueno,
sí, pero no acerca de Dios, nunca dudo de Él. Es....
¿recuerdas el demonio que me atacó en aquella ocasión?
Samael... – murmuró su nombre, más pensativo,
observando las puertas ahora. – Ha estado viniendo a verme,
pasamos mucho tiempo hablando. Y .... la última vez que nos
vimos, me dijo que me amaba. Y cuando me besó, no lo sé,
me sentí distinto... – sonrió, tocándose
los labios con las yemas de los dedos.
Miguel lo observó pensando que de todos modos, nunca había
pensado que él pudiera dudar de Dios, no Auriel, eso era
imposible -¿Crees que podría redimirse?
- No estoy seguro, es sumamente necio... pero hay bondad en él.
Eso lo sé. Lo sentí desde ese momento. – le
aseguró, sonriendo dulcemente y tomando su mano de pronto.
El rubio le sonrió levemente apretando un poco su mano –Dios
no me dice por qué ha sido castigado Sariel…
- Sus motivos ha de tener, ¿no crees? Tal vez sabe cómo
lo aprecias y desea que puedas seguir ayudándolo sin que
eso se interponga. – lo miró a los ojos sonriendo ahora
tranquilizadoramente. – Sariel va a necesitarte mucho ahora....
-Pero sólo lo hago enfadarse conmigo… luego de vernos
la primera vez creo que no quería volver a verme… y
así siempre… De todos modos, siempre soy yo quien tiene
que hablarle… yo creo que no le gusto… creo que piensa
que soy un pesado…- se quedó mirando hacia delante
con el rostro serio.
Auriel se rió suavemente, acariciando su mano con un dedo.
– Claro que no, a mí me pareced que le agrada estar
contigo. Sólo creo que no le gusta que lo riñan, tal
vez deberías intentar comprenderlo en vez de sólo
decirle lo que no debe hacer. No es que esté de acuerdo con
lo que hace, pero..... si puedes verlo desde su punto de vista,
sabrás qué decirle. Y estoy seguro de que si se presenta
ante estas puertas, no será para verme a mí.....
-Tal vez sí… el día que vino hasta aquí
a buscarte… no estabas, por eso se quedó un rato conmigo…
pero no venía a verme a mí… y no puedo verlo
bajo su punto de vista porque nunca comprendo de qué me está
hablando… - suspiró cerrando los ojos y apoyando la
espalda en las verjas.
- Sólo escúchalo, eso es todo. – le acarició
el rubio cabello pensando que se veía demasiado tenso y no
era necesario. – Yo creo que Sariel te mintió. No creo
que viniese a verme...... Más bien, creo que me huye porque
sabe que no podrá engañarme. Me lo encontré
muchas otras veces, y nunca me dijo nada.
-Pues bien…- lo miró de soslayo frunciendo el ceño
y se echó delante de nuevo de paso pensando si entonces creía
que sí podía engañarlo y llegando a la conclusión
de que obviamente sí. Sintió que se le coloreaban
un poco las mejillas y se recostó en las piernas de Auriel
contrariado –Siempre me está mintiendo…
- Ya te dije por qué.... No desea que le riñas. –
continuó acariciando su suave cabello, sonriendo por su actitud.
– Y también eso presupone, que Sariel sabía
que lo que hacía no estaba bien. No tienes que esconder nada
si estás seguro de tus actos.
-Así no puedo confiar en él… tal vez Dios se
ha cansado de que mienta tanto… Sariel parecía fascinado
con los humanos y las cosas que hacían… me da lástima
que Dios no lo deje bajar pero estoy seguro de que no ha debido
de hacerles daño…
- Dios no lo echaría por algo así. Algo debe haber
eso, pero estoy seguro de que no lo hizo por maldad, o Dios no hubiera
sido tan misericordioso con él tampoco. – le aclaró,
ahora pensando que era muy inocente, aún más que él
mismo. – Háblale con el corazón. Hazle saber
que no vas a dejar de quererlo, haya hecho lo que haya hecho. De
todos modos, no tiene por qué ocultarlo ahora.
-Él ya debería saber que los ángeles no dejamos
de querer por nada a nuestros hermanos… y de todos modos,
también creo que le desespero cuando le hablo de ese modo…
en realidad creo que le desespera todo lo que hago… y creo
que tal vez… tal vez le haya mostrado a los humanos qué
era un ángel- mencionó, haciendo patente que seguía
preguntándose por el motivo del destierro –Sariel no
me parece como los demás demonios… tal vez sea malo
para él estar con ellos… tiene muchas dudas y le dirán
cosas equivocadas…
- Y por eso te necesita más que nunca. Digas lo que digas,
a ti te escuchará. – le insistió. Claro, que
podía intentarlo él, pero ya notaba la mucha atención
que le prestaba Sariel cuando intentaba aconsejarlo.
-Me escuchará… no lo sé… de todos modos
no puedo evitar ayudarlo… y tú, Auriel ¿quieres
a ese demonio? Debes tener cuidado… aunque ya se que lo tendrás…-
sonrió jugando con los pliegues de su ropa.
- No lo sé. Sólo sé que me agrada estar con
él, que sentía algo especial cuando me besó
y que.... realmente espero que no deje de venir. – su sonrisa
se extendió un poco, sólo pensando en su rostro y
bajó la cara para observar al rubio ángel.
-Yo también sentí algo especial cuando Sariel me
besó… pero hubiera querido besarlo también antes
de que se fuera… Estoy seguro de que Samael volverá…
si te ama… no lo podrá evitar.
|