Capítulo 6
As close as friends can be
Martes, 4 de Agosto
Noche
—Angel dijo que venía… ¿En serio te gusta
o es broma? —le preguntó Jan a Owen, lanzando un almohadón
hacia arriba y girándose luego sobre sí mismo. No
podía dejar de pensar en ese anillo y en los ojos de Bjorn.
—Claro que me gusta, ¿no es obvio? —se apoyó
con los codos en el colchón, aplastando la cara después
en el mismo y cubriéndose la cabeza con las manos —Creo
que piensa que soy un infantil.
—Lo eres y ella también —le dio en la cabeza
sonriendo un poco, a pesar de todo —. No me digas que le crees
esos aires de madurez.
—A mí me parece elegante… —giró
la cara y lo miró de soslayo, casi intrigado.
—¿Elegante? ¿En serio? —Jan suspiró,
lanzando el almohadón de nuevo —Supongo que yo no sé
nada de eso. ¿Qué vas a hacer?
—Pues nada… ¿qué quieres que haga?
—Decírselo sin bromas, besarla, tomarla de la mano…
Yo qué sé —resopló mirándolo.
—Ah, ya…, pero no hoy, que no es plan —se rio,
ya que había pensado que se refería a esa noche —Además,
no estoy seguro de si querrá salir conmigo.
—Yo creo que sí, pero tienes que hacerlo antes de
que piense que sólo eres su amigo… —le recomendó
preguntándose si no sería demasiado tarde ya, aunque
nunca la había escuchado hablar de chicos.
El timbre de la casa sonó y Jan se sentó.
—Debe ser ella.
—¡No! No entendí eso si ya somos amigos…
—lo persiguió escaleras abajo, todo nervioso ahora.
Se quedó rojo al ver a Angel y la señaló —¿Quién
es tu mejor amigo?
—Tú, ¿por qué? —le preguntó
confundida, mientras Jan los miraba desde el pie de las escaleras,
llevándose una mano a la cara.
—¿En serio? —se volteó hacia Jan con
cara de que ahora no iba a decirle nada, y luego la volvió
a mirar —Por nada…
—¿Te enfadas? Tú también lo eres, Jan
—le sonrió por si competían en algún
juego bizarro que ella no comprendía.
—No me enfado y él tampoco, está un poco hiperactivo
—lo disculpó el moreno, acercándose —.
¿Te dio problemas tu padre?
—Un poco, pero lo convencí al final.
—¿Cómo? ¿Qué táctica
usaste? —se rio un poco, sujetándola de la mano para
que lo siguiese a la cocina —Mi madre compró un montón
de pizzas congeladas, cree que si cocinamos haremos un desastre.
—No queremos cocinar de todas maneras —se rio la rubia
—. No tuve que hacer demasiado, estaba distraído, pero
le dije que tenía que confiar en mí. Por cierto, Owen,
me dijo: “no me gusta cómo te mira ese chico rubio”
—se rio, Jan acompañándola también.
—Pues eso que no sabe cómo te miro cuando él
no me mira —sonrió, soltándola y agachándose
para coger dos pizzas y encendió el horno después
—. ¿Y sabes algo de lo de Bjorn?
—Sí, creo que por eso estaba distraído, pero
no me quiso decir mucho.
—¿Por qué? ¿Qué pasó con
Bjorn? Digo…. —Jan carraspeó haciéndose
el loco y Angel miró a Owen por un momento.
—Nada, dice que parece estar ocultando algo, pero…
—¿Tú sabes algo? —le preguntó
Owen, abriendo las cajas de las pizzas mientras —¿Por
qué te miraba tanto?
—¿Cómo voy a saberlo? Será porque se
acuerda de mí —se excusó apartándose
un poco por si acaso.
—Pues mi padre me dijo que no quería contestarle casi
nada y que parecía querer salir huyendo.
—Bueno, su padre se ha suicidado, imagino que no debe estar
muy feliz, y encima vienen y se lo llevan para hacerle un montón
de preguntas, alguien que apenas conoce… ¿no? A mí
eso me haría sentirme como si fuera un criminal, pero él
no estaba allí —se sentó sobre la mesa de la
cocina, mirándolos.
—No, no lo estaba —sentenció Jan, mirando el
horno.
—Cómo lo defiendes… —sonrió la
rubia, apoyándose contra el refrigerador —Me dijo que
le había parecido otra cosa, aunque luego ya no quiso decirme
nada más. Sólo me tocó la cabeza y me dijo
que no estuviera comiéndome el tarro con asuntos ajenos.
Owen se rio.
—No sabe lo cotilla que eres, lo eres —la señaló,
mirando a Jan de soslayo, un poco preocupado —. ¿Y
se habrá vuelto ya a la ciudad?
—No, le pidió que se quedara unos días…
¿Por qué?, pensó Jan, pero secretamente se
alegraba, aunque fuese algo egoísta.
—¿Por qué? ¿Es sospechoso? —el
rubio no se calló sin embargo.
—No lo creo, no se puede ser sospechoso de un suicidio.
—Claro que no, es imposible de todas maneras —aseguró
Jan cruzándose de brazos.
—Pero de inducir al suicidio… —Owen alzó
un dedo, demostrándoles que veía demasiado la televisión.
—¿Cómo iba a hacer eso, eh? ¿Y para
qué ahora? Ni siquiera vive aquí —Jan frunció
el ceño, dándose la vuelta y pensando que no lo estaba
llevando muy bien.
—No te cabrees… Sólo estamos suponiendo, ¿no,
Owen? —le rubia volvió a mirarlo, deletreando luego
con los labios: “le gusta”
Owen se rio, aunque en realidad eso le ponía un poco nervioso
por varios motivos. Apagó el horno, y se quedó delante
mirando cómo se derretía el queso.
—Sí, y ni que yo fuera fiscal del distrito. ¿Y
te dijo si habló con Dany y Johan?
—Sí, y los dos corroboran nuestra historia, pero
aún no encuentra las bolsas esas… Y luego se puso a
preguntarme que por qué no le habíamos dicho nada
ayer y eso…
—Ya…, pero no se enfadó, porque eres una consentida…
—sacó las pizzas y las puso sobre la mesa, usando unas
tijeras para cortarlas y apretándole la barriga para que
se quitase de delante de la nevera y coger la cola —Espero
que no tengamos que llamar ya más a tu padre. Va a pensar
que somos problemáticos.
—Va a pensar que yo soy problemático. Si tú
eres su hija, ¿por qué lo llamo yo siempre? —le
preguntó Jan tocando un trozo de pizza y quitando la mano
al quemarse.
—La primera vez estaba desmayada y la segunda vez no estaba
allí.
—Cierto… —se rio el rubio, que sabía
que era él quien nunca quería llamar —. Es que
yo no le gusto, es mejor si tú lo llamas, y si te esperas
a que se enfríe un poco, pues también —se burló,
sentándose en una de las banquetas —. ¿Has traído
un baby doll para dormir? —le preguntó luego a Angel.
—Por supuesto, no iba a dormir desnuda por más que
lo hayas deseado —se rio, segura de que su padre no aprobaría
aquello, pero era el tipo de cosas que le gustaban.
—Podías haber traído un pijama… —refunfuñó
Jan seguro de que Owen no se iba a quedar quieto ahora.
—¿Por qué? Déjala, que tiene calor…
y yo también —murmuró luego antes de sentarse,
sonriendo ligeramente —. No te preocupes, Jan. Yo voy a dormir
en calzoncillos para que no te quedes sin vistas al mar.
—Voy a dormir dándoos la espalda, os lo advierto
—los señaló, por fin empezando a comer, aunque
la pizza todavía seguía un poco caliente.
—Te miraremos las nalgas entonces —le advirtió
la chica, sentándose en otra banqueta.
—Y te las tocaremos además —el rubio se las
tocó ya, apretándoselas —. Me vas a volver gay
con esas nalgas.
—Siéntate y come —lo riñó enrojeciendo
e incómodo por no poder collejearlo con las manos manchadas
de pizza.
—No digas esas cosas, Jan. Qué inocente eres —se
rio la rubia tomando su propio trozo de pizza y mordiéndolo.
—Yo también era inocente hasta que dijiste eso. Tienes
a tu padre pensando que eres una santita y mira —le iba mal
de la risa.
—Soy una santa para mi padre, no le digas nada —se
llevó un dedo a los labios, guiñándole un ojo.
—Por eso te digo que las mujeres dan miedo —negó
Jan con la cabeza.
—Ya te digo… pero más miedo me daría
decírselo a su padre. Seguro que no me cree y encima me mete
preso y luego me llaman Margarita… porque soy una monada y
objeto de deseo —se rio.
—No puede meterte preso por mentir, pero sí por molestarme…
—se rio ya que solía amenazar a los demás con
eso cuando era pequeña.
—No lo sé, tu padre es muy amable hasta que se trata
de ti.
—Yo no sé si es tan amable, a mí me parece
que hace como Angel. Por mucho que use tono amable, me parece que
no es así como dice… Creo que a veces quiere estrangularme.
—Cualquiera quiere —bromeó Jan riéndose
un poco luego.
—Qué terrible… —sonrió Angel mirando
al rubio —No es cierto, mi padre realmente es amable.
—Lo tienes idoliciado —la miró a los ojos,
no muy seguro de haber elegido la palabra correctamente.
—Creo que es idealizado… y no lo creo… —la
rubia se quedó pensativa sin estar muy segura de lo que decía.
—Sí, tu padre tiene esa sonrisa que dice “qué
buen chico eres… como toques a Angel te mato”—bromeó
Jan, aunque le parecía que era cierto.
Owen se rio abiertamente.
—Sí, a eso me refiero… Mi padre me dice: ¿Qué,
cuándo te echas novia?
—Por lo menos tienes su bendición —se rio Jan,
seguro de que su padre también se habría dado cuenta.
—Mi padre siempre dice que soy muy joven para eso —comentó
Angel.
—Será porque te quiere sólo para él
—Owen empezó a comer, ya que se había distraído
con la conversación, y miró a Jan por lo que habían
hablado.
—No lo creo, creo que realmente piensa que soy una niña
todavía —sonrió la rubia tomando otro trozo
de pizza.
—Mi padre me mira extraño también, pero más
bien… creo que le pasa otra cosa —sonrió Jan,
pensando que lo miraba con cara de confusión.
—¿Piensa que somos novios? —se rio, acercándose
a él y besándole la mejilla —Mi amor…
Cuando vengan los engañamos.
—Creo que no comprende por qué no me gustan las tías
—se rio negando con la cabeza —. Deja de coquetearme,
Owen.
—A mí me gusta todo… así es más
fácil ser comprensivo —se metió un trozo casi
entero en la boca, levantándose y mirando en la nevera, regresando
de nuevo con un pepinillo.
—¿Te gusta todo? ¿En serio? —le preguntó
Angel curiosa, abriendo los ojos por completo.
—Pero algunas cosas le gustan más que otras —contestó
Jan, mordiendo un trozo de pizza.
—Todo no… no me gustan los marineros —se rio
otra vez, sin tomárselos en serio, como siempre —.
Pero me da igual, si me gusta alguien, ¿qué más
me da? Mi padre piensa igual, aunque mi madre le pega y le dice
que no diga tonterías.
—Yo creo que tu padre tiene razón —asintió
Angel sonriendo más y sirviéndose un poco de cola
luego.
—¿En serio? ¿Piensas lo mismo, Angel? —Jan
vio la oportunidad de meterse con ella y la tomó, sonriendo
de manera maldita.
—Sí… bueno, dependiendo de lo que te guste,
pero…
—¿Entonces llamas a una amiga y hacemos una orgía?
—la molestó Owen también.
—Claro que no, dije dependiendo de lo que te guste y a mí
me gustan los chicos —le mostró la lengua, aunque se
veía un poco molesta.
—Vale, entonces tendremos que hacerlo con Jan. ¿Qué,
Jan, te mola la idea? —Owen pensó que ahora era el
turno del otro.
—No, gracias, tendréis que hacerlo solos y entonces…
no es la gran orgía.
—Porque eres un mal amigo —sonrió de nuevo Angel,
poniéndose de pie para ir a lavarse las manos.
Owen se quedó mirándola como un bobo, pensando que
todo lo hacía de forma seductora, hasta la cosa más
sencilla, o tal vez eso le parecía a él. De pronto
miró a Jan, que lo estaba mirando con una expresión
maliciosa y enrojeció, riéndose.
—De todas formas yo nunca iría a una orgía.
—¿Por qué no? —le preguntó el
moreno sólo por meterse con él —Fuiste tú
quien lo sugirió…
—Pero bromeaba. ¿Te celas? —volvió a
la carga, riéndose.
—Claro que no —frunció el ceño, exasperado,
tirándole un pepperoni.
—No seáis cochinos —los riñó la
chica, aunque se estaba riendo.
—Angel, ¿quieres mi pepperoni? —el rubio balanceó
uno entre los dedos, jugueteando.
—No, gracias, ya me lavé las manos y así no
puedo tocar productos de carne —se negó la chica sonriendo
un poco —. ¿O me lo vas a dar en la boca?
—Sólo porque tú me lo pides… —se
lo acercó a los labios, enrojeciendo aunque igualmente sonreía.
La chica lo tomó, dejándolo colgar un poco y succionándolo
hacia adentro luego, sonriendo.
—¿Podéis dejar eso? —se quejó
Jan, apoyándose en una mano y mirando para otro lado.
—Pero si no estamos haciendo nada… —el rubio
le sonrió también, aguantándose el besarla
y sentándose luego en la banqueta de nuevo porque se estaba
“emocionando”.
—No, qué va…
—No, qué va… —la chica se acercó
a Jan por detrás colocando las manos en sus hombros —No
hacíamos nada, sólo jugamos como siempre.
—Está muy susceptible… —se quejó
el rubio, aunque sonriendo alegremente —. ¿Subimos
a ver una película?
—Sí, será lo mejor —sonrió la
chica, collejeando a Jan y corriendo hacia las escaleras.
—Oye… —el moreno se llevó una mano a la
nuca, poniéndose de pie y mirándola un poco molesto.
—A veces tú también necesitas una —se
rio, extendiendo la mano hacia Owen —, para que no seas un
tenso.
El rubio se la sujetó, subiendo con ella hacia su cuarto.
—Vamos, vemos una de terror. Si tienes miedo puedes abrazarme
—le dijo riéndose —. Tú también,
Jan, pero no me la claves.
—Idiotas, los dos… —se quejó de nuevo,
aunque sonriendo un poco mientras subía las escaleras. Se
preguntaba si iban a estar en ese juego para siempre y también
se preguntaba para qué habían escogido una película
de miedo si lo que querían era dejar de pensar en cosas creepy.

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