Capítulo 4
How time flies
Martes, 4 de Agosto
—¿Tú viste todas las maletas que llevaba mi
madre? —Owen mascaba un chicle azul y hacía globos
todo el tiempo mientras iban hacia la casa de aquella anciana. Jan
se veía distraído y lo estaba poniendo nervioso.
—No sé, ¿tantas como la mía? —le
preguntó sonriendo un poco para que no lo mirase con esa
cara y sacando por fin la mano del bolsillo en donde había
estado tocando aquel anillo. Le daba miedo que se le fuera a perder.
—Más o menos, parecen hermanas. Mi madre siempre
tiene que llevar un montón de cosas de “por si acaso”.
Menos mal que no nos obligaron a ir —hundió las manos
en los bolsillos del pantalón y lo adelantó unos pasos,
caminando hacia atrás para poder mirarlo a los ojos —.
¿Qué te pasa? ¿Es por ese tío? Estabas
normal antes de verlo.
—No, estoy bien, sólo me quedé pensando —negó
enérgicamente mirando a otro lado luego —. Debe ser
horrible perder a tus padres, ¿no? De esa manera…
—No me lo puedo imaginar, aunque tampoco me hace falta.
Mi padre es el ser menos suicida que he visto, además, debe
darle miedo que mi madre lo persiga al otro mundo, y mi madre no
dejaría a mi padre, ni a mí —se rio, haciendo
otro globo y lanzando el chicle a la gravilla —. Pero mira,
llevaba años sin verlo, no creo que le importe mucho.
—De todos modos —le dio un empujoncito —. Eres
un tonto, nunca piensas en serio. De todas maneras está claro
que fue un suicidio.
—Claro, no creo que se lo llevasen por nada de eso. A lo
mejor querían saber por qué se pudo suicidar de pronto.
Ya sabes… porque no se veía deprimido y lalalalá.
Todo eso que dicen en las series de policías —se encogió
de hombros y volvió a caminar a su lado —. Mejor no
te pegues a él, tiene un aspecto raro.
—Tú también —le dio en la nariz bromeando,
aunque pensando que no lo comprendía para nada. Precisamente
por eso le gustaba, no era como los demás.
—Claro que no, yo soy normal. Además soy guapo y
atlético, y no tengo abuela —se rio, rodeándolo
por los hombros de pronto.
—Pero él… —enrojeció, girando la
cara de nuevo porque había estado a punto de decir una estupidez
—Pero él no te ataca de pronto.
—Eso dices tú, pero la policía no opina lo
mismo —le dijo en tono dramático, aunque en realidad
estaba de broma —Además, debe tener como mil años.
—Veinti… algo —corrigió, tocándole
las costillas de pronto de manera traicionera —Y no ha atacado
a nadie, pero yo sí.
El rubio se encogió de pronto por las cosquillas y se tocó
con la mano.
—¿Te atreves a llamar tú a la vieja? —lo
retó señalando la puerta.
—Claro —le mostró la lengua, acercándose
a la puerta, aunque dudando un poco antes de llamar. La verdad,
le daban escalofríos. Tocó por fin, esperando y preguntándose
si les iba a gritar.
—¿No hay nadie? —el rubio se apoyó en
la puerta y escuchó la televisión adentro —A
lo mejor se ha quedado dormida… —abrió la puerta
sin más reparos —Señora… —la llamó,
mirando luego a Jan —Oye, ¿cómo se llama?
—Lo mismo te iba a preguntar… —sonrió
tocándose la nuca porque se le habían parado algunos
pelitos —No deberíamos entrar así… —se
quedó callado al ver que la anciana dormía en una
silla mecedora. La misma se movía suavemente ahora como impulsada
por la brisa que entraba por la puerta.
—¿Por qué? Sólo queremos hablar y la
puerta estaba abierta.
Owen entró en el salón, esperando no darle un susto
a la señora, y se acercó a la mecedora, moviéndole
un poco el hombro, y pensando que estaba muy tiesa. La cabeza se
cayó hacia delante de pronto, haciendo que el cuello desafiase
la postura natural.
Salieron dos moscas volando de la boca ahora abierta, y ninguno
de los dos chicos pudo contener un grito antes de salir corriendo
de la casa.
—¿Vi… viste eso? —preguntó Jan,
aunque era obvio que sí lo había visto. ¿Por
qué les pasaban esas cosas a ellos?
—Estaba muerta, ¿no? —le preguntó incrédulo.
—¡Claro que estaba muerta! Tenía moscas en
la boca… Agh —se cubrió la suya como si le fueran
a entrar a él —Hay que llamar a la policía…
—¿Otra vez? —se movió nervioso, pensando
que iban a empezar a verse sospechosos —Llama tú —le
dio la risa nerviosa.
—Pero ya lo llamé yo… —se quejó,
aunque marcando el número de nuevo y frunciendo el ceño.
—Pero es que yo me voy a atratamudear… —se quejó
hablando ya mal sin querer. No era lo mismo imaginárselo
y mancharse de sangre, que ver a una persona muerta y haberla tocado.
Al menos no para él.
Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, hundiendo
un dedo en la tierra.
—Habla el jefe de policía.
—¡Señor! Hay…
—¿Le pasó algo a Angel? —fue lo primero
que preguntó al escuchar la voz nerviosa de ese chico.
—No, no está con nosotros. Estamos en la casa de la
señora… la anciana del pueblo —se aclaró
ya que suponía que sabría de quién estaban
hablando —. Creo que está muerta. No, está muerta.
Arden suspiró cubriendo la bocina del teléfono con
una mano para que no lo escuchase y contestando luego.
—Voy para allá, no toquéis nada y salid de
la casa.
—Ya lo hicimos… —murmuró Jan, aunque ya
le había colgado.
—¿Y si nos vamos, eh? Mira, yo me quiero ir…
—le dijo el rubio inquieto —. ¿Estaba enfadado?
Porque no es culpa nuestra tener el don de la oportunidad.
—No, estaba preocupado por Angel y dijo que no nos movamos
de aquí —le advirtió sentándose de todas
maneras.
—De nuevo con eso… —se quejó el chico,
jugando con los cordones de sus zapatillas de deporte y apretando
los ojos al acordarse de cómo habían salido aquellas
moscas de la boca al abrirse —. Qué asco —se
estremeció, dejándose caer de lado contra Jan.
—¿Cómo crees que sucede eso? Bueno, supongo
que lo sé. Es… —se estremeció también
girándose hacia el rubio —Ahora no sabremos qué
quiso decir.
—No, y lo que es peor, habrá que decirle lo de la
vieja si Angel no lo hizo, y habrá que contar lo de que estaban
los otros también, ¿no? Se van a enfadar —se
encogió de hombros demostrando que no le importaba mucho
por otra parte.
—Que se enfaden, es algo infantil, ¿no? —suspiró
mirando el cielo, aunque no conseguía sacarse aquella imagen
de la cabeza —Nos preguntará qué hacíamos
aquí.
—Hay que decírselo, yo no quiero acabar haciendo
algo malo porque otros sean unos mentirosos. Si no fuera el padre
de Angel me daría igual… Le diremos que vinimos a hablar
de las bolsas. No tiene nada de malo, pero di que la perdiste, por
si te la quiere quitar.
—Vale… —asintió sin querer admitir que
la llevaba consigo incluso en ese momento. No sabía por qué
le daba tanto miedo dejarla olvidada. Debía ser porque esa
anciana siempre le había dado escalofríos.
—Si quiere una que coja la que tiraron los otros, que les
van a echar bronca, ya verás. Pero no me han pagado lo suficiente
para que no los delate —bromeó finalmente.
—No te rías ahora… —lo riñó
porque él estaba nervioso, y se alzó un poco al escuchar
el coche que se acercaba.
Arden se bajó del mismo, con otro de los policías
y Angel detrás. Lo había ido a visitar justo en ese
momento y no había tenido otra opción más que
llevarla con él.
—Es que no me va a hacer gracia ahora… —se quejó
el rubio, que ya estaba poniéndose nervioso y se levantó
—Estaba así cuando llegamos —casi exclamó.
—¿Estáis bien? —preguntó Angel
acercándose a ellos.
Jan asintió, mirando a su padre por un momento, nervioso.
—No os estoy acusando de nada —le aseguró al
rubio —. Decidme qué sucedió.
—Vinimos a hablar con la señora, y estaba la puerta
abierta, como escuchamos la televisión pensamos que estaba
dormida. Así que entramos, le toqué el hombro para
despretarla y se le cayó la cabeza hacia abajo. La tiene
puesta, quiero decir que se le descolgó hacia abajo, y salieron
moscas. Entonces nos asustamos y salimos corriendo. No hiscismos
nada —le explicaba Owen aparatosamente y trabándose.
—Ya lo sé, sólo quería saber los hechos
—lo tranquilizó el moreno tocándole un hombro
—. Contacta al médico del otro pueblo inmediatamente.
Puedes ir entrando, yo voy enseguida —pidió a un compañero,
mirando a los chicos de nuevo —. ¿Qué hacíais
allí?
—Na… nada… Sólo queríamos preguntarle
algo…
—Es por lo de ayer, ¿verdad? —Angel lo interrumpió
—La vimos antes de que sucediera eso. Nos dio unas bolsas…
—¿Unas bolsas? ¿Qué contenían?
—No tenían nada dentro, eran unas bolsas que ella
había tejido. Nos dijo que eran para la cabeza, está…ba,
un poco loca —el rubio se le quedó mirando, haciendo
un gesto a Angel para que no dijera nada y le dejase a él
—. También le dio una a Johan y a Dany, pero ellos
las tiraron a la vía, y luego se asustaron y huyeron, aunque
no tenía nada que ver. Nosotros no lo dijimos… pues,
porque no tenía nada que ver. Ya lo dije… —murmuró
finalmente —. ¿Cómo se llamaba? La señora…
—Anderson, Crysta Anderson —les contestó, mirando
a Angel luego —. ¿Tú recibiste una de esas bolsas?
La rubia lo miró debatiéndose entre ser sincera y
el gesto que le había hecho el rubio.
—S… sí…, pero de verdad que no contenían
nada.
—Quiero verlas de todas maneras —les pidió,
en caso de que la señora hubiese muerto de alguna enfermedad.
Era muy anciana y sinceramente lo dudaba, pero no pensaba arriesgar
a los chicos, mucho menos a su hija.
—No se puede —interrumpió Jan antes de que la
rubia contestase —. Las perdimos… Es que… sólo
eran unas bolsas.
—Las otras dos deben estar en la vía, espachurradas…
—Owen se rascó un poco el brazo, incómodo —.
Sólo eran unas bolsas tejidas.
—Está bien, pero… —exhaló pensando
que no podía decirles realmente que no aceptasen cosas de
extraños. En ese pueblo, nadie era un extraño —Voy
a revisar la casa, podéis quedaros aquí si queréis
que os lleve a casa.
—Mejor nos vamos ya, ¿no?
—No, esperemos un poco… —sugirió Jan
mientras el policía se alejaba hacia la casa —Quiero
saber de qué murió.
—Eres creepy, Jan… —se quejó Angel, bajando
la voz luego como si su padre tuviera oído supersónico
—¿Por qué estáis mintiendo acerca de
las bolsas? Todavía tengo la mía en casa.
—Porque Jan piensa que son importantes y yo… le hago
caso —se rio, asomando la suya por el bolsillo, ya que la
llevaba ahí guardada. Se sacó un paquete de chicles
del bolsillo y le ofreció uno.
Angel tomó uno metiéndoselo en la boca, nerviosa
aún por todo aquello.
—Sólo son bolsas, ¿no?
—Sí, pero… Tú sólo no la tires.
Deberías llevarla contigo.
—No me digas que crees en eso de que no nos verá…
—la rubia le hizo un gesto como de ir a atacarlo con las manos,
sonriendo un poco luego —Es creepy, pero estaba loca, todo
el mundo lo sabe.
—O eso es lo que piensan… ¿Nunca le has contado
algo extraño a la gente… y nadie te creyó? Porque
a lo mejor a ella le pasó eso —Owen la señaló
con un dedo, apretándole la barriga de pronto —. Por
ejemplo, yo le dije a todos que te había visto las tetas
y no me creyeron —se rio, apartándose. En realidad
sólo había dicho eso porque había mirado para
allí.
—No digas esas cosas entonces… ¿O es que quieres
verlas? —se rio, tocándole la barriga a él luego.
—No bromeéis… Esto es serio —se quejó
Jan, frunciendo un poco el ceño porque lo incomodaban.
—Pero yo hablaba en serio —Owen se rio —. ¿Me
las vas a enseñar?
—Quieres verlas, ¿eh? —la rubia se acercó
más a él tomándole las manos.
—¡Que no! ¡Nadie quiere verlas! Tu padre está
allí —Jan les señaló la casa, enrojeciendo
y apartándose un poco.
—Pero yo sí quería verlas… —se
quejó el rubio, pensando que por otra parte no quería
que el padre de Angel lo matase. Ahora no iba a dejar de pensar
en eso. (Que siempre era mejor que en lo de la vieja y las moscas.)
Estaba llegando un coche, y un hombre muy viejo se bajó
del mismo, aparentemente el médico.
—Mirad… Creo que es el médico… —señaló
Jan, intentando distraerlos de aquel jueguito.
Arden salió a recibirlo, estrechando su mano y confirmando
las sospechas de los chicos, mientras lo dirigía hacia adentro
de la casa.
—Pues es peor que el otro… A ver cuando mandan a una
doctora de esas que salen en las pelis porno —Owen le dio
con el codo a Jan, pensando luego que no iba a interesarle en realidad.
El chico lo miró, collejeándolo, aunque sin mucho
esfuerzo.
—No existen las doctoras porno, son tan reales como el pizzero
porno.
—Pizzero porno… ¿es una de tus fantasías,
Jan? —se rio, molestándolo y guiñándole
un ojo a Angel.
La chica se rio empujándolo y Jan los miró como
si los fuera a matar.
—No, y deja de pensar en esas cosas. Dejad… ambos…
de pensar en esas cosas.
—¿Por qué? No queremos pensar en lo feo…
—se sentó en el suelo de nuevo, mirando arriba y entrecerrando
un ojo para ver si le veía las bragas a Angel.
Jan exhaló, sujetando a Angel por los hombros y sentándola,
antes de sentarse él también. No sabía ni por
qué hacía eso, pero no tenía ganas de ponerse
nervioso con esos dos.
—¿Qué te pasa, Jan? Pareces un viejo —se
quejó la chica, acomodándose ya que casi se había
caído de nalgas con el ímpetu del moreno.
—Sí, ¿qué te pasa? —el rubio
se recostó un poco en la hierba y luego miró a Angel,
riéndose —¿Son malva?
La chica se le quedó mirando y lo empujó luego,
riéndose.
—Te quedas con la duda… Tal vez sí, tal vez
no.
—Ya sale el médico —avisó Jan, tirándose
en la hierba.
—Sí, pero no nos va a dar el informe. Angel tendrá
que sonsacar a su padre con sus encantos, y tiene muchos —se
rio de nuevo, escurriéndose para apoyarse en sus piernas.
—No hables así, suena feo —la rubia le mostró
la lengua, aunque sonriendo luego —, pero sí voy a
hacer que me lo diga. No podré dormir si no lo hago.
—Eres terrible… —la miró Jan preguntándose
cómo ese hombre no tenía canas ya, pero lo cierto
es que le hacía un poco de gracia.
—Sonará como digas, pero el caso es el mismo. Que
le mirarás con cara de angelito, y él te dirá
—se giró un poco para mirar a Jan —. Las mujeres
son perversas.
—Por eso me mantengo alejado…
Angel se rio acercándose para tirarse un poco sobre él,
haciendo que el chico se apartara incómodo.
—Vamos, Angel, tienes una misión —el rubio le
señaló hacia donde estaba su padre, sin preguntarse
si estaba siendo demasiado indiscreto.
—Vooy… —la rubia se puso de pie corriendo luego
hacia su padre y sujetándose de su brazo.
Ambos chicos lo observaron negar con la cabeza con aquel gesto
de agobio en la cara.
—¿Crees que se lo dirá?
—¿Tú crees que no? —sonrió Jan
de manera maldita, ahora que el hombre se giraba hacia la chica,
hablándole.
Extrañamente, Angel había empezado a negar con la
cabeza, seria.
—Pues a mí me parece que le está riñendo…
¿no? Tal vez debería ir y decir que fue mi culpa —se
levantó de las piernas de Jan casi de un salto.
—¿Qué haces? Owen… —Jan se puso
de pie intentando detenerlo —No sabes de qué están
hablando siquiera.
—Pero sí era ella, lo sé —se quejó
la chica alzando un poco la voz y provocando que su padre la sujetase
por los hombros para prevenir un arranque.
—No digo que mientas, pero tal vez te confundiste…
Fueron muchas emociones.
—¿Qué pasa? —Owen se aproximó
extrañado, no parecía estarle riñendo —No
mentimos en nada.
—Chicos… —Arden exhaló mirándolos
a todos —No pudo ser…
—Dice que la señora estaba muerta desde hace días,
pero nosotras la vimos. ¿No es así? Era ella —lo
interrumpió Angel desesperadamente buscando confirmación.
—Sí, era ella… —asintió Jan, asustándose
y buscando dentro de uno de sus bolsillos por ver si todavía
tenía la bolsa esa.
—Claro que era, no nos confundimos. Ella apareció
ahí de pronto, nos dijo eso y luego… —se quedó
mirándolos —. Bueno, yo no sé cuándo
se fue, no la vi.
—¿Apareció? ¿Intentáis decirme
que visteis un fantasma? —les preguntó incrédulo,
aunque era extraño que los tres estuviesen tan seguros. Por
otra parte podían estarse influenciando mutuamente.
—No, era tan real como usted —le aseguró Jan
—. Y fue antes de lo del tren, así que no nos diga
que estábamos en shock.
—Bueno… ¿podéis mostrarme esas bolsas
entonces? Las que os dio…
—Es que no las tenemos… ¿No estaban en la vía?
Eran grises… y un poco blancas —lo miró fijamente,
preguntándose si Angel sería capaz de guardarle el
secreto a su padre.
—Papá… No estamos mintiendo… Si…
—miró a los chicos, pero Owen se veía nervioso
y Jan negó ligeramente con la cabeza —Si vas a las
vías a buscarlas…
—Angel… Tengo trabajo que hacer.
—¡Papá! —le pidió sujetándolo
del brazo de nuevo.
—Bien, iré a revisar una vez más si eso te
tranquiliza —cedió porque no podía resistir
verla así de asustada. La conocía y sabía que
no estaba fingiendo, pero algo le decía que no le estaban
diciendo toda la verdad.
Owen lo estaba mirando serio y vio a unos hombres llegar de la
ambulancia. Ya se estaba poniendo nervioso y quería irse
de allí, no quería ver cómo la sacaban y desvió
la mirada hacia Jan.
—Va… Mejor nos vamos ya, tenemos que ir a comer algo
—comentó Jan al ver la mirada de su amigo, ofreciéndole
una mano a Angel. Quería hablar con ella también —.
¿Quieres venir con nosotros?
La chica miró a su padre, completamente seria, preocupada.
—Ve con ellos, te prometo que revisaré las vías.
Anda…
—Pero no mentimos —le advirtió Owen —.
Pregúntele a Johan y a Dany, ellos también la vieron
—se alejó un poco ya, en realidad deseando irse deprisa
de allí.
Arden asintió, pensando que no los habían mencionado
el día anterior. Tendría que tener una charla seria
con Angel luego, no podía decir que no estaba preocupado.

Continua leyendo!
|