Capítulo 56
Waves upon waves upon waves
Noviembre 17, lunes.
Ash alzó la cabeza mirando hacia la silueta de la isla que
se divisaba cada vez más cercana, aún en la oscuridad
de la noche. Estaba nervioso, no podía evitarlo, tenía
miedo de que todo comenzara de nuevo apenas pusiera un pie en aquel
lugar.
Vargas se despertó al notar que se movía y le apretó
la mano un poco más, ya que ambos las escondían tras
las mochilas.
Abrió los ojos y alzó la mirada a la isla también,
deseando que amaneciese de una vez.
Vargas…
Sacudió la cabeza como negando haber escuchado aquel susurro,
bastante tenía con las pesadillas que se le habían
repetido durante la noche.
–¿Estás bien? –le preguntó Ash
al ver cómo movía la cabeza –No quería
despertarte.
–He estado teniendo pesadillas… –lo miró,
girando un poco la cabeza.
–Bueno, no me sorprende –sonrió cansado, apretando
su mano –. Estoy nervioso.
–Yo también… –se la acarició,
sonriéndole un poco sin embargo –Eran pesadillas muy
extrañas, y no las he tenido hasta llegar al barco. No sé
qué pensar –miró por la borda al mar, suspirando.
–¿Crees que es porque nos estamos acercando de nuevo?
–le preguntó sintiendo un frío recorrerle la
espina dorsal –¿Qué soñabas?
–Gente rezando y ella en el medio arrodillada y rezando
también… –lo miró de soslayo, preguntándose
si no le parecía una locura.
–Bueno, dijiste que era religiosa, o tal vez fue porque
fuimos a ese cementerio –intentó razonar, aunque no
se lo creía ni él.
–Pero estaba en la cueva… –lo miró a
los ojos, acercándose más a él.
–No quiero regresar allí –fue todo lo que pudo
murmurar Ash porque realmente no sabía qué más
decirle. Cada vez tenía más miedo.
–Yo tampoco –susurró, pensando que sin embargo
prefería eso a que ella viniera a donde él. Le apretó
más la mano, acariciándosela con el pulgar y volviendo
a escuchar su nombre.
Miró al mar por distraerse, y observó su figura
en el fondo, su rostro observándolo. En vez de huir de la
visión, permaneció observándolo estupefacto.
Ash había cerrado los ojos, sintiendo solamente el tacto
de su mano y la brisa nocturna proveniente del mar, estaba intentando
calmarse. Los abrió de nuevo, mirándolo, sin ver nada
por su parte.
–¿En qué piensas?
–En nada… –susurró casi como si no le
prestase atención, extendiendo una mano hacia el mar, a la
mano que ella estaba subiendo hacia la superficie. –Vargas…
–lo llamó Ash poniéndose nervioso y tocando
su brazo como llamando su atención –Vargas, ¿qué
ves? Dime.
El moreno no le contestó, estaba atento a los labios de
ella, que decían algo sin pronunciar un sonido sin embargo.
Repetían la misma palabra hasta que la comprendió.
“Ven”
Sujetó su mano de pronto, y Vargas se echó hacia
un lado contra Ash, jadeando asustado.
El chico lo rodeó, tirando de él porque había
sentido que algo intentaba quitárselo, y casi se cae al suelo
de la embarcación, espantado.
–¡Vargas! Háblame… ¿Es ella? ¿Dónde
está?
–Es ella, estaba en el agua… –casi susurró,
sujetándose a sus brazos y apretándolos un poco incluso.
–¿No espera a que lleguemos siquiera? –tembló,
sujetándolo contra él –Creí que te ibas
a caer, no me mirabas…
–Lo sé… no sé qué me ocurrió,
no podía dejar de mirarla. Me dijo: ven. Quiere que vaya
con ella, eso es lo que quiere.
–No, no vas a ir con ella, ¿me oyes? No vas a dejarme
solo. Me quieres a mí, ¿no es verdad? –le preguntó,
mirándolo con desespero, ahora sí completamente aterrorizado.
–Sí, claro que te quiero a ti –lo miró
a los ojos, sujetándole la cara para besarlo, y abrazándolo
simplemente por miedo a que el barquero los viese –. Te quiero
a ti –le repitió apretándolo con fuerza.
–Vargas… –Ash se abrazó contra él,
soltando un grito de pronto cuando el barco empezó a remecerse
violentamente. No había ninguna tormenta, sin embargo las
olas se agitaban furiosas, provocando que el hombre que lo conducía
les gritase que se sujetaran a algo.
–¡¿Qué ocurre?! –Vargas sujetó
mejor a Ash y apretó su mano en una de las barras metálicas
del barco. Una de aquellas olas pasó por encima de la embarcación,
mojándolos. Vargas adivinó su rostro en el agua, furiosa.
Cubrió más a Ash con su cuerpo. Los relámpagos
rompieron en el cielo, iluminando la noche por unos segundos.
El chico se aferraba a aquella barra con todas sus fuerzas, jamás
le había tenido miedo al mar, pero ahora sólo podía
pensar en la profundidad oscura, en el agua entrando en sus pulmones.
–No me dejes... –le susurró a Vargas, cerrando
los ojos al sentir que otra ola los cubría, unas manos heladas
que definitivamente no eran las de su novio, intentaban soltarlo
de la embarcación.
Vargas lo sujetó, amarrándolo con fuerza y cayendo
al suelo de la embarcación con él entre sus brazos.
Dejó escapar un quejido al sentir el golpe del mar estamparlo
contra las maderas.
–¡Por aquí! –les llamó el hombre,
que había conseguido abrir la puertezuela al camarote.
Vargas alzó la cara y gateó con Ash bajo él,
con el viento y la furiosa marea sacudiendo la embarcación.
–Tranquilo, tranquilo –le susurraba amarrándolo
contra él.
Una ola más violenta que todas las anteriores consiguió
que se moviese de tal forma que volcó, y los tres hombres
cayeron al agua.
Vargas sujetaba a Ash, tratando de hacerlo emerger aunque algo
los succionaba hacia aquel fondo oscuro y gélido. Logró
que se sujetase a la embarcación, y él hizo lo mismo,
cubriendo su cuerpo desde atrás para protegerlo.
El cabello negro flotaba cerca de la superficie, verdoso como
las algas, y desapareció en el fondo, tirando de pronto del
profesor, que no pudo hacer otra cosa que soltar a Ash para no arrastrarlo
con él. Su mano se desprendió del metal que con tanto
fervor trataba de amarrar y aguantó la respiración
antes de que las olas lo engulleran.
–¡Vargas! –gritó Ash, girándose
y soltándose del metal incluso contra los gritos del otro
hombre, sumergiéndose en aquella agua helada. No conseguía
verlo, no conseguía ver nada y las olas parecían alejarlo
cada vez más de la dirección en la que había
desaparecido el moreno. Sin embargo, luchaba contra ellas, de manera
frenética, sin pensar en nada más que no fuera encontrarlo.
El hombre se soltó de la embarcación y lo arrastró
con él como podía, hundiéndose a ratos a causa
del forcejeo, tratando de llevarlo hacia el puerto.
–¡Déjalo, chico! ¡Déjalo!
Lo escuchaba gritar y llorar incluso con la furia del mar. Era
algo que hacía un nudo en el estómago.
–¡No! ¡Vargas! ¡Déjame ir! ¡Vargas!
–Ash no podía dejar de llamarlo, intentando zafarse,
a pesar de que se estaba cansando ya que el hombre no era precisamente
débil –¡Vargas! ¡Devuélvemelo!

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