Capítulo 1
Reminiscenses
Noviembre 1, Domingo.
Vargas se giró en la cama, llevándose la mano a la
cabeza y pensando que tenía una resaca criminal.
–Hum… –profirió una queja mientras se
sentaba en el borde, revolviéndose un poco el cabello y mirando
luego de soslayo a la cama. En la misma había una chica rubia
de unos veinte años. Habían ido a la misma audición
para una serie, y los dos habían sido rechazados después
de pasar dos eliminatorias. Sonrió un poco, pensando que
los fracasados siempre se pegaban unos a otros. Tal vez los triunfadores
también tenían ese tipo de magnetismo con los de su
propia “especie”, pero probablemente él jamás
llegaría a comprobarlo en sus propias carnes.
Ayer se habían cogido una buena borrachera, como se habían
propuesto hacer si fracasaban, en realidad ambos sabían que
iban a terminar en la cama autoconsolándose y olvidándose
del tema.
Se levantó despacio para no despertarla, más que
por consideración, por comodidad, y tras darse una ducha
se dirigió a la cocina con los calzoncillos resbalando por
sus caderas, la goma estaba vieja y ya no se le ajustaban. Se preparó
un café y mientras el mismo se hacía, se tomó
una aspirina del cesto de los medicamentos.
Al bajar la mirada, tuvo que ponerse las gafas de pasta negra,
que estaban sobre la encimera. Cogió una de las cajas y notó
que estaba caducada. La movió un poco en la mano, pensando
que tenía que tirarla a la papelera, la misma estaba situada
en la entrada de la cocina junto a la puerta, chasqueó los
labios pensando que era demasiado ir hasta allí por algo
así, y la dejó de nuevo en el cesto, probablemente
para un día de estos repetir la misma operación con
resultados similares.
Encendió la pequeña televisión de tubo con
el mando a distancia, ajustando un poco las gomas que sujetaban
las pilas dentro del mismo, ya que hacía siglos que había
perdido la tapita plástica de detrás, una de las tantas
veces que se le había caído por el suelo. Estaban
retransmitiendo las noticias y cambió de canal enseguida,
pensando que le llegaba con sus problemas. Dejó una serie
cómica que habían repetido ya cientos de veces en
cada cadena y con la misma pasó a ignorar el televisor mientras
se servía el café.
Con la taza sobre la mesa ya, sacó varias revistas de encima
del mueble para desenterrar el azucarero bajo las mismas. No tardó
ni dos segundos más en sentarse después de echarse
el azúcar, y cogió los sobres que se habían
caído de encima de las revistas.
Facturas…, recibos de facturas, una oferta de viajes a Benidorm.
Se rio, pensando que para ir a Benidorm estaba él, y se imaginó
la cara de la amable “pija” en bikini que las promocionaba
si viese sus facturas impagadas. Seguramente se le solidificaría
la silicona o algo así.
Se rio entre dientes sin poder evitarlo y cogió un cigarro,
extrañándose al ver otro de los sobres y de dónde
provenía el mismo. Su rostro se había puesto serio,
aunque no había un motivo realmente, sólo se preguntaba
si había facilitado su dirección a alguna persona
allí, no lo recordaba. Lo abrió, y leyó en
la hoja una vez, dos veces, y hasta tres lo que en la misma ponía.
Buscó el teléfono móvil en su bolsillo, sólo
para recordar que estaba en calzoncillos, y se levantó entonces
para utilizar el fijo, telefoneando al número que le habían
adjuntado. En cualquier otro momento habría tirado aquella
carta a la basura, pero en aquel preciso instante, era más
que bienvenida.

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