.Novela homoerótica para mayores de edad.
 

Capítulo 13
Hasta las Últimas Consecuencias

– Y eso... creo que debemos hablar de lo que sucedió anoche... – se aventuró Atsushi luego de lo que parecían siglos de silencio observándolo comer. Tal parecía que ninguno de los dos se atrevía a decir nada aunque por la expresión del médico se preguntaba si siquiera estaba pensando en eso.

– Hablemos…– revolvió el café y lo miró a los ojos mientras bebía.

Atsushi carraspeó, sonriendo un poco luego. ¿Por qué seguía haciéndole gracia su actitud si lo ponía tan nervioso? – Yo... no quise incomodarte... Ni soy así cuando estoy sobrio. Quiero decir, sí que soy gay pero no... Bueno, sí lo de anoche fue sólo... si no estás preparado, lo comprenderé...

– Preparado para… ¿Qué exactamente?– se echó un poco contra el respaldo para verlo mejor.

El moreno suspiró sin verle remedio a aquello. – Para nada... Es sólo... quise decir que si estabas... experimentando y ya... No pasa nada.

– Sí, eso hacía. Me pusiste caliente y quise tocarte para ver cómo se sentía. – Lo siguió mirando a los ojos y cogió un cigarro, encendiéndolo y guardándose el mechero otra vez.

– Ya... pues no pasa nada. No quiero que las cosas se pongan incómodas... – contestó, sin poder ocultar su desilusión pero suponía que era lo natural. Seguramente sentiría que podía permitirse aquellas cosas ahora que estaba en el pueblo.

– ¿En qué sentido se pondrían incómodas? ¿Sería incómodo que volviera a suceder?– preguntó, mirando la ceniza y pensando que se le iba a caer pero no tenía un cenicero y realmente necesitaba estarse fumando ese pitillo.

– Creo que sí... porque eso significaría que estoy ebrio de nuevo y que he vuelto a cometer una estupidez... – se rió nervioso, cortando la risa de pronto. –Tampoco quiero que la paguen Goro y Seki... esos chicos... perecen quererse mucho.

– Ya… – sonrió torciendo la boca y echó la ceniza en el plato. – ¿Me vas a invitar a comer?

Atsushi se le quedó mirando como si estuviera loco, sonriendo luego. No tenía idea de qué le estaba pasando por la mente. – Sí, si eso quieres...

– Claro. – Se levantó. Dejó el cigarro en el plato y se aproximó a él. – La verdad… no es muy fácil para mí asimilar esto…

– Asimilar... ¿qué? – le preguntó sinceramente aunque casi parecía que se estuviera vengando por su silencio de hace unos minutos.

– Lo sucedido. – se subió las gafas, pensando de pronto que sí debería haber tenido esa charla con Seki, ahora tenía problemas… acerca de los gays.

– Ya te dije que no pasa nada... Sólo fue... algo que sucedió, ¿no es así? – le sonrió, poniéndose de pie y empezando a limpiar la mesa no porque fuera muy diligente, si no más bien porque quería ponerse a hacer algo.

Okuma le sujetó un brazo con fuerza, no sabía qué hacía o por qué demonios tenía que parecerle tan… ¿Mono? Ese hombre. Tampoco sabía cómo tratarlo pero desde luego como a una mujer ni le salía ni le parecía buena idea. Lo miró a los ojos y se dio cuenta de que le daba miedo.

– ¿Estás... enfadado? – Atsushi lo miró a los ojos preguntándose si pensaba pegarle o qué.

– No… – lo soltó y se frotó las sienes. Ayudándolo a coger los platos de encima de la mesa y preguntándose qué demonios hacía.

– No tienes que hacer eso... – sonrió preguntándose qué demonios y mirándolo de soslayo. Seguro que se estaba volviendo loco pero sentía deseos de besarlo de nuevo.

Okuma observó su espalda y le sujetó los hombros, apretándoselos como para sentir su fuerza. Le pasó un brazo alrededor del pecho, tocándole los pectorales y acercando los labios a su nuca. Rozándola con los dientes y besándosela, le habían dado ganas de sonreír, ese hombre lo ponía “burro” pero mucho…

– “Okuma...” –susurró el moreno, poniéndose aún más nervioso aunque dejándose hacer. Le agradaba demasiado, seguro que terminaba haciendo el idiota.

– No. – negó el hombre tras él que no quería detenerse, tocándole el pecho con ambas manos desde abajo y pasando una por sus abdominales. Pensando en lo mucho que había recordado ese tacto durante todo el día. – Deja eso. – le cerró el grifo del fregadero y lo volteó de cara a él. Arrinconándolo contra la encimera y golpeándole el pecho con las manos como la noche pasada, frotándoselo y empujándolo hacia atrás para que se apoyase en los armarios e igualar sus alturas. Lo miró a los ojos fijamente, sujetando sus manos mojadas y apoyándoselas en la camiseta.

– Okuma... – repitió sin poder pensar en nada más realmente. Le acarició el pecho con fuerza, alzando su camiseta para sentir la piel del moreno, sus músculos. Lo miró a los ojos, respirando con fuerza y besándolo por fin.

El doctor pareció entonces querer devorar sus labios, besándolo y respirando fuertemente por la nariz, sujetándole la nuca con firmeza y entrando en su boca profundamente. Le apretó el brazo con la otra mano, acariciando la forma de sus músculos y apretándolos, Atsushi devolviéndole el beso con la misma pasión.

No le importaba mucho lo que sucediera después. Ahora sólo podía sentir el cuerpo de Okuma contra el suyo, su lengua dentro de su boca penetrando con profundidad y haciéndolo succionarla. Bajó una de sus manos hasta las firmes nalgas del médico, apretándolo contra sí, sintiendo su sexo apretado contra los pantalones al igual que el suyo.

– “¿Para esto estabas limpiando la mesa?”– tiró de su camiseta para sacársela de los jeans, tirándola al suelo y tocándole el pecho. Comenzaba a tener mucho más peso el deseo que los reparos o el sentido común. – ¿O prefieres la cama?...– preguntó directamente, sin calmarse en absoluto y lamiéndole el cuello, succionándolo con fuerza.

– Okuma... – Atsushi se empezó a reír entre jadeos seguro muy en el fondo de su mente, de que estaba cometiendo una estupidez. – No... No quiero moverme de aquí... – contestó, pensando que la cordura regresaría mientras subían las escaleras y sinceramente, no era bienvenida en ese momento.

Okuma tiró de la cintura de su pantalón para desabrochárselo y se quitó su propia camiseta, abriéndose el suyo y tomando ambos sexos en su mano. Lo besó de nuevo, ya ni siquiera estaba pensando, llevaba desde la noche anterior preguntándose cómo sería estar dentro de aquel hombre y no iba a detenerlo nada.

Atsushi le sujetó el rostro con una mano sin romper el beso, gimiendo dentro de sus labios, su otra mano aún apretándolo contra su cuerpo, subiendo un poco para sentir su espalda, a pesar de que su sexo se sentía arder por el roce con el del médico, su mano apretándolos y masajeándolos a ambos. Se sentía mareado incluso.

El mayor lo levantó con las manos por debajo de las nalgas. Pesaba mucho, desde luego no era como levantar a una mujer y sus músculos se tensaron mientras lo sentaba en la encimera de la cocina. Tiró de sus pantalones, desnudándolo y observándolo ahora a plena luz, separándole las rodillas y mirándolo a los ojos. Era como algo de otro mundo que un hombre hiciera aquello por ti, te hacía sentir una mezcla de deseo y dominio…

Las manos de Atsushi recorrieron su propio abdomen, bajando, tocándose él mismo sin dejar de observar a Okuma. Así lo hacía sentir, como si su cuerpo no fuera capaz de soportar ese calor. Entreabrió los labios, dejando escapar un suave gemido, su ano pulsando con antelación.

Okuma observó sus manos, cómo se movían sobre su sexo y los testículos. Cómo sus dedos rozaban la entrada en su cuerpo, deslizándose costosamente dentro de él. Lamió sus pezones, sus manos sujetando aquellas nalgas duras y fuertes, succionando en su pecho, arrastrando la cara por sus abdominales. El corazón le iba a mil. Quería lamer aquel sexo y a la vez no era capaz de hacerlo. Lo rozó con los labios, besándolo y sintiendo el calor tan fuerte que emanaba de él, lo increíblemente duro que estaba.

– Ng... ah... – Atsushi se estremeció al sentir aquel leve roce, estaba muy sensible. Claro, luego de tanto tiempo y más aún, luego de la noche anterior, de sentir cómo lo tocaba. – Te deseo... no me importa nada... – jadeó descontrolándose lo suficiente como para decirle exactamente lo que pensaba. Continuó masajeándose, entrecerrando los ojos, su mano tocando el rostro del moreno que al escucharlo gemir de ese modo y decirle aquello no pudo hacer otra cosa que dejarse vencer por sus deseos y apoderarse por fin de aquel sexo.

Sabía extraño pero se sentía muy bien, le apretó más las nalgas, succionándolo como si le fuera la vida en ello, la saliva resbalando de sus labios y recorriendo los testículos de Atsushi.

– Ah... Okuma... – Atsushi colocó su mano sobre la cabeza del moreno, apretujado su cabello un poco y arqueando su espalda. Era increíble esa sensación.

Okuma se irguió para besarlo, su mano sustituyendo la de Atsushi en las caricias, estaba muy agitado y no sabía ni qué hacer. Lo bajó de la encimera, sujetando sus nalgas de nuevo y apretándolas, subió una mano por su espalda y se las golpeó con la otra. –Apóyate en la mesa…

Atsushi hizo lo que le pedía, ya sentía que echaba vapor por la boca. Lo deseaba demasiado, le encantaba ese trato un tanto salvaje que tenía. Lo miró agitado, su sexo pulsando completamente erguido, a la expectativa. – “Hazlo...” – susurró casi sin darse cuenta.

El doctor lo tumbó en la mesa donde se había sentado y tiró de sus piernas para acercar sus nalgas a él. Se escupió en la mano sin dejar de mirarlo a los ojos, acariciando su sexo para humedecerlo y sujetándole las caderas para empujarse mejor dentro de él. Apretó las mandíbulas y frunció el ceño para aguantarse la expresión de placer que acudía a su rostro. Una quemazón recorriendo su cuerpo y cubriendo su rostro. Era muy estrecho y las fuertes nalgas del moreno apretaban todo lo que aún no entraba de su sexo dentro de Atsushi.

– Ah... Okuma... – Atsushi empezó a jadear con más fuerza, aferrándose a los hombros del médico. Ahora sí que se sentía arder, el dolor ni siquiera le importaba demasiado, lo quería dentro. Bajó la mirada sintiéndose aún más acalorado al observar cómo el sexo de Okuma iba entrando en él y volviendo a mirarlo a los ojos.

– Relaja un poco… – le pidió embistiéndolo de nuevo y entreabriendo los labios dejando escapar su respiración en una bocanada. Inclinándose sobre el pecho de Atsushi y mordiéndole los pectorales, sintiendo cómo lo penetraba totalmente y tirando más de aquel hombre hacia él, moviéndose con fuerza en su cuerpo e irguiéndose de nuevo para penetrarlo mejor.

– Cla... ro... –jadeó Atsushi, intentando relajarse pero no podía evitar estar nervioso. No sólo era su primera vez si no que había pasado tanto tiempo deseándolo. Respiró con fuerza, aún aferrado a sus hombros, por fin dejando deslizar sus manos para sujetarse a su cuello.

Okuma no podía creérselo, se sentía mucho mejor que nunca, era delicioso, una mezcla entre suavidad y presión increíble. El calor de aquel cuerpo y la fuerza de las manos y los músculos de ese hombre. Apretó las mandíbulas tumbándose sobre él para notar su cuerpo contra el suyo, la mesa moviéndose conforme lo embestía. – Quítame las gafas…– le pidió al notar cómo el sudor bajaba por su frente. No quería apartar las manos de aquellas caderas fuertes.

– Claro... – Atsushi le quitó las gafas con cuidado colocándolas a un lado y observando sus ojos azules ahora sin ningún obstáculo. Le acarició el rostro, jadeando, sonriendo un poco de pronto, apretando sus caderas para sentirlo mejor. Ahora sólo le quedaba aquella sensación de placer intenso, su sexo penetrándolo como si pudiera llegar a lo más profundo de él.

El moreno le sujetó las muñecas y apoyó sus brazos en la mesa tras su cabeza, haciendo fuerza contra ellos y lamiendo la suavidad de la cara interna de estos, sus músculos bien formados. Le pasó las manos tras la espalda, alzándolo contra él poco a poco y cogiéndolo en brazos. Moviéndolo contra su cuerpo y jadeando entre el esfuerzo y el placer. Quería saberlo… Necesitaba saber con aquella curiosidad morbosa que lo había empujado aquello… cuanto significaba para un hombre dejarse tomar por otro.

– Okuma... – Atsushi gimió con fuerza, completamente llevado al límite, estremeciéndose con violencia. – Okuma, Okuma... – lo llamó casi con desesperación, pegándose a él y mordiéndole un poco el hombro al sentir el orgasmo acercarse, aflojando para no hacerle daño aunque no podía controlar sus gemidos, su cuerpo sacudiéndose contra el del moreno, sostenido por sus brazos mientras se corría.

Okuma sintió cómo el semen le salpicaba el abdomen y el pecho. Observando el rostro de aquel hombre en completo éxtasis, era hermoso. Lo besó profundamente llevando su cuerpo al límite para hacérselo lo más fuertemente posible mientras se corría. Su propio sexo pulsando violentamente y corriéndose dentro de él mientras de sus labios salían gruñidos contenidos en la mandíbula de Atsushi, mordiéndosela y sintiendo el principio de su barba como algo agradable y excitante.

Atsushi cerró los ojos, tensándose al recibir su semen, los gemidos aún apagándose en sus labios. Era impresionante lo bien que se sentía, lo distinto... Respiró, tratando de calmarse, sonriendo de nuevo. No podía evitarlo.

El doctor se sentó en la mesa. Descansando el peso de sus brazos y sus piernas, sujetándole la espalda de todos modos. No se lo podía creer… de nuevo lo había hecho. De hecho, sabía que había ido a buscar precisamente eso. Necesitaba satisfacer su curiosidad. ¿Pero la había satisfecho? No, no le llegaba de él.

– Ah... – Atsushi suspiró, pasándose una mano por la frente para apartar el negro cabello. Ahora no sabía ni qué decir, estaba contento, sumamente contento, claro, pero seguro era por la adrenalina del momento. Daba igual, era Okuma quien había buscado aquello, no había dudas esta vez.

Okuma le golpeó las nalgas con la mano, observando su sonrisa y sonriendo contagiado por esta. – Ahora sí que vas a tener que darme de comer.

– Bien... déjame ver qué invento... – se rió, besándolo con suavidad antes de ponerse de pie. No tenía idea de cómo estaban las cosas ni de qué significaba aquello pero tampoco tenía muchos deseos de estropearlo.

– Está resbalando…– susurró deslizando un dedo por el semen que bajaba por la pierna del moreno, sonriendo de medio lado.

– Déjame buscar algo... – murmuró, enrojeciendo y yendo a buscar unas toallas para ambos a pesar de que le costaba caminar sin ensuciar el piso. – Toma... puedes tomar una ducha si quieres.

– Depende… ¿Vas a frotarme la espalda? – Le sujetó la mano con la que entregaba la toalla y lo acercó a él de nuevo para que lo limpiase. – No hay prisa, los chicos no están…– le pasó la otra por la espalda manteniéndolo pegado a él y apretándolo un poco.

– No... Los chicos no van a regresar en mucho tiempo. Ese desfiladero... – se rió, nervioso de nuevo, sacudiendo la cabeza. – Pero la gente se preguntará en dónde está el médico.

– Pues qué pena… Si es una urgencia tengo el móvil en el bolsillo. – le besó el cuello como para tratar de arrastrarlo con él mediante ese convencimiento.

– Yo... me siento muy mal hoy... Iré con los relojes luego. – se rió sin poder evitarlo. Se sentía estúpidamente feliz. – ¿Qué va a ser primero?

– Ducharnos… me has hecho sudar… – le gustaba cómo se reía y ya lo estaba viendo venir. Sólo esperaba que no fuera por su divorcio, no quería ser injusto con él pero tampoco le había prometido nada. Lo mejor sería dejarse llevar por aquello hasta las últimas consecuencias, después de todo nunca le había importado para nada lo que nadie opinase… y a él… le estaba gustando eso. Sabía que al día siguiente aún no habría tenido suficiente de él. Ni al otro… ni al otro…

– Deja de mirarme así... – le acarició una mejilla, sonrojándose ya que lo ponía nervioso que lo mirase tan fijamente. Le tomó de la mano, halándolo un poco. – Vamos, la ducha no va a venir a nosotros.

–Vamos…– sonrió un poco de nuevo pensando que era encantador, nada similar a un heterosexual. Cogió sus gafas de la mesa, abrochándose el pantalón para que no se le escurriese y dejándose llevar a lo que fuera.


Continua leyendo!

 
 

Tambien puedes dejar tus comentarios y opiniones en la sección de este fic en el foro, solo tienes que presionar en Hansa.

foro yaoi

   

yaoi shop, yaoi t-shirts, uke t-shirts, wings on  the back