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Capitulo 62
Slaughterworld

Jueves 17 de Diciembre
Tarde.

–No creo que sea prudente, ni siquiera sabemos cómo funciona ese mundo. En todo caso, debería ir yo –decidió Shio, pensando que era Serkan quien estaba más involucrado. Tal vez incluso pudiese llegar a tener más control.

–No es cierto. Creo que estás demasiado afectado emocionalmente –lo contradijo Hiroki, Kawa interrumpiéndolos.

–Nadie debería ir a ese lugar, es terrible, más de lo que imagináis.

–Ya, cielo, pero quedarnos escondidos en la cueva, no hará que el lobo no entre a comernos, ¿entiendes?

–No le llames cielo, mariquita... –Benkei arrugó la nariz, mirando a Senzo.

–Claro, machote... –el moreno le sonrió falsamente, pensando que todos eran unos problemáticos. Esperaba no tener que volver a ver a ese crío –. ¿Por qué no vas tú, y le ahorras el trago a este pobre... pobre, mariquita?

Benkei se rio, y luego frunció el ceño, notando que no debía reírse si lo estaba vacilando.

–Que vaya tu madre.

–¡Sh! –Yaku los mandó callar, frunciendo el ceño y echándose un poco hacia atrás en la silla –Serkan, creo que deberías decidirlo tú.

–Entonces... –Serkan resopló un poco, meditando –. Creo que deberíais ser tú y Shio.

–¿Yaku y yo? ¿Por qué? No quiero dejarte solo aquí –soltó Shio, pensando que alguien tendría que cuidarlo, no quería que ese asesino le hiciera daño.

–No estaría solo. Supongo que si no nos dejan ir, podemos encargarnos de eso –se ofreció Hiroki, decidiendo que no valía la pena ponerse a pelear por eso, tampoco tenía ganas de suicidarse, ni quería poner en peligro a Senzo.

–Pero yo no quiero que vaya Yaku –protestó Hai, frunciendo el ceño y sujetándolo como si así pudiera evitarlo.

–Tú te quedas aquí cuidando de que el señor engreído se porte bien... –le dijo Yaku –. Tal vez puedas quitarle algo de información.

–Os elijo porque pienso que... si depende de algún modo de mí, lo que suceda ahí dentro... Bueno, yo nunca os haría daño, creo que es lo mejor, por no mencionar... que nosotros somos los responsables de esto.

–Cierto... –le lanzó Senzo.

–Tampoco lo hicimos a propósito –exhaló Shio, mirándolo y luego a Kawa –¿Crees que podrías intentar mantener un vínculo?

–No lo sé –contestó el pelirrojo, nervioso, apretando la mano de Benkei –. No sé si podré lograrlo.

–No sé, tal vez deberíamos probar primero a intentar que lleve allí a alguien, y lo traiga de vuelta. Antes de hacer esto... –sugirió Yaku –. Podemos echarlo a suertes.

–¿A suertes? ¿No es arriesgado hacer algo así? –preguntó Hiroki, de nuevo pensando que no era una actitud muy profesional.

–Pues elegir a alguien de esta manera puede ser un poco injusto, ¿no lo crees? –le contestó Shio, exhalando y asintiendo –Yo estoy de acuerdo. Recordemos que hasta ahora nadie ha salido lastimado por más cosas que hayan sucedido. Es posible que los que se queden estén en más peligro...

–A suertes es una buena forma de no aplicar favoritismos, aunque deberíamos dejar a un lado a los que hayan estado ayer –secretamente quería proteger a Hai, la verdad.

–Ya... –murmuró Senzo, aunque por otra parte, tampoco le parecía bueno que fuese alguien como él –Pues entonces la cosa está entre nosotros tres y Benkei.

–Yo fui ayer...

–Pero muy poco, y yo he ido más veces que ninguno, así que... ¡sh!

–Joder... –murmuró el moreno. Bueno, tampoco le molestaba tanto, sólo era muy raro.

–Benkei... –Kawa le apretó el brazo, preocupado –¿Estás seguro?

–Yo iré a buscarlo en todo caso –le aseguró Hai, no porque sintiese que debía pagarle el favor, si no porque le importaba de la misma manera, aunque estuviese aterrorizado.

–Anoche no estabas preparado para eso, Kawa. Esta vez, podríamos intentarlo juntos –le sugirió Shio –. Me refiero a ver lo que sucede allá –miró luego a Benkei, preguntándose si se lo permitiría.

–Eh, yo no dije que vaya a ir yo, sólo que entro en esto de ir a suertes. ¿Qué os creéis, que soy superman? Que os jodan –se rio.

Kawa se rio, bajando la cabeza luego, un poco rojo, pero Hai se estaba riendo también, aliviado.

–A suertes...

Shio se puso de pie buscando unas pajitas y cortándolas de distintos tamaños, entregándoselas luego a Serkan, ya que él no sería imparcial.

–Ya conocéis el método, el que saque la más pequeña, va.

–Ah pues... yo la tengo muy grande –Benkei se rio, recibiendo una mirada fulminante de Yaku, que de todas formas, sacó la más pequeña –. Bueno, voy yo –dijo, ya que era obvio que le había tocado.

–No me gusta... –protestó Hai que pensaba que de todas maneras salía perdiendo.

–No iba a gustarnos a todos... y yo fui el responsable, supongo que salió el adecuado –murmuró, mirando luego a Kawa –. Bien, Kawa, tú dirás cómo lo hacemos.

Serkan los miró, sacudiendo un poco la cabeza, sintiéndose atontado, como si tuviese sueño.

–No sé cómo lo hice, dejadme pensar... –les pidió el pelirrojo, concentrándose –. En ese momento estaba preocupado, sólo pensaba en ese lugar y lo que sentía. Supongo que debo recordar eso... ¿Queréis hacerlo ya?

–Sí, ya... –le dijo Yaku, preguntándose para qué esperar. Miró a su hermano de soslayo, y de pronto tiró de Shio, preguntándose si se lo estaba imaginando, pero no. Serkan se levantó súbitamente, con los ojos azules por completo, sonriendo y arrastrando a Senzo con él, porque era el que estaba sentado a su lado. Tenía un brazo rodeándole el cuello con fuerza, y el chico se revolvía ahogado, clavándole las uñas en aquel tatuaje de llamas.

–Suéltame... –le exigió, tratando de golpearle.

–Así que... haciendo planes contra mí –les dijo, sonriendo –. ¿No sabíais que sólo estaba jugando?

–¡Senzo! –Hiroki se puso de pie, listo para saltarle encima, lo sentía por Serkan, pero no iba permitir que lastimaran a Senzo.

–¿Qué está pasando? –preguntó Hai, asustado y escondiéndose detrás de Yaku.

–Jona... ni siquiera es tu tipo –Shio lo miró, intentando controlarse. No había esperado que apareciese así, ni siquiera era de noche aún.

–¿No? –Serkan le pasó la lengua por la mejilla, oliéndolo después, mirándolos de soslayo y sujetándole la cara con una mano –Como os acerquéis le parto el cuello –se rio, notando que el chico le estaba mordiendo la mano salvajemente, pero algo extraño sucedía, esta vez sí estaba experimentando dolor y la apartó de golpe. Senzo dio una patada hacia atrás, empujándolo y gateando unos segundos por el suelo antes de que Hiroki lo ayudase. Se abrazó a él enseguida, temblando.

Yaku sujetó a Hai, retrocediendo un poco con él, ya que sabía que era su objetivo principal, o eso pensaba él. Se veía increíblemente furioso ahora.
Benkei amarró a Kawa, alejándolo hacia atrás también, sacándose una navaja del bolsillo.

–¡No! ¡Es mi hermano! –le advirtió Yaku.

Pero el otro tenía los ojos inyectados en sangre, y alzó las manos un poco, pegando un grito y golpeando el suelo con un pie, provocando que se extendiese la oscuridad en torno a ellos.

Se escuchó aquel sonido que Benkei recordaba, como de placas metálicas cayendo velozmente, y dejaron de verse unos a otros, salvo por los que estaban sujetos.

Yaku tiró a Hai al suelo con él, simplemente sintiendo el aire, apartándose antes de que una de aquellas guillotinas de oscuridad los cortase por la mitad.

El chico gritó, golpeándose contra el suelo ya que lo había tomado por sorpresa, y sintiéndolo viscoso bajo el tacto. No quería apartarse de Yaku por nada del mundo, de nuevo estaba temblando.

–Estoy aquí, tranquilo... –le dijo el otro de todas formas, haciéndolo rodar de nuevo, angustiado al escuchar caer otra más –¿Dónde estáis? ¡Shio! –nadie le contestaba –Vamos, levántate –le pidió a Hai, tratando de hacer lo mismo, pero ambos resbalaban y Yaku comprendió que estaba todo embadurnado de sangre, apestaba y no se veía nada. Al poco de avanzar sólo se topó con otra pared y la palpó con la mano, hasta quedar acuclillado –. Hay... un agujero aquí pasa por debajo rápido. ¡O mejor no! –lo sujetó –Deja que yo pase primero –le dijo acostándose en el suelo, y arrastrándose de lado, tratando de llegar al otro extremo de lo que quisiera que fuese aquello.

–Yaku, no me dejes... –le pidió el chico, asustado por no poder ver nada, odiaba aquello. Estaban en ese mundo de mierda de nuevo, y ni siquiera se atrevía a gritar por miedo a que los escuchase ese demente. Sin embargo, quería llamar a Benkei –¿Yaku? –le preguntó, metiendo la mano bajo el agujero para ver si ya había pasado.

El moreno se la sujetó de pronto, ya que había estado tanteando sin encontrarla.

–Ven, ven conmigo –le pidió, tirando de él para ayudarlo a pasar lo más rápidamente posible. Unas manos pálidas sujetaron la otra mano del chico entonces, tirando en el sentido contrario.

–Mira... qué manos tan bonitas... –susurró, inclinándose para mirarlo. Hai sintió como se la elevaba, rozándola con sus labios.

–¡Ah! ¡No! –se giró como pudo, pateándolo para soltarse y arrastrándose hacia el otro lado, poniéndose de pie tan pronto hubo pasado, y abrazándose a Yaku –Hay que seguir corriendo... Siempre hay que seguir corriendo –le advirtió, de hecho echando a correr y llevándoselo con él. Le hubiera gustado tener algo con qué defenderse.

–Cuidado, Hai, no sabemos por dónde vamos ni siquiera –Yaku le apretó la mano, deteniéndolo –. Despacio, si hacemos esto podemos perdernos o incluso matarnos. Recuerda que la salida está en tu mente, no aquí –le pidió, besándole la mano y jadeando a causa de la angustia. Allí se veía un poco más, pero no era algo que le agradase lo que había frente a sus ojos.

Era una habitación con techo bajo, y las cadenas se movían como si una leve brisa las animase, aunque estaba completamente cerrada. De las mismas colgaban brazos, solamente brazos como si alguien los hubiese puesto a secar, a todos les faltaba un dedo.

Hai tuvo que cubrirse la boca para no empezar a gritar sin control, balbuceando luego

–Te... te lo dije... Hay carne por todos lados... Trozos de gente... Odio este lugar.

Yaku estaba nervioso, movió un poco la cabeza al escuchar un sonido, pero era sólo uno de aquellos brazos chocando contra la pared. Eso no era verdad, no podía ser verdad que ese tipo hubiera hecho algo así. Pero si lo era, tal vez les sirviese de algo mirar allí. Comenzó a abrir los cajones de un escritorio, y del mismo se cayeron varios papeles, que se pegaron a la sangre del suelo. En uno de ellos había el dibujo de un hombre sin cabeza, con el estómago abierto y las entrañas derramándose. Aun sostenía un papel en la mano, y lo soltó de golpe al reconocerse a sí mismo allí.

–¡No! –se giró abruptamente, al notar algo rozarle el cuello, era una de aquellas manos repugnantes.

Tiró de Hai, tratando de salir de allí y dirigiéndose a la puerta de la habitación. Sin ninguna lógica, la misma daba a un pasillo extremadamente largo, que parecía crecer conforme lo miraban, a una velocidad vertiginosa. Parecía una fábrica abandonada o algo por el estilo, las puertas estaban llenas de herrumbre.

–¡Hacia el lado contrario! –le indicó Hai, girándose, a sabiendas de que el pasillo sería igual de largo para ambos lados, pero ya había corrido por allí y tan sólo había terminado en manos de Jona. Sin embargo, por más que corrían, lo mismo volvía a suceder, el lugar parecía crecer haciéndose interminable, sólo que esta vez, en lugar de esperarlo al final con aquella navaja, lo que se encontró fue un cuerpo colgando por el cuello, como él lo había estado antes. Se detuvo horrorizado, no podía ver su rostro, pero estaba vestido como Benkei.

–No es... no es... no –le aseguró Yaku, adivinando por su reacción lo que había pensado, sintiéndose en la necesidad de asegurarse por él. Se puso debajo y de pronto el cuerpo abrió los ojos, vomitando sangre abundante. Movía un brazo de forma descontrolada, y se descolgó de golpe, sujetando la cuerda con una mano, con el cuello doblado hacia un lado morbosamente.

–¡Corre! –le pidió a Hai, no, aquel no era Benkei, pero eso era lo de menos ahora. El chico era más rápido que él, no sabía ni para qué le pedía que corriese, si casi lo llevaba a rastras.

Las puertas se abrían de golpe al paso de aquel cadáver andante, provocando un gran estruendo. De pronto, de una de ellas salió el rubio, sujetando a Hai y metiéndolo con él en el interior. Yaku no lo soltaba, pero la puerta se cerró en su antebrazo.

–¡Aaahrg! –gritó desesperado, repitiéndose que nada de lo que pasase allí iba a afectarle fuera, tratando de abrir la maldita puerta a la fuerza, mientras el otro pegaba patadas a la misma, torturando su brazo y cortándoselo, sujetando a Hai como podía mientras.

De pronto se sintió ahogado y notó cómo aquel joven con la soga la había puesto alrededor de su cuello. Pegó un tirón brusco, y lo arrastró por el pasillo hacia atrás. Yaku trataba de sujetarse con las manos a la cuerda para no asfixiarse, intentado soltarse como fuera.

–¡Hai, huye! –le gritó en cuanto pudo, soltándose y corriendo por el pasillo de nuevo hacia aquella puerta, pero de pronto las mismas ya no estaban, sólo había aquella pared sucia –¡Hai! ¡Haiii! –le gritó pegándole puñetazos a donde creía que había estado.

–¡Yaku! ¡Yaku! –gritó Hai pataleando y cayendo al suelo. De nuevo estaba solo en aquella oscuridad, sólo podía escuchar sus propios jadeos. Sacudió la cabeza con fuerza, gritando una vez más –¡Yakuuuuuuu! –pero nadie le respondió.

Sintió una mano sujetarlo por la garganta y como si de un sueño mareante se tratase, estaba de nuevo en aquel callejón, sin poder controlar su cuerpo. Quien lo sujetaba era el rubio, introdujo la lengua en su boca, casi asfixiándolo y de pronto algo lo pinchó en un costado. Sus ojos se cerraron poco a poco, a pesar de que Hai seguía intentando huir dentro de su mente.

Sin embargo aquello no duró más que un parpadeo para el chico, que volvió a abrir los ojos, sintiendo el peso de su cuerpo sobre el suyo. Lo estaba penetrando, jadeando, y él se sentía mareado, ligeramente desorientado. Dejó escapar un grito al sentir cómo aquel filo lo cortaba profundamente en un hombro y sus labios se movieron con pesadez.

–No... No quiero esto... –se escuchó a sí mismo decir, aunque no era su voz.

–Claro que sí... –el rubio le besó los labios profundamente –Tranquilo... –le pidió, jadeando con una expresión de placer increíble, mezclada con una sonrisa –, aún no vas a morir, nos queda mucho placer todavía. Mucho que... disfrutar –le sujetó la cara con una mano –. Hasta que te mueras –su rostro ya no era el mismo, tenía la cara cubierta con aquellas pieles cosidas, probablemente provenientes de otra de sus víctimas. Alzó el filo de nuevo, rajándole el pecho.

–¡Ah! –gritó el hombre, luchando por quitárselo de encima, pero le era imposible, no sólo estaba drogado, sino también atado a aquella camilla. Hai podía sentir lágrimas bajando por sus mejillas, lo cual era un alivio porque él también necesitaba llorar –Déjame ir... Te... tengo dinero... –ofreció inútilmente, lanzando otro grito al sentir la próxima cortada, la sangre empezaba a manar de su pecho, aquello no eran heridas superficiales.

Jona se inclinó, lamiendo aquella herida, hundiendo la lengua entre su carne caliente. Después le escupió sangre a la cara, sonriendo y apoyándole las manos en el rostro, tocándoselo antes de empezar a lamérselo sin ningún tipo de control o cuidado, sin sentido. Su rostro se alteraba una y otra vez, cambiando entre aquel rubio y la máscara desagradable.

Yaku seguía recorriendo los pasillos, agotado, sin encontrar cómo llegar a Hai de ninguna de las maneras. Su voz se había vuelto ronca de gritar su nombre. Al menos no había sucedido nada más, era como si aquel lugar hubiera vuelto a la normalidad, pero eso no acababa de tranquilizarle. ¿Y si estaba de ese modo porque se hallaba completamente concentrado en Hai?

Se quedó parado delante de un portón enorme, metálico, y lo abrió despacio, retrocediendo al toparse con varios trozos de carne colgando, incluso reprimió un grito, pero cuando por fin pudo centrarse, se percató de que se trataba de algún animal despiezado. Tal vez aquello era un matadero o algo similar.

–Hai... –volvió a llamarlo.

Los labios del hombre temblaron, más que nada porque Hai intentaba despertarse. Sentía la sangre caliente en la cara y aquella lengua deslizándose por su piel. Le mordió una mejilla y el chico gritó, por fin consiguiendo encontrar su propia voz

–¡Yakuuuu! ¡No quiero morir! –lo llamó revolviéndose con todas sus fuerzas.

El moreno lo escuchó de pronto, pero como si proviniese de su propia mente, sin embargo, seguía en las mismas, ya que no sabía llegar hasta él. No tenía sentido, nada tenía sentido allí, así que se decidió a avanzar por aquel congelador de carne percibiendo ahora el insoportable hedor de la carne podrida. Las larvas caían de la misma provocando un sonido blando en el suelo. Las moscas estaban zumbando por todas partes.

Yaku se tapó la boca con el brazo, tan asqueado que se había quedado inmovilizado por un instante. Contuvo un grito al toparse ahora con trozos humanos colgando, y echó a correr sin una dirección concreta, de pronto atravesando como una especie de aro de aspecto acuoso en la pared.

Estaba en una habitación, había una cama y Hai estaba sobre la misma, empapado en sangre y con la boca vendada.

–Hai... –susurró, corriendo hacia él y volteándose al notar los gestos que le hacía el chico con la cabeza. Se giró de golpe, agachándose y empujando con el hombro a Jona, que por poco le había clavado el cuchillo médico en la espalda. Yaku le golpeó el estómago con un pie, y después la cara. Pero su imagen comenzó a temblar, y desapareció –Hai... –regresó a él, con el cuchillo de aquel hombre en la mano, tras haberlo recogido del suelo. Le cortaba las correas a su novio a toda prisa.

–Yaku... –Hai lo abrazó, sonriendo y besándolo. Aquella sensación de ser otra persona había desaparecido por completo, a pesar de que continuaba con aquella sangre encima –. Yaku, está... –su voz desapareció de nuevo, a pesar de que continuaba moviendo los labios, pero se sentía cada vez más lejos. Intentó gritar de nuevo, pero la oscuridad cayó sobre él una vez más y lo próximo que supo era que estaba de vuelta en aquella cocina. Se alzó sobre los brazos, observando cómo todos los demás estaban allí, pero completamente inconscientes. Se preguntaba si realmente había regresado, y se inclinó sobre Yaku remeciéndolo –. Yaku, Yaku, regresa. ¡Benkei!

–¡Hai! –Yaku soltó el cuerpo del hombre que sujetaba, aunque este prácticamente desapareció en sus manos, hecho cenizas –¡Hai! –salió de aquel cuarto, aunque llevándose el cuchillo con él. Pero entonces volvió a sentir uno de aquellos mareos, como cuando estaba fuera, sin embargo, no quería salir sin Hai, si es que eso era lo que significaba que se le estuviese nublando la vista de semejante modo.

No, pronto se vio saliendo de un local, con un hombre rubio, era él. ¿Por qué lo estaba sujetando por la cintura? Trataba de comprenderlo, de unir cabos, pero su mente se sentía torpe y dormida, las voces se escuchaban lejanas.

–¿Dónde está Ha...? –alcanzó a decir con su propia voz, mirando al rubio y recibiendo enseguida un pinchazo cerca de la espina dorsal. Había sido un dolor intenso, similar al de una aguja.

De nuevo se encontraba en el mismo cuarto, pero esta vez era él quien se hallaba atado en esa cama. Hizo fuerza, moviendo las muñecas y tratando de romper las correas. Estaba solo, ¿y aquel tipo? Tampoco tenía un interés especial en que llegase.

...

Shio se llevó la mano a la cabeza, sacudiéndola, sin embargo, aquel mareo ya había pasado. Estaba en una habitación semi oscura y claramente descuidada. Había una camilla con los amarres rotos y una mesa con instrumentos quirúrgicos oxidados. No tenía modo de saberlo, pero estaba seguro de que las manchas oscuras en el suelo eran de sangre.

Seguramente era una ilusión, una imagen de aquel hombre.

–Serkan... –murmuró, decidiendo ir a buscarlo, tenía que estar en algún lado, los demás también, a no ser que hubiesen regresado, pero si él estaba allí...

–¡Serkan! ¡Kawa! ¡¿Puedes escucharme?! –preguntó, intentando buscar al chico con su mente, apenas veía una silueta distante, ni siquiera sabía si se trataba de él –¡Kawa! ¡Intenta sacarnos de aquí! –le pidió, pero nada cambió en aquel lugar. Abrió la puerta, sorprendiéndose al ver aquel océano de sangre que había visto aquella vez en la mente de Serkan, era impresionante, realmente impresionante.

Volvió a sacudir la cabeza como despertándose a sí mismo, no tenía tiempo para eso. Tenía que seguir buscando. Volvió a entrar en la habitación, pero ahora era un pasillo largo. ¿En dónde estaba? Echó a caminar y las voces empezaron a alzarse, algunas pidiendo ayuda, otras gritando sin ningún sentido, incluso se escuchaban improperios. De las paredes empezaron a surgir brazos, intentando sujetarlo, a medida que empezaba a correr tan rápido como podía.

Sin embargo y aunque no lo desease, una imagen se proyectó en su mente, era la de las manos de un hombre limpiando un bisturí. La imagen cambió enseguida, como si hubiera interferencias en un canal, lo siguiente que vio fue a Serkan tumbado en una camilla de metal, con varios tubos quitándole la sangre, estaban incluso enroscados por su cuerpo, con agujas en los extremos, hundidas en sus venas. De pronto se convulsionó, con los ojos en blanco, haciéndole observar a su hermano, como si fuese a través de sus ojos.

Una cuchilla bajaba por su estómago lentamente, abriéndoselo. Estaba desnudo sobre una cama ensangrentada, y los alaridos salían de su garganta sin cesar.

–¡Yaku! ¡Serkan! –los llamó, echando a correr, pero no sabía en dónde estaban –Serkan... detenlo... –le pidió, seguro de que estaba siendo controlado de esa manera, aquello no era sólo una imagen. Continuó corriendo, falto de aliento y no era sólo por la carrera que estaba dando –¡Yaku! ¡Muéstrame en dónde está! –gritó, más bien rogando. Una de las manos lo sujetó y la apartó con fuerza, la misma cayendo al suelo como si tan sólo hubiese estado adherida a la pared. Se giró de pronto, extrañamente convencido de que debía entrar por aquella puerta, algo o alguien lo estaba guiando, así que se concentró nuevamente. Ahora podía escuchar la voz de Kawa diciéndole hacia dónde ir, sonaba extraña, como forzada y a la vez llena de interferencias, no conseguía verlo.

Abrió la última puerta, observando a aquel hombre mientras alzaba el escalpelo. Si no fuese por lo lejos que se encontraba de esta, habría pensado que estaba en la misma habitación del principio, sólo que la camilla estaba reparada y los instrumentos pulidos.

Sin pensarlo ni un segundo más se lanzó contra ese hombre, gritando al estrellarse contra su cuerpo.

Jona aprovechó el golpe para causar el mayor mal de todos modos, hundiendo aquella cuchilla profundamente en el estómago de Yaku, que volvió a gritar, sabía que estaban luchando a un lado de la camilla, en el suelo, pero él ni siquiera podía pensar o moverse mínimamente. Estaba seguro de estarse muriendo, y sólo alcanzaba a pensar en Hai. Tosió sangre, y escuchó a Shio gritar, el rubio le había hecho una raja en la cara con la cuchilla y ahora se peleaban por la misma, a pesar de que por momentos la visión del asesino de nuevo se veía borrosa.

Shio continuaba luchando, intentando quitarle la cuchilla, aunque el otro se movía como un salvaje. No sólo eso, le parecía que era más fuerte que él. Claro, era su mundo después de todo. Apretó la quijada quejándose, ya que se había hecho daño en la mano derecha, y le dio un rodillazo, intentando apresurarse para poder ayudar a Yaku.

El rubio había dejado de atacarlo, y ahora el cuarto comenzaba a teñirse de nuevo de oscuridad, la misma goteaba desde las paredes espesa, como si se tratase de brea. Parte de esta cayó sobre el abdomen de Yaku, y el moreno se retorció, intentando que no entrase en su herida. Apenas le salía la voz, pero alcanzó a dar un leve gemido al notar que aquella masa espesa estaba viva, eran hormigas negras que se convertían en un amasijo dada la cantidad de ellas que había.

Sus ojos miraron aterrorizados a Shio, y luego a aquel hombre rubio que parecía estar casi cubierto por ellas hasta arriba, abriendo la boca y dejando que entrasen por su lengua. De pronto cayó al suelo, deshaciéndose como si de una figura de arena, hecha de insectos, se tratase. Eso había ocurrido en el justo momento en el que Shio lo había liberado, pero Yaku no tuvo tiempo de advertirle que lo mismo había sucedido con Hai.

–¡Aaaaaaah! –se sentó de golpe, mirando a su novio, que se había apartado a punto para que no lo golpease –¿Estoy... estoy...?

–¡Yaku! –Hai exclamó, abrazándolo y sonriendo, a pesar de que tenía las mejillas mojadas. Había creído que nunca iba a despertar. Lo besó una y otra vez, emocionado.

Yaku resopló con alivio, abrazándolo y pensando en que si tal y como estaba él había regresado, los demás también podrían conseguirlo. A no ser que... necesitasen ser ayudados, interrumpido aquel horrible ritual por otro de ellos. Shio se había quedado allí solo. Estrechó a Hai contra él, intentando que se tranquilizase.

–Esto es real, ¿no?

–Sí, pero nadie despertaba. Benkei tampoco despierta y ya lo he sacudido hasta el cansancio –se quejó, sin querer soltarse, bajando la cabeza contra su pecho –. No te apartes de mí.

–No voy a apartarme... –le acarició el cabello, pensando que tampoco sabía qué podía hacer, la verdad –. Se despertarán, al igual que nosotros... sólo necesitan... lo harán.

–Necesitan que alguien los ayude –murmuró el chico, sintiéndose débil por no poder ir en busca de Benkei, tal y como él lo había hecho antes.

–Sí, eso necesitan, pero Shio está allí, y también Benkei, y ellos... ellos son muy fuertes –quiso auto convencerse, aunque pensaba que allí la fortaleza estaba en Kawa y Shio principalmente.

–Nadie puede con Benkei –asintió, también intentando convencerse, pero seguía teniendo miedo.

...

Shio salió de aquella habitación, sacudiéndose las hormigas que aún quedaban por su cuerpo. Estaba temblando, quisiera que no, y las cortadas que le había hecho le ardían terriblemente. Se tocó el rostro, haciendo un gesto de dolor al sentirla y exhalando luego. No podía quedarse allí lamentándose para siempre. Se preguntaba si Yaku se había despertado.

–Serkan... –murmuró, como llamándolo, empezando a caminar nuevamente por aquel pasillo lleno de herrumbre y en penumbras. Necesitaba encontrarlo, estaba convencido de que todo aquello terminaría si liberaba a Serkan. Además, no pensaba irse sin él –Kawa... Kawa, ¿me escuchas? –preguntó, intentando concentrarse, pero ahora no conseguía escuchar su voz, tal vez había despertado también.


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