Capitulo 20
Latex and the cold morning
Sábado 12 de Diciembre.
Mañana.
Yaku había aparcado el coche como a una manzana de allí,
y después de haber estado deambulando toda la noche en busca
de aquel chico, había enviado un mensaje a la oficina para
decir que no iba a ir, que se encontraba mal. No le apetecía
una bronca en ese momento, y mucho menos otro enfrentamiento con
su hermano.
Hasta le había comprado comida y ropa para ver si lo perdonaba,
y lo peor es que no comprendía por qué se tenía
que estar sintiendo culpable si seguía pensando que tenía
él toda la razón. Además, le parecía
que allí todos lo estaban mirando para atacarle o algo.
Se paró delante del edificio de aquel barrio malo que el
chico había dado como su dirección. Pero estaba hecho
un desastre, se notaba el abandono y había un hombre acostado
delante de la puerta con una botella en la mano y tanta “roña”
en el cuerpo como para no necesitar ropa si eso quisiera.
Estuvo a punto de voltearse e irse, pero negó con la cabeza,
con cara de asco y dificultades, aproximándose al timbre
y cogiendo un pañuelo para apretar. No funcionaba e hizo
aspavientos con la cara, pasando por encima de aquel hombre y vigilándolo
de soslayo, subiendo las escaleras y espantándose un poco
al escuchar gritos dentro de uno de los cuartos. De pronto escuchó
a unas personas correr y la pared tembló.
Echó a correr escaleras arriba, pero no parecía que
fueran a salir, seguía el griterío allí dentro.
Suspiró profundamente, murmurando quejas para sí mismo
y abriendo la puerta de aquel piso despacio.
–¿Hai? –lo llamó, temiendo lo que pudiera
encontrarse.
El chico estaba sentado en el marco de la ventana sin vidrios,
esperando. Benkei había regresado incluso más tarde
que él, claro, era de suponerse. Se pasó un dedo por
el labio superior, mirando hacia la puerta al escuchar su nombre
y sorprendiéndose.
Se puso de pie, acercándose de manera amenazante.
–¿Qué haces aquí? ¿Eres stalker?
Yaku suspiró con fuerza, diciéndose que debía
tener paciencia, que no tenía cultura ni educación,
y viendo dónde vivía, en realidad no tenía
nada. Aquello era horrible y antihigiénico.
–He venido a disculparme... toma –le dio el desayuno
que le había comprado.
–¿Disculparte? ¿Conmigo? –lo miró
como si no pudiera comprenderlo. Nadie se disculpaba con él
nunca, ni siquiera Benkei, sólo se daban algunos puñetazos
en el brazo y ya. Se acercó, tomando la comida con algo de
desconfianza –Ah... ya veo... –sonrió de pronto.
–Sí, me excedí... y no... –quiso entrar
un poco más, y bajó la vista al pisar un recipiente
vacío, suspiró de nuevo, esquivando algunas cosas
–No debí meterte en el coche de ese modo, pero no debiste
escaparte así. Podría haberte sucedido algo –se
quedó de pie con los brazos cruzados y la otra bolsa colgando,
observando el lugar.
–Pero eso no te importa, lo que te importa es que aún
no te he dicho en dónde encontrar a ese ciego. Me da igual,
no te voy a devolver la comida –se sentó sobre un almohadón
desgastado, cruzando las piernas frente a él.
–Sí... me pasé la noche buscándote
para que me dijeras eso... –le dijo con acritud, aunque dudaba
que reconociese una ironía. Se subió las gafas un
poco, deseando sentarse un rato, pero le daba pesadillas hacerlo
allí –. Te he dicho la verdad, estaba preocupado. No
tienes que decirme eso si no quieres –murmuró después,
aunque eso le hacía a su hermano cuando quería que
le confesase algo y al final lo hacía.
Hai lo miró, ya comiendo, se preguntaba si era sincero.
Mentía mal de todas maneras.
–Siéntate –lo invitó, preguntándose
si estaba incómodo y murmurando –. Aún me debes
unas horas, para celebrar que no me morí.
El moreno observó los almohadones, pensando que estaría
muy mal rechazarlos o poner la cazadora para sentarse encima, tendría
que lavar la ropa luego, aunque de todas formas ya pensaba hacerlo.
Se sentó receloso de todas formas, pasándole la otra
bolsa como si fuera una ofrenda de paz, aunque ya veía que
con la comida habría sido suficiente, pero después
de todo el mal trago que había pasado para comprar eso, mejor
se lo daba.
–¿Qué es eso? –preguntó con la
boca llena, mirando dentro de la bolsa luego. ¿Le había
comprado ropa? Tal vez Benkei tenía razón –Eh,
y es de látex, gracias. Me la voy a probar –sonrió,
empezando a desvestirse inmediatamente.
Yaku lo miró fijamente, bajando la cabeza luego y enrojeciendo
a su pesar a la vez que fruncía el ceño.
–¡No hagas eso aquí! –le pidió,
tapándose los ojos con la mano.
–Shhh... Benkei está durmiendo –lo riñó
con una sonrisita en los labios, acercándose y cubriéndole
la boca con una mano, aunque así quedaba todo tapado.
El moreno le sacó la mano, mirándolo y suspirando,
tapándose de nuevo.
–¡Vístete ya! –susurró enfáticamente
–. Te va a dar el frío además.
–No me importa, no me enfermo con facilidad, a menos que
quieras cuidarme –le ofreció, subiéndose el
pantalón que le quedaba como un guante, y volviendo a sentarse
para seguir comiendo. Ya incluso se le había pasado el enfado.
–No, que no quiero cogerme los gérmenes, y no me
extraña, debes estar naturalmente vacunado contra todo...
–murmuró contrariado, pensando pese a todo que le quedaba
bien esa ropa, debería haberle comprado unas botas también,
a juzgar por las que llevaba. Alzó una ceja de pronto, preguntándose
para qué le importaba a él eso, ni que fuera su responsabilidad
o algo así –. ¿Regresaste caminando? –le
preguntó para ver si era posible mantener una conversación
con él.
–Sí, camino a todos lados, estoy acostumbrado, aunque
una vez robamos un coche, pero lo estrellamos, así que no
sirvió de mucho –se rio, continuando con la comida,
y mirándolo a los ojos luego –. ¿Estás
nervioso?
–No, pero no pienso ir nunca en coche contigo. Eso no tiene
gracia, podríais haberos matado, o matado a alguien. Además
de que sería una desgracia para el dueño del coche,
que ni siquiera sabes si tenía dinero para repararlo. Además,
la responsabilidad civil de un coche, es para el propietario a no
ser que haya reportado el robo antes del accidente –le aleccionó
–. Así no vas a dejar de vivir de este modo o peor.
–¿Quién dijo que quiero dejar de vivir de este
modo? ¿Ya vas a empezar de nuevo? –frunció el
ceño, cerrando el recipiente de comida, sobre todo porque
quería guardarle algo a Benkei –¿Eres el guardián
de la ley o algo así?
–No, sólo te lo digo para que lo sepas. Mejor me
voy... –murmuró, levantándose y pensando que
siempre estaba igual. Pero claro, la gente tendía de gustar
de él por su físico, luego lo conocían y...
¿Y eso qué me importa? Se dijo, preguntándose
por qué andaba planteándose una idea tan horrible.
–No, quédate, ya te dije que me debes horas –insistió,
haciéndole una seña para que volviera a sentarse –.
Benkei irá con el ciego luego...
–Seguro que ese no es su nombre... –le riñó
de todos modos, sentándose, aliviado de ver que al menos
el chico iría –. No sé para qué quieres
que me quede, si te enfadas todo el tiempo.
–No me enfado, tú me enfadas. ¿Me odias o algo
así? –le preguntó, mirándolo a los ojos
e inclinándose hacia delante –A mí me gustas.
–Si te odiase... no estaría aquí... –le
mantuvo la mirada nervioso e incómodo, finalmente mirando
a otro lado y tocándose una pierna –. Hace frío
aquí.
–No tenemos calefacción... ni ventana –sonrió,
señalando a donde había estado sentado antes de que
llegase –. Estoy acostumbrado.
Yaku miró a su alrededor, frotándose las piernas.
–Te traeré una estufa, y... podemos tapar esa ventana
con algo para que no entre el aire –sinceramente, no le parecía
humano dejarlo así, aunque era consciente que había
otras personas igual o peor, pero tampoco podía salvar al
mundo.
–Qué amable eres... Yo creo que sí te gusto
–se rio, inclinándose un poco hacia él. Si hubiera
estado más cerca, lo habría besado.
–Sólo porque soy buena persona, no quiere decir nada
–le contestó, pensando luego que eso no había
sido muy amable –. Pero eres guapo –le dijo luego, como
para compensar por si acaso le daba otro ataque de ira.
–Soy guapo. ¿Te gustan mis abdominales? ¿O
quizá es mi trasero? –le preguntó sin apartarle
la mirada de encima –Quieres tener otra cita conmigo, ¿verdad?
Ya sería la tercera y sabes lo que dicen de la tercera...
–No, no creo que eso se aplique a las citas, o que esos
encuentros puedan llamarse citas, la verdad. Si supieras comportarte,
te llevaría a un restaurante –le dijo pensativo –.
Dije que eres guapo, y hablaba de tu rostro. Mis abdominales son
mejores –se rio, porque era una broma que hacía con
su hermano desde que eran adolescentes.
Hai lo miró confundido por un momento, echándose
a reír finalmente y asintiendo.
–Puedo comportarme, pero estaré pensando en tu polla
todo el tiempo, la debes tener grande con ese cuerpo...
Yaku enrojeció violentamente, cerrando las piernas por
reflejo.
–Es normal, y mi cuerpo no tiene nada de especial. Tú
eres más alto que yo –cualquiera lo es, pensó.
Aunque en realidad no, pero sólo se relacionaba con Shio
y su hermano, y ya era humillante que tu hermano pequeño
fuera más alto que tú.
–No, cualquiera no, y además, me refería a
que eres fuerte. Me gustan los tíos fuertes, con esos brazos...
Me pones a sudar. ¿Ves? No necesito calefacción contigo
aquí –bromeó, acercando un poco su almohadón.
–Ya... –murmuró, notando que se iba aproximando
poco a poco –. A mí me gustan las mujeres elegantes
–le comentó, deseando cambiar de tema.
–¿Quieres que me disfrace? Nunca lo he hecho, lo haría
por ti...
–Claro que no, qué horror –casi se espantó
–. Los hombres también pueden ser elegantes, mejor
haz eso.
–Si eso quieres... –comentó, ya de por sí
intentando imaginar cómo era eso de ser elegante. No quería
ponerse un traje.
Yaku lo miró a los ojos, sorprendido.
–No tienes que ponerte lo que yo quiera, era una forma de
hablar. ¿Te gusta la ropa que usas? –le preguntó,
seguro de que el látex sí, porque había sido
caro, pero se preguntaba si lo demás también.
–Sí, me gusta mostrar mi cuerpo. Si lo tienes... ¿para
qué esconderlo? Además, he notado que a ti también
te gusta, digas lo que digas –sonrió, pensando que
le gustaba esa expresión en su rostro.
–Vas a coger frío... –le comentó simplemente
–. A veces es más interesante lo que no se muestra,
que lo que es sencillo de ver –quiso darle a entender, a ver
si aprendía a valorarse más en ese sentido, aunque
cada vez que lo recordaba cambiándose... se perdía
un poco en sus pensamientos –. Di la verdad, ¿tienes
cazadoras?
–Una, para cuando hace demasiado frío, pero casi no
la necesito –le respondió, acercándose un poco
más de manera sutil.
–Ya... –se inclinó un poco hacia el lado contrario,
aunque tratando de no ser muy obvio –ya hace demasiado frío.
–Para ti que estás acostumbrado a la calefacción,
pero si me dejas abrazarte, hará más calor –le
sugirió, haciendo un movimiento brusco para quedar junto
a él.
Yaku se movió para el lado contrario, apoyando la mano
en el suelo y arrepintiéndose de inmediato, sacudiéndola
y levantándose un poco nervioso.
–Bueno, me voy a ir ya... que me estarán esperando
–se miró el reloj como si se le hiciera tarde, aunque
era mentira.
–Está bien, te dejo ir, pero... ¿vendrás
a verme de nuevo, verdad? Porque me prometiste esa estufa y la voy
a estar esperando.
–Sí, sí... –suspiró de nuevo,
preguntándose en qué momento había prometido
nada, y si no estaría siendo un tonto. Movió un poco
la cabeza, pensando que mejor no le comentaba nada a nadie de eso,
y moviendo la mano, dudando entre si apoyarla en el pasamanos o
no. Era horrible tener que bajar por ahí de nuevo.
Hai salió corriendo poco después, sonriendo y colocándose
bien la camiseta.
–¡Te acompaño! No quiero que te dejen en pelotas
por el camino. No sé cómo llegaste aquí sano
y salvo.
–Sí, gracias, mejor haz eso –le dijo aliviado,
al menos si lo acompañaba hasta la salida de aquel barrio,
tendría la seguridad de que no acababa metido en algún
lío como siempre.
Hai se sujetó de su brazo, sonriendo. De todos modos se
sentía alegre de que hubiera ido a disculparse.
–La próxima vez dime que vienes y te iré a
buscar.
–Te lo diré con señales de humo... No tienes
teléfono –lo miró, observando cómo se
agarraba y dejándolo, guardándose esa mano en el bolsillo
de los jeans.
–Iré a verte todo el tiempo entonces, así sabré
cuando vienes a verme –se rio, pensando que era un incauto.
–No tiene mucho sentido, y además no me dejarías
trabajar... –murmuró pensativo, seguro de que no haría
eso de todos modos.
–Pero a mí me gustaría ver cómo trabajas.
¿Qué hacéis de todas maneras? Es extraño
ir por ahí interrogando gente en los ascensores.
–Soy científico, y no te iba a gustar, es muy aburrido
de ver –le aseguró, pensando que lo era siempre y cuando
no comprendieras nada, que era su caso después de todo –.
Y no interrogamos a nadie en un ascensor.
–No, pero interrogan a los del ascensor, eso no es muy normal
para un científico –le contestó, seguro de que
eran unos extraños, pero no le importaba. Estaba sujeto de
Yaku y todavía no se quejaba, si seguían así,
pensaba acompañarlo hasta donde fuera.
–Nos preocupaba que algo pudiera haberos sucedido. Aunque
es casi imposible, pero queríamos asegurarnos de todos modos
–quiso tranquilizarlo, moviendo la otra mano para sacarse
las llaves del bolsillo y abrir el coche antes de llegar al mismo
–. Bueno, gracias por acompañarme –le dijo, sacándose
la cazadora y metiéndola en el coche para poder conducir
cómodamente, pensando de pronto que debería avergonzarse
de necesitar que lo acompañase alguien más joven que
él, pero estaba claro que sabría defenderse mejor.
–No, gracias por permitir que te acompañase –contestó
el chico muy educadamente de pronto, aunque contradiciendo aquello
con su próxima acción. Se inclinó, besándolo
de manera salvaje, apenas Yaku se hubo girado para mirarlo.
El moreno apoyó una mano en la parte de arriba del coche,
porque hasta lo había empujado. Se dejó besar más
por sorpresa que otra cosa, aunque se excitó al instante,
separándolo luego por el pecho y observándolo confundido
y azorado.
–No... no hagas eso –acertó a decir, metiéndose
en el coche y por poco, pegándose con el marco de la puerta,
cerrando la misma y mirándolo mientras bajaba el seguro.
–Te gustó, lo sé –fraseó con los
labios por si no lo escuchaba, enviándole un beso con los
dedos luego. Realmente le gustaba ese tío, además...
tenía la impresión de que era sumamente sincero.
Yaku resopló, subiéndose las gafas y haciéndose
el que no lo veía, aunque igual lo miró por el retrovisor
después. Pues era verdad, al final sí que le gustaba...
y eso, era completamente inconveniente.
Continua leyendo!
|