Capitulo 16
Blind, selfish and unkind
Viernes 11 de Diciembre.
Noche.
Hai volvió a quitarse las gafas oscuras, ahora jugando con
su postre, aunque ya quería salir de allí y estar
a solas con él.
–Oye... dime una cosa... ¿te pongo caliente?
–No, me pones incómodo –le contestó
sin más. Incluso le había quitado un poco el hambre
–. Además, que no me gustan los hombres, y si me gustasen,
me gustaría alguien como Shio, que es educado, maduro y considerado
–siguió explicándole como si tuviera jaquecas.
–Pero Shio no tiene mi trasero ni te mira como yo –se
rio, comentando luego más serio –. Si te lo has pensado
es que te gustan... un poco, ¿no?
–Claro que no. Lo acabo de pensar ahora mismo. Trataba de
hacerte una comparación lógica para que te percatases
de que es imposible y rechazases la idea. La gente debe de pensar
que estoy sacando de paseo a mi sobrino complicado, o algo así,
además... podría ser tu padre –frunció
el ceño, apoyando una mano en la mesa.
–No podrías... –se rio, negando con la cabeza
y apoyándose sobre la mesa para mirarlo más de cerca
–Siempre me han gustado los mayores, pero no creo que tengas
tanta edad como para ser mi padre, y también me gustan los
imposibles.
–Pues es ilógico... –se echó un poco
hacia atrás, intimidado por la proximidad y bebiendo un poco
de café, casi por protegerse. Su instinto le decía
que preguntarle cosas sobre él no haría más
que alimentarle la idea de que era posible, pero la curiosidad era
la suficiente para que lo hiciese de todos modos –. ¿Cuántos
años tienes?
–Veinticinco –le respondió sonriendo y paseando
la mirada por los labios del moreno, de manera casi lasciva –¿Y
tú, papi?
–No, no podría ser tu padre, es verdad. Pero pareces
más joven, seguramente porque vas con ese aspecto, y no tienes
modales. Ten más modales –le riñó después
aunque sin mirarlo –. No tienes empleo, ¿verdad? Deberías
tener un empleo a esa edad –alzó la vista y se tapó
los labios con la taza –. No hagas eso.
–Pues sí que pareces mi padre ahora, aunque mi padre
nunca me dijo eso... –se recostó en el asiento, notando
que lo ponía incómodo. Aquello le divertía,
pero no quería que saliera huyendo tampoco. Se metió
el último trozo de dulce en la boca, limpiándose luego.
–Acaba, que ya me quiero ir, tengo cosas que hacer –protestó
después, retirándole el plato –. Ya no quieres
más, yo creo... –como ya había pagado se levantó,
cogiendo su abrigo y poniéndoselo de forma un poco apresurada.
–Eh, eh, eh... –protestó el chico, casi corriendo
tras de él, pues se le iba –Eh... el trato fue toda
la noche y aún no termina. Ahora vamos a un sitio romántico
a estar solos.
–¿Romántico? No creo que tú sepas lo
que es eso... –protestó de nuevo, mirándolo
y preguntándose a dónde se suponía que debía
llevarlo. Hasta le habría dado lástima ser tan malo
con él de haber sido de otro modo, pero con esa personalidad,
estaba claro que sólo lo molestaba o bien le excitaba por
algún motivo incomprensible para él, y nada más.
De cualquier modo, no creía que fuera posible herir sus sentimientos,
la verdad.
–Pues si no lo sé, muéstrame tú, papi.
Seguro que tú sí sabes –se guindó de
su cuello, pegándose a él e ignorando las miradas
que les otorgaban las personas.
–Yo tampoco lo sé, no tengo citas. Debiste salir
con mi hermano, él es el especialista –se lo sacó
de encima como pudo, despeinándose y por poco haciendo que
se le cayeran las gafas. Se las colocó de nuevo, suspirando
–. Deja de llamarme papi, que van a pensar que soy un pervertido.
–Lo eres, sólo que aún no lo sabes. ¿A
que quieres nalguearme? –lo incitó, dándose
una nalgada él mismo –No me gusta tu hermano, me gustas
tú. Yo tampoco tengo citas, creo que esta sería la
primera, aunque me parece extraño en ti.
–No me gusta la gente... y no me gustan los maltratos, así
que, deja tus fantasías masoquistas sobre spanking para otro
–hizo un esfuerzo para no mirarle las nalgas por curiosidad,
aunque finalmente lo hizo de todos modos, para confirmarse que no
le agradaban, según él –. Vamos a donde sea
que no haya gente –cuanta menos gente me vea contigo, mejor,
se dijo.
–Sí que quieres estar conmigo –sonrió
el chico, decidiendo que ese era el motivo y pegándosele
de nuevo –. Serás amable y considerado conmigo. Sería
un cambio... A mí tampoco me gusta la gente, sólo
Benkei y ahora tú.
–No te puedo gustar, porque no me conoces, y además,
estoy siendo muy desagradable... –protestó, resoplando
agotado y ya dejándolo que hiciera lo que quisiera, aunque
aun así esperaba que no lo estuviera viendo nadie. De pronto
se le ocurrió una idea y lo llevó hacia su coche,
pensando que si se ponía a conducir, se pasaría el
tiempo de la horrenda cita en eso, probablemente el otro se dormiría,
y acabarían con aquella condena –. Entra... –le
pidió tras abrir la puerta, mirando a un lado, y sintiéndose
como si estuviera a punto de cometer un delito.
–¿Por qué no vamos caminando? ¿Esta
muy lejos? –le preguntó, apoyándose en el coche,
sin entrar y riéndose. Era obvio que intentaba poner distancia
entre ellos –No tengo que conocerte a fondo, me gustaste desde
ese día en el ascensor. Eres tímido y nervioso, y
mientes muy mal, por cierto. Pero ahora dirás que no estoy
en lo correcto.
–No, yo no digo nada... –se metió en el coche,
esperando como quien no piensa salir de ninguna de las maneras.
Lo miró de soslayo y se tocó el cabello –. Pero
no soy nervioso, soy una persona muy tranquila, lo que pasa es que
tú me incomodas –lo culpó.
–¿Te incomoda que sea sincero? Me pones, no voy a
mentir. Y sí, me gusta ver cómo te sonrojas –se
rio, por fin sentándose bien y suspirando –. No voy
a ser como ese tío todo arregladito y presentable, aburridooooooooo...
–¿Qué tío arregladito? No sé
de qué me hablas –se tocó la cara, mirándose
en el espejo retrovisor, y pensando que él no se sonrojaba.
Lo miró de soslayo y encendió el coche, pensando que
debía referirse a Shio –. Shio no es aburrido, es una
persona muy inteligente y dedicada, y yo lo admiro.
–¿Te gusta ese? –le preguntó en tono
ácido, sintiendo su antipatía crecer. Claro, siempre
les gustaban ese tipo de hombres... que sí son aburridos,
finalizó tercamente para sí.
–Que no... ¿Es que no sabes que existen otros niveles
de aprecio? Si te digo que me gustan las mujeres... ¿cómo
va a gustarme un hombre? Y mucho menos uno como él, físicamente...
–de pronto pensó que se vería bien al lado de
una mujer joven y elegante, y luego recordó que a su hermano
le gustaba y negó ligeramente con la cabeza –. No es
el tipo de hombre que podría considerar atractivo –se
dirigió hacia la carretera, sin rumbo fijo, aunque pensando
que no era buena idea de todos modos. ¿Y si les pasaba algo
y nadie sabía dónde encontrarlos?
–¿Y yo? ¿Me consideras atractivo? –le
preguntó de manera insistente, girándose un poco en
el asiento, provocando que uno de los mechones de su cabello cayese
hacia un lado –Sé que existen otros niveles de aprecio.
Ya te dije que quiero a Benkei, pero no es lo mismo, aunque lo hayamos
hecho.
Yaku movió una mano en sentido negativo.
–No necesito saber eso...
–No me has dicho si me consideras atractivo –sonrió,
sin dejar de mirarlo, preguntándose qué estaría
pensando, porque tenía una cara...
–Cuando no te pones las gafas, a lo mejor no estás
tan mal. Estarías mejor si no tuvieras el cabello teñido,
que no sé quién te daría esa idea... –murmuró,
pensando que llamarlo feo sí sería cruel, además
de que no se lo parecía. Era cierto que era la clase de hombre
que le parecía atractivo, salvando su horrible personalidad
–. Y si usases una ropa más adecuada...
–No, gracias, no quiero ser una de esas personas. Lo que
pasa es que no comprendes... –el chico se puso las gafas de
nuevo, empezando a molestarse, pero de pronto cayendo en cuenta
de su respuesta y sonriendo –. Lo que importa es que sí
te parezco atractivo.
–Lo que dije es que podrías parecérmelo...
–suspiró, pensando que era más estresante tener
que atender a la conducción y discutir a la vez, con aquel
chico que sólo escuchaba lo que quería oír.
Paró el coche a un lado y lo miró a los ojos –.
¿Por qué no me dices ya dónde encontrar a ese
chico?
–Porque me dejarías en media cita, ¿crees que
no lo sé? ¿Por qué me tienes tanto miedo? No
te voy a violar, lo prometo –le aseguró como si existiese
aquella posibilidad.
–Tampoco puedes, que yo soy más fuerte que tú,
y no creo que escondas un arma, porque no tienes dónde con
esa poca ropa tan ajustada... –se echó hacia atrás
en el asiento, cansado y suspirando –. No te tengo miedo,
me pones incómodo, y ya te dije que no tengo citas, y que
no me gusta la gente. No sé qué crees que vas a conseguir
al final de esta cita.
–Soy como una infección, me meto en tu sangre y luego
no puedes dejar de pensar en mí. Eso es lo que quiero –se
rio, aunque hablaba en serio y se volvió a sacar las gafas,
mientras que con la otra mano se tocaba por debajo de la camiseta
–A Benkei le gusta ese ciego.
–Pues lo siento por él –murmuró, mirándolo
de soslayo y preguntándose qué estaba haciendo.
–Me molesta... –comentó como si Yaku no hubiese
dicho nada, sin detener el movimiento bajo su camiseta.
–¿Qué te molesta? ¿Que le guste ese
chico? ¿Qué haces? –se giró hacia él
un poco, mirándolo –¿Tienes algo ahí?
–Me rasco, lo hago cuando pienso... –lo miró
confundido, alzándose la camiseta luego para mostrarle y
riéndose. La soltó, aunque permaneció alzada
gracias al cinturón –Me molesta porque ese chico es...
uno de esos chicos. No me gusta que lo rechace, me dan ganas de
golpearlo.
–No puedes golpear a alguien porque no le guste tu amigo.
No me extraña que no le guste, tiene una personalidad horrible,
y no se ve muy higiénico... –dijo poniéndose
en el lugar de aquel chico –Y no te rasques en público,
es de mala educación. ¿Eres un perro? –frunció
el ceño, sujetándole la mano y apoyándosela
en la pierna, bajándole luego la camiseta con las puntas
de los dedos.
Hai se rio de nuevo, sujetándole la mano de pronto.
–¿Te pongo nervioso? Es fácil juzgar a las
personas, ¿no es así? Muy fácil... –murmuró,
inclinándose tanto como podía hacia él.
–Tú también lo haces, ¿verdad? –lo
atacó de vuelta, aunque retrocediendo hasta la puerta con
la espalda, y moviendo la mano para soltarse –Juzgas a ese
chico, y dices que es... “uno de esos chicos” sólo
porque no le gusta tu amigo.
–No, lo digo por cómo se comporta y la vida que tiene...
a pesar de que es ciego –contestó, frunciendo un poco
el ceño, y mirando hacia fuera. Ahora sí estaba cabreado.
Por supuesto que se ponía de su parte.
–A pesar de que es ciego... –repitió –.
¿Es que por ser ciego debería vivir mal o algo así?
¿No deberías alegrarte de que a pesar de ser ciego
tenga una buena vida? Eso es que la sociedad no está tan
mal, ¿no? –frunció el ceño también,
pensando que era un caso.
–La sociedad es una mierda –lo miró con un gesto
furioso en el rostro –. Yo estoy perfectamente sano y no tengo
una vida como la de él.
–Sal del coche... –le pidió, ya que le parecía
una persona horrible, ahora ya no era algo de tener o no educación.
–No –se negó, mirándolo serio y cruzándose
de brazos –. Toda la noche.
–Ya lo encontraré sin tu ayuda, no quiero estar con
alguien como tú. Seguramente él habría dado
a cambio su dinero, o lo que sea que envidias de él, a cambio
de estar tan sano como tú y poder ver. ¿Imaginas lo
que es no poder ver? ¿Cómo puedes ser tan egoísta?
Es horrible... –salió del coche, cogiendo las llaves
por si acaso y abriéndole la puerta, sujetando su brazo para
sacarlo.
–Sí, seguramente le hubiera encantado ser yo y ser
sacado de un coche por el tío que te gusta, pero que no puede
ver más allá de sus propias narices –se bajó
por fin, empujándolo y apartándose de él –.
Seguro que con él sí que eres amable.
–Pues sí, probablemente sí. Porque seguramente
es una persona educada que se ha esforzado el doble o el triple
de lo que tendrías que haberte esforzado tú, para
conseguir lo que él tiene. ¿O es que crees que por
ser ciego, alguien le ha regalado algo? –lo sujetó
él de nuevo ahora, pensando que era un irrazonable, y eso
le sacaba de sus casillas.
Sin embargo, Hai lo empujó de nuevo, apartándose.
Estaba demasiado cabreado, aquello lo había golpeado de manera
íntima.
–¿No estás siendo tú más considerado
con él por eso? ¡No lo conoces! Tú qué
sabes si me he esforzado o no. No sabes nada, me voy caminando –soltó,
empezando a alejarse por la carretera.
Yaku lo observó alejarse y tamborileó con los dedos
en el techo del coche, finalmente aproximándose a él
a base de correr para alcanzarlo, debido al rato que se había
pasado pensándoselo. Pero se iba a sentir fatal si le pasaba
algo por dejarlo tirado en mitad de la carretera.
–Vuelve para que te deje en casa, y luego ya me sigues odiando
cuando estés seguro –le pidió, suspirando y
parándose frente a él.
–No, no necesito que me cuides. Además, ¿qué
te importa? Vete a cuidar al ciego, seguro es un angelito –le
contestó, moviéndose para pasar por su lado de todas
maneras.
Yaku resopló, pensando que era exasperante y sujetándolo
a la fuerza, alzándolo un poco y colgándoselo al hombro.
–¡¿Qué haces?! ¡Suéltame!
¿Qué te importa? –el chico se revolvía
contra él, pero definitivamente era más fuerte. Suspiró,
quedándose ahí colgado hasta que llegaron de vuelta
al coche, saldría corriendo en cuanto lo soltara.
Yaku lo sentó en el asiento y lo miró fijamente.
Estaba un poco rojo por haber hecho algo así, pero no creía
que hubiera vuelto por las buenas.
–Quieto, te voy a dejar en tu casa... –le pidió,
cerrando la puerta y girando por delante del coche para entrar él.
Hai lo miró por un momento, abriendo la puerta y casi lanzándose
fuera del coche, echando a correr. No le tenía miedo ni creía
que lo fuese a secuestrar realmente, sólo era terquedad.
El moreno se bajó del coche corriendo y lo persiguió
por la carretera, sin preguntarse acerca de lo que parecería
si alguien los viera en ese plan. Sólo a él le pasaban
esas cosas. Por Dios..., pensó. Pero la verdad es que no
lo alcanzaba, el condenado era rápido, y recordó que
le había dicho que corría mucho.
–¡Espera! –le pidió, deseando lanzarle
algo.
–¡No! ¡Sé feliz! ¡Ya te libraste
de mí! –le gritó Hai sin detenerse, sintiendo
que se le caía algo, pero no iba a permitir que lo alcanzase
sólo por eso.
–Maldita sea... –murmuró, notando aquello y
cogiendo sus gafas de sol del suelo. Serkan y Shio lo iban a matar
por dejarlo ahí tirado en medio de la carretera. No hacía
nada bien últimamente, si es que alguna vez lo había
hecho. Pero no tenía sentido seguir, no iba a alcanzarlo.
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