Capitulo 1
Going down
Miércoles 9 de Diciembre.
Mañana.
Benkei apretó la lata de cerveza que tenía en la
mano y la estrujó, lanzándola al lado contrario de
la calle de aquel parque en el que estaba, como siempre, “haciendo
nada”. La misma golpeó el canto de la papelera y se
cayó a la hierba. Sujetó el cigarro que tenía
entre los labios y dejó salir el humo entrecerrando un ojo
y mirando a una madre que pasaba con su hijo de la mano, y les había
dedicado una mirada reprobatoria.
Cerró un puño cerca de su boca y lo movió
como si se la estuviera chupando a alguien, tocándose con
la lengua la mejilla por dentro para abultársela. La mujer
apartó la mirada y apresuró el paso, dándole
un tirón a su hijo para que no mirase.
El moreno saltó del banco de pronto y le gritó.
–¡Corre, puta! –riéndose al notar cómo
efectivamente corría –¿Ves? Te dije que podía
conseguir que me obedeciese, llamándola puta incluso –le
dijo a su amigo, inclinando la cabeza hacia un lado, con aquel cabello
negro que le cubría la mirada de forma alborotada y lacia.
Luego se aproximó a él y extendió la mano –.
La pasta, puta –se rio mientras se la exigía.
–¿Qué pasta? –se rio el chico fijando
sus ojos negros en él y finalmente sacando lo que habían
apostado. De todas maneras vivían juntos –Pero no le
diste la orden... Es una victoria técnica.
–¿Cómo que no? Le dije: corre, puta, y corrió.
Eso es una orden –frunció un poco el ceño, guardándose
el dinero en el bolsillo de los jeans y devolviéndose el
cigarro a los labios. Se quedó observando a lo lejos, a un
chico que se acercaba con un bastón en la mano.
Hai siguió su mirada, sonriendo un poco. Lo conocía
demasiado bien.
–Si le caes a ese, no va a saber ni qué pasó.
Benkei se rio, pero aún estaba muy lejos y no le veía
la cara. Sólo con el cuerpo no le llegaba. Se preguntaba
si tendría dinero, parecía usar ropa buena.
Como si le hubiera dado una idea repentina se encaminó hacia
él despacio, de frente, chasqueándole los dedos delante
de la cara.
El chico se detuvo sobresaltado, moviendo el rostro como reacción.
–¿Qué? ¿Qué pasa? –preguntó
por si era alguien que conocía, mientras Hai saltaba de su
puesto, acercándose.
El moreno sonrió, rozándose los labios con la lengua
instintivamente. Caminó a su alrededor y se puso tras él,
oliéndole el cuello en parte por ver si lo asustaba.
Kawa se apartó, preguntándose qué demonios
pasaba e intentando alejarse, sólo para ser empujado ligeramente
por Hai.
Le estaba divirtiendo aquel juego.
–¿Cómo te llamas? –le preguntó
Benkei, sujetándolo por los hombros con suavidad, en realidad
porque llevaba una camiseta sin mangas y aprovechaba para tocarlo,
aunque no lo hacía disimuladamente. En su forma de apoyar
las manos estaba claro. Miró a Hai y se rio.
El chico se rio de vuelta, observando las manos de su amigo y pasando
a caminar a su lado.
–Creo que mejor me voy. Tengo prisa... –se disculpó
Kawa, apartándose con algo de brusquedad y apresurando el
paso. No podía correr, ya que no tenía ganas de equivocarse
y morir atropellado, pero no le gustaba nada lo que estaba sucediendo.
–A ver si te vas a caer –Benkei le dio con el codo
a Hai para que lo ayudase.
–¡Un coche! –gritó el chico, a pesar de
que aún no salía del parque, haciendo que el otro
se detuviera en seco y sujetándolo luego por el brazo –Yo
te ayudo, solía ser un boyscout, ¿sabes? –se
rio.
–Realmente tengo que irme –protestó Kawa, sacudiéndose
un poco. No había manera. Se preguntaba si habría
alguien más por allí.
–¿Por qué no gritas? Seguro que te estás
cagando de miedo, y eso que no nos ves... –Benkei se rio y
lo sujetó por detrás apoyando una mano en su abdomen
y pegándolo contra su cuerpo, lamiéndole el hombro
–¿Cómo te llamas? Si no me lo dices voy a tener
que llamarte, “el ciego”.
–¡Suficiente! –gritó el chico de pronto
pegándole un codazo y echando a correr de todas maneras.
Si bien no quería morir atropellado, tampoco quería
ser asesinado.
–¡Eh, que te vas a morir! –le gritó Hai,
riéndose sumamente divertido y tirando de Benkei para que
lo persiguiese, aunque no necesitaba incitarlo realmente.
Benkei se rio y echó a correr detrás de él,
pero el chico se chocaba contra la gente y era lento. Por el contrario,
de ellos se apartaban rápidamente, cuanto más lejos
mejor, y más cuando el moreno le dio por gritar como si aquello
le divirtiese mucho.
–¡Por Dios! –Senzo, que acababa de bajar de
su coche, se giró de golpe al notar que chocaban contra él.
Estaba a punto de soltar un improperio del tipo a “¿por
qué no miras por dónde vas?” y su rostro cambió
al instante. Lo ayudó a incorporarse, sujetándole
el brazo –¿Estás bien?
Hai había sujetado el brazo de Benkei, y ahora caminaban
despacio entre la gente que se dirigía hacia el poblado centro
comercial.
–Sí... disculpe –el chico sacudió un
poco la cabeza, calmándose un poco e irguiéndose –¿En
dónde estoy? Necesito saber la calle o algo así –le
pidió con la intención de guiarse un poco. Por lo
menos estaba entre gente, así no podrían hacerle nada.
Se preguntaba si debía avisar a algún policía.
–Delante de “La bella vita” –el chico
parecía ajetreado y se miró el reloj en la muñeca
–. ¿Ibas a entrar?
–Sí... –decidió, aunque no tenía
pensado ir allí, pero era un lugar conocido. Allí
estaría seguro y probablemente se rendirían.
–Ven, te acompaño –el moreno no le soltó
el brazo y lo dirigió con él hacia el ascensor –.
¿Tienes que usar el ascensor?
Benkei entró tras ellos en el centro comercial junto a
Hai, ahora, extrañamente estaba serio, como si estuviera
perdiendo a su presa.
Hai le apoyó una mano en el hombro, suspirando. Ya lo atraparían,
de todos modos no tenían otra cosa que hacer. Podían
seguirlo todo el día.
–Gracias, sí –sonrió el chico, sintiéndose
un tanto extraño por aquello, pero no era un buen momento
para ser orgulloso –. ¿Tienes prisa? No quiero molestar
–se disculpó, dejando la formalidad ya que el otro
lo había hecho y por otro lado, su voz sonaba joven.
–También tengo que usar el ascensor... –Senzo
sonrió ligeramente, mirando adelante sin percatarse de que
los chicos que los seguían estaban haciendo lo suyo por escuchar
–. ¿A qué planta vas? –le preguntó
mientras se dirigía hacia allí.
Kawa se quedó pensativo, finalmente respondiendo
–La siete –más que nada porque le agradaba ese
número y además había una cafetería
allí. No sería mala idea quedarse un rato.
–Vale, ¿necesitas que te avise en esa planta? –el
moreno se paró delante de la puerta del ascensor, viéndose
sin más remedio que entrar, porque se sentía consciente
con aquel chico de su brazo. No era el momento indicado para huir.
Entró, sentenciando un “hola”, a uno de los dos
hombres que ya estaba dentro, y apoyándose luego contra la
pared para no tener que mirarlo.
–No, gracias. Puedo contar –contestó Kawa,
mucho más relajado y soltando su brazo por fin.
Ya se estaban cerrando las puertas y aquellos dos chicos entraron,
provocando que Senzo se echase un poco más hacia atrás.
El ascensor era amplio, y sus aspectos horribles, por no hablar
de que uno estaba todo golpeado.
Sin embargo, algo lo hizo apartar su vista de aquellos chicos.
El hombre al que había saludado de aquella manera casual
se había inclinado un poco para verle la cara.
–¿Senzo? ¿Eres tú? –Hiroki sonrió
pensando que era una casualidad enorme, pero le alegraba verlo,
aunque ya suponía que huiría de él.
–¿Soy tan fácil de olvidar? –le sonrió
sin separar los labios, de esa manera que seguramente Hiroki reconocería,
y alzó la cabeza, desviando la cara con un gesto sarcástico.
Para colmo se había puesto rojo.
La luz parpadeó por un momento, y luego se apagó
por completo, provocando que el ascensor frenase en seco y les diese
una sacudida.
–¿Qué sucede? –murmuró uno de
los hombres que estaba allí. Otra sacudida más movió
el compartimento, y se escuchó caer algo pesado en el suelo,
metálico –No os mováis, por favor.
–¡Seguro que no! –espetó Senzo, que estaba
apretando el botón de la alarma y el de abrir las puertas
a la vez como un poseso. No quería quedarse encerrado de
nuevo.
El ascensor bajó de pronto de golpe, y agachó la
cabeza, casi encogiéndose contra una de las esquinas y tapándose
la boca con una mano para no gritar.
Kawa gritó, pegándose a una de las paredes del ascensor,
ahora sí, seguro de que iba a morir, mientras que Hai se
caía de culo contra el suelo, aferrándose a la ropa
del hombre que estaba a su lado.
El moreno se agachó ahora, ya que había resistido
de pie hasta el momento, pero el chico que se había amarrado
a él por poco le sacaba los pantalones y trasteó un
poco, golpeando el maletín que se le había caído
con un pie. Se escucharon unos chasquidos, como cuando pasa la corriente,
pero no se encendió la luz de nuevo.
Hiroki, que también se había agachado, estaba cubriendo
a Senzo, recordaba lo mucho que al chico le gustaban los lugares
cerrados. Se sujetaba como podía, con una mano en la pared.
Senzo, que había hecho ademán de apartarlo porque
no sabía ni quién era, apoyó las manos en su
pecho, cambiando de idea y sujetándose a él, aferrándose
después en realidad. Estaba temblando, los espacios cerrados
eran superiores a sus fuerzas.
Benkei, incluso en ese momento, llevado por la voz del otro, lo
sujetó, tapándole la boca para que no gritase y susurrándole
en el oído:
–Qué putada –mientras le sacaba la cartera
sin que se diese cuenta, fingiendo estarle metiendo mano.
El ascensor chocó de pronto, frenándose y provocando
que Senzo no pudiera contener ahora un ligero grito, aferrándose
más al hombre que lo sujetaba.
Hiroki lo estrechó contra sí, apretando los labios,
como siempre controlándose incluso en el miedo. Se había
detenido, no tardarían en encenderse los sistemas de emergencia,
y luego todo volvería a la normalidad.
Kawa hizo un ademán brusco, luchando contra quien lo sujetaba,
de manera desesperada, gritando apenas liberó su boca
–¡Alejaos! ¡No!
Benkei lo había soltado y ahora rebuscaba en su cartera
rápidamente, sacando lo que al tacto reconocía como
billetes y algunas monedas, tomando también algo que parecía
ser una tarjeta de crédito. Él no perdía oportunidad.
Como si fueran a morirse porque el ascensor se hubiera estropeado.
–¡Abrid la puerta! –se le unió Hai, aunque
en realidad más que consciente de la situación, estaba
cabreado por el golpe que se había dado.
–No, quietos –les pidió el hombre que estaba
tratando de recuperar sus cosas –. Ni siquiera sabemos si
estamos entre pisos, podríamos matarnos si abrimos la puerta
sin más. Hay que esperar.
El ascensor se sacudió de nuevo, tambaleándose.
Afuera se escuchaban gritos y gente tratando de poner calma. Las
correas de los frenos del aparato chirriaron, y de nuevo bajó,
golpeándose contra el sótano antes de frenar y detenerse.
Kawa continuaba gritando, pero se silenció en cuanto se
encendieron las luces, a pesar de que no podía verlas. Se
agachó en el suelo, tanteando en busca de su bastón,
mientras que Hiroki sacudía ligeramente a Senzo, pero el
mismo se había desmayado.
Lo soltó con cuidado, revisando que no estuviese herido.
Hai se puso de pie, sacudiéndose el trasero y refunfuñando
–Mierda –sonriendo de pronto al ver al hombre que acaba
de levantarse sujetando algo en las manos. Era guapo –¡Mi
héroe! –gritó de pronto, lanzándose sobre
el desprevenido sujeto y colgándose de su cuello.
El hombre reaccionó sorprendido, además de que estaba
mareado con el ajetreo, y preocupado de que algo se hubiera estropeado
en su maletín. Pero suponía que estaba asustado, aun
así lo apartó incómodo.
–No, yo... Ya podemos salir –dijo escapando casi y
apresurándose a tomar las escaleras mecánicas.
Benkei salió del ascensor, porque habían terminado
en los garajes con la caída. Y tenía que escaparse
luego de haber robado eso. Le silbó a su amigo para que lo
siguiese. Con aquel desconcierto, seguro que podían robar
algo más.
Hai salió corriendo tras él, a pesar de que le hubiera
gustado seguir a ese desconocido. Tenía un maletín,
tal vez trabajaba allí.
Hiroki se colocó el brazo de Senzo alrededor del cuello,
alzándolo y mirando al otro chico luego. Ni siquiera había
tenido oportunidad de preguntarle si se conocían, pero ahora
se veía terriblemente pálido.
–¿Estás bien? Voy a la enfermería, si
quieres...
Pero el chico lo interrumpió de manera un tanto acelerada.
–No, gracias, estoy bien. Tengo que irme... –se disculpó,
tocando el borde de la puerta con su bastón y saliendo de
allí a paso rápido.
Dos guardias de seguridad llegaron abajo, preocupados porque alguien
hubiese salido herido. Uno de ellos apresurándose en acompañar
a Kawa.
–¿Está usted bien? Esto es el garaje, es peligroso,
si me acompaña lo llevaré hasta la salida si es lo
que desea –le dijo ya sujetándolo de todas formas.
–Yo me ocupo –le dijo el otro al hombre que sujetaba
al inconsciente –. Lo llevaré a la sala de descanso
hasta que se recupere.
–Gracias –asintió Hiroki, mirándolo
por un momento. Le hubiese gustado quedarse con él, pero
seguramente se molestaría. No habían vuelto a tener
una conversación normal desde su ruptura. Lo mejor sería
esperar a que no estuviese tan vulnerable.
Continua leyendo!
|