.Novela homoerótica para mayores de edad.
 
Capítulo 18- The Bright Promise of the Future

-sempai…¿Qué…?!...- preguntó el moreno que miraba al presidente del consejo de estudiantes de aquel Instituto privado como si jamás hubiera visto cosa más extraña en el mundo. Estaba fumando y leyendo un libro, sentado sobre la espalda de otro chico a cuatro patas que tenía la cabeza hundida en el bater.

-shhh….- el presidente tiró de la cadena y se levantó, pegándole una patada en el culo al chico del bater tan fuerte que le hizo gritar, tenía los pantalones bajados y había algo de aspecto viscoso por sus piernas. Lo estampó un poco más contra la taza y bajó la tapa sobre su cabeza. El chico sacó la cabeza al fin totalmente rojo y tosiendo, escupiendo agua. Aún susurrando perdón.

Axl le echó un vistazo pasando al lado del moreno, tirando el cigarro al suelo y lavándose las manos con agua y jabón cuidadosamente, con un gesto de solemne superioridad en el rostro. Se pasó las manos mojadas por el cabello totalmente blanco peinándose y dirigiendo sus ojos magentas a el mientras se ponía de nuevo la chaqueta del uniforme del instituto, se ajustó la corbata y sonrió -¿algún problema? ¿has visto algo extraño?- se paró frente a el acercándose a tal distancia que el chico sintió su aliento fresco sobre los propios labios, se inclinó un poco más observándolo -¿algún problema?- repitió inclinando la cabeza, mirándolo con unos ojos que al otro no le parecieron para nada normales. Negó con la cabeza y Axl se secó las manos en su camisa.

Le pasó una mano por la cara acariciándosela y luego por el pelo echándoselo un poco atrás, el chico enrojeció sin atreverse a dar un paso atrás. El albino le besó los labios con suavidad susurrando contra ellos –“jamás pienses si quiera en desafiarme o meterte en mis asuntos”- y metiéndole unos billetes en el bolsillo –cómprate algo bonito…- sonrió como si hablase con una chica.

Salió del baño aún esbozando aquella encantadora sonrisa en el rostro y se cruzó con un profesor que le habló sonriendo –llegará tarde a sus clases de piano- el albino se miró la hora en el reloj de oro de la muñeca

-muchas gracias por avisarme, sensei…si me disculpa, no me retraso más, trataba de explicarle a Ryoga que no debía fumar- se inclinó cerrando un poco los ojos y se perdió presuroso entre los pasillos alzando una ceja mientras se dirigía a la clase de piano.

El hombre lo vio marchar, la promesa del instituto, el estudiante más brillante que habían tenido en años, excepcional tanto a nivel intelectual como en los deportes, una educación exquisita e hijo de una familia importante. Un futuro prometedor, eso era lo único que aquel chico podía esperar. Entró en los baños y vio al chico que salía con el pelo empapado y apestando del baño, tan rápido que no le dio tiempo a protestar, miró la colilla en el suelo.

-¿estabas fumando?!- le gritó al que Axl había besado.

-no… si, sensei!, lo siento mucho…- admitió aquella mentira por miedo, sabía que aquello era un aviso del albino. Una prueba.

-quiero hablar con tus padres!

-si señor…


……………


Al cabo de tres horas Axl había asistido a sus clases de piano, esgrima e idiomas. Por fin tenía un rato libre aunque tampoco es que disfrutase mucho de tener tiempo libre si eso significaba no tener que hacer, seguramente estudiase un poco para seguir siendo el mejor de la clase. O tal vez le echase un vistazo al periódico, abrió las verjas de la casa que sus padres le habían comprado después de insistir en que necesitaba probarse su independencia y aprender a ser un hombre como ser individual, excusas para sacárselos de encima, atravesó el jardín abriendo la puerta de la casa. ¿Cómo podían creerse una estupidez así si ellos eran quienes lo mantenían?

No tenía criados salvo por la mujer que limpiaba la casa, preparaba la comida y se iba antes de que el llegase, así no lo molestaba nadie. De cualquier modo jamás nadie había reprochado nada sobre su comportamiento, el sabía manejar siempre la situación a su favor, sonrió subiendo las escaleras a su cuarto y se quitó el uniforme cambiándose de ropa, pasando a usar unos pantalones algo ajustados y una camiseta roja de leopardo.

Encendió un cigarro entre sus labios sentándose en la mesita del escritorio mientras miraba por la ventana, dentro de dos días tenía otra cita con su prometida, cada dos por tres le hacían reunirse con ella –estúpida zorra…- murmuró girando el cenicero de cristal en círculos sobre la mesa y dibujando una sonrisa retorcida en el rostro. Lo cierto es que no la soportaba, ni siquiera le gustaban las mujeres pero sabía jugar sus cartas, la muy estúpida no dejaba de llamarlo, escribirle y contarle estupideces que no le interesaban en lo más mínimo y el siempre la trataba con respeto, casi con ficticio cariño. Le parecía tan tonta que hasta comenzaba a sentir indicios de lástima.

Estaba obsesionada con él, ¿enamorada? Como si eso fuera posible, por su puesto su madre la adoraba y el matrimonio era perfecto para cubrir su homosexualidad así que había decidido aceptarlo sin más, con el lema “mejor zorra y tonta conocida que puta lista por conocer”. Jamás había protestado de ella delante de nadie. Siempre educado, siempre perfecto con quien le convenía.

De hecho, le parecía perfecto a todo el mundo y el lo sabía, tanto que hasta el mismo creía que lo era…

 
 

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