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Capítulo 74
The rustle of leaves

14 de Abril, viernes.
Noche.

–Parece que se lo están tomando más en serio esta noche, ¿no lo crees? –preguntó Yuki, mirando el partido y bebiendo un poco del té que había llevado.

–Le dije a Hideo que lo miraba, seguro que eso lo motiva –se rio, mirándolos jugar y luego a su hermano, que parecía estar bien para su propio alivio –. Oh, y también me dijo que a Osamu le gustaba el spanking.

Yuki se rio cubriéndose la boca y tragando antes de que sucediera un desastre.

–No me voy a creer eso.

–¿No? Pues tiene cara de pervertido –se rio de nuevo, mirándola y luego a Osamu –. Dime… ¿es pervertido?

–¿Es pervertido Hideo? –le devolvió la rubia, aunque eso no hacía falta contestarlo realmente.

–No sofisticadamente, pero sí. Le gustan los uniformes… Creo que voy a sorprenderlo con uno antiguo de mi padre. Debe estar por algún lado… polvoriento y… –frunció un poco el ceño, pensando que le pediría a Mamoru que se lo buscase él.

–No te esfuerces demasiado... –volvió a reírse la chica –Osamu es tan pervertido como yo y también es muy dulce y caballeroso... Me pregunto si le gustaría algo en especial.

–Tendrás que preguntárselo… –le dijo pensativo, claro que él como no sentía vergüenza casi nunca, no había tenido problemas para hacerlo con naturalidad –. Eh… –se levantó, de pronto sintiendo una ansiedad terrible al no ver a su hermano. Recorrió a todos con la mirada, pero Daiki tampoco estaba.

Echó a correr hacia dentro de la pista –. ¡Masaki, ¿y mi hermano?! ¡¿Dónde está?!

–No lo sé, estaba aquí hace un segundo... –el chico se detuvo en seco girándose y buscándolo –¡Mamoru!

–¡Eh! ¡¿Alguien ha visto a Mamoru?! ¡Daiki! –llamó Hideo, pero ninguno de los dos chicos respondió y todos cesaron de jugar, buscándolos ahora.

–¡Mierda! –Shinya se molestó con Masaki aunque no tenía la culpa, y salió de la pista deprisa, usando el teléfono y escuchando aquel zumbido directamente sin darle tiempo a llamarlo ni siquiera.

Lo hizo de todas formas, aunque careciese de sentido. De inmediato se escuchó una voz grabada que le advertía que el teléfono al que llamaba estaba fuera de cobertura o apagado.

–¡¿Te contestó?! –Masaki lo siguió aunque se hubiera molestado, estaba asustado. Sacó su propio teléfono, llamándolo con el mismo resultado.
Yuki se acercó a los chicos preocupada y anunciando.

–Ninguno de sus móviles funciona.

–¡Masaki! –gritó Hideo, sujetándolo por un brazo de pronto.

–¡Tengo que ir a buscarlo! ¡Seguro que fue a ese lugar!

–Vamos, yo también voy allí –le dijo Shinya, aunque de pronto tenía miedo de que simplemente apareciese de nuevo en la pista y que esta estuviese vacía.

Los demás hombres no comprendían por qué el alboroto por la desaparición de aquellos dos chicos, pensaban que había un motivo normal y lógico para ello, y Osamu les daba una explicación, lógica y probable pero que Shinya sabía era imposible.

–Esperad, antes de poneros más desquiciados, deberíamos buscar por aquí –les dijo al fin Osamu dirigiéndose a ellos –. Podemos separarnos.

–Osamu tiene razón –comentó Hideo, aunque tenía tantas ganas de salir corriendo como los chicos –Puede que sólo están hablando en los baños por ejemplo...

–¡No! ¡Seguro que fueron allí! ¡Y Mamoru me pidió que no lo dejase solo! –se quejó Masaki llamándolo de nuevo.

–Yo iré a buscarlos a los baños entonces, no tardo nada –se ofreció Yuki echando a correr sin percatarse en ese momento de que era extraño que entrase en los baños masculinos.

–Yo voy a ese lugar –le dijo Shinya a Hideo, tirando del brazo de Masaki, ya que suponía que querría ir con él.

–No, lo mejor es que vayas a casa por si regresa o llama, ¿no crees? –insistió Osamu, que pese a estar preocupado, no pensaba que la histeria fuese el modo de solucionarlo –Hideo, llévalos a casa.

–¡Es mi hermano! ¡Es su novio! ¿Crees que podemos quedarnos de brazos cruzados esperando a que… le pase algo? ¿Y Daiki, qué?

–Ahora llamaremos a su padre –le dijo Osamu con la misma tranquilidad que si no le hubiese gritado. Eso pareció exasperar a Shinya todavía más.

–¡Que no servirá de nada! –se quejó Masaki igual de desesperado –¡Vamos!

Hideo miró a Osamu deseando seguir su lógica, pero no podía ignorar la desesperación de los chicos, así como la suya propia.

–¿Puedes encargarte de llamar al padre de Daiki? Yo llevaré a los chicos, pero necesito que alguien se quede aquí por si regresan.

Yuki regresaba del baño en ese momento negando con la cabeza.

–No están...

–Pues id, Yuki llamará a su padre… –Osamu suspiró un poco, mirando a Hideo y deseando poder decirle que no cayese en ponerse de ese modo como los demás, pero no tenía caso hacerlo frente a ellos –. ¿Y si el chico regresa a casa? –trató de convencer a su hermano una vez más.

–No lo hará… –Shinya negó con la cabeza, sujetando la camiseta de Hideo –. Llévame allí –le pidió, ya que había llevado el coche.

–Llamaré cuando lleguemos –le avisó a Osamu ya que había visto esa mirada de reprobación y palmeó a ambos chicos en la espalda dirigiéndolos hacia el coche. La verdad también le preocupaba que Mamoru hubiese hecho alguna locura o que estuviese tirado inconsciente en algún lugar.

Osamu los observó marcharse mientras Yuki llamaba por teléfono, y escuchó la voz preocupada de un hombre al otro lado. Se giró a su alrededor para buscarlo con la mirada. Allí no estaban, eso estaba claro, le señaló el suelo a Yuki una vez hubo colgado.

–¿No es eso de Mamoru? –le preguntó, aproximándose a una muñequera que había en el suelo, partida, como desgarrada.

–Sí, se la dio Masaki, nunca se la quita –contestó la chica preocupada y agachándose para recogerla –El padre de Daiki dijo que iría hacia allá también.

–Pues no van hacia el lado correcto si se fueron por aquí… –murmuró el moreno, mirando a su novia y luego lo que tenía en la mano –. ¿Quieres que los busquemos? Aunque les digamos que no vayan, no sé, creo que están obsesionados con ese lugar y de algún modo lo harán de todas formas.

–Sí, quiero que los busquemos. Osamu, yo creo que lo que les pasa no es normal, estoy asustada.

–Sé que estás asustada, pero eso es todo… es porque estás asustada –sujetó su mano, cogiendo su bolsa y caminando hacia la dirección en la que habían encontrado aquello –. No digo que esos chicos mientan, lo que digo es que tal vez creen ver cosas que no existen.

–Yo sí les creo –lo miró apretándole un poco la mano –No pueden haber cambiado de un día para otro, mucho menos si son los dos.

–¿Por qué eso es más ilógico que los fantasmas y cosas así? –le apretó la mano también, acariciándosela con suavidad –Histeria colectiva.

–¿Causada por qué cosa? No estaban asustados cuando fueron allí, Daiki se veía interesado incluso –le comentó de nuevo recordando aquello. Había olvidado pedirle a Shinya que le mostrase las fotos.

–Sí, pero puede ser por algo inconsciente, no es tan extraño. Es como las pesadillas, podemos tener pesadillas generadas por cosas que durante el día ni siquiera han llegado a llamar nuestra atención, como cuando sueñas con alguien que no recuerdas en dónde has visto –movió un poco una mano, como diciéndole que no era tan extraño. Lo que sí empezaba a parecerle extraño, eran esas marcas redonditas que había en el suelo. Las había notado ya unos pasos atrás y finalmente se acuclilló en la tierra que llevaba hacia un parque cercano a la pista. Cogió un pañuelo y lo apoyó encima, oliendo y tirándolo a un lado.

–¿Qué sucede? –la rubia se agachó tomando el pañuelo y observando las manchas rojizas, alarmándose. Se puso de pie inmediatamente alzando la voz de nuevo –¡Mamoru! ¡Daiki! –, pero nadie respondía.

Osamu se acuclilló de nuevo, tratando de vislumbrar alguna mancha de aquellas más en la tierra, pero era difícil y estaba oscuro. Entonces notó unas hojas manchadas de rojo y se dio cuenta de que se habían metido entre los arbustos.

No le gustaba llevar a Yuki con él, ¿y si habían perdido la cabeza por completo? Claro que eso no tenía sentido, en el partido parecían normales salvo por la agresividad con la que jugaban.

–Sigamos el rastro, podrían estar heridos de gravedad –decidió la chica sin embargo, con expresión resuelta empezando a caminar hacia aquellos arbustos.

–Ten cuidado, intrépida. Ni siquiera sabemos si era suya, podría ser de un animal herido o de algo peor –le pidió Osamu, sujetándole la camiseta para atraparla, y tomándole una mano después –¡Daiki! ¡Mamoru! –los llamó sin obtener respuesta, aunque sí escuchó el movimiento de hojas más adelante, como si algo se arrastrase en la oscuridad.

Las hojas frotándose pasaron a ser substituidas por el sonido de ramitas al partirse, y Osamu atrajo a Yuki hacia él. Ridículo, pensó, al percatarse de que comenzaba a asustarse. Seguro que es un animal, se dijo de nuevo.

Yuki contuvo la respiración a pesar de que tenía ganas de llamarlos de nuevo, pero algo le decía que no debía levantar la voz en ese momento.

El sonido volvió a escucharse de nuevo un poco más lejos y luego con más fuerza como si algo o alguien se hubiese caído entre las hierbas.

La respiración de Osamu era fuerte, y sus músculos estaban tensos. Se sintió rígido cuando fue a moverse, pero aun así lo hizo. Le habría gustado tener un arma en aquel momento.

–¿Mamoru? –probó –¿Hay alguien ahí? –nadie le contestó.

Resopló, echando a caminar hacia allí en un alarde de necedad más que de valor, diciéndose que era estúpido su comportamiento, aunque echaba a Yuki hacia atrás de su cuerpo cada vez que notaba que daba un paso de más.

Se detuvo de nuevo, sintiendo una sensación extraña, escuchando algo que no lograba entender. Era una serie de susurros silbantes que parecían ser otra lengua. Notó un sudor frío al sentir algo cerca de su pierna, y dio un grito al sentir el súbito dolor de algo clavarse en uno de sus muslos.

–¡Osamu! –gritó la rubia sujetándolo y tirando de él, más espantada aún al ver algo que pasó corriendo casi a ras del suelo. Aquello no era normal y nadie le iba a decir que estaba teniendo un ataque de histeria –¡Mamoru! ¡Daiki! ¡¿Estáis allí?! –preguntó a gritos, soltando otro al sentir que le tiraban del cabello.

Osamu la abrazó contra él, resoplando con más fuerza, entre dientes. Le dolía el muslo y notaba la sangre caliente bajar por el mismo. Maldita sea, estaba asustado de verdad, como no lo había estado desde niño. Lo peor es que lo que fuera que hubiese allí no se dejaba ver, era un terror invisible, que podía atacarte por cualquier lugar. Escuchó unas voces a lo lejos, en bajo, le parecía que venían del suelo o de alguien agachado. Era algo entre llantos y murmullos. Sus sentidos se aguzaron por el miedo, y le pareció que oía mejor que nunca. Dejadme, dejadme, dejadme…

–¡Daiki! –gritó al notar que era su voz –¡Daiki, ven aquí! –le ordenó por ver si lo sacaba de aquel extraño trance. Se giró de golpe una vez más, alzando a Yuki del suelo al notar de nuevo aquella sombra oscura pasar casi reptando a gran velocidad. Echó a correr hacia donde le parecía que venía la voz, con la pierna dolorida y con Yuki alzada. Si algo le ocurría a ella, no se lo iba a perdonar nunca. Algo sujetó a la chica desde arriba, desde la oscuridad del ramaje de los árboles, sujetando sus muñecas y tratando de llevársela con él.

–¡Osamu! –gritó histérica revolviéndose y sintiendo que aquello le arañaba las muñecas, tenía una fuerza increíble –¡Osamu!

–¡No! –Daiki salió corriendo de entre los arbustos de pronto, saltando para sujetarla y tirándolos a ambos al suelo por la fuerza del impacto. Las ramas se movieron sobre ellos como si aquella cosa hubiera salido corriendo y Daiki miró a su alrededor aterrorizado. Volvió a mirar a Yuki y a Osamu con cara de desquiciado –¡Iros! ¡Ahora! –les gritó echando a correr de nuevo para esconderse, a pesar de que no parecía estar bien.

–¡Daiki! –lo llamó la rubia, poniéndose de pie y asustándose más al ver que la había dejado manchada de sangre.

Osamu la sujetó, mirándole los brazos y asegurándose de que no eran cortes profundos. Finalmente la agarró quisiera o no y la sacó de entre los matorrales. No los seguía a ellos, si no a Daiki. Parecía como si allí fuera de los matorrales fuese otro mundo paralelo. Dejaba de sentirse aquel miedo y la pesada atmósfera.

–Quiero que los llames, y les digas en donde estamos, ¿entendido? Y que no te muevas de aquí. Quédate ahí –le advirtió, apretándole el brazo un momento como para que le hiciera caso.

–¿Y qué vas a hacer tú? ¡No te vayas! –Yuki lo sujetó asustada, no podía dejarlo ir solo tras ellos.

–Tengo que sacarlos de ahí. Estaré bien –le apartó el cabello de delante de la cara –. Estaré bien. Júramelo, no te moverás de aquí.

–No me moveré de aquí... a menos que te suceda algo y no puedes convencerme de lo contrario –le advirtió aunque sacando el móvil para llamar a Shinya.

–Tendré que conformarme con eso… –pasó entre los arbustos de nuevo, mirando a su alrededor, rodeado de oscuridad por todas partes salvo a su espalda. Echó la mirada atrás para observar a Yuki una vez más antes de adentrarse –¡Daiki! ¡Ven aquí o no tendré más remedio que seguir buscándote!

Pero el chico sólo emitió un leve gemido desde la oscuridad de los matorrales como toda respuesta.

...

–¡Subamos al próximo piso! –sugirió Hideo remeciendo un poco a Masaki ya que desde que llegasen allí parecía estar algo distraído, peo en ese momento el teléfono de Shinya sonó, recibiendo la llamada de Yuki.

–¿Sabes algo? –fue lo primero que le preguntó el chico.

Junji miró a aquel chico, esperando y deseando que dijese algo sobre que Daiki estaba bien.

–Encontramos a Daiki, pero no se encuentra bien y algo nos atacó... Osamu lo está buscando ahora mismo. Regresad rápido –le contestó Yuki claramente aterrada –Tenías razón, sé que tienes razón, esto no es normal.

–Dios, vale. Ten cuidado, ya vamos –Shinya tragó saliva y miró a los demás, pensando que no habían visto a Mamoru –. Yuki dice que Daiki está allí, pero han debido perderlo de vista, porque lo están buscando. Dice que algo los atacó… Vamos –los apresuró.

Junji ya estaba bajando por las escaleras, sentía el estómago vacío y ni siquiera podía pensar con claridad. Llamó a su hijo de nuevo, deseando que le respondiese y arrastrando escaleras abajo a Takashi sujeto de su mano.

El chico sin embargo, hacía lo mismo con su móvil, alternando entre Daiki y Mamoru por ver si tenía suerte con alguno, pero todo lo que recibía era aquel mensaje de que estaban fuera de rango.

–Estoy seguro de que lo tiene apagado.

–¡Maldita sea! ¡Lo mataré como lo haya apagado! –Junji se metió en el coche como un rayo, encendiéndolo en cuanto el albino entró por el lado contrario y acelerando enseguida.

Shinya se metió en el coche de Hideo con Masaki, apretándose una mano con la otra y tratando de dejar de pensar en cosas negativas, pero simplemente no podía evitarlo. Le daban ganas de llamar a la policía, pero si lo hacía llamarían a sus padres, y ellos lo malinterpretarían todo y jamás arreglarían aquello.

–Va a estar bien, como la otra vez. Va a estar bien –repitió Hideo para tranquilizarlos, aunque lo cierto es que intentaba tranquilizarse él mismo.

–¡Rápido! –le indicó Masaki aunque había estado apuntando algo en su diario antes de eso.

...

Osamu apartó las ramas con una mano, pensando que nunca le había parecido tan frondoso aquel lugar cuando pasaba por el parque, claro que tampoco se había adentrado. Daiki no le contestaba, y tampoco Mamoru.

–¡Mierda! –alzó la voz al chocar con algo y notar que era un cuerpo, o eso le pareció al instante. La sangre mojaba el campo y los labios del moreno que estaba tumbado sobre la misma. Lo volteó boca arriba, tenía la camiseta rajada y se le veía el pecho herido. Sin embargo respiraba –Mamoru, eh… –le dio dos palmadas en la cara, tratando de despertarlo. Parecía haberse desmayado. Se levantó con él en brazos, pesaba mucho más de lo que uno se esperaría de un chico de su edad, claro que era enorme, y un peso absolutamente… muerto.

Escuchó algo agudo, como un grito de voz rasgada y a la vez penetrante y odiosa, como unas uñas arrastrándose por una pizarra pero a una intensidad terrible.

Echó a correr tanto como podía con el chico en brazos y el muslo herido. Aquello no era un animal. Lo que era… no lo sabía, pero no era nada natural.

–¡Mamoru! –gritó la rubia al verlo llegar con el chico en brazos –¿Qué sucedió? ¿Estás bien, Osamu? ¿Y Daiki? ¿Mamoru? –preguntó de nuevo asustándose de que pudiera estar muerto.

–No lo sé, parece estar desmayado…, pero está herido –lo dejó sobre uno de los bancos, tumbándolo –. Voy a buscar a Daiki… No… ¡No te muevas de ahí! Ni aunque él lo haga –le advirtió frunciendo el ceño antes de entrar y maldiciendo aquello.

Junji, que había conducido como un auténtico imprudente hasta llegar a la cancha, se bajó del coche, mirando a Takashi y pensando que allí no estaban.

–¿Aquí dónde? ¡Por Dios! –miró a su alrededor, deduciendo que debía ser hacia el parque, aunque no tenía un buen motivo, sólo echó a correr hacia allí.
–¡No lo sé! –el chico lo siguió, ahora llamando a Daiki y a Mamoru por si lo escuchaban.

Yuki se había sentado junto al moreno y le estaba limpiando la cara, intentando hacer que reaccionara, empezaba a preguntarse si debía llamar a una ambulancia. Los oyó llegar y alzó la voz.

–¡Por aquí!

–¿Qué…? ¿Sabes algo de Daiki? –miró a aquel chico, angustiándose más de inmediato y rompiéndole la camiseta para mirarle el pecho. No se veían muy profundas, pero aún así acabó de destrozar la prenda del chico y comenzó a rodearle con fuerza el pecho.

–¡Mamoru! ¡Mamoru! –gritó Takashi arrodillándose a su lado y tocándole la cara desesperado.

–No lo sacudas... –le pidió Yuki mirando luego a Junji –Salió huyendo, pero... Osamu lo está buscando –decidió que lo mejor era no decirle que estaba herido.

–¡Mamoru! –gritó Masaki que venía corriendo ahora delante de Hideo y Shinya.

–Quédate aquí, Takashi –Junji se metió entre el ramaje, llamando a su hijo enseguida –¡Daiki! ¡Daiki!

El que lo escuchó fue Osamu, y se giró hacia atrás, acudiendo a donde venían las voces.

–¿Es el padre de Daiki?

–Sí… ¿está aquí?

–Eso creo, pero cuando lo encontramos nos dijo que nos fuéramos y huyó.

–Agh… ¡por Dios! –exclamó desesperado –¡Daiki! ¡Daiki, como no vengas te voy a matar!

Osamu lo miró, pensando que seguramente no era el mejor método, pero suponía que era normal, tratándose de su hijo.

–¡Daiki! –lo ayudó.

No recibieron respuesta sin embargo, excepto algunos quejidos y el movimiento rápido de las ramas de los árboles.

No es que no quisiera advertirle a su padre, pero se encontraba demasiado débil como para levantarse y aquella cosa seguía por allí.

–Mamoru... –murmuró al sentir que aquella cosa saltaba por encima de su cabeza de nuevo, pero sus ojos se cerraron antes de que pudiese pensar siquiera.

Junji lo escuchó pese a todo y salió corriendo hacia donde había venido el sonido, observando el movimiento de las hojas. Daiki estaba apoyado de espaldas contra un tronco y de pronto sintió una sensación terrible al notar que no se giraba hacia el sonido que había provocado al aproximarse.

Lo sujetó justo antes de que se fuese a desplomar hacia delante y se escuchó jadear con angustia. Lo levantó en brazos, girándose bruscamente y observando a aquel hombre.

–Está bien… –le dijo, aunque no tenía ni idea de cómo estaba, pero no podía estar mal. Simplemente no podía.

...

–¡Mamoru! ¡Mamoru! –Hideo seguía tocándole las manos para despertarlo. No tenía rasguños demasiado profundos, pero seguía inconsciente. Ya había llamado una ambulancia sin hacerle caso a nadie más, tal vez los paramédicos pudiesen decirle qué sucedía.

Masaki estaba desesperado y sentado a su lado también.

–¡Osamu! –gritó Yuki al verlo llegar con el padre de Daiki y el chico en brazos.

–Estoy bien… –le aseguró el moreno, sentándose porque no podía más. La sangre le había mojado incluso por encima de las deportivas.

Takashi se levantó inmediatamente, yendo hacia ellos.

–No me contesta… –le dijo Junji, mirándolo desesperado –. Voy al hospital.

–¡Daiki! –Mamoru se incorporó, por poco golpeándose con Masaki, sorprendiéndose de verlos allí. Estaba jadeando como loco.

–¡Mamoru! –Masaki lo abrazó inmediatamente.

–¡Cuidado! –le advirtió Hideo ya que no sabían que le pasaba –He llamado una ambulancia, han de estar por llegar.

–¡No, al hospital no! –Mamoru sujetó a Masaki contra él, pero necesitaba hacerlos comprender –¡No vamos al hospital! ¡No podéis llevarnos allí o nos matarán!

–¿Quién? ¿Quién os ha hecho esto? –Junji tenía el ceño fruncido, pero a la vez sentía el corazón encogido.

–Esos seres…

Osamu no dijo nada, no quería parecer un loco, no era capaz de decir nada al respecto, pero cada vez la idea se hacía más fuerte en su mente.

–No importa, vais al hospital. ¿Estás loco, Mamoru? ¿Has visto cómo estáis ambos? –le preguntó Hideo riñéndolo un poco, aunque se sentía culpable.

–¡Esperad! ¡Dice la verdad! Osamu, ¿no viste eso...? Eso que me agarró no era algo normal –intervino Yuki, mirándolo a los ojos.

–Pero... Pero Daiki aún no despierta –Takashi lo miró de nuevo, observando los arañazos que tenía ahora en el pecho, a través de la camiseta rota.

–No está loco –sentenció Shinya, mirando a Hideo con el ceño fruncido por gritarle algo así cuando obviamente estaba desequilibrado en aquel momento.

–¿Me crees? –Mamoru los miró desesperado, tanto a Yuki, como sobre todo a su hermano.

–Yo te creo, Mamoru, pero tienes que decirme lo que pasó.

–¡Pero no iremos al hospital!

–Yo estaré contigo todo el tiempo…

–¡No, no te dejarán y me matarán, y a Daiki también! –miró a Junji entonces, sentándose –¡Tiene que creerme!

Junji lo miraba atónito, no podía creerlo, pero… ¿qué era lo que tenía que creer o no exactamente? Aquello era una locura, y lo único que deseaba era ver los iris azules de su hijo mirándolo.

–Es… es cierto. Había algo allí. Estamos heridos, y no fue una persona ni un animal quien nos hizo esto –habló al fin Osamu.

–¿Y qué demonios era entonces? –Junji los miraba como si todos hubieran perdido el juicio.

–No lo sé… –el hombre negó con la cabeza, quitándose las gafas.

–No son de aquí –dijo Masaki de pronto, aunque no se separaba de Mamoru por nada del mundo.

–¿De qué hablas? –Hideo lo miró intentando calmarse por el bien de Mamoru, esa mirada de Shinya le había bastado.

–Algo me lo dijo en el piso, lo apunté. Dijo “no son de aquí”.

–Son demonios… con… con los ojos como un carnero. Es verdad… –Mamoru los miró, seguro de que lo tomarían por loco, pero estaba claro para él lo que había visto. No había sido como una de aquellas pesadillas. Además se sentía cansado, agotado.

Junji se levantó con Daiki en brazos, negando con la cabeza y llevándoselo hacia el coche para ir al hospital cuanto antes.

–¡No! –Mamoru se levantó, sujetándole un brazo. Junji hizo fuerza, conteniéndose para no quitárselo de encima de malas maneras porque le parecía que estaba demasiado alterado para pensar claramente.

Daiki alzó la mano de pronto aferrándose a la camiseta de su padre y abriendo los ojos poco a poco.

–No...

–¡Daiki! –Takashi se sobresaltó sin saber qué más decir realmente. Tal vez tenían razón, pero no podían quedarse así en el medio de aquel lugar haciendo nada.

Mamoru lo soltó entonces, mirando hacia Daiki. Shinya se había levantado y lo sujetaba por los hombros para que se sentase otra vez.

–Daiki… Dios… –Junji se detuvo, mirándolo y sentándose en el banco con el chico sobre sus piernas. Le sujetó la cara, mirándolo a los ojos y apretando las mandíbulas asustado.

–Estoy bien, estoy bien...

–¡Estás mal! ¿Te has visto? –le preguntó Takashi pensando que ambos se veían terrible.

Daiki sonrió un poco sujetandole la mano a su padre y mirando hacia donde estaban los demás.

–Pero recuerdo, Mamoru... tú también, ¿verdad?

–Sí, lo recuerdo… –le contestó el chico, que lo miraba como si fuese el único en el mundo que pudiera comprenderlo –. Por eso no podemos ir al hospital, díselo a tu padre.

–¿Por qué no? –Junji insistió por ver si le decía lo mismo.

–Porque nos matarán. Nos dormiremos y nos matarán... No podemos ir –le aseguró Daiki a su padre mirándolo desesperado.

–Por Dios… Daiki, pero no estabas dormido ahora, ¿verdad? Estabas jugando y desaparecisteis, ¿por qué?

–Porque nos perseguían –Mamoru contestó por él, poniéndose nervioso al escuchar el sonido de la ambulancia –. ¡¿Y ahora qué vamos a decirles, eh?! –hizo ademán de ir a levantarse y su hermano lo sujetó.

–Te atenderán aquí tranquilo… No voy a dejar que te lleven a ningún lado. Te lo prometo –lo sujetó para que lo mirase a los ojos –. Decid que un animal os atacó.

–Sí, eso diremos. No os preocupéis, fui yo quien los llamó, diré que me puse nervioso de más –les aseguró Hideo aunque no sabía ni qué pensar.

–No me dejes solo –le pidió Daiki a su padre, aún aferrado de su camiseta como si fuera un niño pequeño.

–Por supuesto que no –Junji le acarició el cabello. Su hijo era fuerte, ¿por qué aquella expresión de terror y desamparo? Se sentía obligado a creerlo aunque sólo fuera por respaldarlo, porque era su padre y sentía que debía creer en él como siempre lo había hecho –. Sólo déjame ver que estás bien, ¿vale? Necesito saber que estás bien –le pidió.


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