Capítulo 12
Stolen time
5 de Abril, miércoles.
Tarde.
Junji había dejado el coche en un parking y se aproximó
al restaurante caminando. Estaba nervioso, y además no le
gustaba tener que ir de traje y tan arreglado. Se miró en
un reflejo, pensando que le hacía mayor y resoplando un poco.
Desde adentro, el chico que lo observaba alzó una mano
saludándolo y preguntándose si lo vería. Se
veía muy guapo de traje también.
El moreno lo saludó con la mano y entró enseguida,
sonriendo al verlo y sentándose frente a él.
—¿Llego tarde? —le preguntó preocupado,
mirando el reloj entonces.
—No, es que tuve que sacudirme a unos cuantos espías
—se rio el albino explicándole el por qué había
salido temprano de más —. Estás muy guapo —se
inclinó sobre la mesa besándolo con suavidad en los
labios.
—Tú también —le tocó la cara
antes de que se sentase de nuevo, bajando la mano y sujetando la
suya un momento —. ¿Ya sabes qué vas a pedir?
Te invito, claro —le aseguró, ya suponía que
un universitario no estaba para pagar las facturas de un restaurante
así.
—Qué amable... Lasaña entonces, me gusta la
comida italiana —le contestó, aunque por lo general
comía sándwiches o cosas así —. ¿No
has cambiado de idea respecto al fin de semana, verdad?
—No, pero si no quieres… puedes decírmelo —cogió
el menú, pensando que de hecho le había parecido que
cuando se lo decía no estaba muy emocionado.
—¿Cómo no voy a querer? Me preocupaba que
tú no quisieras —sonrió tocándole la
mano con suavidad, acariciando sus dedos.
—Pues quiero —le aseguró, alzando la mirada
para observar sus ojos y sujetándole la mano para darle un
beso. Esperó a que se aproximase el camarero y ordenó
la lasaña para Takashi, y un rosbif de buey para él,
además de vino tinto —. Mi hijo me dijo que iban a
venir unos amigos a pasar la noche, y pensé que no podía
perder la oportunidad.
—Bueno, así no te extrañará por lo
menos —comentó para ocultar su nerviosismo, bebiendo
un poco de agua después —. Quería verte, he
pensado en ti todo este tiempo.
—Yo también. Además debo haber mirado tu foto
más veces de lo necesario —sonrió, pensando
que incluso lo había hecho alguna que otra vez durante el
trabajo —. ¿Me dijiste que habías tenido que
deshacerte de espías? —recordó de pronto, sin
poder evitar que le entrase la risa.
—Oh, sólo eran mis amigos que querían verte,
pero... este es nuestro momento y quería estar a solas contigo.
No te preocupes, no he sido indiscreto, son un poco cotillas —se
rio pensando, y si supieras seguro que también me matabas.
—Tampoco me importa tanto, la verdad. No es como que tenga
que ocultárselo a nadie. Se lo diré a mi hijo…
si las cosas salen bien —lo miró a los ojos, en realidad
le decía aquello, porque quería ver qué decía
al respecto. No quería ser el único en tomárselo
demasiado enserio.
—¿De verdad?¿Y si tu hijo me odia? —le
preguntó ahora sí nervioso. En cualquier otro momento
aquello lo habría hecho increíblemente feliz, pero
tenía miedo. Necesitaba hablar con Daiki, explicarle lo que
sentía.
—¿Y por qué te odiaría? —se rio
un poco, mirando hacia la calle un momento, y de nuevo al albino.
—No lo sé, porque soy tu amante... Ya sabes cómo
es eso... ¿Cómo es tu hijo? —le preguntó
curioso de ver cómo lo describiría su padre.
—Bueno, eres mi amante, pero no es como que tú destrozases
mi matrimonio ni nada por el estilo, y no creo que sea de los que
se molestan por la edad… —aunque ahora se lo preguntaba
a decir verdad. Se apartó un poco para que el camarero les
sirviese, y esperó a que se fuera para retomar la conversación
—. Es un buen chico, es muy cariñoso, pero supongo
que también tiene mi mal genio. Puedo comprender eso.
Takashi se rio pensando que definitivamente tenía mal genio,
pero no se parecía a su padre en eso.
—¿De verdad tienes mal genio? ¿En dónde
lo guardas?
—Sólo lo utilizo en las ocasiones especiales —sonrió
—, generalmente tengo mucha paciencia, pero es por la edad.
A él también le sucederá… —cortó
la carne, pensando en Daiki y en cómo lo había abrazado
la noche anterior —. No querrías haberme visto cuando
se puso unos piercings en la ceja… —murmuró con
el ceño fruncido.
—¿Todavía te molesta? ¿Y si yo me pongo
unos? —bromeó tocando su ceño con un dedo y
olvidándose completamente de comer.
—Me molesta más que se los hiciera sin pedir permiso
—se tocó el ceño, preguntándose si lo
había fruncido —. No es que me desagraden, le quedan
bien… Pero si me lo hubiera dicho… después de
conseguir convencerme —se rio, ya que eso no era sencillo
—, lo habría acompañado y me habría asegurado
de que era un buen lugar. Te pueden destrozar un nervio con eso…
luego se te queda la ceja caída, porque querías ponerte
un pendiente.
—Creo que es difícil que suceda algo así —se
rio un poco empezando a comer y pensando que realmente parecía
quererlo mucho. Se alegraba por Daiki, era la verdad —. Seguro
que tu hijo te quiere mucho. Lo que pasa es que a veces los padres
suelen ser demasiado protectores.
—Supongo que sí…, pero lo comprenderías
si fueras padre —se llevó un trozo de carne a la boca,
preguntándose por qué le interesaba tanto su hijo
—. ¿Vas a decirme ya qué es lo que estudias?
Si no estás estudiando… me da igual. Puedes decírmelo.
—Es que estoy tomando varios cursos, no es algo específico
—se rio bebiendo un gran trago de vino para disimular. Dios,
tenía tantos secretos estúpidos... Seguramente lo
iba a dejar si se enteraba. Lo miró a los ojos sonriendo
un poco —. Amo tu mirada.
—Y yo tu forma de darme esquinazo… —sonrió
un poco, mirándolo a los ojos y preguntándose qué
es lo que tanto tenía que ocultar. Siguió comiendo,
preguntándose por un momento si es que sería más
joven de lo que se imaginaba, pero eso se le hacía francamente
imposible. Vivía solo, para comenzar, era demasiado alto
para ser un adolescente y también demasiado maduro. Le daban
ganas de pedirle su carné, pero eso estaba de más.
—No te doy esquinazo... Pero tenemos mucho tiempo para conocernos
—le aseguró comiendo un poco más —. No
estoy haciendo nada ilegal ni criminal. Realmente me gustas, mucho.
No tienes idea de lo que estoy dispuesto a hacer por ti.
—No seas extremista, no estaba pensando en eso —sonrió
un poco, mirándolo a los ojos y preguntándose si eso
era cierto —. ¿Vas a querer salir el viernes, o prefieres…
que lleve algo para cenar y nos quedemos en tu casa? —extendió
un poco el brazo y le tocó una mejilla, deslizando un dedo
por su oreja.
—Mejor lleva algo para cenar, aunque... ¿puede ser
un poco tarde? Tengo que ir a dejarle algo a mi primo... Sólo
estará aquí el viernes, así que pasaré
por su casa y regreso... —mintió bebiendo más
vino aun. No le gustaba mentirle, pero luego del fin de semana lo
arreglaría todo.
—Cuando quieras… Si quieres lo dejamos para otro momento
—lo miró, bebiendo un poco de vino también.
—No, he estado esperando por esto. No te estoy dando esquinazo,
en serio. Si quieres te doy una copia de mi llave por si llegas
antes —le ofreció sonriendo radiantemente, no quería
que se fuera a asustar.
—No, está bien… No tienes que demostrarme nada.
Iré a tomar algo con unos amigos, y luego me paso por tu
casa —se echó hacia atrás en la silla, cruzando
los cubiertos sobre su plato al terminar, y bebiendo un poco.
—Está bien. Gracias por comprender —sonrió
aliviado, finalizando la copa de vino y tocando su mano después
—. Eres increíble.
—Lo sé… —sonrió, riéndose
un poco, porque por supuesto bromeaba —. ¿Quieres algo
de postre? ¿Un café?
—¿Recuerdas lo que comí esa noche? —le
preguntó como poniéndolo a prueba, aunque sólo
era un juego.
—Un café y un trozo de pastel de chocolate, que estaba
demasiado dulce para mi gusto —se rio, indicándole
el camarero que se aproximase y les trajese dos cafés, y
un trozo de pastel de chocolate.
—Te amo —soltó de pronto enternecido porque
lo hubiera recordado, le parecía perfecto.
—Mentiroso… —se rio, bajando la mano y acariciándole
el antebrazo —. Pero lo harás.
—No mentía —le aseguró el chico inclinándose
hacia delante para mirar en sus ojos y repitiendo —. Te amo.
—Supongo que no puedo seguir resistiéndome —le
sujetó la cara y lo besó con suavidad, cerrando los
ojos sin poder evitarlo, y colocándose de nuevo bien en la
silla al romper el beso, notando que ya estaba ahí el camarero,
tratando de hacerse pasar por transparente.
Takashi se rio echándose hacia atrás para permitirle
que pusiera el plato y las tazas sobre la mesa.
—No puedes, soy irresistible y ya verás este fin de
semana.
—¿Sí? No voy a poder pensar en otra cosa…
—sonrió, echando azúcar en su café y
mirándolo después. Realmente estaba enamorado de ese
chico, esperaba que no fuese un juego para él.
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