Capítulo 3
Father and son
4 de Abril, lunes.
Tarde.
—Es aquí.
—Ya sabíamos —murmuró Daiki que se preguntaba
para qué iban todos como si fuera una excursión.
Sin embargo, Masaki no le prestó atención, sonriendo
tan sólo por notar que su mesa favorita estaba desocupada.
—¿Me compras algo, Mamoru? Estoy bajo de fondos —se
quejó Takashi masajeándole los hombros por ver si
funcionaba.
—¿Me la chuparás si te compro algo? —le
preguntó riéndose y entrando tras ellos.
Shinya también había decidido acompañarlos,
cualquier cosa le habría parecido interesante después
de dos años encerrado en casa, y había invitado a
su compañera de mesa.
—Si eso quieres... pero entonces pediré dos cosas
—le mostró dos dedos el albino, acercándose.
—Dejad eso... —Daiki se sentó mientras Masaki
le hacía señas a la camarera. Todas eran chicas jóvenes
y delicadas en aquel lugar.
—¿Qué es esto? ¿Una cafetería
para salidos? —les preguntó Shinya, sentándose
y fijándose en aquellos uniformes de color pastel que llevaban.
—¿Qué más da? Es un sitio donde te
dan comida y ya está —le “aclaró”
su hermano, sentándose al lado de Masaki y pasándole
el brazo por el hombro.
—Y es buena comida —le aseguró el chico, aunque
enrojeciendo un poco porque no tenía confianza aún
y concentrándose en el menú.
—Y tengo hambre además —murmuró Daiki
que también estaba mirando el menú. No le importaba
mucho aquel ambiente la verdad.
—Pídete lo que quieras, mis padres pagan —se
rio Mamoru, cogiendo un cigarro y encendiéndolo mientras
miraba lo que podía comerse.
—No fumes —le pidió su hermano frunciendo el
ceño y apagándole el cigarro bruscamente.
—Si no fueras tú, te estamparía la cabeza
contra la mesa.
—Qué bien que soy yo —se olió la mano,
poniendo cara de asco y levantándose para ir al baño
a lavarse.
—No fumes, Mamoru... —sonrió Takashi no sin
algo de maldad apretándose contra él y mirando el
menú por encima de su hombro en vez de mirar el propio —Quiero
eso y un café... grande.
—No exageres —Daiki exhaló pasándose
una mano por el cabello.
—¿Por qué no conocíamos a tu hermano,
Mamoru? —preguntó Masaki que llevaba toda la mañana
preguntándose eso.
—Estaba enfermo o algo así, ¿no? —contestó
el albino que aún no se despegaba del chico.
—Sí, estuvo enfermo durante dos años seguidos,
por eso es tan paranoico. Bueno, siempre ha estado poniéndose
enfermo cada dos por tres… Eh, niña… —se
estiró un poco y le tiró de la falda a una de las
camareras, que le dio en la mano para apartársela, haciéndolo
reírse —¿Vas a atendernos o qué?
—Yo quiero un café —le dijo Shinya desde atrás
mientras iba a sentarse.
—¿Algo más? —preguntó la chica
apuntándolo.
—Un hamburguesa —pidió Daiki cerrando el menú
y añadiendo como si se le acabase de ocurrir —, y una
Pepsi.
—Yo quiero esto y un café grande —Takashi le
señaló el menú haciendo que la chica se inclinase
para poder ver lo que pedía.
—Yo quiero la hamburguesa deluxe con patatas y un café
también.
—Comes demasiado... —Daiki lo miró seguro de
que ni se lo terminaría, pero era inútil advertirle.
—Tú comes muy poco —Masaki le mostró
la lengua riéndose.
—Sólo un batido de chocolate —pidió Yuki
de pronto, casi suspirando por el comportamiento de todos.
—¿Estabas viva? —le preguntó Takashi
riéndose.
—Descansando...
—Y probablemente sufriendo de vergüenza ajena por vuestra
culpa —murmuró Shinya —. ¿Quieres que
vayamos a otra mesa?
—Vaya, resulta que ahora es un dandy —se burló
Mamoru —. ¿Por qué no le hablas de las cosas
que tienes en tu cuarto?
—No creo que eso le interese, y no uses palabras que no
sabes lo que significan… —sonrió, subiéndose
las gafas un poco.
—¿Qué cosas tienes en tu cuarto? —preguntó
Yuki, sin embargo interesada —No te voy a juzgar.
—¿Son juguetes sexuales? —preguntó Takashi
ganándose una ligera patada de parte de Daiki que lo miró
con una leve sonrisa en los labios.
—No todos tienen tus gustos...
—No, de eso no tiene, pero tiene un montón de juegos
para frikis patéticos y tristes de la vida… y pelis
porno —se rio, mirando a la camarera traerle la hamburguesa
que había pedido.
—Es que mi vida es triste y patética. No sé
qué parte te asombra de eso… —murmuró,
alzando una ceja y cogiendo su café —. No todos somos
tan maravillosos como tú, otros tenemos cerebro.
—Pero si acabas de decir que soy maravilloso, ahora no digas
que no tengo cerebro —Mamoru frunció el ceño,
tratando de pegarle una patada bajo la mesa.
—Es que debe ser maravilloso ser tan simple —contestó
su hermano mientras se apartaba hacia atrás.
—Mamoru no es simple —Masaki frunció el ceño
también, enseguida sacando su libreta para buscar pruebas
de cosas buenas que hubiera hecho el chico.
—Tiene razón, no deberías decir esas cosas
de tu hermano —Yuki comentó mirándolo seria
y bebiendo un poco de su batido.
—Yo aún quiero un threesome... —exhaló
Takashi queriendo aligerar la situación.
Sin embargo, Daiki simplemente miró al aludido.
—Mamoru... ¿Estás enfadado? —le preguntó
directamente, ya que suponía que sólo eran tonterías
de hermanos y todos los demás estaban exagerando.
—No, yo le he llamado friki patético y triste de
la vida —se rio Mamoru, comiendo y mirando a Masaki de soslayo
—. Mira cómo me defiendes, ¿será que
te gusto?
—Será que eres mi amigo —le contestó
el chico apuntando algo y cerrando su libreta.
—Mamoru es el amigo de todos —se rio Takashi metiéndose
un trozo de su emparedado en la boca.
—Sí, soy el amigo de los niños… —se
llevó la hamburguesa a la boca, recostándose en la
silla hacia atrás y pasando el brazo por el respaldo de Masaki
—. ¿Has apuntado ahí que te he preguntado si
me gustas y has mentido? —lo molestó, tirándole
de la capucha de la sudadera.
—No he puesto eso... Deja —contestó rojo, bajándose
la capucha de nuevo, aunque se estaba riendo —. Estoy tratando
de explicar la relación entre vosotros.
—¿La de quién con quién? —Mamoru
trató de cogerle la libreta, forcejeando y haciendo temblar
la mesa.
—Parad un poco —les pidió el dueño,
apoyando la mano en la mesa para detener el movimiento y frunciendo
el ceño terriblemente. Si ya le habían sacado de quicio
al levantarle la falda a la camarera, con eso… estaban colmando
su paciencia.
Se apartó y salió del local para colocar un cartel
en la puerta, mirándolos de todas formas con el ceño
fruncido por momentos.
—Hum... —Yuki lo siguió con la mirada como
pensativa y Takashi le tiró una servilleta.
—¿Es tu tipo?
—No, estaba preguntándome si ese cartel es para ofrecer
trabajo... —sonrió lanzándole la servilleta
de vuelta. Lo cierto es que sí le había parecido atractivo.
—¿Necesitas dinero? —preguntó Daiki con
la boca llena de comida.
—¿Me lo vas a prestar?
—No...
—Daiki es un duro y un cotilla además —el albino
se empezó a reír de nuevo, recibiendo como toda respuesta
un:
—¡Calla y come! —de parte del chico.
—Yo te lo presto si me la chupas —le dijo Mamoru.
—Chst… —se rio su hermano entre dientes mientras
entraba de nuevo el dueño. Bebió un poco de café
mirando a la taza. Prefería no decir nada al respecto, no
tenía ganas de que se le echasen todos encima de nuevo.
—Si hago eso tendrías que mantenerme de por vida.
Mamoru... siempre me estás buscando —se rio Yuki añadiendo
luego —. Iré a hablar con él en cuanto termine
este batido.
—Hazlo, pero la mía es más grande —bromeó,
pasando la mano por encima de Takashi y tocándole las piernas
a Yuki, riéndose.
—Oye, no me ignores a mí —Takashi se interpuso
tocándole el paquete a Mamoru.
—Dejad eso, los tres —los riñó Daiki
que ni siquiera los estaba mirando ya.
—Yo no hice nada —Yuki exhaló apartando la mano
de Mamoru, no sin antes darle una palmadita.
—Eh… —Mamoru se rio, aunque había enrojecido
y se tapó el paquete con la mano.
Shinya se levantó y dejó el dinero sobre la mesa.
No los comprendía a decir verdad, y prefería irse
de una vez. Su hermano le sujetó la mano para que se inclinase
hacia él al pasar a su lado, y el chico lo hizo, aunque resoplando.
—Me voy a casa —le aclaró.
—¿A qué?
—Estoy cansado.
—Vale… —murmuró, dejándolo marchar,
aunque no le creía.
—¿Se ha molestado? —le preguntó Takashi
girándose en su asiento y observándolo —Sólo
estaba jugando...
—Creo que es mi culpa porque lo reñí y no volvió
a hablar... —Masaki se puso de pie para ir tras él,
tampoco quería ofenderlo.
—Quédate —lo sujetó Mamoru de la muñeca
para que no se fuera —. Déjalo, que ya se le pasará.
Es un raro.
—Yo no lo vi raro —se quejó el chico, aunque
sentándose de nuevo.
—Probablemente sólo se siente extraño con tanta
gente nueva. Y vosotros sois unos descontrolados, no hay quien os
aguante.
—Pero tú nos quieeeres —Takashi casi se lanzó
sobre la mesa para abrazar a Daiki, sólo por molestarlo.
—Pues yo voy a ver lo de ese empleo, permiso —se quejó
Yuki sentándolo de nuevo en su lugar para que la dejase pasar.
Lo cierto es que le daba la risa.
Mamoru le dio una nalgada a Takashi por ponerlas a tiro, y le
apretó una.
—Eh… ¿Hay gimnasia mañana? Que quiero
ver a Hideo, a ver si ya le salió panza. Lo vimos una vez
por ahí con unos colegas por la noche, haciendo el capullo
—se rio, tirando del albino hacia él para que se sentase
sobre una de sus piernas.
—Sí, tenemos gimnasia mañana, así que
podrás verme en shorts de nuevo —se rio el chico acomodándose
allí como si fuera muy normal.
—¿Qué hacía? ¿Te acercaste? —preguntó
Masaki curioso y mirándolos.
—No sé, estaba borracho y hacía el capullo,
como todo Dios cuando está borracho. No me acerqué
porque Daiki no me dejó —se encogió de hombros
Mamoru, riéndose y rodeando la cintura del albino con un
brazo para susurrarle —. Se me está poniendo dura.
—Porque no teníamos nada que hacer allí, es
su tiempo privado… —exhaló el moreno mirándolos
y lanzándoles una servilleta hecha bolita a ver si paraban.
—Qué respetuoso, Daiki… Apuesto a que no querías
que te molestara él —se rio Takashi moviéndose
sobre Mamoru y gimiendo luego.
—Saca —Mamoru le empujó la cabeza con la mano,
riéndose, aunque estaba rojo por varios motivos y se metió
la mano por dentro del pantalón para colocársela sin
mucha delicadeza.
Yuki ya había ido a fijarse qué decía aquel
letrero pues no quería quedar como una tonta si luego no
estaban ofreciendo trabajo. Se acercó a la barra, sentándose
en una de las banquetas y mirando al dueño por un momento.
—¿Me contratarías?
—Las entrevistas a las ocho cuando cerremos, y nada de luego
cansarse al cabo de un mes e irse sin avisar… —murmuró
el moreno, que estaba leyendo una revista sobre cocina, pero luego
le echó una mirada con el ceño fruncido y se giró
un poco en la silla, sintiéndose ablandado al ver lo guapa
que era —¿Cómo te llamas?
—Yuki… Y no me voy a cansar, me gusta este lugar —le
sonrió encantadoramente, de hecho mirándolo bien y
pensando que era guapo.
—Bueno… ahora tengo un momento libre si quieres —murmuró,
moviendo el bolígrafo en la mano y mordiendo la parte de
atrás. Hablándole con aquel tono de estarle haciendo
un inmenso favor.
—Yo también, ¿qué quieres saber? —contestó
la chica como si no notase su tono de voz ni su actitud.
—Si tienes experiencia, por qué te interesa el trabajo…
Si esos de allí son tus amigos —los señaló
con el bolígrafo, frunciendo el ceño, ya que de nuevo
estaban formando un jaleo a su alrededor.
—No tengo experiencia de este tipo… Me interesa porque
este lugar se ve genial para trabajar, es justo lo que me gusta
y… necesito dinero propio —se rio mirando hacia la mesa
—. Vamos en la misma clase —decidió especificar
por si acaso.
El moreno se levantó, apoyándose en la barra para
verla mejor y para hablar privadamente.
—El horario sería de cuatro a ocho de la tarde. Es
poco tiempo, así que no es un gran sueldo, pero supongo que
tendrás muchas propinas… —murmuró, fijándose
en cómo vestía. Le gustaba la ropa que llevaba, lo
cuidadas que estaban sus manos, y aquel pelo tan largo que se notaba
suave. La verdad es que por no variar, al igual que con la mayoría
de sus camareras… no le importaban mucho sus dotes en el sector
hostelero.
—¿En serio? —preguntó, aunque había
estado bastante convencida de que la contrataría. Se apoyó
un poco sobre la barra para alzarse, dándole un beso en una
mejilla
—Gracias, ¿cuándo empiezo?
—Cuando quieras… Digo… no, ¿qué
talla usas? Puedes empezar mañana si quieres —frunció
el ceño sintiéndose avergonzado por haber respondido
lo primero que se le había venido a la cabeza, pero no se
había esperado aquello.
Yuki se rio con suavidad cubriéndose los labios.
—La pequeña… Y empezaré mañana,
incluso vendré temprano.
—Vale… —resopló porque se riese de él,
aunque ya estaba acostumbrado a que se burlasen de su timidez —.
Bueno, eso era todo —murmuró, saliendo de detrás
de la barra para ir a quitar el letrero.
—No, una cosa más… ¿Cómo te llamas?
¿O debo llamarte jefe o… algo así? —le
preguntó la chica sujetándolo por un brazo y soltándolo
luego al darse cuenta de lo que hacía.
—Cómo quieras…, es Osamu —le aclaró
después, percatándose de que de nuevo lo había
hecho. Salió afuera y sacó el cartel, aunque cualquiera
diría que huía por la diligencia con la que lo hacía.
—Osamu… Osamu-san… —lo llamó sonriendo
y enviándole un beso —Nos vemos mañana.
—Sí… hasta mañana —le dijo, notando
luego que aún no se iba a ir. Regresó tras la barra,
negando con la cabeza, contrariado consigo mismo.
—Osamu-saaaan —se burló Mamoru, tocándole
una pierna a la rubia mientras pasaba.
Yuki le dio una palmadita en la mano, sonriendo.
—Deja en paz a mi jefe. Casi me costáis el empleo…
—se quejó, aunque sabía que no era del todo
cierto.
—Te gusta, te gusta… —se rio Takashi señalándola
y haciendo que la chica enrojeciera un poco.
Masaki le tomó una foto, apuntando algo.
—Mañana quiero una con el uniforme…
—Pareces un pervertido —murmuró Daiki serio,
aunque se estaba riendo por dentro en realidad.
—¡No lo hago por eso! —el chico casi le lanza
el móvil, en vez de eso tomándole otra foto a él.
—A Masaki no le gustan las niñas, le gusto yo —murmuró
Mamoru alzando una ceja con cara de superioridad, sujetando al chico
por el cuello y aplastándolo contra su pecho, inclinándose
para morderle un cachete, y soltándolo en el último
momento.
—¡Malo! No me muerdas… tú eres el pervertido
—se quejó el chico, cubriéndose la mejilla,
rojo y alzando la mirada al escuchar el sonido estridente del móvil
de Daiki.
El moreno lo sacó mirando el número.
—Es mi padre… —murmuró poniéndose
de pie mientras contestaba para alejarse un poco —Estoy en
una cafetería… ¿Necesitas algo?
Takashi se había quedado callado de pronto, había
conseguido mirar el número del padre de Daiki, pero no podía
ser… Tal vez se estaba equivocando.
—Voy al baño un momento —se excusó para
ir a revisar el que tenía apuntado en su propio teléfono.
—¿Dónde estás? Acabo de salir, si quieres
paso a buscarte —le dijo el hombre al otro lado, esperando
unos segundos —. Si estás haciendo algo no te preocupes.
—No, sólo estaba comiendo, ya iba para casa…
Hum… ¿sabes en dónde está “Tenshi
no inai”? cerca del instituto.
—Creo que sí, ¿me esperas? Tardo unos cinco
minutos… —le dijo mirando el reloj digital del coche
por asegurarse.
—Sí, aquí estaré. ¿Quieres que
te compre algo? —le preguntó, ya que no estaba seguro
de que su padre hubiese comido.
—No, no te preocupes, he comprado algo al salir. Bueno,
ahora voy —le dijo antes de despedirse, para no hacerlo esperar.
—¿Su… sucede algo? —le preguntó
Takashi que justo regresaba de comprobar que efectivamente era el
mismo número.
—No, mi padre viene a buscarme. ¿Te pasa algo?
—No, creo que comí muy rápido, eso es todo…
—se rio el albino, por un lado preguntándose si debía
irse y por el otro, quería verlo.
—Yo me iré a casa ya. Mejor no gasto el lugar antes
de empezar a trabajar —bromeó Yuki poniéndose
de pie de nuevo —. ¿Alguien me acompaña?
—Ah… ya sé que lo dices para que te acompañe.
Tendré que ir con ella —murmuró Mamoru, que
además quería preguntarle de qué había
hablado con su hermano, si es que lo había hecho —.
¿Vienes? —le preguntó a Masaki.
—Vale, sólo un momento… —cerró
su libreta guardándola bien y poniéndose de pie.
—No finjáis, sé que os encanta acompañarme
—sonrió Yuki caminando y despidiéndose con una
mano —. Hasta luego. ¡Hasta mañana, Osamu-san!
El dueño la despidió con la mano, haciendo un ligero
gesto, y esperando que no hubiese notado que ya estaba mirándola
para comenzar.
—Limpia esa mesa —le mandó a una desdichada
que pasaba por delante.
—¿Esperas conmigo? —le preguntó Daiki
a Takashi, preguntándose por qué estaría tan
nervioso.
—Só… sólo un ratito, es que quedé
en ir a hacer algo…
—¿El qué? Si sólo son cinco minutos.
—No seas acaparador, Daiki. Ya sé que estoy bueno
—le dio un beso en la boca para confundirlo, riéndose
luego —. Nos vemos después… —se despidió
echando a correr al ver que se acercaba un coche, aunque planeaba
quedarse por allí espiando.
El moreno salió del mismo tras dejarlo en doble fila para
ver si localizaba a su hijo con la mirada, y lo llamó con
la mano.
Daiki lo saludó corriendo hacia él y deteniéndose
sólo cuando estuvo a su lado. Sólo esperaba que no
hubiera visto ese beso.
—¿Saliste temprano hoy?
—Sí, había una celebración por el ascenso
de alguien, pero logré escaparme —le pasó una
mano por el cabello, sin poder evitar mirar para aquellos piercings
en su ceja —. ¿Vamos? ¿Estabas solo ya?
—No, estaba con un amigo, pero me abandonó —se
encogió de hombros. Lo cierto es que quería presentárselo
a su padre, pero siempre sucedía algo.
—Es lo que pasa cuando llega algún padre a la escena,
supongo —se metió en el coche de nuevo, cerrando la
puerta y esperando a que se colocase el cinto antes de ponerse en
camino a casa —. ¿Qué tal te ha ido? ¿Estás
con los mismos compañeros? —le preguntó, mirando
por el retrovisor un momento.
—Sí, los mismos… No, hay uno nuevo, el hermano
de Mamoru —lo miró de soslayo casi intensamente por
un segundo.
—Pues espero que no se parezcan mucho —murmuró
frunciendo el ceño, sólo de que le mentasen a ese
chico.
—No se parecen en nada, creo que se ofendió —negó
con la cabeza pensando que su padre siempre estaba con esas.
—¿Por qué? No os habréis metido con
él, ¿no? —lo miró un momento, esperando
una negativa por su parte.
—No, sólo estábamos bromeando. Masaki y Yuki
se pusieron un poco protectores de más… —le explicó,
exhalando —Yo no tengo ni ganas de meterme con nadie.
—¿Qué pasa? ¿Por qué lo dices
así? —le preguntó preocupado por si le ocurría
algo.
—Porque es demasiado esfuerzo. Ya sabes que si por mí
fuera, me habría ido a casa directamente.
—Demasiado esfuerzo… —murmuró, frunciendo
el ceño de nuevo y apretándole un muslo con fuerza
para molestarlo —. Que no te vaya a dar una hernia por socializar
un poco.
—No me va a dar nada… —se quejó casi
dando un salto cuando lo tocó ya que no se lo había
esperado —Todo es culpa de Takashi.
El moreno se sobresaltó un poco al escuchar aquel nombre,
aunque ya sabía que era uno de los amigos de su hijo, pero
ahora le ponía nervioso porque le recordaba a aquel albino.
Había mirado su foto unas cuantas veces aquella mañana.
—¿Por qué? —se espabiló a preguntar
al fin.
—Porque siempre me arrastra a todos lados. Incluso si me
voy a casa me sigue… —protestó, aunque en realidad
no le molestaba tanto aquello.
—A lo mejor es que le gustas… —se rio maliciosamente.
—No, no soy su tipo ni él el mío —se
rio pensando que le faltaban unos años para ser su tipo en
realidad —. Creo que piensa que me aburro solo.
—¿Y es cierto? —le preguntó su padre,
aparcando dentro del garaje de su casa.
—No, me gusta estar solo. No le hagas caso a Takashi, está
un poco loco —le aseguró mientras se quitaba el cinturón
de seguridad.
—No sé yo… —murmuró, pensando
que le gustaría pasar más tiempo con él y cogiendo
la bolsa con comida del maletero, entrando después de él
en la casa y apoyando la bolsa sobre la mesa del salón —.
El domingo no te dije nada porque no era el momento, pero el sábado
cuando regresé a casa… pasé por tu cuarto para
saber si ya habías regresado, y olías a alcohol…
—le riñó mientras se sacaba la chaqueta del
traje y la corbata, dirigiéndose a su dormitorio.
El chico frunció el ceño alborotándose el
cabello por hacer algo.
—No fue nada, sólo bebí un poco… Tampoco
lo hago todo el tiempo.
—Cuando llegues a mi edad con el hígado hecho un
desastre y calvo, ya no podrás frotarte el pelo mientras
dices que no fue nada —se metió con él, a pesar
de que tenía el ceño fruncido. Se sacó la camisa
para ponerse una camiseta, y se cambió rápidamente
los pantalones de traje por unos jeans.
—No voy a estar calvo porque tú no estás calvo…
—le aseguró asomándose a su habitación
y sonriendo un poco luego al verlo en jeans. No se veía nada
serio así.
Junji salió, pegándole una nalgada y sujetándole
la cintura para llevarlo con él a la cocina y coger unos
palillos.
—Yo nunca he bebido, nunca, por eso me veo tan bien ahora.
Así que, tú no arruines lo que yo hice tan bien.
—No te creo, no te creo nada. Seguro que bebiste la otra
noche también —exhaló, sentándose en
la mesa de la cocina y mirándolo —. No me digas que
eras un santo cuando tenías mi edad.
—Cierto, no lo era… —confesó, ya que
no había forma de que le hiciese creer eso, y menos cuando
luego su madre seguro que se lo negaba categóricamente. Fue
al salón a buscar la comida china que había comprado,
y se sentó con su hijo en la cocina, comiendo un poco a las
prisas, porque luego tenía una cita de trabajo —. Pero
ahora apenas bebo, nunca me emborracho, como tú —le
recriminó.
—Cualquiera cree que soy un alcohólico. Sólo
fue una vez y no fue culpa de Mamoru, ¿eh? —lo miró
frunciendo un poco el ceño, no quería decirle la verdadera
razón.
—¿Ah sí? —le preguntó frunciendo
el ceño él —Pues ya te dije que no me gusta
Mamoru —aprovechó para quejarse, a pesar de que sabía
que no había sido sólo esa vez. Se llevó la
comida a la boca pensando en Takashi de pronto. La verdad es que
tenía ganas de llamarlo, sentía como si cupiera la
posibilidad de que se olvidase de él si no lo hacía.
—Pues no sé por qué, no es malo… sólo
es así —casi refunfuñó el chico señalándolo
luego —. ¿En qué estás pensando además?
Te estoy hablando.
—Y yo te estoy escuchando. No es malo, es que lo han hecho
así —tergiversó a propósito, pasándose
una servilleta por los labios y levantándose para beber agua.
No le gustaba hablarle a su hijo de la gente que conocía,
ni de nada de aquello a decir verdad.
—No, él se hizo así, pero siempre está
cuando lo necesito. No como Takashi que… —exhaló
ruidosamente tomando los palillos de su padre y robándole
un trozo de carne —. Da igual, él piensa que todo se
arregla con salir.
—¿Y qué hay que arreglar? ¿Te pasa
algo? Me lo puedes decir —apoyó la botella sobre la
mesa y lo miró a los ojos, aproximándose a él.
—No, estoy bien —le aseguró con rapidez soltando
los palillos y echándose un poco hacia atrás —.
Sólo me sentía un poco… solo, es todo.
Junji se sentó frente a él, mirándolo fijamente
y preguntándose de nuevo si había hecho mal en divorciarse.
Claro que sus dudas se reducían simplemente en lo que concernía
a su hijo.
—Creía que te gustaba salir con tus amigos, ¿no?
—No es que no me guste, pero a Takashi le gusta ir a sitios
ruidosos, llenos de gente y estoy seguro de que tratará de…
—enrojeció un poco, desviando la mirada. ¿Por
qué habían quedado hablando de eso?
—¿De qué? —le preguntó, enseguida
frunciendo el ceño sin darse cuenta.
—De nada, no me hagas caso —sonrió, señalándolo
luego —. ¡No es lo que estás pensando!
—No estoy pensando en nada todavía, y no me grites,
que soy tu padre —se levantó, riéndose y dirigiéndose
al salón para acostarse en el sofá. La verdad es que
estaba cansado —. ¿Cuándo me vas a presentar
a ese Takashi? —le preguntó, pensando que había
algo entre ellos.
—Pues pensaba hacerlo hoy, pero de pronto tenía algo
que hacer —lo siguió no sin antes meterse otro trozo
de carne en la boca, aunque dejando el plato allí mismo —.
No es bueno dormir luego de comer, te dará dolor de estómago.
—Pero estoy cansado… —murmuró, apartándose
un poco hacia atrás en el sofá y llamándolo
para que se aproximase.
—Pero luego será peor… —lo amenazó
subiéndose al sofá y recostándose sobre él
—. Apuesto a que tus compañeros de trabajo no conocen
este lado tuyo.
—No… —suspiró un poco, acomodándose
y apoyándole una mano en la cabeza para acariciarle el cabello
—. Dicen que soy muy serio, pero no lo soy… ¿verdad?
—Nada serio, pero es que pones esa cara… —se
rio el chico pensando que a él tampoco le conocían
esa faceta, pero sólo podía ser así con su
padre.
—Seguro que tú también la pones… —sonrió,
bajando la mano por su nuca y acariciándole la espalda —.
¿Le gustas a muchas niñas?
—No sé, no me fijo en ellas —se rio pensando
que era un poco denso.
—¿Y a los chicos? —le preguntó, pegándole
una nalgada porque se riese de que aún lo dudase.
—No lo sé tampoco… —enrojeció
de golpe, aunque alzando la mirada luego —¿Y tú?
—Tampoco lo sé, tendrás que preguntarles a
ellos —lo miró a los ojos, sonriendo un poco y pensando
que era un vergonzoso —. Estoy un poco viejo.
—No estás viejo, papá… No lo estás
—le aseguró tocándole las comisuras de los labios
y sonriendo un poco antes de retirar la mano.
—Pero no tengo su misma forma de pensar —murmuró,
revolviéndole el cabello de nuevo y tocándole una
oreja luego.
—Eso es atractivo para algunos. No quieres ser más
de lo mismo, ¿o sí? —le preguntó de pronto
sintiéndose molesto consigo mismo por estarle aconsejando.
—Ni que fuera a cambiar de pronto por lo que ellos opinen
—giró la cara y se tapó con un brazo para bostezar,
cruzándolo después tras la cabeza y acomodándose
—. Tú tampoco hagas esas cosas —le dijo sin especificar,
temiendo en realidad. No podía evitar pensar en su hijo cuando
veía ese comportamiento en los demás.
—No lo haría, me gusta ser como soy… —le
aseguró, aunque en realidad estaba pensando que le gustaría
ser un poco más valiente. Quizás esa no era la respuesta.
—Y yo estoy orgulloso de que seas así —le dejó
claro por si lo dudaba, girándose de lado y abrazándolo
asfixiantemente adrede —. Déjame dormir un rato.
—No me asfixies… —se quejó haciendo fuerza
para aflojar el brazo de su padre, aunque no se quitó de
allí.
Junji se rio, apretando más y molestándolo, pasándole
una pierna por encima de la cadera.
—¿Qué dices? Sólo me estoy poniendo
cómodo.
—No soy un almohadón. Me voy a ir a mi cuarto…
—lo amenazó, aunque no tenía intenciones de
hacerlo.
—Flojo… —se metió con él, colocándose
bien aunque sin apartar el brazo con el que lo rodeaba —.
No me dejes llegar tarde —le pidió, ya que seguramente
él se quedaba allí dormido horas.
—No… —te quiero, pensó para sí,
cerrando los ojos aunque no tenía sueño.
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