Capítulo 1
El Cielo
Azul. Todo era azul a su alrededor, con excepción de la
enorme bola de fuego que no dejaba de lanzar sus rayos cálidos
y reconfortantes, mientras remontaba el vuelo a través del
aire, las nubes acariciando suavemente su rostro, sus brazos. Si
miraba hacia abajo, en cambio, sólo veía verdor. Un
fugaz borrón que se hacía claro y confuso por momentos,
a medida que ascendía veloz sobre él. Batió
sus alas una vez más, y giró sobre sí mismo,
elevándose y dando vueltas hasta que el cielo y la tierra
se confundieron en uno solo. Una parte de sí, dejó
escapar una ligera risa, y entonces abrió los ojos.
Sus doradas pupilas, recorrieron las paredes grises de su habitación,
deseando el azul de hace un momento, sin comprender por qué.
Esa era su favorita, de todas las fantasías que venían
a su mente, aunque no comprendía de donde salía ni
por qué. Ni siquiera entendía por qué habría
creado algo así.
Extendió sus negras alas tras de sí y las movió
una vez, sólo por probar. Se preguntaba si realmente se sentiría
como lo imaginaba. Jamás había volado. No era parte
de las pruebas y tampoco tenía mucho espacio en su habitación,
aunque tal vez pudiese elevarse sólo un poco. Bajó
sus alas, dejando que una de ellas lo rodease y acariciando sus
suaves plumas con una mano.
No se sentía muy bien. Las píldoras que le daban
últimamente, lo hacían sentir mareado y ya hacía
una semana que no lo dejaban dormir. Alzó el rostro al escuchar
el sonido electrónico de la cerradura, y la forma en a que
la puerta se deslizaba, dejando pasar a un chico de cabellos negros
como el ala de un cuervo, que le sonrió cortésmente.
- ¿Cómo te sientes hoy, Aziel? – le preguntó
con el mismo tono que se utiliza con un niño pequeño,
pero el chico sólo lo miró como si aquel visitante
no fuera de su interés. Y en vez de contestar su pregunta,
decidió formular otra. Una que había estado rondando
su mente durante aquellas horas de vigilia.
- ¿Dónde están los otros?
- ¿Otros? – el chico lo observó con una expresión
de genuina sorpresa. En sus ojos profundamente azules, aunque para
Aziel no se comparaban al azul de sus visiones. - ¿De quienes
hablas, Aziel?
- Cuando era pequeño, había otros como yo. Lo recuerdo.
– el chico giró lentamente su rostro, pronunciando
las palabras casi con desgano y observando la pared gris, como si
estuviese viendo algo infinitamente más interesante que la
conversación que se llevaba a cabo.
- Oh, eso. – Shisou sonrió con una ligera nota de
sarcasmo en su rostro. No tenía por qué mentirle acerca
de aquello. En realidad, no veía la razón. –
Eran experimentos fallidos. Sus cuerpos no lo resistieron, y murieron.
¿Por qué el interés?
- ¿Voy a morir? – continuó preguntado el chico
en el mismo tono monótono.
- No lo sé. Habrá que esperar a ver qué sucede.
Es hora. – anunció, mirando su reloj.
- No quiero. – un mechón de su cabello celeste resbaló
por la mejilla del inmutable muchacho, que continuaba observando
la pared y acariciando distraídamente su ala., casi como
si el otro no estuviese allí.
Shisou lo miró exasperándose un poco. Nunca sabía
cuando le iba a dar problemas, pero no estaba para sus ataques temperamentales
en esos momentos. - Aziel, te he dicho un millón de veces
que no importa si quieres o no. No es tu decisión.
- Y yo dije que no quiero! – el chico lo miró, por
primera vez demostrando algo de emoción, sus ojos dorados
súbitamente llenos de furia.
- Bien, sí eso es lo que quieres – el rostro serio
de Shisou se torció en una sonrisa cruel, y sus ojos adquirieron
un tinte desquiciado. Aziel bajó la mirada ante el súbito
dolor que sentía en su cabeza, pero no podía escapar.
– ¿Sabes? Esas hermosas alas tuyas.....Siempre me he
preguntado para qué las tienes. Son un tanto inútiles
aquí, ¿no crees?
Por un segundo, Aziel pudo sentir cómo la presión
incrementaba más y más dentro de su cabeza, hasta
que sus alas súbitamente se desprendieron de su cuerpo, cayendo
al piso en un amasijo de sangre. El chico lanzó un grito,
cayendo de rodillas, con los ojos desorbitados por el dolor, sin
saber qué hacer, y volviendo a gritar una y otra vez, las
lágrimas resbalando por sus mejillas. Hasta que súbitamente,
el dolor desapareció, tan repentino como había llegado.
Aziel se encontró de rodillas en el suelo, temblando cubierto
de sudor, pero con sus alas perfectamente adheridas a su espalda,
y sin rastro de heridas a su alrededor. Ni una gota de sangre permanecía.
- ¿Ahora sí serás un buen chico? – Shisou
le sonrió divertido, aún con aquel dejo de locura
en sus ojos, casi parecía que se iba a reír en cualquier
momento. Aziel se limitó a mirarlo con furia, odio. En ese
instante pensó que tal vez no era tan mala idea cooperar,
volverse más fuerte. Y algún día, destruirlos
a todos. No dejar a nadie con vida, ni siquiera a los que habitaban
las otras habitaciones. Matarlos a todos y luego destruirse a sí
mismo.
Shisou sólo se encogió de hombros, aún sonriendo,
y salió de la habitación, haciendo una seña
a los hombres que esperaban afuera con armas de carga eléctrica,,
los cuales inmediatamente entraron, tomando al agotado chico por
los brazos y arrastrándolo detrás del doctor, que
ni siquiera se dignó a mirar. No le preocupaba. Sabía
que no haría nada. Incluso si mataba a su escolta, no podría
derrotarlo a él. No era lo suficientemente poderoso aún,
y menos en el estado en el que se encontraba.
Los ojos dorados del chico se centraron en la espalda del doctor,
mientras se dejaba deslizar por los pasillos de la clínica.
Su orgullo le decía que se pusiera de pie, pero estaba tan
furioso, que de pronto no le daban ganas de hacer el esfuerzo.
|